[Libelos] Nuevas publicaciones de la editorial Ex-Nihilo

Siguen a continuación las dos últimas ediciones de lxs compañerxs de Ex-Nihilo, acompañadas como siempre del texto de presentación que fue enviado junto a los enlaces al correo electrónico del blog.

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La secta del perro: Los primeros antisistema. Los cínicos y Diógenes de Sínope.

«Disciplinadas, organizadas en comunidad, ejemplarmente laboriosas, las abejas son para algunos pensadores griegos un paradigma de civilidad. En el otro extremo, sin embargo, está el perro, pese a que no es una fiera salvaje, sino un compañero fiel del hombre, doméstico y domesticado. Pero el perro es muy poco gregario, es insolidario con los suyos, y está dispuesto a traicionar a la especie canina y pasarse del lado de los humanos, si con ello obtiene ganancias; es agresivo y fiero, o fiel y cariñoso, según sus relaciones individuales. Vive junto a los hombres, pero mantiene sus hábitos naturales con total impudor. Es natural como son los animales, aunque convive en un espacio humanizado. Participa de la civilización, pero desde el margen de su propia condición de bruto. Uno diría que comparte con el esclavo —según la versión aristotélica— la capacidad de captar algo de la razón, del lógos, en el sentido de que sabe obedecer las órdenes de su amo, pero no mucho más. Es sufrido, paciente, fiero con los extraños, y se acostumbra a vivir junto a los humanos, aceptando lo que le echen para comer. Es familiar y hasta urbano, pero no se oculta para hacer sus necesidades ni para sus tratos sexuales, roba las carnes de los altares y se mea en las estatuas de los dioses, sin miramientos. No pretende honores ni tiene ambiciones.

Diógenes de Sínope es la figura más emblemática de este movimiento. Fue el primero en recibir el apelativo de perro y del que más leyendas se cuentan. Quienes comenzaron a apodar a Diógenes de Sinope «el Perro» tenían muy probablemente intención de insultarle con un epíteto tradicionalmente despectivo. Pero el paradójico Diógenes halló muy ajustado el calificativo y se enorgulleció de él. Había hecho de la desvergüenza uno de sus distintivos y el emblema del perro le debió de parecer pintiparado para expresión de su conducta.

Llamados “Cínicos”, este movimiento intelectual negaba los valores de la civilización; actuaban frente a las normas y convenciones; renegaban del consumo y la esclavitud de las cosas superfluas; Reivindicaban la libertad auténtica frente a cualquier institución familiar, social o moral y todo ello lo realizaban a la antigua usanza, desde una actitud activa que incluía sátiras, críticas, humor corrosivo y un comportamiento desvergonzado hasta el límite de lo grosero, incluso traspasándolo en algunas ocasiones. Una forma de vida al margen de convencionalismos pero en contacto continuo con los “ciudadanos” para convertirse en espejo de las hipocresías y contradicciones de los que viven en un sin vivir sometidos a las normas de la sociedad».

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Lobotomía, del Premio Nóbel al aprobío y otros textos.

«Lobotomía o leucotomía prefrontal se denomina a un procedimiento quirúrgico por el cual se seccionan fibras nerviosas de la región frontal del cerebro, desconectando la corteza frontal del resto del cerebro. El procedimiento consiste en perforar el cráneo e introducir instrumentos especiales para seccionar las fibras nerviosas del lóbulo frontal. La hipótesis que sostiene este procedimiento está dada por el conocimiento de la implicancia que tiene la corteza frontal en el control y modulación de la conducta y las emociones en seres humanos y primates superiores. De esta forma, muchas patologías como la depresión, la ansiedad generalizada, las psicosis y el trastorno obsesivo-compulsivo tendrían relación con alteraciones neurofisiológicas en la corteza frontal. […] Esta sociedad desquicia a la gente, y cada día lo hace más. He aquí nuestro punto de partida. No parece descabellado afirmar que en los entornos en los que vivimos, quien no experimenta algún problema relacionado con la salud mental (de distinta índole, que pueden ir desde una depresión puntual a una psicosis, pasando por todo tipo de idas de pinza, como se las suele llamar), muy probablemente tendrá cerca a alguien que está sufriendo psíquicamente. El malestar y las patologías mentales crecen de forma exponencial. El consumo de psicofármacos se ha generalizado hasta el punto de que se toma por normal el hecho de que niños, adultos y ancianos ingieran cotidianamente sustancias químicas para adaptarse a las exigencias y la urgencia de este mundo.

Sobrevivimos, unos con más suerte, otros con menos. Algunos incluso nos volvemos locos. La existencia del ser humano ha sido reducida a una competición adaptativa, a un baile de imágenes en el que ya nadie sabe quién es quién. Esta sociedad que nos desquicia sólo conoce una lógica y es la mercantil: producimos mercancías y somos producidos por ellas. La necesidad lucrativa degrada la vida, y en última instancia, la liquida. De manera que aquí estamos. Los psiquiatras afirman rotundos que para la mayor parte de las patologías mentales que nos asignan no hay recuperación posible, y que la manera de alcanzar cierta «calidad de vida» pasa por medicarse, y la psicocirugía es una forma más de medicación».

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Tiqqun: Un llamamiento – Resplandores

«Nada le hace falta al triunfo de la civilización. Ni el terror político ni la miseria afectiva. Ni la esterilidad universal. El desierto no puede crecer más: está por todas partes. Pero aún puede profundizarse. Ante la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que toman acto, los que denuncian y los que se organizan. Nosotros estamos del lado de los que se organizan. Que un régimen social agonizante no tenga ya otra justificación para su arbitrariedad que su absurda determinación —su determinación senil— a simplemente durar; que la policía, mundial o nacional, haya recibido un pleno uso para poner en su lugar a los que se salgan de la raya; que la civilización, herida en su corazón, no encuentre ya en ninguna parte, en la guerra permanente a la que se ha lanzado, otra cosa que sus propios límites; que esta fuga hacia adelante, ya casi centenaria, no produzca ya sino una serie ininterrumpida de desastres cada vez más próximos; que la masa humana se acomode a golpe de mentiras, de cinismo, de embrutecimiento o de pastillas a este orden de las cosas, nadie puede pretender ignorarlo.

Y el deporte que consiste en describir interminablemente, con una complacencia variable, el desastre presente, es sólo otro modo de decir: “Es así”; el premio a la infamia le corresponde a los periodistas, a todos aquellos que, cada mañana, hacen como si descubrieran nuevamente las inmundicias que constataron el día anterior». 

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Tiqqun

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