A continuación, sigue un comunicado de convocatoria recibido en el correo electrónico y que anima a participar en la manifestación antifascista del 9 de septiembre en Santander, como respuesta a una movilización de carácter fascista, organizada por la Asociación «Cultural» Alfonso I.
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Con las siguientes palabras llamamos a participar en la manifestación antifascista del 9 de septiembre que tendrá lugar en Santander. Una movilización que ha surgido en respuesta a una convocatoria de la Asociación fascista Alfonso I. Nos sumamos así a la iniciativa promovida por diversas asambleas y organizaciones, que han convocado la manifestación bajo el lema «Cantabria para todas».
La Asociación Cultural Alfonso I, a pesar de su nombre, es una organización política heredera de otras como Falange, Frente Nacional o Democracia Nacional, todas ellas abiertamente fascistas. No es nuestra intención extendernos aquí en narrar la trayectoria de esta organización ni describir el tipo de actividades que realiza. Nos limitaremos a apuntar que sus fines políticos son claramente racistas, sexistas y autoritarios, a la par que muy serviles del orden capitalista actual. No toleramos la existencia de ningún grupo de personas que promueva dichas ideas y manifestamos abiertamente nuestra firme voluntad de luchar para acabar con ellas.
Creemos que el fascismo no tiene cabida ni en Santander ni en ninguna otra parte del mundo. En ese sentido, consideramos que nuestra lucha está conectada con otras que han tenido lugar en el pasado o están aconteciendo en la actualidad en otros ámbitos geográficos. Aprovechamos para transmitir nuestra solidaridad a todas aquellas personas que combaten el fascismo bajo sus múltiples formas, ya sea contra la ultraderecha en Europa o Estados Unidos, el islamismo fundamentalista en Turquía y Siria, o el sionismo en Palestina, por poner sólo algunos ejemplos. También queremos recordar que existe un fascismo latente detrás de las políticas securitarias y migratorias promovidas por todos los Estados occidentales e imperialistas que, disimulado tras una fachada democrática, aparenta no ser nocivo, salvo para las personas migrantes y parte de las clases populares que lo sufren de forma más directa y brutal. Consecuentemente, también nos posicionamos contra este otro fascismo de rostro amable.
Nos repulsa ver cómo, a nivel local, organizaciones como Alfonso I puedan actuar con total impunidad y contar con la complicidad e incluso colaboración de autoridades políticas, empresarios y fuerzas del orden. Pero no es algo que nos sorprenda, puesto que no se trata de un fenómeno nuevo. Dado que no esperamos nada de las instituciones públicas, confiamos en que seamos las propias vecinas y vecinos de Santander las que, por medio de la acción directa, el apoyo mutuo y la solidaridad, paremos los pies a dicho colectivo. La manifestación del 9 de septiembre constituye un primer paso en esa dirección. Hace años que la ultraderecha no se atrevía a manifestarse en las calles de Santander, y si hoy lo hace, no es por haber sumado grandes apoyos sociales sino porque se le ha cedido terreno en la calle. Es así que sus miembros se atreven a hacer recogidas de alimentos «sólo para españoles» y a multiplicar sus apariciones en público, acciones que quieren hacer pasar por solidarias pero que no son sino mera propaganda y un medio de transmitir su ideario, de ahí la necesidad de combatirlas. Esperamos que el 9 de septiembre se convierta en un punto de inflexión a partir del cual la lucha contra el fascismo se intensifique y consiga paralizar las actividades de la Asociación Alfonso I.
Esto no significa que entendamos la unión contra el fascismo como un frente popular a la vieja usanza. Nos parece importante aclarar que aunque participemos en los movimientos sociales contra el fascismo, no lo hacemos para defender los valores democráticos vigentes. Los Estados democráticos no son lo opuesto al fascismo, como buena parte de la izquierda se empeña en dar por hecho, sino que al contrario, generan las condiciones para que el racismo, el sexismo y otros pilares del fascismo se desarrollen. Por ese motivo, rechazamos el discurso antifascista unificador y homogéneo y abogamos por mantener nuestra independencia en esta lucha. Animamos a no asumir acríticamente los planteamientos del antifascismo. Sólo manteniendo la pluralidad en los análisis y la acción podemos entender el sentido de unirnos a convocatorias populares como la presente.
Una acción que creemos que no se detiene en la organización Alfonso I, que al fin y al cabo no deja de ser marginal. Consideramos que la resistencia ante el fascismo es parte de un proyecto de lucha más amplio contra el capitalismo, el patriarcado, los Estados y cualquier otra forma de autoridad. Como apuntábamos anteriormente, los Estados-nación democráticos llevan en su ADN el racismo y la xenofobia, que se ha manifestado en el pasado y se manifiesta hoy en día en fenómenos como el (neo)colonialismo, las políticas securitarias y de control en las fronteras, o el acoso policial dentro de ellas. El sistema económico y político dominante se autoperpetúa recalcando las diferencias entre culturas, «razas» o religiones y sigue así alimentando la guerra entre pobres y contra los pobres. Bajo el cuento del «choque de civilizaciones» quieren ocultar la realidad de la lucha de clases. No nos dejemos engañar. Permanezcamos unidas, dentro de nuestra diversidad, y fomentemos nuestra solidaridad de clase para resistir a los embistes del orden capitalista y racista.
Una última cosa nos queda por decir. Frente a aquellos que claman por la «prioridad nacional en las ayudas sociales» y abogan por la vuelta a una especie de feudalismo en el que una parte de la población, por nacimiento, tenga privilegios legales, nosotras apuntamos en otra dirección; la de tejer redes de solidaridad autónomas y horizontales, independientes de los gobiernos y de las nacionalidades. En la situación actual, por una mera cuestión de supervivencia, nos parece lógico reclamar ayudas del Estado. Consideramos sin embargo que es una quimera seguir abogando por una socialdemocracia benefactora y redistribuidora de la riqueza, y nos horroriza aún más el proyecto de Estado fascista que redistribuya la riqueza sólo a nacionales según su conveniencia (es decir, a nacionales que no sean negros, homosexuales, musulmanes, rebeldes…). Las redes de solidaridad autónomas pueden ser una vía alternativa, aunque sin pretensión de convertirse en un proyecto vertical y totalitario como los arriba citados. Se trata de dar pasos hacia la autonomía productiva y energética, creando una red de cultivos y huertas que nos autoabastezcan, dotarse de los medios para obtener una vivienda digna y gratuita, buscar la autogestión en los cuidados y la salud, fomentar la creación de escuelas y ateneos libres, crear cajas de resistencia, canales de información alternativos… por poner sólo algunas propuestas. Significa también que estas redes sean abiertas e inclusivas a todo aquel que lo necesite, independientemente de su procedencia o su condición.
Algunas anarquistas de Santander