Nueva agresión homófoba en Compostela, y una reflexión personal al respecto de recurrir a la policía en estos casos

Si recientemente se hablaba en este blog de una serie de agresiones homófobas y tránsfobas que habían tenido lugar recientemente en la zona centro de la ciudad de Madrid, ahora os traigo una no menos nefasta noticia, sobre una nueva agresión ocurrida esta vez en Santiago de Compostela.

Según informaron a lo largo del día de ayer diferentes medios tanto de la prensa burguesa como alternativos, el pasado día 8 de febrero, A.R., un joven homosexual de Compostela, paseaba con su compañero canino por la ciudad cuando alrededor de las 21:00 se dirigieron a un supermercado en la calle Galeras para realizar algunas compras. En la puerta del comercio había un perro atado, el cual ladró e intentó morder al perro que acompañaba a A.R. y su novio. En ese momento, A.R. preguntó quién era la persona responsable del perro que había en la puerta, y que había ladrado agresivamente. En ese momento, un hombre que se encontraba dentro del supermercado salió afuera y comenzó a insultar a A.R. por su condición homosexual y a amenazarlo, y A.R. sorprendido sacó su teléfono para hacerle una foto al agresor y denunciarle. Entonces, el agresor empujó a A.R. y entró en el supermercado, donde le golpeó con los puños. A.R. cayó al suelo mientras le gritaban graves insultos y amenazas como «¡Maricón sidoso de mierda, espero que no me hayas contagiado nada, te voy a matar!» (lo que significa un insulto no sólo a las personas con orientaciones homosexuales, sino también hacia las personas que padecen el SIDA, una enfermedad que siempre ha estado asociada a las personas homosexuales por parte de las mentes más retrógradas, homófobas y reaccionarias).

R.B., novio y pareja de A.R., acudió luego al supermercado alertado por A.R., después de haber llamado a la policía y a una ambulancia. Según describió R.B., cuando llegó al supermercado los homófobos (pues había más de uno) «seguían insultando y la policía local y nacional estaban tomando los datos» con una actitud que R.B. describe como «pasando de todo, aunque los tipos no se cortaban nada».

A.R. fue trasladado en ambulancia a un centro hospitalario, acompañado por su pareja, para ser atendido por las magulladuras y golpes que le causaron los agresores. Una vez allí, salió con su pareja a fumar un cigarro a las inmediaciones del hospital para relajarse, y ocurrió un segundo episodio de agresiones cuando los mismos que el agresor que pegó a A.R. en el supermercado, acompañado por los que estaban con él cuando cometió la agresión, aparecieron en la propia entrada al recinto sanitario exigiendo a A.R. que se deshiciese de la fotografía que le hizo a su agresor, gritándole «¡Que nos des la foto, maricón!» e intentando volver a pegarle, en una situación en la que fue necesaria la intervención de personal de seguridad y hasta de trabajadorxs del hospital que se encontraban allí. A.R. fue llevado a una habitación de consulta y se volvió a alertar a la policía, que una vez más, y según informaron A.R. y R.B., volvieron a pasar de todo y a minimizar el peligro y la gravedad de los hechos. Según R.B., la segunda vez que llamaron a la policía «ya se lo tomaron un poco más en serio pero aun así… tuvimos que salir del hospital en taxi y casi escoltados porque la policía no le impidió a los agresores permanecer allí, ya que la policía decía que no veían ninguna agresión».

Yo me pregunto qué tiene que pasar para que la escoria policial considere que hay una agresión. Supongo que ser un hombre heterosexual, blanco, clase media o alta, o ser policía, o ser presidente del gobierno (¿por qué no dijeron los policías que «no veían ninguna agresión» cuando en Pontevedra un joven de 17 años que ahora está en un centro de menores le pegó una hostia al miserable presidente Mariano Rajoy hace unas semanas?), o ser militar… Pero si eres otra persona homosexual cualquiera, ya te pueden pegar la paliza de tu vida y destrozarte la cara a puñetazos como le han hecho a A.R., que la policía no hará nada por impedirlo porque considerarán que «no veían ninguna agresión». Para empeorar la situación para A.R. y su pareja, ningunx de lxs presentes que había sido testigo de la agresión en el hospital quiso acompañar a los agredidos a comisaría para cursar la denuncia. Como indicó R.B. se trata de «la soledad que siempre acompaña a la víctima». A.R. especificó claramente en la denuncia que se trata de un «delito contra la libertad sexual».

Ante la agresión, A.R. y R.B. han llegado al punto de plantearse cambiar de domicilio, ya que según informaron, no es la primera vez que esto les ocurre. A.R. recordó que en otra ocasión en la que decidió no presentar denuncia, un hombre se le acercó por la calle con un paraguas, le insultó por su condición homosexual y le dijo que le iba a matar. Por lo visto, cada vez parecen más decididos a cumplir su advertencia, y la policía continúa restándole importancia a un asunto de gran urgencia y gravedad.

De todos modos, yo, como reflexión a raíz de estos hechos y de otros episodios anteriores parecidos, y sin olvidar que parto de una posición privilegiada en este asunto dada mi condición heterosexual y cisgénero (y esto lo digo para marcar las distancias, porque desde la posición de no oprimidx siempre es muy fácil «aconsejar» a las personas oprimidas sobre cómo «deberían actuar» o sobre lo que «tienen que hacer» cuando son agredidas por una violencia que tú no sufres), creo que el problema está precisamente en recurrir a la policía, los jueces y demás mercenarios del sistema y del Estado, cada vez que se produce una agresión de este tipo. La homofobia, el machismo, el cis-sexismo, son también habituales entre los cuerpos represivos del Estado. Hace apenas unos días, como os decía al principio, se publicó en este blog un artículo del boletín informativo anarcoqueer Rosa y Negro (Madrid), que se puede leer haciendo click aquí, y donde se hablaba precisamente de esto a raíz de las agresiones ocurridas en el centro de la capital, y donde, a modo de ejemplo, se mencionaban sólo algunos de los muchos casos de asesinatos y agresiones homófobas graves consentidas o incluso cometidas por la escoria policial en diferentes puntos de la península ibérica. Copio a continuación el párrafo correspondiente:

«No tenemos tiempo, ni espacio, ni memoria para recabar todos los casos de homofobia y transfobia por parte de estos cuerpos de defensa del Estado en los últimos años, pero algo sonados fueron casos como el asesinato de Juan Andrés Benítez por los Mossos en 2013, las redadas contra bares de ambiente en Barcelona el orgullo gay del mismo año, o el intento de suicidio de una agente de la Guardia Civil en Coruña hace escasas semanas tras acoso lesbófobo. El pasado 9 de octubre el cortejo del Colectivo Lambda en la festividad comunitaria valenciana fue vapuleado por neonazis y fachas blaveros mientras sus camaradas de la Policía Nacional sonreían.»

Como podemos ver, y tal y como demuestra la propia indiferencia de las policías local y nacional de Compostela en el caso que relata esta noticia, recurrir a la policía como único garante de la seguridad de las personas homosexuales en un mundo y una sociedad heteropatriarcales, donde como podemos comprobar esas personas continúan bajo amenaza constante y siguen sin poder caminar tranquilas por la calle y sin poder expresar y mostrar su sexualidad libremente, sin ataduras morales y sin miedo a ser increpadas, golpeadas, amenazas etc. no sólo es inútil y una pérdida de tiempo, sino que de hecho es un grave error. Experiencias anteriores en otros países y lugares del mundo como por ejemplo Bash Back! en EE.UU.* o los propios disturbios de Stonewall a finales de los ’60 (y a cuya memoria se dedica hoy en día la jornada del Día del Orgullo Gay) demuestran que ante la complicidad o ineficacia deliberada de los cuerpos de «seguridad» del Estado ante estas agresiones, son las propias personas homosexuales, bisexuales, intersexuales, transgénero etc. quienes deben tomarse la justicia por su mano y responder a las agresiones frontalmente, a través de la acción directa sin intermediarias, y si es necesario (y por desgracia suele serlo) también violenta. También hay que decir que TODXS, y especialmente las personas no hetero o no binarias vinculadas a pensamientos y prácticas anarquistas o revolucionarias, deberíamos cuestionarnos y pensar en por qué cada vez que se produce una agresión homófoba de estas características o de cualquier otro estilo, a las personas agredidas sólo se les ocurre acudir a la policía, en lugar de ponerse en contacto con grupos autónomos preparados para la autodefensa, formados por personas unidas por su condición de oprimidas por la norma cishetero y por relaciones firmes de confianza y afinidad que puedan dar a esos miserables maltratadores la lección que se merecen. Algo se está haciendo mal…

La práctica de la violencia defensiva no puede seguir siendo un recurso exclusivo del Estado, como tampoco puede seguir siendo un recurso exclusivo de las personas que han sido socializadas para ello, es decir, los machotes hombres cisgénero y heterosexuales. Que los agresores tiemblen, que sean ellos los que teman salir a la calle por si se encuentran a alguna de las personas homosexuales, transgénero, travelxs, queers, mujeres lesbianas o no etc. a las que alguna vez insultaron, humillaron, maltrataron, y se les ocurre devolverles la agresión.

Todo el apoyo hacia A.R. y su compañero R.B., y que el miedo cambie de bando…

Nota:

* Bash Back! (traducido literalmente, «¡Devuelve el golpe!») fue una experiencia antiautoritaria de auto-organización informal para personas transgénero, lesbianas, gays, queers y otras identidades no hetero o no binarias que se dio en algunos puntos de EE.UU. y que consistía en grupos coordinados informalmente e integrados por personas concienciadas y preparadas que habían tomado la decisión de defenderse de sus agresores como fuese necesario, sin figuras intermediarias y sin la menor contemplación. Durante años, violaciones, golpes, insultos u otras agresiones sufridas cotidianamente por personas no hetero fueron respondidas con machirulos apuñalados, apaleados o perseguidos, ataques a las viviendas de los maltratadores, campañas en sus barrios para que todo el mundo supiese a la clase de escoria machista y homófoba que tenían de vecinos etc.

Con el tiempo, Bash Back! también dirigió su rabia contra todas aquellas instituciones que identificaron como parte del sistema transfóbico y heteropatriarcal que lxs marginaba. Así, atacaron clínicas psiquiátricas (por patologizar las identidades no binarias y convertir la disforia de género en un trastorno mental), farmacias (por vender los fármacos recetados por la cátedra psiquiátrica), tiendas de ropa binaria (por mantener los estereotipos de género y potenciar la transfobia), comisarías de policía (por ser cómplices pasivos o incluso participantes activos de muchas de las agresiones, y por ser el brazo armado del sistema heteropatriarcal), multinacionales y sucursales bancarias (por formar el tejido de la economía capitalista y la dominación también patriarcal), y un sinfín más de objetivos, incluyendo la realización de un Bloque Rosa (Pink Block) en el contexto de la cumbre del G-20 en Pittsburgh que tras una comparsa de personas disfrazadas de hada y travestidas, derivó en un bloque negro de encapuchadxs arrasando cuantos símbolos de la dominación hallaron a su paso.

Para hallar más información de esta experiencia, aconsejo encarecidamente la lectura del texto Bash Back! – Insurreccionalismo contra el género en EE.UU. publicado en este mismo blog y firmado por T. Piras, o de los fanzines Espacios peligrosos, Hacia la insurrección más queer o  Ultraviolencia Queer (pinchando sobre el título de cada uno de los textos podéis acceder a una versión en pdf de los mismos para leer, descargar, imprimir…).

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