Respuestas al escrito «Los que se nos van… ¿Libertarios en el mundo electoral?» de Arturo Martínez

«Hablas de cosas bonitas pero solo buscas cifras
cuántos más mejor, contigo siempre a la cabeza
Se te ve siempre menos cuando se te tiene que ver
Se te oye siempre menos cuando se te tiene que oír
Lo llamas asambleas y son juntas directivas
Te apropias de luchas de otras, las maquillas y vendes como un producto más
Eso tiene un nombre, maldito recuperador, maldito recuperador»

  • Decisión – Maldito Recuperador

Recientemente, era publicado en el portal Regeneración Libertaria un texto titulado «Los que se nos van… ¿Libertarios en el mundo electoral?» y firmado por  Arturo Martínez, donde el autor reflexionaba sobre las derivas electorales que toman muches «compañeres» que, llegades a un punto de su militancia y de sus vidas, deciden aceptar que el terreno electoral es un espacio en el que merece la pena figurar. A pesar de nuestras numerosas discrepancias con dicho texto, nos hemos ahorrado elaborar un escrito propio por haber recibido dos textos que otres compañeres redactaron y con los que a grandes rasgos estamos bastante de acuerdo, aun salvando ciertas reservas con las que tampoco coincidimos. El primero es de un grupo de anarquistas de Madrid, mientras que el segundo es del compañero Gustavo Rodríguez.

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ALGUNAS REFLEXIONES INGOBERNABLES FRENTE A LA CATÁSTROFE
Respuesta al artículo “Los que se nos van ¿Libertarios en el mundo electoral?”

<<Se dice que la situación presente muestra la bancarrota de “nuestras formulas”—es decir,de nuestro principios—y que será necesario revisarles. Hablando en términos generales, cada fórmula debe ser revisada siempre que ella se muestra insuficiente al ponerse en contacto con el hecho; pero no es el caso de estos días, cuando la bancarrota no es derivada de la deficiencia de nuestras fórmulas, sino del hecho de que éstas han sido olvidadas y son traicionadas.>>

  • Errico Malatesta

<<La mentalidad democrática así construida no contribuye solamente a la desaparición del viejo, y por tantos aspectos superado, autoritarismo, sino también a la formación de una condición pasiva de posibles compromisos, al nivel que sea. Una degradación moral en la cual la dignidad del oprimido terminaba por estar controlada y malvendida tras la garantía de una penosa supervivencia. Las luchas se alejaban y se debilitaban.>>

  • Alfredo Bonanno

Decidimos elaborar una respuesta al artículo “Los que se nos van ¿Libertarios en el mundo electoral?”, firmado por Arturo Martínez, aparecido en el portal “Regeneración Libertaria”. Las personas que escribimos esto lo hacemos sin pelos en la lengua. Dada la pretensión del artículo, que pretende ser una explicación de cierto transfuguismo en las filas anarquistas a la vía electoral y que, a nuestro juicio, peca de inexacta, tendenciosa y en algunas partes, hasta soberbia, rozando directamente la manipulación interesada para justificar una cosa: el Estado y sus representantes. Lo escribimos como anarquistas y no como defensores de ninguna esencia u ortodoxia anquilosante. Eso se lo dejamos a otros. Es precisamente la mentalidad conservadora, las actitudes de ciertos defensores de las esencias y en contraposición, los “salvadores del anarquismo”. los que en conjunto han hecho del anarquismo un movimiento desgastado, infestado por la política y el izquierdismo.

Ha quedado una respuesta larga, así que no hemos tocado cuestiones como la forma en la que el compañero aborda los ejemplos históricos –estratégicamente seleccionados- y el problema generacional –va a ser culpa de los discursos radicales, claro-.

Una idea que no es nueva: la defensa del Estado y el parlamentarismo en los entornos anarquistas

Empezaremos por la siguiente cita del texto a responder, porque nos parece más que interesante el concepto de Estado que se maneja, explicando los motivos de nuestro total desacuerdo a continuación:

“…La conclusión es lógica y pragmática: estrategias duales, influir en el Estado y construir alternativas populares más allá de él. Por desgracia, hoy solo los Estados, y sus distintas escalas, tienen capacidad política, legislativa y coercitiva para implantar medidas que son imprescindibles a gran escala, nacional y transnacional. Las iniciativas populares dinamizadas por la vía de los movimientos sociales apenas traspasan las escalas locales, no digamos la internacional. Por supuesto que la escala reproductiva a la que se debe tender es la local, pero su viabilidad no será posible en un mundo que siga derrochando y caminando hacia los límites del abismo climático y ecológico.

Esta necesidad de ocupar los espacios de decisión desde los que desarrollar políticas, que a la par que dan espacio a los movimientos, desarrollan políticas encaminadas al objetivo de reducción del consumo energético, cobra peso. ¿De verdad alguien piensa que da igual que un negacionista del Cambio Climático como el partido de Santiago Abascal tenga capacidad de presión sobre las políticas medioambientales? La reproducción de la vida está en peligro. Y sin vida no hay revolución.

Entiendo que esta es un poco la idea de algunos compañeros de las filas libertarias que hoy transitan por la vía estatal. La idea no parece descabellada, el problema estará en cuánta capacidad de maniobra se logre desde dentro. Puede ser que tantos esfuerzos puestos en esa vía, y no en la alternativa, devengan en fracaso y pérdida de fuerzas del afuera.”

En primer lugar, sabemos que esta idea se ha ido repitiendo por parte de un miembro del colectivo “Contra el diluvio” en varios locales anarquistas, dentro de una charla que versaba sobre el cambio climático y una visión anarquista sobre dicha problemática. Locales y actividades de referencia anarquista, como el Local Anarquista Magdalena o en el Encuentro del Libro Anarquista de Cartagena. En ella, se afirmaba, al igual que en el artículo de Arturo, que frente al cambio climático y sus consecuencias solo el Estado tenía los medios oportunos para salvar el planeta de la devastación.

La intrahistoria de este vergonzoso acontecimiento, nos cuenta que dicho miembro de “Contra el diluvio”, Héctor Tejero Franco, viejo conocido entre las filas libertarias, saltó hace unas semanas de forma oficial a una nueva aventura en forma de partido político de Manuela Carmena e Íñigo Errejón. Concretamente como el nº5 en las listas de “Mas Madrid” de la candidatura a la comunidad de Madrid, comandada por Íñigo. El cofundador de Podemos es otro que campó por los entornos anarquistas y que tras ver que no podían colmarse sus aspiraciones de ser un líder de masas, acabó, tras una travesía en la academia y los movimientos sociales donde generó el capital relacional y de contactos suficiente para dar el salto a la política, siendo cofundador de Podemos. ¡Qué casualidades y momentos de encuentro nos trae la vida! ¿verdad?.

Nos preguntamos hasta qué punto este transfuguismo a la pocilga parlamentaria puede ser tomado como traición. Una traición es un golpe por la espalda de alguien que consideras cercano y de confianza. Aquellos que coquetean con la política, que nos hablan de compatibilizar la vía institucional con la “lucha en la calle” y que en última instancia, contribuyen a la idea de que el Estado es una institución neutral que puede servir para otra cosa que no sea perpetuar el actual orden existente y los intereses del Poder (y cualquiera que lo ostente), no son gente cercana ni de confianza. Aquellos que tienen en la boca durante años el discurso del Poder, no son otra cosa más que una extensión del mismo y un altavoz al servicio de los intereses de los explotadores.

La “emergencia climática” es la última excusa que se ha buscado para justificar, en el nombre de la eficiencia, el posibilismo y el pragmatismo, a la política, al voto y a la democracia, es decir, las fórmulas de recuperación y gestión del conflicto por parte del Estado, en su labor pacificadora e integradora de las propias consecuencias del mundo regido por el capitalismo y, efectivamente, el Estado y la autoridad.

Este “modus operandi” no es nuevo, se da en las luchas en torno a la vivienda, la okupación, el feminismo, el antifascismo y cualquier otro punto de conflicto social. El Estado no solo apaga luchas, totalmente legítimas, con la policía y la cárcel: lo hace también desactivándolas e integrándolas en la democracia y en las instituciones. Se vacía así su contenido y potencial transformador, el desborde de los límites que de cualquier pequeño conflicto con esta realidad puedan surgir, al calor de la rabia, la revuelta, el ataque y el conflicto. El consiguiente aislamiento y represión de los elementos que se niegan al pacto y a firmar la paz con los explotadores es la otra cara de la moneda de la represión en los Estados democráticos.

Las Colau, las Rita Maestre y un sinfín de nombres más han salido de las filas de los movimientos sociales y han creado currículum político en las luchas. Es una constante en la historia. ¿Dónde acabaron muchos que en otras épocas levantaban barricadas en el París del 68? Pues eso.

Nos parece un hecho que tiende a repetirse en la historia y encontrará siempre una respuesta: las tensiones entre aquellas que luchan contra lo existente y pretenden destruir el sistema en su totalidad y los que pretende reformarlo, barnizarlo y vendernos más de lo mismo pero modernizado y perfeccionado.

Nuestra intervención en las luchas se ha dado de muchas y diferentes maneras, empleando nuestra mejor arma: la acción directa. Esa fórmula que busca la intervención directa de los propios implicados en sus problemáticas, en sus luchas, por encima de la representación y delegación en terceros. Esto se manifiesta en el rechazo a la vía mediada y política y a esperar nada de representantes sindicales, políticos, partidos, jueces, policías, ongs y demás instituciones mediadoras. No entendemos la puesta en práctica de la acción directa como una “vía” o frente en convivencia con otra “vía paralela electoral”, porque la primera requiere del combate constante contra la segunda y porque a su vez, entendemos la acción directa como una práctica integral. Es un motor que se nutre del rechazo a una vida en la que nos pasamos el tiempo obedeciendo a superiores, a profesores, a políticos, a nuestros jefes, a los maderos… Es una puesta en práctica de una fórmula sobre la cual pretendemos construir nuestras vidas al margen y contra el Estado, la democracia y la autoridad.

Apostamos firmemente por la idea de que la mejor manera de propagar la acción directa es poniéndola en práctica en el conflicto y el ataque. Más allá de todo lo escrito, la propaganda, los intentos de presentar la acción directa como algo amable y bondadoso, es nuevamente, la propaganda por la acción, la fuerza del hecho y la materialización de aquello que decimos la mejor defensa y fórmula de propagación. La fuerza de la lucha anarquista, la intervención en los conflictos, más allá del formato, las carencias o las críticas, reside en la negación y la confrontación con la autoridad. Las llamadas “luchas específicas” son ocasiones donde encontrarse con otros, con los que establecer lazos y redes en base a experiencias y metas que puedan ser comunes. Suponemos que igual aquí hay una diferencia fundamental con las intenciones de otros. Diferencias con aquellos que pretenden dirigir las luchas, aquellos que no tienen problema en dejar de señalar el origen de las problemáticas en pro de amoldar el discurso y las prácticas para “no asustar a la gente”, aquellos que quieren un aumento “cuantitativo de las fuerzas”, organizadas, claro, bajo esta o aquella premisa u organización que sirva de correa de fuerza frente al desborde, frente a la fuerza de las individualidades, frente a la rabia desbordada. No queremos nuevos adeptos al anarquismo, nuevos miembros para ninguna organización; tampoco mentes vacías repitiendo consignas: queremos contribuir al desborde de la normalidad, a que se reproduzca el ataque y la lucha lo máximo posible, a desordenar el orden que nos somete, ahoga y explota día a día.

De la misma manera que luchamos contra las expulsiones de nuestras casas, contra la explotación del trabajo, contra el aire envenenado que nos hacen respirar, contra una vida vigilada y controlada, luchamos y combatimos la infiltración de la política, el voto, la delegación y la democracia. Y esto lo hacemos porque cualquier proyecto de lucha que emprendamos se materializa la práctica de lucha contra la autoridad y la máxima expresión de ésta: el Estado, que es la fórmula perfeccionada de autoridad a gran escala y proyecto de orden social. La proyectualidad requiere ser conscientes de los contextos, la realidades particulares y por supuesto, la fuerza recuperadora de la democracia, la inclusión y el voto, que son parte de una misma cosa: el pensamiento y la lógica del Estado.

Hemos experimentado el placer de la confrontación con la política y la democracia de muchas y diversas maneras. Nuestros compañeros y compañeras son aquellas que han tirado huevos podridos a los líderes sindicales de CCOO y UGT, los que reventaban las manis del Sindicato de Estudiantes, los que no acatan el consenso paralizante de las asambleas, los que queman en Oaxaca las urnas electorales, los que fueron expulsados de la AIT hace más de un siglo y medio por oponerse a la vía parlamentaria, los que insultan a los políticos en las manis y concentraciones, los que patean urnas en las universidades griegas, los que sellan y cierran cerraduras de las puertas de los colegios electorales, los que apedrean sedes de partidos políticos, los que llenan de pintadas llamando a no votar nuestros barrios y los que a golpe de puñal o dinamita intentaron barrer a presidentes y monarcas en el pasado. En definitiva, nuestros referentes son aquellxs que lucharon y combatieron el Poder y sus muchas y variadas manifestaciones, a la democracia y sus agentes, al Estado y sus representantes.

La irrupción municipalista: la Democracia siempre vuelve

Creemos oportuno sacar a colación este extracto de un texto aparecido en 2015(1), en pleno auge de Podemos, al compartir el análisis de la situación de cómo la democracia se había inoculado a nivel social y como repercutía eso en las luchas e incluso, las filas anarquistas:

“La Democracia como sistema político es también una forma de pensar política y socialmente hablando, más allá de ser una fórmula bajo la cual presentar a una determinada estructura estatal. Por lo tanto, es una fórmula que establece un modo determinado de relaciones entre los agentes, las personas, los grupos, colectivos…etc. Y esta relación se entiende en las conocidas claves del consenso, la tolerancia, la pluralidad y en general, la integración de un mismo proyecto pese a las distintas diferencias o las posiciones de dominio de unas sobre otras. Mientras ninguna de las partes cuestione la democracia en sí misma y pretenda superar esta fórmula de integración en la dominación, todo tiene cabida. El contenido, la coherencia interna en los discursos y sus prácticas, el enfrentamiento, la ruptura por intereses contrapuestos y, en general, el conflicto que la convivencia de, por ejemplo, clases sociales con intereses antagónicos queda reconducido al redil democrático y la gestión institucional que se ofrece para superar estos choques de intereses.

Este pensamiento democrático, llevado a terreno de las luchas sociales, ha conllevado funcionar en base a parámetros, en principios contradictorios, pero unidos por no sabemos muy bien qué objetivos que se han pretendido buscar como comunes. Y una parte significativa del movimiento anarquista creemos, no ha sido ajeno a este proceso (fuertemente acelerado con la irrupción del 15M en el mapa político, pero no iniciador, desde luego).

De la misma manera que Podemos o sus marcas blancas municipalistas han elaborado un discurso que primaba la forma sobre el contenido, el eslogan rompedor, la evocación a valores abstractos como la “ilusión” y otra serie de golpes emotivos, todo ello para confluir en la lucha por conquistar el número, la “mayoría” (otro pilar democrático) los movimientos sociales parecen haber intentado algo similar a menor escala.

Muchas y muchos anarquistas reconocidos, obsesionados con la idea de ser masa, pero sin base, y de intentar reproducir las quimeras de unxs cuantxs profesores de universidad y sus seguidores de partido, han caído en la busca de resultados inmediatos, dejándose guiar por lo mediático y buscando que cale un discurso tibio y descafeinado, que reniega de puntos esenciales del anarquismo para transformarlo en un mezcla de guiños a sectores afines a la “nueva política” podemita y un reciclaje de expresiones y conceptos propios del ciudadanismo: democracia, participación, confluencia, tolerancia, consenso…

Por lo tanto, ya no se aspira a transmitir que la lucha del aquí y ahora, en los centros de estudio y de trabajo, en los barrios y pueblos debe tener una correlación que una aspiración a la liquidación definitiva de la sociedad autoritaria, del Estado y el Capital. Si en la Universidad luchamos y nos organizamos mediante la asamblea, da igual que votemos en las elecciones municipales o en los mecanismos democráticos de la universidad. Se busca crear sujetos que fragmenten su experiencia de lucha, que la horizontalidad y la acción directa se puedan combinar con la delegación y la colaboración institucional, en sus luchas y en otros ámbitos de sus vidas. Convertir el anarquismo en un objeto vendible y asumible por la sociedad de masas, de la posmodernidad y del pensamiento democrático, implica, irremediablemente, reducirlo a un objeto maleable y mutable donde solo prime lo pragmático sobre el fondo, lo que venda sobre sus prácticas y su teoría.”

¿Y después qué? Pues el asalto a las instituciones ha conllevado más de lo mismo, como analiza el siguiente extracto de una reivindicación anónima de 2019(2):

“Paralelamente, nos hemos encontrado con la infiltración y convivencia dentro de los llamados “movimientos sociales” de políticos y lidercillos que instrumentalizaban cualquier conato de lucha entre las muchas marcas blancas de Podemos a nivel municipal, en un reparto de la tarta del Poder municipal…¿Qué trajo consigo la victoria de Ahora Madrid? Pasos de cebra inclusivos, un montón de protocolos mediáticos disfrazados de ecologismo progre, más desahucios, más desalojos, procesos de amenazas a espacios okupados, maderos municipales acosando y persiguiendo a personas migrantes, más control policial, videovigilancia, fiestas y macroeventos patrocinados por las grandes empresas, como el Orgullo, macro pelotazos urbanísticos bendiciendo la inseparable unión entre Estado y capitalismo -la operación Chamartín-, los barrios gentrificados, turistificados y pasto de la especulación capitalista, con la consiguiente expulsión de los habitantes y la precarización de las ya de por si asquerosas condiciones de vida en un sistema basado en la explotación y la sumisión…”

Nos preguntamos, abiertamente, si hemos sido capaces, como anarquistas, de evaluar el período iniciado en el 15M como fenómeno atravesado fuertemente por una renovación de la democracia como lógica, más allá de las fechas puntuales de “movilización de masas” en las jornadas electorales o en las votaciones online de Ahora Madrid.

Los movimientos sociales surgidos y/o nutridos al calor del 15M (colectivos barriales, centros sociales, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, las diversas mareas, el movimiento antidesahucios, proyectos de autoempleo, luchas vecinales…en fin) y el eco que tuvo a su vez en la izquierda en general y el anarquismo en particular, ha conllevado una naturalización de la política y la mediación, de la introducción de lógicas como la tolerancia, la inclusión, la integración en las lógicas del poder, la no-violencia como dogma, la colaboración con los medios de comunicación, la inclusión del pensamiento de especialistas de los “social”, como el de los trabajadores sociales, trasmutando la lucha en mero asistencialismo, el voto como algo opcional o una “vía más”, la presencia de políticos y cargos de las estructuras de gobierno del Estado en espacios en teoría, antagónicos, el surgimiento de las políticas de identidad en las luchas contra el patriarcado y el racismo vaciándolas de una crítica que avanzase hacia la liberación total, en un análisis que pusiera en jaque al Estado y al capital como principales grandes de los marcos donde se desarrollan todas las fórmulas de opresión y dominación, la legalización de los espacios okupados y el diálogo con la administración, pedir permiso a delegación de gobierno para cualquier cosa… Se ha normalizado todo esto mucho más que hace 10 años. Este grado de pacificación no la trajo el fascismo, ni el PSOE, ni la derecha pepera, la trajo la gestión democrática del conflicto social agudizado por la crisis del 2008-2015.

Después, ya sabemos lo que vino: una nuevo período electoral donde los más ególatras y más majetes pillan cacho y dan el salto a lo institucional y una desmovilización callejera que hace salir a la palestra a la derecha más reaccionaria, VOX, con el consiguiente cacareo, clásico inigualable del “voto útil”, el peligro del fascismo y los grandes frentes de masas chachipirulis y populares. El espectáculo varía, pero la norma, se repite, como toda norma.

Se quedan muchas preguntas en el tintero, que lanzamos al aire: ¿Nos ha desgastado tener que combatir la constante infiltración de la política en las luchas? ¿Vale todo con tal de sumar? ¿Hemos tenido complejos a la hora de hablar y poner en práctica nuestras grandísimas ideas cuando estaba más caldeado el ambiente? ¿Nos frenó (o nos frena) la represión? ¿Estábamos o estamos preparadas para ella? Los que apostaron todo, de buena fé, a disolverse en movimientos ajenos… ¿han logrado trasmitir los aportes del anarquismo a la lucha o en un proceso contrario, han desembarcado fórmulas autoritarias e integradoras en nuestras filas, más allá de los casos aislados de transfuguismo? ¿Es el ghetto más grande qué antes o más pequeño? Basta de vivir de ilusiones y discursos políticos para esconder miserias y pasemos a la autocrítica total si no queremos caer en la recuperación y la repetición de errores y viejas dinámicas.

¿Colapso o revolución social?: Colapso y revolución social

El asunto del cambio climático y la devastación provocada por el capitalismo es el último, que no el primero, de los motivos que se esgrimen en nombre del pragmatismo para justificar al Estado.

La visión del Estado como institución neutra, secuestrada por los malvados mercados (o el neoliberalismo) es unos de los cuentos de hadas más clásicos del ciudadanismo y el altermundismo surgido tras la caída del muro de Berlín y la paulatina descomposición de la vieja izquierda y su viejo sujeto histórico, “la clase obrera”. El ciudadanismo, en clara influencia por parte de la vieja izquierda marxista, se mueve en esta definición del Estado como herramienta que pueda servir para dominar al malvado capitalismo, al menos en sus formas más agresivas. Esta visión ignora totalmente el hecho, de que la función del Estado, más allá de ser una maquina engrasada para el mantenimiento del orden social vigente, es también un agente que tiene un importante papel a la hora de regular los excesos del capitalismo, a un nivel de impacto medioambiental, a un nivel económico… La función del Estado reglamenta las fórmulas sobre las cuales va a operar el modelo social y económico que ha contribuido a la destrucción de la tierra. Porque en el fondo, estado y capitalismo, no dejan de ser dos cabezas de una misma hidra. Todas las medidas del “ecologismo de Estado”, todas las energías verdes y renovables, todos el aparato de leyes ambientalistas y todo el ecologismo izquierdista (partidos, ong…) no proponen nada más que fórmulas que hagan de la devastación y la destrucción del planea algo que pueda postergarse, para que al final, la industria, la lógica productivista, la destrucción de la tierra, el envenenamiento de las aguas, la comercialización de la vida, la sociedad de consumo –muy responsable eso sí-, y, a fin de cuentas el capitalismo y la explotación prevalezcan. El Estado especialmente a través de los mecanismos democráticos es el encargado de dotar de un orden racional a la destrucción del planeta. Y si de paso, se incentiva la economía, con el mercado de lo ecológico, lo híbrido lo eco y lo bio, pues mejor que mejor. Siempre, claro está, bajo el patrocinio del Estado.

Esta visión reduccionista del Estado es incapaz de ver a esta máquina burocrática como un actor que tiene una función dinámica en la obra de la Dominación. Creer que, como todos esos nostálgicos del Estado del Bienestar, que este último proyecto era algo más que una fase con unos objetivos muy concretos en beneficio del Poder, iba a durar para siempre, es no entender la auténtica función del Estado y el Poder. Función que no es otra que perpetuarse y cambiar según las necesidades cambiantes y perfeccionar el dominio.

Así pues, la labor de las masas, dada su incapacidad manifiesta en producir la destrucción del capitalismo y el cambio climático que está generando, es ser reducida a mero número en las manifestaciones de turno, que sirvan de apoyo a los representantes y cabezas visibles para establecer diálogo(3). Se esconde aquí una mentalidad autoritaria y mesiánica en este tendencioso análisis. En primer lugar, se reduce a las personas y a los individuos que sufren las nocividades del capitalismo y el sistema tecno-industrial a precisamente eso, “masa”, en una mera cifra, en una lógica muy similar a la que se opera en la democracia, el número de votos, las proporcionalidades y demás cuentos: el individuo no es más que una número o cifra. En segundo lugar se produce el hecho más insultante de la lógica autoritaria: aquellos personajes que se creen con la legitimidad de situarse por encima de la masa y, claro está, representarla. Insultante porque lo que está detrás es una simple máxima: “yo puedo gobernarte, yo puedo representarte por encima de ti mismo, porque soy más apto, más fuerte o porque tengo más votos”. Este principio autoritario es uno de los puntos comunes de Santiago Abascal y Melisa Rodríguez hasta llegar a Íñigo Errejón y Héctor Tejero. El consenso originario es la lógica democrática. Al igual que todos aquellos que quieren gobernar, dirigir, liderar, dominar. En definitiva, todos aquellos que ostentan el Poder.

En contraposición y silenciados… ¿Dónde quedan proyectos de lucha como la ZAD o la resistencia en el bosque de Hambach? Con todas sus carencias y virtudes, tienen tras de sí la puesta en práctica de un proyecto revolucionario en ejemplos concretos puestos en marcha por compañeros y compañeras, que sin lugar a dudas, han plantado cara a la devastación y de forma paralela a la infiltración política y recuperadora, con mejor o peores resultados(4). ¿Por qué olvidamos de forma interesada todos estos aportes? ¿Y las luchas contra el TAV en Italia, en Val de Susa? ¿O los ataques contra IBM y los proyectos de nanotecnología? ¿O los sabotajes contra el IIRSA en Sudamérica?

Lejos de defender un mesianismo de izquierdas, tan presente también en el anarquismo, no apostamos por ser salvadores de nada. No somos salvadores de nadie. ¿Colapso o revolución social? No. Colapso y revolución social. Colapsar el sistema, colapsar sus lógicas, sus estructuras, sus representantes hasta barrer todo aquello que domina, explota y destruye la tierra y quienes habitan en ella. Colapsar la propia gestión de la catástrofe como vuelta de tuerca al arte de gobernar. No hay un futuro paradisíaco, no tenemos falsas promesas que ofrecer, como los curas. Tenemos que ofrecer la necesidad y posibilidad de la tensión permanente contra todo lo que nos oprime y explota. Porque es mejor un mundo asolado y destruido que el salto adelante que nos propone la izquierda del capital y el capitalismo verde. Al fin y al cabo, lxs anarquistas, nunca le tuvimos miedo a las ruinas.

Basta de cuentos. No hay paz con el Estado, no hay diálogo con sus representantes.

Algunxs anarquistas incontroladxs e ingobernables, desde algunos barrios de Madrid

1. “Nosotras y nosotros, anarquistas abtencionistas”. Texto de las Juventudes Libertarias de Madrid (2012-2017). El texto puede consultarse en el antiguo blog de Juventudes Libertarias.

4. Compañerxs desde Francia lanzaron ya lanzaron un buen número de reflexiones sobre la influencia del llamado “appelismo” en las luchas contra el aeropuerto de Notre Dame Des Landes y la ZAD, en una nueva reinvención del viejo dirigentismo estalinista y el “partido”. En la sombra, pero sin “partido.” “Reflexiones sobre la “victoria” de la lucha contra el Aeropuerto de Notre Dame des Landes”.

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“Se requiere una poderosa carga que haga estallar en pequeños pedazos esta pelota de lodo, que devore con fuego la pestilente civilización, que atruene y siembre la destrucción de esta sociedad liberticida.”

  • Bruno Filippi

No hay nada más placentero que corroborar la presencia de afines en otras latitudes; particularmente en el territorio dominado por el Estado español, donde el eco de aquél mea culpa de “los gatitos de Sutullena”, entorpeció tan significativamente el desarrollo de la tendencia insurreccional anarquista a lo largo y ancho de la Península Ibérica.

Si bien es cierto que la intrépida ruptura (con el reformismo anarcosindicalista que predominaba en esa época) de las Juventudes Libertarias, la consciente autocrítica de amplios sectores de la Coordinadora Lucha Autónoma (que les llevó a alejarse de toda la bazofia izquierdista y del análisis economicista proto marxista), y la decidida actuación de expropiadores y saboteadores de clara estirpe individualista (influenciados por las Tesis Insurreccionalistas llegadas de Italia), contribuyeron teórica y prácticamente al auge de la insurrección anárquica por allá de mediados de la década del noventa; también es innegable el inmovilismo resultante de las constantes condenas de arrepentidos y traidores, subsiguiente a esa etapa de desarrollo.

Sin duda, a pesar de los pesares, el informalismo ácrata hoy vuelve a cobrar bríos en tierras ibéricas. Prueba de ello son los frecuentes ataques a los símbolos de la dominación y la extensión de las expropiaciones. Ya sean anónimas o reivindicadas, ambas acciones han venido ensanchando la confrontación cotidiana al sistema de dominación, lo que aunado a la contestación anarco-ecologista, ha comenzado a dar cuenta de la guerra anárquica en la región.

En este sentido, la reciente lectura de “Algunas reflexiones ingobernables frente a la catástrofe”, firmada por Algunxs anarquistas incotroladxs e ingobernables, desde algunos barrios de Madrid(1), en respuesta al proselitismo instituyente de Arturo Martínez(2), es muchísimo más que la confirmación de esa presencia refractaria: es un guiño cómplice a miles de kilómetros de distancia. En efecto, solo desde la reflexión teórico-práctica del informalismo insurreccional podía refutarse de forma contundente esta pestilencia, infestada por la política y el izquierdismo, que ha hecho nido en nuestras tiendas.

Empero, las reflexiones de las compañeras y compañeros madrileños, sortearon las interrogantes de Martínez, dejando sin respuesta la pregunta generadora que da inicio a su texto: «¿Cuantas manos y cabezas más vamos a tener que perder antes de reflexionar acerca de los por qués (se nos van)?» Inmediatamente, Martínez se autocontesta: «El valor de la crítica y autocrítica debe estar siempre presente, debemos replantearnos constantemente si nuestra práctica política sirve a nuestros objetivos. Y claro, para ello debemos tener claro cuáles son nuestros objetivos»(3).

En realidad, en su respuesta queda implícita la total negación de sus posteriores “argumentos”. Si tenemos claro nuestros objetivos y nos replanteamos constantemente si nuestra práctica sirve o no a tales objetivos, todas sus propuestas quedan sin sustento desde un posicionamiento anárquico. Es decir, desde una óptica consecuente y contundentemente antipoder.

Nuestros objetivos no son ni pueden ser otros que darle vida a la Anarquía. Lo que se traduce en la beligerancia inclaudicable contra todas las formas y estrategias del Poder; en la práctica lujuriosa de nuestras pasiones insurreccionales; en la destrucción de todo lo que nos domina. Y esa práctica anárquica no cabe en otro espacio que no sea la ilegalidad.

Definitivamente, “los que se nos van”, es porque nunca estuvieron. Porque en ningún momento tuvieron claro sus objetivos. Porque jamás vivieron la pasión anárquica en sus corazones ni le dieron rienda suelta a los deseos de liberación total ni comprendieron que la Anarquía es una tensión disutópica y no una realización sistémica. Los que “se nos van” le temen a la Libertad irrestricta y a la responsabilidad individual; añoran mandar y obedecer; dudan de sus capacidades; extrañan el redil; reclaman el corral; requieren la familia, la escuela, la fábrica, el ejército y la prisión; necesitan ser parte de la masa, estar en el rebaño, contarse entre la multitud, ser dóciles, maleables, sumisos, gobernables.

Pero, lamentablemente, entre los que “se nos van”, no solo hay que enlistar a quienes optan por el circo electorero; también tenemos que incluir a todos los que entregan la vida a causas diametralmente opuestas a la Anarquía, como todos esos jóvenes que han muerto en Rojava, víctimas del porno revolucionario. Lo realmente sorprendente es que Arturo Martínez, desde su defensa a ultranza de «una alternativa institucional, organizativa y de base»(4), nos recete “el camino a Kurdistán” junto al travestismo neozapatista –a pesar de que esta última organización político-militar sí eligió la vía de las urnas (con su conocido fracaso) y negoció el desarme en lo oscurito–, como “alternativas” más plausibles a la farsa electorera.

Si leemos entre líneas su articulo, inmediatamente detectamos el tufo de su estrategia y su filiación ideológica. Sigue, al pie de la letra, la cartilla de procedimientos del leninismo posmoderno que tanto ha penetrado en nuestras tiendas, de la mano del neoplataformismo y la maniobra “anarco”-populista del Poder Popular. Por eso, se inclina por el camino electorero pero con una profunda añoranza por “el poder del fusil”(5). Cuando, para nosotros, el fusil no resulta más anarquista que el voto. Ambas vías (la lucha armada y la lucha electoral), conducen al Poder. El poder de las armas y el poder de las urnas, conjugan toda la esencia autoritaria de la dominación.

La guerra anárquica necesariamente pasa por la confrontación permanente al Poder. A todo Poder. A toda Autoridad. Ya sea monárquica, teocrática, democrática, parlamentaria, militar o populista. Es evidente que por esas latitudes internautas donde se publicó el texto de Arturo Martínez (Regeneración libertaria, con su consecuente reproducción en Kaos), el Poder Popular es incuestionable, dado el talante “anarco”-leninista de sus promotores.

Vale resaltar que la tendencia insurreccional anárquica, no plantea la lucha armada como estrategia, muy al contrario, la ha señalado siempre como una desvirtuación de la guerra anárquica, propia de las influencias burguesas (Blanqui) y de la penetración marxiana que tanta mella ha hecho en nuestras tiendas.

Desde la visión rupturista del nuevo informalismo anárquico –que invita a pensar un anarquismo “postclásico” capaz de ofrecer nuevos itinerarios –, la nefasta ideología de la lucha armada solo puede conducirnos a la dictadura de su vanguardia y al gregarismo más elemental. La lucha armada es una estrategia históricamente utilizada por un sinnúmero de proyectos políticos siempre encaminados a la toma del Poder.

El empleo de las armas no implica en sí el carácter o ideal de dicho proyecto. Incontables organizaciones políticas de claro signo socialdemócrata continúan utilizando en nuestros días la estrategia lucharmadista. La socialdemocracia electorera y la socialdemocracia armada, han contagiado a amplios sectores anarquistas con su verborrea izquierdista, usándonos como carne de cañón para sus fines, completamente opuestos a nuestros objetivos de liberación total.

Claro está, esta reafirmación teórico-práctica, no significa que renunciemos a la violencia ácrata contra toda dominación. Por el contrario, optamos por la violencia refractaria como único método factible contra la violencia sistémica –lo que nos brinda la posibilidad de apuntar las armas contra las ideologías, incluidas la ideología reformista y la ideología de la lucha armada–, conscientes que tenemos un mundo que destruir. Porque, como nos recuerdan nuestros afines madrileños «es mejor un mundo asolado y destruido que el salto adelante que nos propone la izquierda del Capital y el capitalismo verde. Al fin y al cabo, lxs anarquistas, nunca le tuvimos miedo a las ruinas».

Gustavo Rodríguez,

Planeta Tierra, 29 de marzo de 2019.

Posdata aclaratoria: Quienes me conocen saben que no escribo estas notas “desde una torre de marfil ideológica” sino desde la práctica cotidiana y que, al igual que muchas compañeras y compañeros que impulsamos la insurrección anárquica, hace rato largo que rebasé los veinte años, solo que siempre habremos viejos que moriremos siendo jóvenes y, jóvenes que se pudren de vejez prematura.

Segunda posdata (ineludible): Un fuerte abrazo cómplice al entrañable Alfredo Cospito y todxs lxs anárquicxs encarceladxs alrededor del mundo. Solidaridad directa con lxs compañerxs griegxs de la Conspiración de Células del Fuego (CCF). Solidaridad directa, con nuestrxs hermanxs prófugxs Gabriel Pombo Da Silva y Elisa Di Bernardo (¡libres y peligrosxs!), asechados de nueva cuenta por el Estado (español e italiano).

(1) Algunas reflexiones ingobernables frente a la catástrofe. Disponible en: https://contramadriz.espivblogs.net/2019/03/22/analisis-algunas-reflexiones-ingobernables-frente-a-la-catastrofe-respuesta-al-articulo-quot-los-que-se-nos-van-libertarios-en-el-mundo-electoral-quot/ (Consultado 27/03/19).
(2) Los que se nos van ¿Libertarios en el mundo electoral? Disponible en: https://www.regeneracionlibertaria.org/los-que-se-nos-van-libertarios-en-el-mundo-electoral (Consultado 27/03/19).
(3) Id.
(4) Id.
(5) Mao Tse-tung, Problemas de la Guerra y la Estrategia, La Revolución China y el Partido Comunista de China, Sobre la Nueva Democracia, Editorial Abraxas, Buenos Aires, 1972, P. 115.

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