«El valor de los cristales», por A Irmandade da Costa

Hace unos días, fue desalojado en A Coruña (Galiza) el Centro Social Okupado A Insumisa. El ayuntamiento «del cambio» de Marea Atlántica, partido socialdemócrata que pretende convencernos de la buena fe de su dominación «benigna» y «ciudadana», destruyó un nuevo espacio para la lucha y la creación política y cultural al margen del poder y sus instituciones, agentes y ataduras. Su excusa fue descarada, pretendían crear un «centro cultural para la ciudadanía», es decir, pretendían suplantar una de las principales funciones que ya desarrollaba el CSO, pero controlándolo ellos, ya que la idea de que exista un espacio beligerante con toda autoridad y cuyos valores chocan con el poder al fomentar la autogestión, la responsabilidad individual y colectiva y el apoyo mutuo frente a los valores competitivos del Estado, no interesa. El cinismo de la Marea tras el desalojo, donde su policía local se ensañó con las cabezas y articulaciones de compañeres solidaries, dejando más de 10 herides, algunes de elles con lesiones de consideración que necesitaron varios puntos de sutura, fue igual de repugnante, cínico y rastrero.

En este contexto, el local de Marea Atlántica en la coruñesa Plaza del Humor recibió una vengativa visita nocturna en la que tras forzar la verja exterior, un grupo de encapuchades accedió al interior destrozando a mazazo limpio cristales, puertas y otros elementos del inmueble, que quedó en un estado un tanto desastroso. Cosas que pasan cuando un partido formado por ex-miembros de asambleas de okupación y movimientos alternativos decide traicionar todos los valores defendidos con anterioridad (incluso en los primeros pasos de su partidito, cuando prometían que no interferirían en los movimientos políticos de carácter independiente y autónomo) y destruir un proyecto como el CSO A Insumisa mediante golpes y spray de pimienta. Porque Marea pedía diálogo sin entender que cuando la pregunta es violenta, es probable que la respuesta también lo sea.

A continuación, sigue el texto «El valor de los cristales», tomado del blog anarquista coruñés A Irmandade da Costa, y que contiene una reflexión al respecto de las más que predecibles reacciones de condena de ciertos sectores de la «ciudadanía-de-bien», para la cual parece resultar muy violento el destrozo a golpes de unos cristales pero no en cambio el destrozo a golpes de las cabezas y los huesos de manifestantes solidaries y luchadores sociales.

DIEZ, CIEN, MIL CENTROS SOCIALES

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Unos pobres cristalitos amanecieron rotos. Al parecer sufrieron mucho, a juzgar por el horror levantado entre políticos biempensantes y ciudadanos respetables. Debieron de pasarlo realmente mal cuando unos crueles desaprensivos decidieron golpearlos con saña y nocturnidad. No como los okupas a los que les abrieron las cabezas a porrazos, eso es mucho más normal y exento de crueldad. Todo el mundo sabe que apalear perroflautas es un acto de lo más respetable dentro del estado de derecho… pero los pobres cristalitos, esos sí que debieron sufrir lo indecible en su agónico martirio. Además es por todos conocido que nuestro sistema democrático se sustenta mucho más en cristalinos escaparates que en las aporreables cabezas de las chusmas disidentes.

Porque romper cristales es un acto de violencia, mientras que desalojar Centros Sociales a golpe de porra y gas pimienta es un ejemplo de filantrópico compromiso ciudadanista. Quizá las okupas deberían de haber puesto la otra mejilla… así quedarían ambas mejillas compensadas con otros nueve puntos de sutura.

¡Ya les vale tomarla con los cristales! ¡Qué horrenda desfachatez! Si aún hubieran “no cargado” contra Rocío Fraga, contusionándola, gaspimentándola y abriéndole la cabeza, la respuesta habría sido mucho más proporcionada… aunque quizá no vale lo mismo la cabeza abierta de un político que la de quince perroflautas apaleados. Es un lío esta aritmética biempensante de educación para la ciudadanía.

Porque cuando se ahogan los sinpapeles en el estrecho no es violencia, como tampoco lo es cuando se mueren mientras corren con la policía “del cambio” a sus espaldas. Que te echen de tu piso después de haber sido engañado por un banco rescatado por el Estado tampoco es violencia. No lo es tampoco no poder alimentar a tus hijos por falta del trabajo cuyo derecho te garantiza la constitución. Destruir con sangre y porrazos los espacios liberados, gestionados de forma libre, horizontal y participativa evidentemente tampoco es violencia, sino la política del cambio. Al parecer la violencia es romper unos pocos cristales en respuesta desesperada a la monolítica y opresiva no violencia del Estado.

¡Cerremos filas contra la violencia y demos-cracias al señor!

C.R.

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