Hace unos días fallecía, a los 90 años, un hospital de Milán, Italia, el autor Dario Fo, anarquista, escritor, dramaturgo y sobre todo alegre corazón inquieto, que no dejó títere con cabeza y arremetió con tosca ironía y comedia fresca, pero también con un serio y punzante contenido político, contra las principales instituciones de la dominación. Dario Fo bebía de muchas fuentes, desde la vieja comedia griega de Aristófanes hasta la obra de Shakespeare pasando por multitud de influencias que nutrieron su irreverente lírica.
Ahora que se ha ido y ya no puede defenderse, los buitres carroñeros (y lamento la comparación especista, podéis creerme) de los medios de comunicación burgueses y de la cátedra artística y cultural del mundo del teatro y la farándula tratan de recuperar su obra, presentándole más como un endulzado demócrata que como lo que fue en realidad, un inconformista e incansable rebelde que logró introducir al teatro los bajos fondos, la herejía y la anarquía, siempre combinando una hermosa sonrisa con una seria y firme motivación, la de subvertir lo establecido, la de poner en tela de juicio absolutamente todo.
Podéis intentar vaciar tanto contenido de su obra como os parezca, podéis devorar sus restos, regurgitarlos y llenar con ellos las neutras estanterías de vuestras librerías, haciendo de Fo un producto más, asimilado para su reventa, e incluso podéis hacer un «revival» y empezar a hablar de él en hipócritas tertulias de televisión para intelectuales de poca monta. Nosotrxs sabemos que Dario os escupiría a la cara, y seguiría riéndose de vosotrxs, porque fue lo que hizo siempre. Ni siquiera vuestro Premio Nóbel de Literatura logró aguarle la pólvora. Siguió intentando poner vuestro mundo patas arriba en el papel y el escenario, allí donde los puntales de la moralidad burguesa todavía se sostenían en pie.
Allá donde estés, Dario, gracias por tanto.
Que las generaciones venideras te recuerden y que los recuperadores que nos niegan la memoria no hagan de tu legado una tumba sin nombre.