El otro día hablaba en una noticia de este blog (aquí) acerca del doble homicidio cometido por un descerebrado que abrió fuego contra dos manifestantes durante una marcha estudiantil en Valparaíso, Chile.
Ahora, tras haber contrastado con compañerxs de Chile la información de la que yo disponía inicialmente (escasa, y mayormente procedente de la prensa burguesa y de algunos comentarios confusos en redes sociales que otrxs compañerxs del Estado español -y por tanto, tan confundidxs como yo- encontraron y me enviaron) , siguen a continuación algunos datos más sobre lo ocurrido durante la marcha estudiantil del pasado jueves 14 de mayo en la ciudad chilena.
En primer lugar, parece estar confirmado que el asesino, Giuseppe Briganti, es un joven que apenas supera la veintena y que sería un conocido traficante dedicado al menudeo de droga en la zona. En Chile, según lxs compas, de un tiempo a esta parte se habrían registrado encontronazos y enfrentamientos (verbales y de otra índole) entre anarquistas (o militantes de otros movimientos sociales) y traficantes, ya que los traficantes consideran que las protestas, manifestaciones y acciones políticas atraen a la represión y a la policía, algo que no les conviene (y por lo visto, su ignorancia y su mentalidad ciudadana y pequeño-burguesa les impide alcanzar la conclusión de que el enemigo no son lxs que luchando se convierten en objeto de la represión, sino esa misma represión, la policía, los jueces, los fiscales, los funcionarios de prisiones, los carceleros, los periodistas embusteros y el sistema social y económico que sustentan todos ellos).
Ésto me recuerda a aquel caso en el cual desconocidxs dispararon contra la fachada de la okupa K-BOX del barrio ateniense de Exarchia, y contra la Politécnica de Atenas, en Grecia (la noticia aquí) y lxs compas de estos espacios señalaron al narcotráfico local como lxs autorxs, indicando que ya se habían producido varios choques entre ellxs y el movimiento anarquista, que despreciaba la alienación y criminalización provocada por el trapicheo de drogas dentro del barrio, y la cómplice permisividad de la policía que mientras toleraba y alentaba en la sombra el comercio de ciertas sustancias, perseguía a lxs toxicómanxs y a quienes se oponían al tráfico. Nada nuevo bajo el sol, pues al final el encontrarse al margen de las leyes no quiere decir que una persona no tenga los mismos pensamientos egoístas y la misma mentalidad burguesa que promueve el sistema que esas leyes protegen. No olvidemos que maderos, empresarixs y demás escoria del Poder nunca han dudado en infringir sus propias normas a la hora de aumentar sus ganancias y pisotear a otrxs.
También señalar que el miserable no disparó particularmente a los dos estudiantes asesinados, sino que habría abierto fuego contra la multitud, con lo que podría haberle tocado a cualquiera, lo que refuerza más si cabe el enfoque expresado anteriormente.
Decir también que uno de los jóvenes asesinados sería dirigente estudiantil y militante de las JJCC (las Juventudes Comunistas, ala juvenil del Partido Comunista), mientras que el otro sería un simple malabarista callejero no envuelto directamente en luchas políticas pero sensibilizado con la causa de exigir una educación pública y de calidad (personalmente, no entraré en este caso a explicar mis distanciamientos y mis críticas al respecto de esta reivindicación). El Partido Comunista, sin embargo, y aunque habría rendido «homenajes» (pacíficos, y siempre dentro de los marcos institucionales en los que también se mueve este partido) al militante caído, decidió luego cerrar la boca y no meterse en más líos. Recordemos que el Partido Comunista de Chile se encuentra hoy en una alianza que está en el gobierno, un gobierno afectado por una situación comprometida y delicada relacionada con casos de corrupción que se están destapando. Sin duda, ésto llevo a las altas esferas del PC a evitar hacer ruido, degradando el perfil de la muerte de uno de sus compañerxs. De nuevo, vemos cómo la sed de poder lleva a esta clase de organizaciones jerárquicas e integradas totalmente en el juego capitalista a priorizar su asquerosa imagen y sus insignificantes «triunfos» electorales por encima de las vidas de los suyos.
En cuanto a las reacciones populares, una buena parte de la ciudadanía habría contestado, según informaron algunxs compas, como era de esperar, cayendo en la inercia de exigir prisión para el asesino y enaltecer el sistema carcelario (reforzando la estructura represiva que se dirige con especial dureza contra quienes luchan por subvertir el actual estado de las cosas) y de hablar de un endurecimiento de la ley de armas y de un mayor control policial.
Ésto me recuerda a lo ocurrido en el instituto Joan Fuster de Barcelona cuando aquel niño de 13 años entró armado y mató a un profesor, hiriendo de diversa gravedad a varias más, tanto entre el alumnado como entre el profesorado. Muchxs aprovecharon aquello para dar rienda suelta a toda su bilis reaccionaria, exigiendo un endurecimiento de la ley del menor, y lamentando que un niño de 13 años no pueda ir a prisión (como si entalegar a un chaval de 13 años fuese a resolver algo, y no a agravar el problema con unas terribles consecuencias para su equilibrio mental y su desarrollo). La mierda de paranoya securitaria que tiene la gente provoca que el sistema saque provecho de sus propias quiebras. Nadie piensa que igual la conducta del miserable de Valparaíso o del niño de Barcelona (sin querer equipararlas ni darles los mismos matices, ¡ojo!) son, cada una por sus razones, un subproducto de una sociedad de mierda, desestructurada, violentada, egoísta y enferma, con unas relaciones rotas que generan continuamente depredadores de este calibre, sino que parece que todo se soluciona encarcelando a la gente y haciendo más duras las leyes, poniendo parches a todas las grietas que destrozan y embrutecen el tejido social. Decía Voltaire que «La civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona» y tenía razón… Cuantas más leyes, más violencia autoritaria y más sucesos tan trágicos como éste que nos ocupa (y no estoy con ésto cayendo en un simplismo pacifista, ni condenando la violencia en sí, sino aquella que parte del Estado o que busca la opresión y la dominación).
Que este hecho sirva para darse cuenta de una maldita vez de que el Estado y sus leyes no garantizan ni protegen de estos monstruos, sino todo lo contrario, tienden a crearlos, a volverlos peores y a generar comportamientos neuróticos entre la gente, que prefieren enfrentarse entre sí por odios mal dirigidos e intereses superficiales, materialistas y egocéntricos, antes que poner en común sus contextos y sus necesidades y luchar contra quienes de verdad provocan toda esta miseria económica y existencial.
Que se extienda la revuelta.
Guerra contra el Estado policial y la ciudadanía-policía.