A continuación reproducimos un texto de la compañera Layla Martínez, escrito para el periódico El Salto de donde lo recogemos, y que realiza una certera reflexión sobre el trato diferencial que se ha dado a la cobertura informativa del supuesto «apogeo» del partido fascista VOX (después de que ciertamente reuniesen a un alto número de asistentes en su mítin de Madrid) con respecto a la manifestación antifascista que, tan sólo unos días después, superó con creces (alrededor de un 50% más de asistentes, nada menos) el volumen de participantes en la ciudad de Valencia. Una reflexión necesaria y urgente para que con nuestro alarmismo y nuestra tendencia a pensar en términos derrotistas no sigamos haciéndole el trabajo a la derecha.
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En el escenario, una pantalla proyecta imágenes de activistas feministas, de migrantes cruzando la frontera, de miembros de ETA encapuchados, de seguidores del Estado Islámico, de banderas comunistas y republicanas. A continuación, fundido a blanco y unas letras enormes con los colores de la bandera de España: las siglas de Vox aparecen como la solución a los problemas que sufre el país. El líder del partido, Santiago Abascal, sube a la tarima y el auditorio de Vistalegre se viene abajo.
Al día siguiente, estas imágenes se repiten sin descanso en todos los informativos. Los 10.000 asistentes al mitin convierten al partido en la noticia del día y las televisiones se pelean por entrevistar a su líder. Abascal aprovecha la ocasión para lanzar proclamas fascistas sin que nadie cuestione su mensaje. Mientras, en las redes el panorama no es muy distinto. La propaganda de Vox es sometida a una crítica mucho más profunda, pero la elevada asistencia al mitin es interpretada de forma unánime como un auge sin precedentes de la extrema derecha. VOX, un partido que hasta entonces había sido enormemente marginal, se convierte de repente en el protagonista del debate político.
Dos días más tarde, la manifestación del 9 d’octubre transforma las calles de València en el escenario de una marcha antifascista histórica con más de 15.000 asistentes. Sin embargo, la manifestación apenas tiene repercusión en los medios. Las imágenes de la marcha no abren los informativos y ninguno de los asistentes es invitado a los programas de debate político. En las redes logra más presencia, pero muy inferior a la del mitin de Vox y con un análisis muy diferente. Nadie habla de un auge histórico del antifascismo ni considera que el movimiento esté experimentando un crecimiento importante. No hay debates sobre las posibles repercusiones electorales, ni sobre el peso que puede tener el movimiento en las decisiones políticas de los próximos meses. Tanto los asistentes al mitin de Vox como los manifestantes antifascistas han acudido a una convocatoria puntual, pero los primeros son vistos como los protagonistas de una fuerza política emergente y los segundos son ignorados y ninguneados.
El ascenso de la ultraderecha en toda Europa es incuestionable y se explica por diferentes factores, pero quizá habría que preguntarse si uno de ellos no tiene que ver con la atención que reciben desde los medios de comunicación y la forma en que se trata esa información, que les proporciona una presencia y un peso social mucho mayor del que en realidad tienen, por mucho que este haya crecido en los últimos años. El tratamiento acrítico y descontextualizado valida su presencia y la normaliza dentro del escenario político, convirtiéndola en una opción más. Mientras, los movimientos y los partidos antifascistas apenas reciben atención, ni siquiera cuando consiguen hitos históricos como la manifestación en València o la subida de Los Verdes en las últimas elecciones de Baviera.
Esto no significa que haya que banalizar la información sobre la ultraderecha o dejar de informar sobre ella, pero sí que esta información no puede convertirse en un altavoz de sus proclamas. El tratamiento de las noticias debe ser puesto en contexto y partir de un enfoque crítico que exponga las características antidemocráticas de su pensamiento. No son una opción electoral o ideológica más, y no deben ser presentados como tales. Por otro lado, sería deseable que se pusiese en valor a quienes hacen frente a este movimiento y están actuando como freno, ya que el ascenso de la ultraderecha solo se frenará con un movimiento antifascista lo suficientemente sólido, amplio y diverso.