Ayer, 9 de julio, terminaba en Hamburgo la cumbre del G-20 que durante 3 días convirtió la urbe alemana en el escenario de las decisiones políticas de les dirigentes de los 20 países más poderosos y criminales del planeta, con las que continuarán llenando este mundo de guerra, oscuridad, opresión, miedo y pobreza. Frente a esta cumbre, decenas de miles de soñadores se posicionaron del lado de quienes no quieren seguir siendo gobernades, y atacaron en el corazón mismo de la paz social capitalista, llenando Hamburgo de revueltas y de hermosos actos de desobediencia que lograron desbordar a los casi 20.000 policías desplegades para proteger el evento.
Mientras en la zona de Harburg, nuevamente, una enorme manifestación (de más de 1500 manifestantes según algunas fuentes) avanzaba hacia la prisión improvisada construida ex-professo para llevar a les detenides durante las protestas del G-20 con el objetivo de mostrar su solidaridad a eses compañeres y exigir su liberación, en la zona de Schanze, uno de los barrios en pleno proceso de gentrificación y que se ha convertido en una de las áreas más combativas y rebeldes de la ciudad (es donde se encuentra la histórica okupa Rote Flora, Flor Roja), también tenía lugar una manifestación, pero en este caso, lo manifestado no era sino la victoria una vez más de la ideología del civismo, es decir, el conjunto de reglas y falsos criterios que llevan a las personas a actuar como policías y a ser verdugos de sus vecines, compañeres, y protectores y defensores del orden social que les ahoga (mientras responsabilizan de dicho estrangulamiento a migrantes, personas pobres y a cualquier otro «enemigo público» fiscalizado por su amado televisor).
Y es que por lo visto, y tal y como relata el comunicado a continuación (que recogí y traduje desde el blog de les compas de CrimethINC.), un grupo de personas, citadas a través de una convocatoria publicada en redes sociales, se dirigieron a Schanze para limpiar pintadas y ayudar a recoger y eliminar cualquier traza aun remanente de las movilizaciones del día anterior. Eliminar la memoria, acabar con cualquier vestigio que pudiese hacer recordar los días anteriores, las barricadas, los sueños, la resistencia y la desobediencia de decenas de miles de personas. Devolver la metrópoli al lugar que le corresponde, el de la impecable normalidad, el de la matanza silenciosa y de guante blanco.
Vosotros limpiad las ciudades, nosotres seguiremos jugando a destruirlas, a pintarlas, a llenarlas de mierda, de ratas, de perros abandonados y soñadores con el corazón en llamas.
Amor, fuerza y solidaridad para todes aquelles que la semana pasada estuvieron presentes en las calles de Hamburgo y de un modo u otro, con protestas militantes o pacíficas, mediante respuestas más violentas o movilizaciones menos agresivas, respondieron al G-20 y su reinado de terror.
A la mierda las ciudades limpias. A la mierda los modales y el decoro.
Muerte al civismo. Abajo la ciudadanía.
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En la tarde del 9 de julio, convocados por redes sociales, una multitud de miembros de la clase media de rostro impecable descendieron hacia el barrio de Schanze para borrar todo rastro que quedase del rechazo popular y de la autodefensa de los conflictos de los días precedentes.
Para la mayor parte, estas eran personas que no se habían preocupado anteriormente por el G-20 o por las protestas contra él. La violencia policial, la represión de la disidencia, la pobreza, la gentrificación, y otros síntomas del capitalismo están muy bien, al parecer, pero el cielo prohíbe que algo fuera de lo ordinario ocurra. Colgaron pequeñas señales lindas hechas a mano que protestaban contra la «violencia» del bloque negro, parece que están muy a gusto con la redada brutal en el campo, con el ataque no provocado a la manifestación Welcome To Hell, y con todos los policías que aterrorizaron tanto a activistas como a ciudadanes aleatories de Hamburgo, pero cuando la gente empieza a defenderse contra los asaltos arbitrarios de soldados de asalto totalmente blindadas y nivelan un poco sobre el gobierno la situación que forzó el G-20 en Hamburgo en primer lugar, entonces se ofenden sus sensibilidades.
Hamburg räumt auf—“Hamburg limpia/ordena”—fue el eslogan para este truco. Habría sido más preciso llamarle Hamburg räumt träume auf (Hamburgo borra los sueños).
Para dramatizar lo desinteresades que estaban en cualquier otra cosa que no fuese el saneamiento burgués, este truco fue convocado para la misma hora que la manifestación solidaria expresando apoyo para les arrestades y otros objetivos de la violencia policial de la que Hamburgo ha sido testigo durante la semana pasada. Abundó la retórica sobre “ciudadanía” (un marcoque niega el valor de todes aquelles que carezcan de un cierto estatus burocrático) y “limpiar nuestra ciudad”. La clase media se siente con derecho a tratarlo todo como su territorio.
Sin embargo, no se dispusieron a limpiar todo Hamburgo. Desde luego, no se preocupan por las partes de la ciudad que la policía bloqueó anticipadamente a la espera de la cumbre del G-20, a pesar de que les residentes de esas zonas están atrapades en el interior o excluídes por la fuerza de sus hogares. Se reunieron sólo en el área alrededor de la Rote Flora, el centro social okupado que ha servido como uno de los puntos de movilización de las manifestaciones contra el G-20. El mensaje era claro: en el nombre de la pulcritud burguesa, los centros de disidencia deben ser barridos como basura, y las expresiones de disidencia deben ser borrados.
Cuando los barrios son limpiados así, les residentes originales rara vez se quedan para obtener los beneficios. Este saneamiento es un paso en la gentrificación, forzando a aquelles que vivían allí previamente a mudarse a situaciones más precarias y destruyendo el carácter del vecindario. ¡Hablando de violencia! Esta ceremonia de limpieza es un ritual para limpiar a Schanze del pecado de la revuelta, a la vez que apresura la inversión y la «revitalización» que expulsará a quienes lo llaman hogar. La Iglesia católica llevó a cabo un ritual similar después de la Comuna de París, la construcción de la basílica del Sacré-Cœur en el mismo lugar donde comenzó la revuelta. La limpieza urbana siempre es política.
Frente a la okupa Rote Flora, dos valientes personas tenían carteles que se oponían a la limpieza. Contra mundum, discutieron con una serie de dueños de propiedades satisfechos que pasaron los últimos días en el interior mientras la policía golpeaba, rociaba con gas pimienta y gases lacrimógenos y disparaba con cañones de agua a miles de manifestantes, vecines y transeúntes.
A les partisanes de la limpieza les gustaría considerarse a sí mismes como el común de la sociedad, declarando a les manifestantes como una especie de franja insignificante. Pero la manifestación de ayer contra el G-20 les superó en número por decenas de miles, si no más. En la forma en que van las cosas, cada vez menos personas se quedan sentadas en la cerca del supuesto centro del espectro político, luchando por sacar una máscara de la normalidad sobre una situación de creciente conflicto social.
Para ser claro, el mundo que queremos no es un desastre de vidrios rotos y calles desgarradas. Pero tampoco es el mundo tal como existe hoy, en el que todos los sueños de otro mundo están suprimidos y ocultos. Quienes tienen escobas y quienes tienen porras son dos brazos de la misma bestia. No necesitamos limpiar la fachada de esta sociedad, el falso rostro que esconde todas las horribles formas de opresión y explotación sobre las que se funda: tenemos que demolerla.