Recojo de Abordaxe y traduzco a castellano esta «crónica gamberra» firmada como Alfredo Landa en «Vente a Alemania, Pepe» y que aporta un punto de vista «salvaje» de la manifestación del pasado 22 de marzo en Madrid y los posteriores disturbios.
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La mani fue muy concurrida, sí, pero desengañémonos, un tostón impenitente. Un porrón de gente, eso sí, pero un coñazo como un piano. Muy loable lo de que fuese convocada por los sindicatos minoritarios y los colectivos sociales sin la ayuda del vendeobrerismo institucional, yo no digo que no, pero tan sosa, larga y monótona como un día sin pan. Por no haber, no había ni siquiera un triste bloque negro que amenizase el cotarro; lxs compas madrileñxs, segurxs como estaban de que la cosa iba a estar más descafeinada que una infusión de valeriana, en su mayoría no se dignaron ni a venir, y lxs que lo hicieron fue sin pretensiones y con una mano delante y la otra detrás. Lo más parecido a un bloque combativo fue, para que os hagáis una idea, el sector de la CNT, con su chiringuito móvil despachando bebidas y bocatas y sus altavoces gritando consignas muy de moda en la Comuna de París.
Y así hasta el final del recorrido, cuando, llegadxs a la plaza de Colón, tuvimos que tragarnos un incomprensible discurso de los popes de turno vendiéndonos vete tú a saber qué moto (había tanta gente y la megafonía iba tan mal que no nos enteramos de nada). Cuando ya pensábamos que la Marcha de la Dignidad iba a ser la resurrección zombi del 15-M, y que íbamos a marcharnos para casa con tres palmos de narices, la cosa empezó a calentarse. Antes incluso de que los dignos ponentes terminasen su homilía, antidisturbios y encapuchadxs confluyeron en la calle Génova (cada grupo de un lado, evidentemente). El ambiente se fue calentando hasta que un par de petardos y algún que otro proyectil furtivo hicieron detonar las primeras salvas policiales.
Cargas, carreras, porrazos y algunas detenciones. En la esquina de Génova con la Castellana se improvisan las primeras barricadas. La inmensa sucursal de Barkleys Bank, que tiene allí su sede, es redecorada con saña por lxs manifestantes. La dejan de verano: Mucho más ventilada y accesible. Su letrero, tras perder algunas letras como un árbol de hoja caduca, sólo dice ahora «Bar». Continúan las cargas pero se intensifica la resistencia. Todo objeto susceptible de convertirse en proyectil es manipulado por lxs alborotadorxs hasta transformaro en incesante lluvia sobre las cabezas de los uniformados. La Castellana queda convertida en campo de batalla, con escaramuzas simultáneas en el carril central, en uno de los carriles accesorios, y en el pequeño parquecito que los separa. Algunos manifestantes caen como «pichones», derribados por los pelotazos de los policías, mientras lxs encapuchadxs retroceden lentamente, al ritmo de las consecutivas cargas policiales.
En un momento dado, un reducido contingente maderil queda incomprensiblemente descolgado del grueso de sus secuaces, y se ven obligados a probar en sus carnes la receta que ellos mismos acostumbran a administrar a lxs demás. ¿Que les abrieron un poco la cabeza y les quitaron algún que otro diente…? ¡Pues haberse metido a churreros, qué carajo! Nadie se preocupó tanto por el manifestante que perdió un testículo, ni por el que perdió un ojo… y ya me diréis qué es peor. Dos furgones de una especie de cuerpo antidisturbios de los munipas (¿?) también quedaron atrapados, acaparando para sí su generosa porción de palazos y pedradas.
Una vez la contienda retrocede hasta la plaza Cibeles la madera se recompone y recupera la iniciativa. Sucesivas cargas realizadas sin bajar de las grilleras dividen el contingente subversivo, rompiéndolo en varios pedazos que enfilan diferentes direcciones. Se acabó lo que se daba, los maderos recuperan el mango de la sartén y a lxs manifestantes sólo les queda ponerse a salvo y evitar ser detenidxs por la cara al pasar junto a cualquier grupo de uniformados. Había tiempo que no se veía recular a los antidisturbios. Dolidos y humillados, fustigan al populacho hasta altas horas de la noche por las inmediaciones del barrio de Lavapiés.
Un par de puntualizaciones finales:
Sobre la tan cacareada organización de lxs manifestantes, el asunto es tan gilipollesco que sobra casi mencionarlo. Aquello tenía tanta organización como los macrobotellones de los jardines de Méndez Núñez, si no quizás un poco menos. Lo de «líderes» gritando «órdenes» durante los disturbios, eso sí que ya es como para mear y no echar gota. ¿Que unos supuestos jefes decían consignas como «¡A por ellos!», «¡Matadlos!» o «¡Dadles duro!»?, ¿y qué se supone que debería decir una turba cabreada en medio de un motín para no estar organizada? Quizás «no le déis muy fuerte», «tratadlos con cariño» o «en la cabeza no, que ahí les duele mucho»? En fin…
Por cierto, que el hecho de que allí lo único que se tirasen fuesen piedras arrancadas del pavimento y del mobiliario urbano debería dar pistas sobre el nivel de organización de los disturbios. En un disturbio planificado, ¿No deberían abundar los cohetes pirotécnicos (como es el caso de los mineros), los tirachinas (como en las huelgas del metal) o los cócteles molotov (como se estilaban por Euskadi)? Pues aquí, aparte de agún petardillo y alguna bengala que más que tener una efectividad real sirvieron para dar algo de ambiente al jaleo, nada de nada. Piedras y palos, vamos, tan organizados como los monos de «2001 Odisea en el espacio».
Con lo de «Resistencia Galega», mi más sincera enhorabuena. Lo de los autobuses de Jarrai ya nos lo conocíamos, pero lo de la «escisión de Resistencia Galega» no se le habría ocurrido ni al mismísimo Gila en su monólogo de «¿Es el enemigo?». Menos mal que nadie estaba comiéndose un Donner Kebap, porque entonces la culpa sería de Al Qaeda. Es muy convincente eso de que un supuesto grupo terrorista clandestino, que acapara el grueso de la atención de los servicios de información del Estado español, monte buses para enviar a sus comandos a liarla parda en Madrid, a 400 kilómetros de la frontera territorial de lo que consideran su país… y que los maderos sólo se den cuenta a toro pasado. Os habría salido mejor echarle la culpa al «calentamiento global», al fin y al cabo algo de «calentamiento» sí que se empieza a sentir, incluso a nivel global (Grecia, Turquía, Brasil…).
Por otro lado, quiero decir que continuar ahondando aun a estas alturas en la teoría conspiranoica de los «encapuchados-infiltrados policiales-provocadores de las cargas» es, a mi manera de ver, como hablar del planeta Raticulín del imperecedero CarloJezú. ¿De verdad creemos que la policía y el poder quieren que empiecen a desbordarse los acontecimientos y se corte la paz social? ¿De verdad creemos que a la gente le hacen falta los infiltrados para tener ganas de reventar esta sociedad, sus símbolos y a los que lo defienden y protegen? ¿También fueron infiltrados los que la liaron en Gamonal, o en la cuenca minera? ¿Por qué cada vez que en algún sitio se consigue algo más allá de hacer el jodido ridículo o de ser ignoradxs supinamente nos empeñamos en culpar a las fuerzas policiales’ Por favor, le pediría a lxs apologetas de la conspiranoya que se limitasen a sus «chemtrails», su OVNIS, sus «Iluminatis» y a la fluorización de nuestros fluídos corporales, pero que dejen las manifestaciones en paz de una vez por todas.
Por útimo, decir que lo de las cifras de manifestantes eso sí que ya es de traca, yo no sé cuánta gente habría allí (medio millón, un millón, millón y medio… es difícil decirlo a pie de calle) pero hablar de 35.000 personas (la capacidad, por ejemplo, del estadio de Riazor) es un auténtico chiste. Y el hecho de que la gran mayoría de la prensa (incluso la supuestamente «progre») reflejase números similares hace dudar de si no estarán al servicio del mismísimo Goebbels. ¡Si hasta la prensa extranjera hablaba de manipulación mediática! Pero ya se sabe, aqui el «Ministerio de la Verdad» opera con total transparencia y objetividad. Si la manifa fuese contra el aborto, hablarían de cinco o seis millones, eso seguro.
Y así es como vivimos el asunto en directo y desde la calle, eso sí, aporreando nuestros timbales y haciendo sonar nuestros bongós al grito de «¡Que no, que no, que no nos representan…!» Y que no duden en avisarnos cuando monten otra de éstas…
Fdo: Alfredo Landa en «Vente a Alemania, Pepe»