Según informaron esta mañana a este blog fuentes afines vía e-mail, hace unos días dos neonazis, presuntamente vinculados al Hogar Social Madrid, atacaron a un joven antifascista en el barrio madrileño de Aluche. Tras golpearle en la cabeza con distintos objetos contundentes, terminaron la agresión con un navajazo en el cuello. El agredido tuvo que ser trasladado de Urgencia al hospital e ingresado, y actualmente estaría fuera de peligro. Una nueva agresión fascista con intento de asesinato incluído que no saldrá en la prensa comercial y que tampoco parece haber llamado la atención de la policía. Tal vez sea porque la víctima no era una «pobrecita joven neonazi indefensa». Por supuesto, las voces de la cátedra moral de la progresía ciudadana tampoco han puesto el grito en el cielo esta vez.
Para solidarizar con el compañero apuñalado y para mostrar la repulsa a las agresiones fascistas en Madrid y en cualquier parte, y a la existencia misma del fascismo y del sistema capitalista y democrático que lo utiliza y sustenta, se ha convocado una concentración antifascista para mañana, día 10 de febrero, a las 19:00 en la Plaza de Oporto.
A modo de crítica dura, creo que es necesario tener en cuenta no sólo la nula difusión que este hecho ha tenido en los medios de comunicación de la prensa burguesa (de quienes ya no esperamos nada porque no son más que la escoria portavoz de la policía y el sistema, compradas por intereses económicos muy concretos que no tienen interés alguno en difundir las agresiones y asesinatos de sus perros de presa fascistas) sino la escasa información disponible incluso en los propios medios contrainformativos. Todo lo que he encontrado remite a la red social Twitter, donde el hecho, igualmente, ha tenido un eco bastante escaso. ¿Qué falla cuando se prescinde por costumbre de los medios y las herramientas informativas y de comunicación afines y compañeras y se da prioridad a las redes sociales del enemigo? Entiendo y comparto la opinión de que dichas redes pueden usarse para obtener una difusión mucho mayor y que no se debe renunciar totalmente a su uso, si bien yo personalmente no tengo ni quiero tener ningún perfil porque me asquean profundamente los ritmos, las dinámicas, las apariencias y la frivolidad que dominan las relaciones virtuales en esos ambientes, pero no puedo evitar pensar en que algo estamos haciendo muy mal cuando un par de nazis apuñalan a un compañero y aquí nadie se entera hasta que alguien le avisa por e-mail, días después y por afinidad directa, de que en Twitter están hablando de ello.
Los medios de contrainformación o de comunicación antiautoritaria tenemos -o pretendemos tener- una utilidad.