Como me parece urgente no dejar de reflexionar sobre ésto y mantener actualizada la crítica y la revisión de nuestros propios comportamientos (a menudo llevamos al enemigo más dentro de lo que pensamos), me pareció oportuno y positivo recoger del blog feminista Locas del Coño y difundir el siguiente artículo acerca de la dependencia emocional y sus consecuencias sobre el comportamiento de unx mismx y de lxs otrxs y sobre las propias relaciones que vamos creando y construyendo, convirtiéndolas en ataduras a través de dinámicas nocivas como el chantaje emocional, el victimismo o las obsesiones que conducen a la posesión y el control sobre otras personas, todo ello excusado en una visión del «amor» completamente deformada, violenta y opresiva, además de, frecuentemente, patriarcal.
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“Yo soy sólo para él, y él es sólo para mi, y nos bastamos mútuamente”
La dependencia emocional se puede definir como la necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones. Cuando decimos “extrema”, nos referimos a “desproporcionada”, ya que genera malestar en el sujeto y consecuencias autodestructivas. Es una exageración de aquello que es propio de las relaciones de pareja. Y cuando decimos “necesitar” no decimos “querer”. “Necesitar”, implica que algo es absolutamente imprescindible.
La diferencia entre “amor normal” y “amor patológico” es meramente cuantitativa. Esa necesidad afectiva extrema es lo que subyace a otra serie de comportamientos, como la sumisión, los pensamientos obsesivos en torno a la pareja o sentimientos intensos de miedo y abandono. Los dependientes describen en ocasiones algo así como tener “hambre” de la pareja.
Se pueden ilustrar las características de la dependencia emocional así:
Los 10 Mandamientos de un Dependiente Emocional
1. Amaré a mi pareja sobre todas las cosas.
2. Estaré contigo, sólo contigo y con nadie más.
3. Te idealizaré por encima de todo.
4. Me subordinaré a tus deseos.
5. Asumiré todas tus creencias e ideas como propias.
6. Temeré que me abandones.
7. Falta de asertividad: Necesitaré agradarte en todo.
8. Tendré intolerancia a la soledad.
9. Baja autoestima: no me valoraré como persona.
10. Tendré un deseo de acceso constante a ti.
El motivo de consulta de una persona que sufre de dependencia emocional no suele ser la propia dependencia emocional, sino las emociones negativas que de ella se derivan: depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación… Son, normalmente, personas tristes y preocupadas.
La existencia de parejas desequilibradas y patológicas, en las que uno domina sobre el otro, en las que hay un terrible miedo al abandono por uno de ellos, en las que pueden darse casos de malos tratos físicos y psíquicos; tienen un fundamento psicopatológico. Podemos encontrar muchas referencias a la dependencia emocional (aunque muchas veces llamada por otros nombres) más que en la literatura científica, en la de autoayuda, que sí ha abordado infinidad de veces este tema en libros como “Mujeres que aman demasiado” de R. Norwood (1999) o “Independencia emocional” de Martha R. Bireda (1998).
No hablamos del “mal de amores” o del duelo que debe pasar la persona tras una ruptura; hablamos de un “adicción” a otra persona, con sus características y su abstinencia. Los seres humanos somos animales sociales destinados, por suerte o desgracia, a relacionarnos con nuestros congéneres. La dependencia emocional es una enfermedad del ser humano en cuanto a especie de carácter social, que encuentra en la pareja y en el amor uno de los pilares de su adaptación al medio. Lo que quiero decir es que está socialmente aceptado, está normalizado sufrir a causa de la pareja, del amor, por estar solo… que es más “normal” tener pareja que no tenerla, que mi pareja “me deje o no” hacer esto o aquello, que mi pareja me “agobie”…
Sí, por ejemplo, consideramos que la soledad es algo terrible y que se debe evitar a toda costa, es lógico pensar que preferiremos estar mal acompañados a estar solos, contrariamente a lo que dice el refrán.
La sociedad no es la causa de que existan personas con dependencia emocional, pero sí propicia, fomenta y mantiene ciertos valores compatibles con la patología: el miedo a la soledad, al abandono, a no ser querido, a no gustar física y mentalmente, a estar solo porque no soy lo suficientemente bueno para alguien, me dejan porque no soy lo bastante bueno, la culpa es mía…
Tampoco la pareja del dependiente emocional es “normal”, sino que se trata por lo general de personas egoístas, emocionalmente distantes y frías, con una alta autoestima y que se sobrevaloran. Si existe un dependiente emocional es, lógicamente, porque hay un “dependido”, o “un roto pa’ un descosido”.
La dependencia emocional no está catalogada, por el momento, como un trastorno mental o de la personalidad (sí que existe el “trastorno por dependencia”, pero no es lo mismo). Tal vez se deba al “descuido” que tanto la psicología como la psiquiatría dan a los problemas relacionados con los sentimientos. Las teorías que tratan de explicar el comportamiento, tanto normal como patológico, de la mente humana, dan poca importancia al mundo de los afectos. El psicoanálisis reduce el comportamiento a los impulsos sexuales, el conductismo a conductas desadaptativas y refuerzos, la psiquiatría biológica a anomalías en los neurotransmisores.
Psicoterapias como la Interpersonal sí tienen en cuenta la importancia que las relaciones con los otros tienen para los individuos que sufren problemas emocionales.
La dependencia emocional es tan común en nuestra sociedad como desconocida y mal identificada. Poder identificarla a tiempo supone también reconocerla como patología, ya que no solo puede desencadenar en casos de malos tratos físicos y psíquicos, sino que también puede afectar a terceras personas, como los hijos.
Bibliografía:
– CASTELLÓ BLASCO, J. (2005): Dependencia Emocional: Características y Tratamiento. Madrid: Alianza Editorial S. A.