Nota previa: Me ha parecido importante y necesario elaborar un escrito de réplica al mencionado texto de Esteban Vidal, aun a pesar de ser consciente de que lo hago desde la perspectiva de un hombre cis blanco que vive en Europa. Sé que para el tema a abordar estaría mucho mejor que hablasen otras voces no blancas, no masculinas, no cis, en definitiva, voces más involucradas en algunas de las opresiones y luchas que se nombran. No obstante, he intentado citar a personas que sí vivieron en primera persona esas experiencias, y tampoco pretendo usurpar ninguna voz ni es mi intención hablar por nadie. Simplemente, he querido aportar mi punto de vista, pero si alguien conoce respuestas a ese mismo texto que partan de voces no cismasculinas, no blancas etc. le agradecería mucho que me las enviase al mail del blog para poder contribuír a su difusión.
Hace algunas semanas, apareció publicado en el sitio web anarquista Portal Libertario Oaca un texto firmado por Esteban Vidal y con el título «Lo personal no es político». Mediante unos argumentos redundantes y huecos, y utilizando una dialéctica a la defensiva, pretende rebatir la conocida máxima feminista (atribuída a diferentes autoras, desde Carol Hanisch hasta Kate Millet) de «Lo personal es político», que revolucionó sin lugar a dudas la teoría y la práctica no sólo del feminismo sino de todos los movimientos sociales y luchas revolucionarias, impulsándolos hacia una crítica no sólo de las estructuras materiales del sistema dentro del cuerpo social sino también de nuestros propios actos y valores, entendiendo que, al ser personas socializadas dentro de un sistema como éste, en función de nuestras características personales (raza, nacionalidad, sexo y género, orientación sexual, cultura, capacidades físicas o psicológicas…) hemos adquirido una serie de privilegios que, a su vez, marcan nuestra existencia en todos sus aspectos, ya que son el factor que determinará nuestra visibilidad y reconocimiento como sujetos válidos en multitud de ámbitos, las opresiones y agresiones a las que tendremos que hacer frente, la cantidad de violencia que nos enseñarán a naturalizar o a ejercer hacia otres etc., y que por eso es fundamental cuestionar y revisar también nuestros propios procesos de socialización, nuestra cultura, nuestros valores, nuestros actos, preferencias, deseos, y nuestra manera de relacionarnos con el entorno y con les demás, desde lo social pero también desde dentro.
El autor de este escrito viene a decir que este planteamiento supondría, a su modo de ver, que todo cuanto atañe a la esfera personal de cada individue se convierta en algo de interés social/colectivo, debido a que sólo entiende la política en esos términos. Primer error. Entender la política en términos estrictamente sociales y colectivos significa obviar lo antes mencionado, que somos producto de un sistema y de una realidad políticas, que nuestras existencias son existencias políticas, que desde la ropa que vestimos, hasta la comida que comemos, el lenguaje que utilizamos o los lazos que construímos, son cuestiones políticas. En ningún momento las autoras que usaron esta frase dijeron nada sobre anular a les individues ni sobre privarles de su intimidad, ni de su identidad como tales. Tampoco dijeron nada sobre que la gestión de su esfera personal de repente le corresponda a la sociedad o al Estado. Por el contrario, reconocían la importancia de sabernos como sujetos políticos, cada une de nosotres, como individues, y desde ahí, luchar. Lo que yo creo que pretendían (y esto lo digo siendo consciente de que hago una lectura masculina y cis, lo cual también es un factor a tener en cuenta) era precisamente reconocer que cada sociedad o colectividad se encuentra formada por personas con muchas diferencias entre sí, diferencias que en este mundo conllevan posiciones de opresión o de privilegio, diferencias que definen quiénes somos a nuestros propios ojos y a ojos del resto, y a qué tenemos derecho, en un mundo de fronteras y muros, de jerarquías y barreras. Por eso, de igual modo que luchamos desde lo colectivo, entendiéndonos como parte de diferentes comunidades históricamente oprimidas y violentadas por las normas de los Estados, del Patriarcado y del Capital, también es importante luchar desde lo individual para revisar y destruír todos aquellos aprendizajes que nos hacen comportarnos como aquello que combatimos. Porque de nada valdrá derrocar a ningún Estado opresor, ni derribar el orden patriarcal instituído, ni cortarle la cabeza a ningún explotador capitalista si acto seguido vamos a comportarnos como él.
Vidal acusa a las autoras que popularizaron la frase Lo personal es político de pretender transformar la esfera individual en algo político. No obstante, no entiende que lo personal ya era algo político antes de que Hanisch, Millet y compañía hiciesen popular esa frase. Lo único que ellas hicieron fue señalar una obviedad . Lo personal no es político, dice Esteban Vidal. Yo digo que…
Lo personal es político porque nuestra manera de percibir el entorno, de relacionarnos, de entender nuestros deseos, nuestras emociones, nuestra autoestima y nuestra propia autopercepción, están marcadas por las condiciones políticas vigentes. Porque la separación entre lo personal y lo político sólo les interesa a quienes quieren mantener la política en manos de sus profesionales, polítiques, estadistas, economistas, juristas, pedagogues y hombres de partido que nos sigan diciendo lo que debemos hacer, cómo debemos vivir, interactuar con otres y con nuestro alrededor, sentir, alimentarnos, disfrutar y hasta respirar. Es decir, sólo le interesa al Estado y a sus representantes.
Lo personal es político porque el amor, el deseo sexual, el erotismo, fueron históricamente enajenados por la cultura patriarcal imperante. Por lo tanto, aprender a amar(nos), a cuidar(nos), a relacionarnos fuera de esas lógicas patriarcales y de poder es fundamental si aspiramos a un mundo sin autoridad. Y eso también es una lucha política.
Lo personal es político porque para todas aquellas personas cuyo cuerpo no encaja con lo establecido, porque son gordas, porque son trans, porque son diverses…, su cuerpo es otro campo de batalla, cargado de oscuras cicatrices que contienen recuerdos todavía más oscuros. Porque la manera de entender el cuerpo propio (¡y el ajeno!) y nuestra relación con él no es más que pura política, y ¿qué hay más íntimo y personal que nuestros cuerpos?
Lo personal es político porque lo personal no es neutro. Porque si nos expresamos de un modo, si nos juzgamos, si reproducimos roles autoritarios y oprimimos a otres constantemente y si a veces sentimos que tenemos al enemigo en la lengua y en el gesto, no es por casualidad, sino porque nos han educado para ello. Porque este mundo se nutre de ese poder que nosotres mismes ejercemos, muchas veces sin querer, sobre otres. Porque el poder, en todas sus formas, no es un ente abstracto o un ser divino omnipotente que determina nuestros destinos desde algún plano de realidad paralelo. Es un complejo de relaciones sociales que van desde lo personal hasta lo colectivo y vice-versa. Porque el modo en el que actuamos es lo que mantiene en pie (o lo que podría derribar) las estructuras de este mundo. Porque quien pretende mantener lo personal en un lugar de supuesta «neutralidad» es por la simple razón de que jamás ha tenido que enfrentarse a una situación de violencia política por su simple razón de ser.
En su texto Teoría de la Mujer Enferma (sin duda recomendadísima lectura), Johanna Evda escribe lo siguiente:
La frase “lo personal es político” también se puede interpretar como “lo privado es político” porque, por supuesto, todo lo que haces en privado es político: con quién tienes sexo, qué tan largas son tus duchas, incluso si tienes acceso a agua limpia para una ducha, y así sucesivamente.
Touché, Evda. Claro y conciso. Y es que, ¿cómo no plantearse lo político desde lo personal cuando hasta el hecho de comer cada día o de dormir cada noche bajo un techo, forma parte de un privilegio determinado por un sistema político? ¿Cómo no plantearnos que lo personal es político cuando mientras nosotrOs, hombres cis blancos de la clase media de las urbes occidentales, estamos encerrados en nuestros locales «anarquistas» discutiendo sobre política, historia, economía, o hablando sobre (y en nombre de) la lucha de otras personas de territorios lejanos (y no tan lejanos) cuya existencia supone hacer frente a un nivel de agresión extremadamente alto (y cuya opresión, de hecho, se nutre de nuestros privilegios), en otros lugares ya no del mundo sino de nuestras propias ciudades hay personas que están destrozadas, personas abandonadas en la calle, personas que aunque quieran trabajar para obtener dinero con el que sobrevivir no pueden porque sus problemas mentales o físicos no se lo permiten, o porque simplemente, su color de piel genera desconfianzas, personas que aunque quieran alquilar un piso no pueden porque no tienen papeles, personas que ya quisieran poder salir a apedrear bancos o a hacer pintadas, a construir huertos urbanos o a liberar espacios de la especulación, a atacar a la policía o a intercambiar fanzines, pero que viven aterrorizadas de simplemente poner un pie en la escalera que hay más allá de la puerta de sus casas?
Peggy McIntosh, mujer feminista de EE.UU., dijo esto:
«Cuando has tenido tanta libertad para hacer lo que quieras, pensar lo que quieras, decir lo que quieras y comportarte como quieras, entonces te sientes herido de manera irracional cuando tienes que frenar tu vida y tus pensamientos de cualquier manera.»
Esto debería ayudar también a que nos planteemos desde qué posición y desde qué vivencias emitimos según qué críticas.
Creo que ya es hora de dejar de escribir chorradas victimistas para acomodar nuestros privilegios en una nueva dialéctica reaccionaria con tintes «libertarios», confundiendo la libertad individual con el margen de elección que permita dañar a otres. También creo que ciertos sitios web anarquistas deberían tener un poquito más de criterio antes de publicar según qué posicionamientos que, de hecho, agreden a multitud de compañeres y de personas, menospreciando sus luchas, ridiculizando las amenazas y agresiones a las que han de hacer frente. Y por último, creo que antes de permitirnos la licencia de dar lecciones a nadie sobre lucha, sobre guerra social o revolución, quizá deberíamos empezar por un esfuerzo personal para librarnos de la mierda autoritaria que aprendimos y que llevamos con nosotres. No se trata de entender la «coherencia» como un nuevo dogma o como un requisito. Todes tenemos contradicciones, fallos y actitudes que dejan entrever privilegios. En revisarlo y en entender esa batalla como un esfuerzo permanente y agotador por intentar romper con la dominación en nuestras vidas está el auténtico peso y el significado y valor real de toda nuestra teoría y de ese supuesto mundo nuevo que llevamos en los corazones. Se trata de entender la coherencia y la sobriedad en nuestras vidas y en nuestras luchas como un compromiso y como un camino largo, y no como un sacrificio, aunque tampoco como una frivolidad.
Y sobre todo y por encima de todo, debemos entender que es urgente construir espacios inclusivos y seguros para todes, y que cualquiera para quien ésto no sea una prioridad, no tiene nada que hacer a nuestro lado.
Porque mandar nos repugna tanto como obedecer.
Porque la anarquía no es la meta, es el camino de nuestros pasos. Procuremos que viva…