Hace unas semanas, una manifestación antifascista protestó contra un encuentro neonazi en Charlottesville, Virginia (EE.UU.). La protesta no tardó en derivar en enfrentamientos con la basura fascista y sus guardaespaldas policiales. En medio del tumulto, un neonazi subió a su vehículo y embistió al grupo de antifascistas, atropellando a varias personas y acabando con la vida de una de ellas, la compañera Heather Heyer, de 32 años.
Tras estos hechos, Donald Trump se atrevió a comparecer «condenando» el asesinato fascista mientras se llenaba la boca con discursos de equidistancia, poniendo a la misma altura a la escoria racista, homófoba, misógina y ultranacionalista y a todas aquellas personas que desde su diversidad se organizaron para no permitir que esos discursos de odio tuviesen ni un sólo milímetro de espacio seguro. No sorprende, las lágrimas de cocodrilo de la élite política son habituales cuando uno de sus cachorritos neonazis «se excede» y mata a alguien, y es necesario aparecer en las pantallas para lavarle la cara (y las manos) a la Democracia capitalista que usa al fascismo como avanzadilla. Pero está claro que Trump es en gran medida uno de les principales responsables de la muerte de Heather y de arengar el chovinismo supremacista.
Ahora, a continuación, sigue un comunicado de Mumia Abu-Jamal reflexionando sobre este hecho, y que yo recojo de Publicación Refractario:
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La conmoción de Charlottesville, Virginia, está resonando en todo el mundo. El turbulento río de odio que retumbó por la ciudad destacó un panorama de paranoia: barras y estrellas, esvásticas, insignias nazis, cruces del Ku Klux Klan y gorras con mensaje de Trump.
Son la cara oculta de Estados Unidos—ahora descubierta para que todos la vean. Son ‘América.’
Son el filo de la navaja de los millones que escucharon a Trump decir que Obama nació en África. Esto es el trumpese que dice con un guiño del ojo, “Él no es de los nuestros. No es un americano de verdad, como nosotros. ¿Comprenden?”
Caras apenas maduras de una generación moribunda, la resaca inadvertida que llevó a Trump al Despacho Oval. Pedirle a Trump que renuncie o condene a estos racistas o sus opiniones, es como pedirles a las uvas que condenen la jalea. En realidad, no se puede hacer porque ellos son parte de él, y él es parte de ellos.
Aquí vemos el trumpismo desenmascarado. Hacer a ‘América’ grande de nuevo. No me digas.
Charlottesville, Virginia, es el hijo ilegítimo de Charleston, Carolina del Sur, donde un joven neo-nazi asesinó a nueve personas negras en una iglesia hace dos años. Dos ciudades, un ejemplo. La rabia blanca a punto de hervir. Visible y presente en los dos casos.
Los agravios de personas traicionadas por el capitalismo, por la fuga del capital corporativo, por el TLCAN y por el reloj del cambio, siempre dando vueltas, se han vuelto el combustible para que ataquen al eterno “otro” – los negros, judíos, latinos, musulmanes, inmigrantes, entre otros –, a cualquier persona considerada no verdaderamente blanca.
Hacer a ‘América’ grande de nuevo. Hacer a ‘América’ odiar de nuevo. Hacer a ‘América’ blanca de nuevo. Es el trumpismo. ¿Cómo se puede esperar que Trump se denuncie a sí mismo?
Desde la nación encarcelada, soy Mumia Abu-Jamal.
13 de agosto de 2017