EE.UU. – Nota de suicidio dejada por Leelah Alcorn, transgénero de 17 años que se quitó la vida hace unos días

Rabia, rabia y tristeza es lo que siento, porque aun sin haber sentido nunca la jaula interior que ella tenía en su cuerpo, me es imposible no empatizar, no derramar lágrimas ni sentir que alguien debió haber hecho algo, que la soledad siempre tiene remedio, y no es tan caro. Pero sin embargo, cuesta demasiado cuando de lo que se trata es de guardar las apariencias.

El 28 de diciembre de 2014, Leelah Alcorn, una chica trans estadounidense de 17 años, se suicidó lanzándose contra un camión, cansada de la incomprensión de su madre y su padre, y de buena parte de su entorno, que no sólo nunca se molestaron en entender lo que ella sentía para renegar del género masculino que le fue asignado al nacer de acuerdo a su sexo biológico, sino que además trataron de impedirle expresar su identidad como quería, obligándola a ir a terapeutas cristianxs, y dando más importancia al criterio de Dios que al suyo propio, causándole una fuerte depresión y aislándola para intentar que superase lo que ellxs consideraban «una fase». De hecho, su madre, tras el suicidio, trató de ocultar los verdaderos motivos de Leelah para quitarse la vida, escribiendo en su perfil de la red social Facebook que Leelah había sido atropellada acidentalmente, y refiriéndose a ella por su nombre de nacimiento, Joshua, un nombre masculino del que ella había renegado.

Antes de suicidarse, Leelah dejó una nota en cola en su Tumblr, de manera que si la tentativa fracasaba, podría borrarla e impedir que fuese publicada, pero al tener éxito, la entrada se publicó como estaba previsto. A continuación, dejo la nota traducida, aunque no sin antes decir unas palabras y hacer unas aclaraciones.

Mi objetivo al publicar ésto aquí no tiene nada que ver con la búsqueda de morbo, ni tampoco de mártires. Leelah era una víctima, pero era valiente y tuvo la dignidad y fuerza necesarias para rebelarse contra la ignorancia y los abusos que intentaban obligarla a conformarse con lo fijado por la maquinaria heteropatriarcal, y luchó durante su breve vida por respirar en un mundo que la asfixiaba. El fin de difundir ésto es simplemente ayudar a que sus reflexiones se extiendan y motiven nuevos debates.

A la madre y el padre de Leelah me gustaría tenerles delante y no para patearles la boca, que también, sino para mirarles a la cara y decirles que Leelah no se suicidó, la mataron ellxs.

Y a quienes todavía hacéis coñas tránsfobas, o bromeáis con la represión y marginación que sufren muchas veces todxs aquellxs que no se ajustan a la Heteronorma, aquí tenéis una prueba de a dónde conduce vuestro humor estúpido y «sin mala intención». Vosotrxs también sois cómplices. Por último, también son cómplices todxs aquellxs que, incluso después de muerta, siguen refiriéndose a ella como Joshua. A ver si así, bien explicadito, os enteráis: No se llamaba Joshua, se llamaba Leelah, y no era «un chico que se sentía chica». Era una chica, a secas, y lo que tenía entre sus piernas es irrelevante.

¡Lxs enfermxs sois vosotrxs!
La heteronorma y la transfobia matan.

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Si estás leyendo esto significa que me he suicidado y evidentemente no he podido borrar este post de la cola.

Por favor, no estés triste; es por mi bien. La vida que habría vivido no merecía la pena ser vivida… porque soy transgénero. Podría explicar detalladamente por qué me siento así, pero esta nota probablemente vaya a ser lo suficientemente larga de por sí. Simplificándolo, me siento una chica atrapada en el cuerpo de un chico, y me he sentido así desde que tenía cuatro años. Nunca supe que había una palabra para este sentimiento, ni que era posible que un chico se convirtiera en una chica, así que nunca se lo dije a nadie y simplemente continué haciendo las cosas típicas que hace un chico para intentar encajar.

Cuando tenía 14 años aprendí lo que significaba transgénero y lloré de felicidad. Después de diez años de confusión, por fin comprendí lo que yo era. Inmediatamente, se lo conté a mi madre, y reaccionó de forma profundamente negativa, diciéndome que era una fase, que yo no querría nunca verdaderamente convertirme en una chica, que Dios no comete errores y que yo estaba equivocada. Si estáis leyendo esto y sois padres o madres, por favor, no le digáis eso a vuestrxs hijxs. Incluso si sois cristianxs o estáis en contra de la gente transgénero, jamás se lo digáis a nadie, y menos todavía a vuestrxs hijxs, porque no conseguiréis nada salvo hacer que se odien a sí mismxs. Eso es exactamente lo que me sucedió a mí.

Mi madre empezó a llevarme a un terapeuta, pero sólo me llevaría a terapeutas cristianxs (que tienen un gran sesgo), así que en realidad nunca tuve acceso a la terapia que realmente necesitaba para superar mi depresión. Sólo conseguí más cristianxs diciéndome que era una egoísta y estaba equivocada, que tenía que acudir a Dios para conseguir ayuda.

Cuando tenía 16 años asumí que mis padres nunca me comprenderían, y que tenía que esperar como mínimo hasta los 18 para empezar cualquier tipo de tratamiento de transición de género, lo que me partió el corazón por completo. Cuanto más esperas, más dificíl es la transición. Me sentí desesperanzada, sentí que iba a seguir viéndome físicamente como un hombre disfrazado durante el resto de mi vida. En mi décimosexto cumpleaños, cuando no conseguí el consentimiento de mis padres para empezar la transición, lloré hasta quedarme dormida.

Desarrollé una especie de actitud de «que se jodan» hacia mis padres y me declaré públicamente homosexual en el colegio, pensando que tal vez así, si decidiera declararme como trans tendría un menor impacto. A pesar de que mis amigxs reaccionaron positivamente, mis padres se enfadaron. Ellxs pensaban que estaba atacando su imagen y que lo que quería era avergonzarlxs. Querían que fuese el perfecto niño cristiano hetero, y eso obviamente no era lo que yo quería.

Así que me sacaron del colegio público, se llevaron mi ordenador portátil y mi teléfono y me prohibieron utilizar cualquier tipo de red social, aislándome completamente de mis amigxs. Este fue probablemente el momento de mi vida en el que más deprimida estuve, y me extraña que no me suicidara. Estuve completamente sola durante cinco meses. Sin amigxs, sin apoyo ni comprensión, sin amor. Sólo con el desacuerdo de mi madre y mi padre, y la crueldad de la soledad.

Al final del año académico, mis padres finalmente me devolvieron mi teléfono y me permitieron volver a las redes sociales. Yo estaba emocionada, por fin tenía a mis amigxs de vuelta. Ellxs estaban sumamente emocionadxs de verme y hablar conmigo, pero sólo al principio. Con el tiempo me di cuenta de que no se preocupaban lo más mínimo por mí, y me sentí todavía más sola de lo que me había sentido en un principio. A lxs únicxs amigxs que pensé que tenía, sólo les gustaba porque me veían cinco veces por semana.

Después de un verano, prácticamente, sin amigxs, más el peso de tener que pensar en la universidad, ahorrar dinero para mudarme, mantener mis notas, ir a la iglesia cada semana y sentirme como una mierda porque todo el mundo allí estaba en contra de todo por lo que yo vivía, decidí que había tenido suficiente. Nunca voy a poder tener una transición exitosa, ni siquiera cuando me mude. Nunca voy a ser feliz con la forma en que me veo o sueño. Nunca voy a tener suficientes amigxs. Nunca voy a tener suficiente amor. Nunca voy a encontrar a un hombre que me ame. Nunca voy a ser feliz. Vivir el resto de mi vida como un hombre solitario que desearía ser una mujer, o vivir el resto de mi vida como una mujer solitaria que se odia a sí misma. No hay forma de ganar. No hay salida. Ya estoy lo suficientemente deprimida, no necesito que mi vida se convierta en algo peor. La gente dice que mejorará, pero eso en mi caso no es verdad. Va a peor. Cada día estoy peor.

Este es el quiz (punto esencial), es por lo que siento ganas de suicidarme. Disculpa si no es una razón lo suficientemente buena para ti, pero para mí lo es. Respecto a mi voluntad, quiero que el 100% de todo lo que legalmente poseo sea vendido, y el dinero (junto con mi dinero en el banco) sea donado a movimientos por los derechos civiles de lxs transexuales y grupos de apoyo, no me importa un capullo a cuál. La única forma de que descanse en paz es que un día la gente transexual no sea tratada de la misma forma que yo lo he sido, sino que sean tratadxs como seres humanxs, con sentimientos válidos, con derechos. El género debe ser enseñado en los colegios, cuanto más temprano mejor. Mi muerte debe significar algo. Mi muerte debe sumar en el número de gente transgénero que se ha suicidado este año. Quiero que alguien se moleste en mirar ese número y diga «esto está jodido» y lo arregle. Que arregle la sociedad. Por favor.

Adiós,

Leelah Alcorn

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