«Carta abierta a la asamblea de cuidados (o ¡cuidado con estas asambleas!)», por Josinho

Recibimos en el correo electrónico y difundimos este comunicado de un compañero sobre su situación económica debido a la represión, pero que contiene, sobre todo, una necesaria reflexión acerca de los cuidados y su aplicación real dentro de los entornos (supuestamente) antiautoritarios, y cómo a veces, el (por otro lado, necesario y urgente) discurso de los cuidados es en realidad un arma arrojadiza en manos de determinados «grupos de poder» para marcar nuevas pautas, excluir y crear otras jerarquías informales dentro del «gueto». La reflexión hace referencia a un episodio sucedido en el contexto de la ciudad de Santiago de Compostela hace unos años, pero podría, por desgracia, ser extrapolado a muchos otros lugares, y al propio contexto del movimiento en Galiza en la actualidad.

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La huelga general de 2013 resultó ser una jornada muy combativa por su radicalidad (bancos destrozados, coches policiales picados, barricadas de fuego…) y en la memoria colectiva de los movimientos sociales queda como una fiesta más de estos.

Pero la represión se cebó con seis de nuestras compañeras anarquistas y en especial conmigo, ya que yo solo sumaba en deudas al Estado más del doble que las otras cinco compas, cerca de 7500 euros de condena económica.

Desde el momento en el que se conoció la cuantía de las multas, se pusieron en marcha los mecanismos de solidaridad, establecidos ya en otras ocasiones. Además, en este caso por parte de las personas afectadas, decidimos organizar unas jornadas de Tattoo-Cafeta en el CSO Escárnio e Maldizer.

Cuando comenzamos a organizar dichas jornadas, varias personas implicadas se encontraban fuera de Compostela, por lo que después de la primera asamblea, cada miembro se comprometió a asumir diferentes tareas y por encontrarnos en lugares distintos decidimos seguir gestionando la organización a través de un “grupo de whatsapp”.

Mis circunstancias personales eran y son bien conocidas por todas las personas que estaban en la asamblea, pero quiero recordarlas hoy aquí porque sentí que en ningún momento se tuvieron en cuenta:

Yo sufrí un grave accidente de coche en Guatemala que conllevó dos operaciones cerebrales y un coma durante 15 días. El diagnóstico fue un severo traumatismo craneoencefálico con graves consecuencias que aun sufro hoy y que probablemente arrastraré muchos años más. De aquella era mucho más reciente, y éste me impidió la correcta funcionalidad para abordar, de la misma manera que mis compas, las tareas y trabajos encomendados. Padecía “lagunas mentales”, faltas de atención y de memoria, torpeza para la planificación y organización de cualquier tarea, fuertes dolores de cabeza además de graves problemas emocionales.

Por todo esto necesité cuidarme y marcharme un fin de semana para desconectar. De vuelta en Compostela veo que en el grupo de Whatsapp hay más de 100 mensajes. Imposible para mí, en el momento en el que estaba, leerlos todos, pero decido hablar con una compa para que me explicara lo que se estaba hablando por el grupo.

Se marca una asamblea en el Escárnio para ultimar detalles antes de que comenzasen las jornadas y allí me presento quince minutos después de la hora marcada.

Me comentan que hay una asamblea de cuidados previa a la reunión de gestión, yo como bien dice la gente del “Escárnio” soy un “anarquista de la vieja escuela” (y orgulloso que me siento) aunque esto implicó crecer políticamente sin cuidados, y sin atención a nuestras emociones.

Me asusto cuando me percato de que el “Comité” compuesto por cinco mujeres me está llevando a “revisión”. Me meo en los pantalones, aguanto… y escucho.

Se me está juzgando y condenando por no haber aportado lo suficiente hasta ahora dentro del grupo. Aquí y ahora soy consciente de ello y por lo tanto puedo hablar (en ese momento aun no) de lo que me pasaba: vivía en la negación, luchaba por ser el de antes, no podía explicar que era mi cerebro dañado el que me impedía hacer todo cuanto ellas y hasta yo mismo esperábamos de mí. Pero aquí quiero resaltar y subrayar el hecho de que aunque yo viviese en la negación eran muy visibles no solo las marcas físicas sino también mis mermas intelectuales. Todo el mundo podía apreciarlas sin pararse mucho a observarme.

En esta asamblea de cuidados tras gritarme por no ayudar lo suficiente expliqué que me fue muy difícil y que no estaba acostumbrado a usar el Whatsapp. Una de las compañeras me enseña los dientes y dice: “No es una disculpa válida. Tenías que haberlo dicho antes”.

En ese momento, me sentí muy pequeño, me disculpé e intenté solucionar mi falta de apoyo, comprometiéndome a aportar todo cuanto pudiese en el tiempo que restaba para tratar de compensar cuanto no había sido capaz de hacer con anterioridad.

La respuesta fue la misma, diciendo textualmente: “Con esto no vale, ¿qué esperas, ayudando tan poco? Llevarte el dinero proporcional de lo recaudado”.

Me sentí entonces de nuevo pequeño, muy pequeño, con ganas de desaparecer. Además, yo no discuto por dinero, y creo que, cuando mi multa es más del doble que la del resto, la forma justa de dividir lo recaudado era que yo me llevara un porcentaje mayor, ya que mi deuda era mayor, y posiblemente esto fue un motivo más para expulsarme.

Creo que la solidaridad es algo más que palabras o dinero, y esas palabras me produjeron rechazo por principios hacia la actitud de ese grupo de poder.

Sobra decir, que aunque yo rechacé sus planteamientos, fueron ellas las que me echaron cruelmente al día siguiente, después de tirarme toda esa tarde colaborando en la elaboración de la comida de las jornadas. Marché con lágrimas en los ojos, herido y lleno de rabia.

Gracias a dos compañeras, por escucharme y entenderme y porque me hicisteis ver que vosotras dabais por buena mi intención de solucionarlo. Aunque después acatasteis la decisión del grupo.

Del resto del grupo no puedo decir lo mismo: No recibí de vosotres ni un esfuerzo en comprenderme, ni por supuesto sentí un gramo de empatía conmigo y mis circunstancias. Sin estar muy formado en las asambleas de cuidados, creo que la EMPATÍA es un ingrediente primordial para llevarlas a cabo. Entender los tiempos de las personas, no juzgarlas, la escucha activa (en vez de las recriminaciones, los juicios y las preguntas inquisitorias al más puro estilo del ministerio fiscal) deben ser los elementos en los que se sustenten estas asambleas.

El segundo punto que encuentro es la consideración de que dentro del término “cuidados” sólo entran aquellas actividades que se realizan para otras personas. ¿Dónde queda entonces el autocuidado? ¿Acaso cuidarse a uno mismo no es cuidar también a los demás?. (*)

Casi dos años después de esta asamblea, con mi cerebro no tan mermado, puedo analizar con mayor claridad lo sucedido.

¿Qué fue lo que llevó a ese “grupo de poder” a tomar la decisión de expulsarme?, ¿fue por dinero?, ¿por ser un hombre?, ¿o por algún rencor nunca explicado?

¿Qué es lo que me lleva a pensar que pudiese ser por dinero? Pudo ser que fuese lo más cómodo quitarme del medio. Yo sumaba 7500 € de multa y dado que en dichas jornadas se consiguió recaudar más de lo que sumaban las sanciones de ellas cinco, sobrando casi 400 € que fueron a parar al fondo solidario del Escárnio (yo habría preferido no saber esto último pero como no fui borrado del “grupo de whatsapp” me enteré).

En cuanto a las otras dos preguntas, mi condición de hombre y el rencor o incluso el odio, no las lanzo al aire porque sí. Puede sonar retorcido pero aun hoy intento comprender y me cuesta mucho qué es lo que lleva a un “grupo” de compañeras (?) a expulsar a otro. Y retorcidamente pienso que es más fácil expulsar al más débil. Puede ser que el patriarcado y la ira de la expulsión me estén cegando en este análisis, pero realmente creo que si no fuese un hombre ellas verían a una persona que no trabaja mucho simplemente porque no es capaz en su momento vital más que lo que pensaron que fue: “Ya está una vez más un hombre aprovechándose del trabajo de las mujeres”.

Considero muy triste y muy torpe por su parte que no pudiesen ver lo que realmente sucedía.

A veces, posiblemente sin percatarnos, funcionamos como “grupo-manada” en la más pura esencia de la manada: instinto de supervivencia y conseguir el fin del “grupo” dejando al margen al individuo si este fin se da alcanzado. Instintivamente, el miembro de la manada más fácil de sacrificar es el más débil y el que más recursos consume, jamás criticaría a ningún animal no-humano pues tiene su lógica tal comportamiento natural, pero creo que las anarquistas no deberíamos hacerlo entre nosotres.

Yo pienso que cualquier miembro solo por el hecho de ser un compa es merecedor de los cuidados del “grupo”, y creo que deberíamos dar prioridad a las compas represaliadas por el Estado cuando necesitan nuestra solidaridad; pero pienso también, que ahora hay ciertas “nuevas militantes” que están buscando al enemigo dentro. No digo con esto que a veces no sea necesario trabajarnos entre todes ciertos comportamientos que nos vienen dados por la sociedad enferma en la que nos tocó vivir (machismo, egoísmo, automatismo, posiciones de poder) pero me entristece mirar cómo los principios básicos del anarquismo del que provengo están siendo traicionados por el oportunismo de estas. Se olvidó en este caso el verdadero significado de la consigna “Si tocan a una nos tocan a todas”.

Quiero hablar también de sentimientos y emociones, haciendo ver cómo me sentí.

Ese día me sentí pequeño, muy muy pequeño y sin capacidad de respuesta ni de defensa. Resumiendo y hablando mal: en un “grupo” de personas que están muy empoderadas y todas son la rehostia, todas hicieron mucho, y tú (yo) con lo poco que hiciste, solo eres una mierda que merece el peor castigo: la expulsión del “grupo” y el rechazo con todas sus consecuencias.

Después de esto, caí en una profunda depresión. Tras un accidente tan grave como el que sufrí es necesario pasar distintas fases: negación, depresión, ira… hasta llegar a la aceptación, y es muy difícil aceptarse a uno mismo cuando el resto no lo hace.

Desde el momento en el que fui expulsado de este grupo dejé de ir al “Escárnio”, pues no me sentía merecedor de ese espacio, no me quería sentir juzgado por el resto de las personas del “Escárnio” pues la versión que supongo que dieron las otras cinco “compañeras” fue: “Al machista que no ayuda se le echa” e hicieron que me sintiese un cabrón insolidario.

Ahora lo entiendo de otra manera: “No fui yo el insolidario, fueron ellas.”.

Supongo que este artículo va a ser muy criticado y espero que no “nuble” también al patriarcado… Quiero decir con esto que, a la hora de criticar o echar mierda, se critique o se eche mierda al contenido del texto y no al hombre blanco y heterosexual que lo escribió, ya que pienso que ese fue el error de las otras cinco, no ver a un chico herido, incapaz de hacer lo que se proponía, y solo ver esto: un hombre blanco y heterosexual al que expulsar.

Yo me sentí maltratado y humillado injusta e insolidariamente por mis supuestas compañeras, y quiero criticar estas actitudes, que pienso que están reproduciendo las actitudes del patriarcado, pero no solo eso, quiero que este texto se convierta en una reflexión:

¿Se hizo un buen uso de ese instrumento, la asamblea de cuidados?

Yo pienso que no, aunque no tenga formación en las asambleas de cuidados sé lo que es CUIDAR y SER CUIDADO.

Mi intención al escribir este artículo no es solo una reflexión o una necesidad de vaciar sentimientos y emociones, es sobre todo una petición de solidaridad pues a fecha de hoy aun tengo esa deuda de casi 7.500 euros.

Salud y Anarquía
Josinho

Nota:

(*) Cita de Lucia González Mendiondo, extraída del artículo titulado «De los sexos y sus diferencias. Apuntes para la reflexión» publicado abreviado en el nº 43 del Ekintza Zuzena y disponible entero en este enlace de la web de esta revista anarquista vasca.

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