Recibía en el correo electrónico recientemente el siguiente comunicado, acompañado de un vídeo, y que reclama la liberación de 60 gallinas de una granja en Castilla y León, en diciembre de 2014. Además, el escrito narra brevemente los pasos que se siguieron para rescatar a las aves, y las deplorables condiciones en las que se encontraban cuando fueron salvadas, algo que también se puede comprobar viendo el vídeo grabado por lxs activistas:
—————————————
CASTILLA Y LEÓN, 2014
60 GALLINAS RESCATADAS
A las gallinas les gusta pisar el césped, tomar el sol, retozar en la tierra y escarbar. Son seres muy sociables, aprenden las unas de las otras. Les gusta acicalarse las alas, volar a lugares altos para dormir y buscar sitios tranquilos para hacer sus nidos.
Cada año en España, unos 4 millones de gallinas son privadas de todo eso para que se puedan usar sus huevos. Da igual que sean industriales, o se llamen ecológicos o de corral. Todos vienen de la explotación de individuos que, a pesar de pertenecer a otra especie, son como nosotros en muchos aspectos (pueden sentir, sufrir, disfrutar, relacionarse y comunicarse). Para producir cualquier tipo de huevo, las gallinas son vendidas, compradas, privadas de su libertad, usadas como cosas, como máquinas de producir y, finalmente, asesinadas para convertirse en pienso o caldo.
Por cada gallina utilizada para poner huevos, han muerto muchos pollitos macho (descartados por no ser útiles, mueren triturados, aplastados o asfixiados). Gran parte de las gallinas viven hacinadas, muchas sufren mutilaciones, heridas y enfermedades que nunca se curan porque resulta más rentable dejarlas morir y comprar otras. Las horas de luz se alteran para aumentar la producción, y algunas no llegan a ver el sol nunca.
Igual que ellas, millones de animales en el mundo son usados como objetos por el hecho de no ser humanos. Sufren la explotación, el cautiverio y la muerte para nuestro beneficio. Ayudarles está en nuestra mano. Así lo hicimos nosotros:
Alguien empezó a buscar información y pensó que era posible. Consiguió ayuda de algunos amigos que pensaban y sentían lo mismo, y empezamos a investigar (en locutorios, sin móviles, en sitios tranquilos… ¡la seguridad es muy importante!).
No es que no tuviéramos miedo, pero nos conocíamos bien, confiábamos los unos en los otros y estábamos dispuestos a esforzarnos y arriesgarnos. Era un esfuerzo pequeño comparado con la importancia que tendría en la vida de esas gallinas. Encontramos un lugar en el que podrían vivir seguras, donde serían respetadas y no explotadas. Calculamos cuántas podríamos sacar, y empezamos a hacer planes.
Un par de personas hicieron varios viajes, entraron en varias granjas, a diferentes horas del día, para calcular las posibilidades. En unas semanas encontraron el objetivo. Era un lugar a las afueras de un pueblo que producía huevos para una marca importante. Había varias naves rodeadas por una valla.
Tenían perros vigilando, pero no tuvimos muchos problemas para entrar. El olor era horrible.
Cuando nos asomamos vimos que no tenían jaulas. Aun así, había cientos de gallinas amontonadas. Algunas estaban agolpadas en repisas y otras tumbadas en el suelo. Unas eran gordas, como sobrealimentadas. Otras estaban escuálidas y les faltaban las plumas, tenían heridas, etc. También vimos algunos cuerpos aplastados. Ese era el lugar. Sabíamos que podíamos sacar de allí todas las posibles, y teníamos que intentarlo.
Hicimos varias visitas, de día y de noche. Nos aseguramos de que no había alarmas ni cámaras. Nos hicimos a la idea de que necesitaríamos varios coches, así que buscamos los posibles caminos de salida y de entrada, los sitios para aparcar sin ser vistos, etc.
Planificamos cuántas personas necesitaríamos para entrar y sacar a las gallinas, para grabar, y para vigilar desde fuera. Necesitábamos también algunas herramientas, ropa adecuada para no ser reconocidos, y algo para cambiarnos después.
Buscamos también la manera de comunicarnos con las personas que estaban vigilando, y decidimos hacia dónde correríamos si venía alguien, qué diríamos si nos pillaban y, sobre todo qué NO diríamos si nos detenían: Nada.
Nos repartimos las tareas. Mientras algunas personas se concentraban en meter a las gallinas en las cajas que habíamos preparado para que estuvieran cómodas, otras les iban llevando a los coches. En menos de dos horas, estaba hecho.
A la mañana siguiente, las 60 gallinas respiraban aire puro, y empezaban una nueva vida.
Todos podemos hacer algo para ayudar a los demás animales, dejando de usar los productos que vienen de su explotación, liberándolos y rescatándolos de centros de explotación.
NOSOTROS NO VAMOS A PARAR.
[vsw id=»118122418″ source=»vimeo» width=»425″ height=»344″ autoplay=»no»]
———————
Nota del blog: Al respecto del primer párrafo del comunicado, he escuchado a algunas personas decir que la afirmación de que a las gallinas les gusta volar y montar sus nidos en lugares elevados es falsa, pues las gallinas no vuelan.
La creencia de que las gallinas no vuelan está muy extendida socialmente. No obstante, ésto no ocurre porque no tengan capacidad para ello, sino porque, según varios estudios, la selección artificial (ligada, una vez más, a las industrias de explotación) provocó que la masa muscular y la cantidad de huevos fuesen los factores prioritarios a intensificar. Al final, el peso es demasiado alto y las alas demasiado pequeñas, y por eso les cuesta tanto levantar el vuelo. Pero no significa que no tengan el instinto de hacerlo, o que, con rehabilitación, no puedan llegar a volar. Además, en muchas granjas suelen cortarles algunas plumas o incluso es habitual practicarles atroces mutilaciones en las alas, con el fin de que no puedan sortear las vallas y huir. Después de hacer eso, nos cuentan que no saben volar. Es como si a una persona le partes las dos piernas y luego extiendes la creencia de que las personas no saben andar.
Otras especies salvajes y antepasadas de la gallina, de hecho, como el gallo bankiva de la selva vietnamita, sí vuelan. Por otro lado, yo he visto a gallinas subirse a tejados y árboles no excesivamente altos, y planear.
La desnaturalización de una especie no debería servir como pretexto ni como criterio a la hora de evaluar sus capacidades. Por el contrario, deberíamos pensar en ello partiendo de los efectos negativos y las consecuencias que nuestra intervención y manipulación, siempre con fines de dominación, tuvieron y siguen teniendo para especies enteras de animales.