Dejo a continuación dos escritos difundidos en el contexto de la huelga estudiantil de estos días. El primero de ellos fue redactado por mí y se repartió en esta ciudad de manera informal a chavalxs en institutos y que pasaban por la calle en varias áreas de la ciudad (aquí fue nula repercusión la de esta jornada, teniendo en cuenta que los principales colectivos y organizaciones estudiantiles se desvincularon por completo de la misma por estar organizada por el Sindicato de Estudiantes, bastardos amarillos al servicio del sistema, lo cual, todo sea dicho de paso, me parece genial, aunque habría estado bien llenar la ciudad de acciones igualmente, con un discurso contrario a esta gente que expusiese sus mentiras y su verdadero papel), mientras que el otro, más breve pero igualmente interesante, fue leído y se distribuyó acompañando a una acción realizada durante las movilizaciones en Valladolid, en la que se quemó un pelele que simbolizaba el sistema educativo en la sociedad capitalista (público o privado, da igual) y una bandera de la UE, por parte de un piquete anarquista (gracias a lxs compas del Grupo Anarquista Cencellada por compartirlo):
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«Somos presos en el trabajo, como vosotros lo sois en la escuela. Nosotros, como vosotros, somos obligados a levantarnos cada mañana con el único fin de producir cosas que más tarde no serán nuestras. Recuperémoslas, compartámoslas, como hacemos con los amigos y el amor» Comunicado de una asamblea autónoma de trabajadores dirigida a los estudiantes en Atenas, Grecia, durante la Rebelión popular de diciembre de 2008.
Quienes pretenden un sistema educativo público y de calidad, simplemente, mean contra el viento. Tal cosa es, simplemente, imposible en una sociedad como la nuestra. Solicitar un sistema educativo público no sólo es contrarrevolucionario en la medida en que supone depender aun más del Estado y permitirle que nos adoctrine igualmente para perpetuarse y complacer a quienes, en cualquier caso, seguirían manejando los hilos y tomando las decisiones (el sector privado y las oligarquías financieras), sino que además supone aceptar ese modelo como algo plausible, cuando en absoluto lo es. Parece que, para la mente ingenua de muchxs, una enseñanza pública, por arte de magia, transformaría todo el engranaje de adoctrinamiento de masas que suponen las escuelas, institutos y demás espacios para la preparación sistemática de mano de obra, y anularía el componente de manipulación y eliminación del individuo (que pasa a formar parte de la masa como un ser servil sin identidad ni deseos propios). Ésto, sin embargo, no va a pasar.
La educación pública no es algo que debamos reivindicar, ya que se sostiene sobre la mercantilización y el sometimiento. Es necesario transformar de cero nuestras vidas, y empezar ya, sin un futuro mesiánico en el que postergar todos esos objetivos que hoy en día muchxs no se atreven a asumir, quedándose en lo cómodo y lo fácil de suplicarle al Estado su gestión de nuestra «educación» y pretendiendo mostrar esta bajada de pantalones como algo «revolucionario». No hay nada de revolucionario en pedirle al Estado que administre o financie la educación. En una sociedad capitalista, seguiría dependiendo de lxs mismxs al fin y al cabo, y además, no merece la pena porque este sistema educativo está podrido de raíz. La mejor educación es crear aquí y ahora comunidades libres, al margen de las estructuras del sistema, recuperando la comunicación que suprimieron las nuevas tecnologías y las urbes del aislamiento masificado, combatiendo a todo lo que nos explota y mata por dentro y por fuera, apagando sus televisores y autoeducándonos entre nosotras, al mismo tiempo que nos organizamos para boicotear este sistema «educativo» que nos aliena y nos convierte en cifras y recursos aptos para su explotación en el mercado, del que, con educación pública o sin ella, seguiríamos siendo esclavxs.
Obviamente, hoy en día no es fácil promover una abstención del colegio, puesto que existen unas instituciones que te obligan a escolarizar a tus hijxs o a lxs menores que tengas a tu cargo, al menos, hasta completar la educación obligatoria. Sin embargo, si hacemos piña, si empezamos a promover un modelo de huelga estudiantil realmente combativo, indefinido y salvaje, que rompa con cualquiera de los cauces que lxs profetas del reformismo, sea cual sea su disfraz, utilizan para intentar evitar un cambio real que ponga en peligro sus posiciones privilegiadas, todo será posible.
La negación es el principio, y nosotrxs sabemos muy bien qué es lo que no queremos: No queremos un mundo basado en la competitividad, el egoísmo y la apatía, no queremos una vida sujeta al trabajo hipnótico y el consumismo anestesiante, no queremos guiarnos por valores nefastos que nos alejan de nuestros semejantes y nos llevan al enfrentamiento con ellxs mientras lxs auténticxs culpables de nuestra rabia y de nuestra tristeza se descojonan en sus poltronas, no queremos estúpidos exámenes que no sirven para nada porque nos analizan de manera uniforme sin reparar en absoluto en las potencialidades e intereses concretos de cada persona, no queremos que los relojes y los horarios se adueñen de nuestros pasos imponiéndonos ritmos vitales insoportables que sobrellevar con antidepresivos, no queremos ser mercancía, no queremos formar parte de ésto, ni alcanzar los ideales de éxito que crea la publicidad y que a nosotrxs no nos dan más que náuseas. Somos el resultado de décadas de fracaso y conformismo, de tropiezos constantes en la misma piedra, y tenemos la posibilidad de transformar en huracán los vientos que ya soplan con fuerza en todo el mundo y que, por fin, parecen querer embestir con conviccion también aquí, en el Estado español.
Partiendo de estas certezas, replanteemos y cambiemos aquí y ahora nuestras condiciones de existencia, liberemos los deseos y las necesidades, y ataquemos a quienes intenten ponernos límites en nombre de revoluciones muertas sin principios ni dignidad en ellas.
Estallemos, atrevámonos, ya no hay mucho que perder. Que la revuelta tome las calles y la insurrección tome cuerpo, haciendo confluir nuestras reivindicaciones de una educación libre y autogestionada con las de otros sectores con personas que también se han desencantado y se están dando cuenta de que este mundo no nos conduce a nada salvo al abismo. Contra sindicatos, organizaciones verticales y demás representaciones cutres y falsos críticos.
¿Qué queremos? Nada menos que Todo.
Que se extienda la revuelta…
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A quemar lo que nos oprime…
Hoy se encienden el fuego y la rabia contra este mundo autoritario y dominador que nos explota y controla a cada segundo de nuestras vidas.
Quememos lo que nos oprime y nos mantiene aisladas y encerradas. Queremos ser libres y lo queremos ahora.
Quememos lo que nos impide desarrollarnos libremente como personas, para vivir una vida de verdad junto a nuestras iguales.
No queremos reformar toda esta basura ni gestionar toda esta mierda. Queremos acabar con cualquier tipo de autoridad venga de donde venga.
Afilemos nuestras vidas y plantémosles cara juntas. Que oigan nuestros gritos de guerra y que sientan el miedo en sus carnes. Ese mismo miedo que nos han hecho sentir a nosotras y a tantas otras bajo el yugo del mismo poder con distintos rostros durante todos estos años.
Quememos la miseria y busquemos el camino que nos lleve hacia la libertad, recordando a quienes cayeron intentándolo tiempo atrás, a todas aquellas a quienes el poder no dudó en callar su voz y silenciar su lucha.
Estamos ya más que hartas de tener que levantarnos cada mañana para ir a vender nuestros cuerpos a oficina, tiendas, colegios o facultades. No queremos seguir perpetuando esta mierda, por eso gritamos ¡basta! Acabemos de raíz con nuestros problemas.
¡Basta! Por todas aquellas que no soportamos más el ritmo de vida que el sistema nos marca.
¡Basta! Por todas aquellas que estamos hartas de obedecer a expertas y profesoras.
¡Basta! Por todas las niñas y niños a las que las pastillas nos hacen estar calladas y por todas aquellas sonrisas que quedan encerradas tras las verjas de los colegios.
¡Basta! Con todo el cariño a quienes empezamos a devolver los golpes y no toleramos ya que la autoridad entre en nuestras vidas.
Recuperemos la memoria de lucha y los espacios de comunidad.
¡El momento es ahora! ¡Todas a las calles!
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