El siguiente escrito, recibido en el correo electrónico, fue repartido en forma de panfleto en la ciudad de Pontevedra en los últimos días (donde, según quienes lo enviaron, a pesar de la intensa lluvia hubo momentos de sol en los que se pudo salir a conspirar a la calle):
———————————
«Si el ser humano no es capaz de gobernarse a sí mismo, ¿cómo pretende entonces gobernar a los demás? Y si, por el contrario, sí es capaz de gobernarse a sí mismo, ¿por qué necesita entonces ser gobernado por otros?» – Anónimo
Una vez más, como cada cuatro años, ante las elecciones del domingo se nos vuelve a instigar para que acudamos obedientes a votar legitimando el mismo orden social que nos está haciendo pedazos, con el agravante de que este año, con el asustaviejas de Vox y el fascismo, muchas personas desde dentro de los propios movimientos sociales que se dicen autónomos y anticapitalistas incluso se atreven a culparnos de un hipotético crecimiento de las corrientes más reaccionarias, olvidando sus propios valores en relación a una actitud cínica y desesperada basada en el «mal menor», una lógica que ni aceptamos ni compartimos. A nuestro parecer…
VOTAR ES PATRIARCAL
El voto, sea cual sea el partido al cual favorece, supone la participación, y por lo tanto el reconocimiento, de un sistema que se sostiene estructuralmente sobre el Patriarcado, que históricamente ha explotado doblemente a las mujeres robando no solo su fuerza de trabajo una vez superada la reclusión del ámbito doméstico, sino también su labor de cuidados, y por supuesto, sometiéndolas a toda una cultura de legitimación y reproducción de las múltiples violencias machistas y cis-sexistas, roles y pautas, que recaen sobre ellas y sobre todas las personas cuyos cuerpos o identidad no se ajuste a las normas de género establecidas. Votes a quién votes, ningún partido puede terminar con el machismo ni con otras formas de violencia y opresión sexual y/o de género (LGTBIfobia) porque es el resultado de la organización patriarcal del mundo, y el Patriarcado, a su vez, se encuentra estrechamente ligado al Capitalismo como sistema y como orden social y económico. El proceso de acumulación originaria sin el cual el capitalismo no podría haber iniciado su proyecto recayó sobre el control de la reproducción y de los tiempos de las mujeres a través del orden patriarcal y la persecución y masacre de todas aquellas que se resistieron a ser sumisas o intentaron conservar sus conocimientos y sus redes de cuidados y apoyo, llamándolas brujas y enviándolas a morir en la hoguera. Para terminar con el Patriarcado y las desigualdades de género a él asociadas, es necesario destruir las lógicas del sistema que lo necesita, y eso requiere de la auto-organización y la lucha desde la base, en la calle, también contra los mecanismos democráticos que legitiman ese sistema patriarcal, por mucho que se disfracen de “progres” e izquierdistas.
VOTAR ES RACISTA
El voto, sea cual sea el partido al cual favorece, supone la participación y por lo tanto el reconocimiento de un sistema que se ha aprovechado históricamente del colonialismo, del expolio de recursos, el genocidio y el epistemicidio de culturas y pueblos enteros, imponiendo un sistema de supremacía blanca que perdura hasta la actualidad, y que se traduce en políticas migratorias xenófobas, la existencia de CIEs (Centros de Internamiento para Extranjeros, cárceles para migrantes indocumentades), en el saqueo de recursos y mano de obra del Sur global y otras formas de racismo institucional ligadas directamente al Estado y sus estructuras, además de en un montón de violencias racistas que se reproducen en el día a día. Votes a quién votes, el racismo estructural del sistema capitalista (y también de gran parte de la propia izquierda blanca y occidental) mantiene y reproduce esas dinámicas coloniales y de racismo institucional porque este sistema no puede sobrevivir sin ellas, las necesita para mantener su maquinaria en marcha y legitimar y perpetuar su dominio. Partidos de la supuesta izquierda inclusiva que se nos venden como alternativas a Vox y a la extrema derecha están persiguiendo a manteros migrantes y permitiendo redadas policiales por perfil racial en los barrios precarios de las grandes ciudades donde han accedido al ayuntamiento (Madrid con Carmena, Barcelona con Ada Colau…), lo que nos demuestra que más allá de sus hipócritas discursitos sobre tolerancia e integración, se esconde la misma violencia racista que siempre. Además, votar es un privilegio blanco, ya que debido al Ius Sanguini muchas personas racializadas y migrantes o hijas de migrantes no pueden votar, con lo cual la democracia es un sistema que de entrada se encuentra amañado según criterios racistas. Votando legitimas todo esto.
VOTAR ES CLASISTA
Votando validas la existencia de un sistema de clases donde una minoría privilegiada aumenta sus riquezas explotando a las tres cuartas partes restantes del planeta, a diferentes escalas y niveles. Este sistema de clases no puede abolirse votando, porque el ejercicio de voto se da dentro de las estructuras del mismo sistema que produce y reproduce la miseria, con lo que no tiene sentido esperar que votando se pueda cambiar la política socioeconómica de un sistema que no somete su agenda política a voto más allá del paripé participativo. Históricamente, hemos visto cómo en momentos de crisis en los que la credibilidad del capitalismo es puesta en entredicho y empiezan a plantearse otras formas de vivir y de entender los intercambios, el mundo o las relaciones, las clases dominantes han hecho crecer al fascismo para contrarrestar y eliminar la disidencia, restableciendo la democracia (que perpetúa la dominación bajo un rostro más amable y supuestamente participativo) cuando les ha vuelto a interesar. También hemos visto cómo partidos o agentes políticos con una verdadera intención de cambiar las cosas desde dentro (a nosotras ésto nos parece una quimera como hemos dicho, pero bueno) han sido vetados con acusaciones falsas, ilegalizados según la ley de partidos tras criminalizarlos en los medios de comunicación, perseguidos, o directamente asesinados con golpes de Estado que diferentes élites económicas o sociales del momento han puesto en escena al ver peligrar sus privilegios. Por lo tanto, el voto no solo no garantiza que se pueda invertir la balanza económica que nos asfixia, sino que de hecho, lo único que garantiza es que el flujo de explotación siga intacto, porque si queremos de verdad terminar con un sistema que nos estrangula y exprime para que paguemos todos sus desastres mientras los culpables de la miseria de todas viven en mansiones a nuestra costa, debemos organizarnos en la calle, sin intermediarias, haciéndonos dueñas de nuestras vidas, y respondiendo codo con codo a sus agresiones, cuidándonos y atacando las máquinas, los símbolos y las estructuras que permiten que esta situación se siga produciendo.
POR TANTO
Las armas de la clase trabajadora siempre han sido las mismas: el boicot, la huelga, la expropiación, el sabotaje y la auto-organización, con el apoyo mutuo y la solidaridad como vínculos, en torno a la cobertura de nuestras necesidades por nosotras mismas, sin necesidad ni del Estado ni de ningún otro dirigente. Hemos visto fábricas y empresas, hospitales y servicios escolares autogestionados en Grecia al margen de las instituciones y del poder, hemos visto a compañeras en Francia respondiendo con potentes revueltas a las condiciones de miseria que les están imponiendo, ocupando liceos y universidades, paralizando infraestructuras enteras. Es hora de recordar el poder que tenemos y desertar de sus filas. Queda mucho por hacer y está en nuestras manos realizar las posibilidades de nuestros deseos.
VOTAR ES JUGAR A SU JUEGO, EN UN TABLERO PREPARADO PARA QUE SIEMPRE GANEN LOS MISMOS. REVENTEMOS EL TABLERO. CAMBIEMOS LAS REGLAS.
POR TODO ESTO Y POR MUCHAS OTRAS RAZONES, ¡NO VOTES, ORGANÍZATE Y LUCHA!
· Enemigas del Estado y Amigas de la revuelta