Desierto, sustantivo.
1. Área particularmente yerma o desolada:
a. Región seca y arenosa con pocas precipitaciones, temperaturas extremas y escasa vegetación.
b. Región de frío permanente que está amplia o completamente desprovista de vida.
c. Área acuática aparentemente sin vida.
2. Lugar vacío o abandonado; erial: desierto cultural.
3. Arcaico Región salvaje, baldía, inhabitada.
[Inglés medio, del francés antiguo, del latín tardío desertum, del participio pasado neutro de deserere, desertar]
Tras leer este libro recientemente, después de adquirirlo en la Feria del Libro Anarquista de A Guarda (en la distri de unos compas portugueses), son muchas las dudas planteadas, y sobre todo el sentimiento es de desazón, de impotencia, pero al mismo tiempo, de energía, de rabia, de ganas y necesidad de llegar más lejos, y de aumentar los compromisos en la defensa de la Tierra, procurando al mismo tiempo organizarnos en los márgenes para resistir a los embates que sin duda llegarán, ligados a un planeta cada vez más caliente y a unas industrias tan enloquecidas como la sociedad, incapaces de gestionar el problema.
Desierto es un libro anónimo, editado por lxs compas de la editorial anarquista L’Anomia (Argentina), y que desde una perspectiva de ecología profunda, anarquista e insurreccional, analiza las actuales condiciones climáticas, y basándose en una amplia y diversa bibliografía, trata de esbozar posibles escenarios para las décadas que vienen. El deshielo acelerado, los desastres ambientales, la desertificación progresiva de los países del Norte, el colapso generalizado de las principales metrópolis y megalópolis del mundo, los nuevos conflictos, relacionados con las nuevas fuentes de recursos que dejará al descubierto el retroceso de las zonas polares, y todas las posibilidades y los obstáculos que este nuevo mapa presenta para las oportunidades insurreccionales, la autogestión, la vida comunitaria y rebelde, entre otras cuestiones.
Una lectura que comienza con una advertencia clara, sobre la completa falta de esperanza en la idea de una revolución coordinada globalmente que lo cambie todo, al mismo tiempo que, con entusiasmo y ganas, se nos habla de todas las potencialidades que nos ofrecerá lo local, cuando la globalización implosione en su propia demencia, y el ecocidio acabe de provocar la virulenta aparición de dramáticas consecuencias.
Un libro que, dejando atrás cualquier discurso trascendental sobre lo que está por venir, nos habla del desierto y de los rincones salvajes como la pesadilla del hombre común civilizado y adicto a la vida urbana, a sus comodidades y artificios, pero también como esos lugares a los que el capitalismo industrial que parece asolarlo todo no puede llegar, lugares donde todo vuelve a ser posible, y la impotencia deja paso a lo desconocido y la fantasía de crear nuevos mañanas posibles, repoblando y recuperando lo poco que nos queda de vivo y de puro en este planeta en ruínas.
Una lectura recomendable, y sobre la que, en mi opinión, conviene debatir, llevar a cabo profundas discusiones, y de la que os dejo la introducción.
Para leer/descargar el libro, click aquí.
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Hay algo que obsesiona a muchxs activistas, anarquistas, ecologistas, a muchxs de mis amigxs. Me obsesionó a mí también. Gran parte del bagaje que arrastramos de nuestras subculturas nos hace creer que el motivo de esa obsesión no existe, que no se puede ver ni oír. Nuestras buenas intenciones para con el mundo nos dicen que no le hagamos caso, pero para muchxs, a pesar de los mejores esfuerzos (siguiendo adelante con el activismo diario, construyendo movimientos de base, viviendo acorde a y como expresión de ética), a pesar de todo eso, el espectro cobra forma. La imagen borrosa se hace cada vez más sólida, más inevitable, hasta que el fantasma termina mirándote directamente a la cara. Y como sucede con muchos monstruos de leyendas antiguas, cuando la gente se cruza con su mirada, se queda petrificada. Se vuelven incapaces de moverse. Pierden la esperanza, se desilusionan y se vuelven inactivxs. Ese malestar, el quedarse paralizadx, no sólo ralentiza el trabajo militante, sino que afecta cada una de las facetas de la vida de muchxs de mis amigxs.
El espectro que muchxs intentan no ver es darse cuenta de una cosa muy simple: el mundo no será “salvado”. La revolución anarquista global no va a suceder. El cambio climático es imparable. No vamos a ver al mundo acabar con la civilización/capitalismo/patriarcado/autoridad. No sucederá pronto. Es probable que no suceda nunca. El mundo no será “salvado” ni por lxs activistas, ni por los movimientos sociales, ni por organizaciones benéficas, ni por un proletariado global insurgente. El mundo no será “salvado”. Duele darse cuenta de eso. Nadie quiere que sea verdad, pero probablemente lo es. Esas revelaciones, esa pérdida de la ilusión, no debería incapacitarnos. Si partimos de entrada de que es una cuestión de “o todo o nada”, entonces tenemos un problema. Muchxs amigxs han “abandonado” el “movimiento” mientras que otrxs continúan poniendo en práctica antiguas costumbres con una tristeza y un cinismo que revela su sensación de que, en realidad, son costumbres que no llevan a nada. Algunxs merodean por el ámbito revolucionario criticando todo pero viviendo y luchando más bien poco.
“No es la desesperación: puedo tolerar la desesperación. Es la esperanza lo que no tolero.”
La esperanza de un gran final feliz daña a la gente. Sienta la base para el dolor que sentirán cuando se desilusionen. Porque, honestamente, ¿quién de nosotrxs cree en un final feliz hoy en día? ¿Cuántxs han sido consumidxs por el esfuerzo que implica reconciliar la fe ciega de cambiar el mundo con la realidad que nos rodea? Sin embargo, desilusionarnos —con la revolución global, con nuestra capacidad de parar el cambio climático—, no debería alterar nuestra naturaleza anarquista ni el amor que sentimos por la naturaleza como anarquistas.
Todavía hay muchas posibilidades para la libertad y lo salvaje. ¿Cuáles son algunas de esas posibilidades y cómo podemos vivirlas? ¿Qué podría significar ser anarquista, ecologista, cuando la revolución global y la sostenibilidad socio-ecológica no son el objetivo principal? ¿Qué objetivos, qué planes, qué vidas, qué aventuras quedan cuando se dejan de lado las ilusiones y caminamos por el mundo ya no incapacitadxs por la desilusión, sino liberadxs de su carga?