Les compañeres del nuevo blog Propagación Anárquica compartieron desde algún lugar del territorio mexicano el siguiente texto, vía e-mail y también publicándolo en su blog, acerca de la tendencia de determinados entornos anticivilización o antiautoritarios a «idealizar» o atribuír una serie de características al concepto de la Naturaleza salvaje y a todo cuanto implica similares a las que otras ideologías o incluso algunos cultos religiosos suelen atribuír a sus respectivos paraísos y/o a las entidades divinas a las que adoran.
Una lectura por cierto, que, a la luz de ciertos delirios autodenominados «eco-extremistas», es más oportuna y necesaria que nunca.
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Hay una tendencia idealista, romántica y superflua que se difunde cada vez más sobre la supuesta existencia de una naturaleza prístina, virgen y paradisíaca que nunca ha sido tocada por el ser humano y que debe ser preservada sin que tenga contacto alguno con nuestra especie. Hay muchos, pero muchos problemas y reflexiones muy poco profundas respecto a esa postura de una naturaleza virgen y prístina.
Primero que nada, hay que darnos cuenta del contexto en el que vivimos actualmente: en el Antropoceno, era donde EL SER HUMANO INDUSTRIAL ha provocado los mayores cambios geológicos desde hace 300 siglos a la fecha, <<el cambio climático ha trastocado la totalidad de los ecosistemas en el mundo>>. Es decir, el ser humano industrial, vía contaminación del agua, tierra y aire, ha trastocado de forma negativa a todos los biomas del planeta, es decir, ya no queda naturaleza prístina –sin tocar– en todo el mundo, todos los ecosistemas han sido manoseados por el cambio climático.
Ahora bien, otra cuestión derivada de esa idealización cristiana y romantización miope de la naturaleza virgen, es creer que el ser humano en general, nuestra especie en sí, es ecocida y destructora de la naturaleza por antonomasia, lo cual es totalmente falso y erróneo.
El mundo con toda su bella biodiversidad está siendo destruida NO por el ser humano EN SÍ, sino por una bien definida y situada forma de manifestación enferma de humanidad, es decir, la destrucción de la vida y los ecosistemas es a causa de un tipo de ser humano industrializado y moderno que tiene algo así como 300 años de existencia, desde la aparición histórica del capitalismo y la globalización moderno/industrial.
De lo antes dicho se desprende otra conclusión: en la sociedad global tecno industrial no todos los seres humanos industrializados participan con igual importancia e impacto en la devastación de eso que occidente llama naturaleza. Por ejemplo: un militar moderno no hace el mismo daño a la biosfera que un albañil indígena que migró a la gran ciudad, ni hace el mismo daño un biotecnólogo de Monsanto que un panadero de una colonia de clase media.
Son los grandes corporativos industriales y militares -con sus ejecutivos, políticos, científicos y generales- (sean capitalistas o no) los que van asesinando ecosistemas y personas por todo el amplio planeta …y NO el ser humano en sí, los responsables son aquellos humanos enfermos por dominar la otredad, aquellos que renuevan, crean, ejecutan y organizan proyectos carcelarios de sociedad.
La humanidad no es buena ni mala: ¡es vital! …y como tal fue el resultado de la evolución misma, pero pasa que hace unos 5000 años creo la civilización -eligió vivir en ciudades- y fue cuando todo empezó a marchar de mal en peor, pero nada de lo que han hecho las civilizaciones anteriores es comparable con la magnitud, velocidad e intensidad destructiva que la civilización industrial ha realizado sobre el planeta. La humanidad como tal -homo sapiens- tiene algo así como 2 millones de años, es decir, lleva aproximadamente 0.1% de su existencia perturbando de manera negativa a los ecosistemas.
Ese 0.1% de existencia humana enferma, sólo puede ser atribuible a los industrializadores del planeta, más no a las tribus, pueblos indígenas y sociedades pastoras y campesinas que siguen llevando sus vidas vernáculas conforme a las estaciones del año y los ciclos de bio regulación del planeta. La humanidad -se reitera- no es enemiga de eso que llamamos naturaleza, sino cierto proyecto -gestado por ciertos humanos en una etapa específica de su desarrollo- es quien devasta el planeta. Aquellas ideas fatalistas derivadas de la misantropía y el idealismo sobre la naturaleza y el medio ambiente, son meros enunciados superficiales que ignoran la historia “primitiva de la humanidad” y la historia reciente de ésta. Ideas vagas, sin profundidad sobre los procesos evolutivos, geopolíticos y económicos, deducen que la humanidad misma es antagónica a los ecosistemas, <<en vez de señalar con precisión a los reales responsables de la devastación personal, ambiental y social que se expande cada vez más por el planeta>>
¿Cómo luchar contra el desarrollo industrial si no se conoce a profundidad al enemigo? ¿Cómo vencer al proyecto ecocida y carcelario de sociedad con posturas derrotistas y victimistas, posturas sin vitalidad como lo es el nihilismo y el pesimismo? Posturas como estas reflejan la resignación e irresponsabilidad por el mundo que les rodea, posturas como la misantropía reproducen los valores del sistema que supuestamente quieren destruir: odio, rencor, egoísmo y competencia, son valores que curiosamente sostienen al proyecto de sociedad capitalista. La misantropía le hace juego a los que dominan a la sociedad, torturan animales y destruyen a los ecosistemas.
Ahora bien, aparte de haber un error fatal en dichas posturas anteriormente mencionadas, hay que señalar ahora otro problema que corresponde al concepto mismo de Naturaleza, es decir, la naturaleza como palabra es un término/concepto de origen civilizado. Es un término/concepto que ENCUBRE UNA SEPARACIÓN FALSA ENTRE EL SER HUMANO Y EL RESTO DE LAS ESPECIES VIVIENTES. El concepto de naturaleza para empezar no existe en muchas de las culturas humanas alrededor de todo el mundo. Algo así como el 99.99% de las pueblos y tribus humanas que occidente llama indígenas originalmente no usaban o usan ese término para referirse por ejemplo a los ríos o bosques. Por eso es preferible describir a los ecosistemas (con sus ríos, bosques, animales, hongos, etc.) que conceptualizarlos con la simple y llana palabra de Naturaleza.
La naturaleza como concepto y como oposición a la cultura, es decir, como una esfera de la vida separada del hombre, surge hace unos 3000 años con la cultura griega. Como vemos, el concepto de naturaleza es una invención bien definida y situada históricamente, DE UN TIPO DE SER HUMANO QUE SE ALIENÓ DE LOS ECOSISTEMAS PARA VIVIR EN CIUDADES, es decir, para vivir en la civilización. <<Las tribus y pueblos indígenas no participan de igual manera en los impactos sobre la biosfera: muchos pueblos vernáculos antes de la conquista Colonial Europea, lejos de disminuir la biodiversidad, la incrementaron…y en la actualidad ello continúa>> Por ejemplo con la diversificación de plantas domesticadas.
Con lo antes dicho, podemos concluir al menos dos cosas: que la especie humana en sí no es una destructora inmanente de eso que llamamos naturaleza y que no todos los seres humanos (civilizados o no) participan en la destrucción de la biosfera, y de quienes si participan directamente -un porcentaje reducido y señalable a precisión- del ecocidio, no todos lo hacen de la misma forma y magnitud. Es absurdo culpar a toda la humanidad como enemiga de la naturaleza.
Otra conclusión derivada de ello es que el término de Naturaleza es un concepto falso, y que propicia el biocidio contra nosotros mismos como para el resto de la biosfera…y aún más esa idea de una naturaleza que no ha sido tocada, que sigue siendo prístina es aún más nociva.
Esa idea de una naturaleza virgen es el resultado una visión idealista y cristiana que surge -curiosamente- DEL DESPRECIO A LA VIDA MISMA, puesto que la búsqueda de un paraíso -terrestre o metafísico- más allá del plano del cual se parte, es el efecto de un cuerpo enfermo y resignado que busca soluciones más allá de su realidad, es decir, creando mundos idealizados y románticos hasta la médula, donde supuestamente están todas las soluciones a sus problemas.
Ese supuesto amor de ciertos defensores de la naturaleza prístina encubre nada menos y nada más que un auto desprecio tanto a sí mismos como al mundo que les rodea: lo prístino, lo puro, lo absoluto, son síntomas de un cuerpo consumido por la tristeza.
El paraíso ya sea silvestre o celestial es prácticamente idéntico a la idea del paraíso socialista de los comunistas o del estado de pureza racial de la humanidad de los nazis. El romanticismo idealista confunde las causas con los efectos creando regímenes de verdadera confusión y auto engaño que conducen a nada más que a seguir reproduciendo los mismos errores con los cuales se justifica cometer mil y una atrocidades.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que en el contexto mesoamericano (de México a Panamá) casi todos los ecosistemas han sido intervenidos -de manera responsable y sabia- desde hace milenios por parte de los pueblos autóctonos de América. La larga tradición de manejo diversificado de plantas y paisajes en Mesoamérica comprueban que la agricultura no es el origen del mal. Las evidencias bio arqueológicas como las actuales investigaciones etnobotánicas en territorios indígenas dan cuenta de ello. La agricultura reitero no es el origen del mal: LA PROPIEDAD PRIVADA sobre la tierra sí.
Lo que hoy pudiera parecer una montaña o valle “virgen”, hace tal vez 100 o 50 años era todo un AGROECOSISTEMA, donde las personas manejaban y cultivaban diversas especies vegetales, pero con el paso del tiempo, ese vegetación de carácter humano fue diluida entre la vegetación silvestre y ahora esa vegetación antropogénica sólo aparece en medio del paisaje como algo que supuestamente sería prístino, cuando en realidad el ser humano coadyuvo a la conformación de dicho paisaje “natural” de apariencia virgen
Otro ejemplo de ello son los agroecosistemas forestales, como los cafetales, que a simple vista pudieran parecer un ecosistema prístino, sin la intervención directa del hombre, pero que en realidad son creación mutua y simbiótica CON EL RESTO de la naturaleza y ejemplos de ello hay muchos. Se recomienda leer críticamente el libro de La importancia de la memoria biocultural: la importancia ecológica de las sabidurías ancestrales, de los autores Víctor M. Toledo y Narciso B. Bassols, para conocer más al respecto sobre la relación humana con la biosfera y los agroecosistemas (Naturaleza antropogénica).
Ya sea desde la historia, la filosofía, la antropología, la ecología, O LA EXPERIENCIA PROPIA CON SOCIEDADES NO INDUSTRIALIZADAS, la idea de la naturaleza en sí es bastante dudosa …y la idea de una naturaleza virgen, prístina, que jamás ha sido tocada por nuestra especie, resulta ya totalmente ridícula, que aparte de reflejar una estreches de mente, oculta ideas que justifican la dominación, explotación y destrucción de eso que llamamos naturaleza, dando paso a ideas, CREENCIAS y acciones de carácter eco TOTALIARIAS Y FUNDAMENTALISTAS que los eco burgueses no dudan en adoptar como doctrina única… se creen los únicos y especiales al “defender” un paraíso que no es más que el resultado INACABADO de su deseo por dominar.
¡NO SOMOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA! ¡SOMOS LA NATURALEZA DEFENDIENDOSE!
Desde algún hermoso bosque
Por: Textos anónimos
México, principios de febrero del 2018