[Texto] ¿Amor o liberalización del afecto? Algunas consideraciones en torno al ideal de Amor Romántico en la sociedad contemporánea y su necesaria demolición.

En estas fechas tan señaladas, cuando se acerca, un año más, el día de San Valentín, y se nos bombardea desde la publicidad y los escaparates con toda clase de mensajes para mantener viva la despreciable cultura del amor romántico, he decidido rescatar (con algunas ligeras modificaciones) un texto que escribí y publiqué en este blog hace ya un año y pico, en noviembre de 2013, y con el que pretendía reflexionar acerca del concepto de amor romántico y su idealización por la sociedad, a pesar de todas las miserias que implica:

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¿Amor o liberalización del afecto?
Algunas consideraciones en torno al ideal de Amor Romántico en la sociedad contemporánea y su necesaria demolición.

Antes de nada quiero aclarar lo siguiente para evitar malentendidos o que alguien se pueda sentir ofendidx por lo que me dispongo a expresar en el presente texto. Mi deseo al redactar esto no es entrometerme en la vida de nadie, ni tampoco marcar cómo debe sentir o amar cada unx. Sería muy osado por mi parte frivolizar sobre lo que una persona siente o deja de sentir, dado que no existe un manual reglamentario para esto y por lo tanto no es algo uniforme que criticar o que poder refutar, y por eso lo que intento con esto es simple y llanamente abrir debate sobre lo que considero una forma más de opresión patriarcal y también una forma más de propiedad privada trasladada al campo afectivo y sus entornos relacionales. Este debate debe estar orientado a un replanteamiento de nuestras costumbres y modos de interactuar emocionalmente entre nosotras de cara a la construcción de relaciones humanas más satisfactorias, más plenas, más sanas, más intensas, más sinceras y sobre todo más libres y menos autoritarias y asfixiantes. Por supuesto, este texto está abierto a críticas y a la expresión de otros puntos de vista. Para eso está el correo del blog. Ese y no otro es su cometido. Aclarados estos puntos, vamos a ver…

Desde los primeros enlaces matrimoniales cristianos y el traspaso de poderes de Dios al Estado para crear el homólogo civil, hasta las películas Disney del Príncipe Azul y la Dama en apuros, lo que se crea es una civilización marital y un ideal de vida donde nacemos incompletas y nos completamos al encontrar a nuestra “media naranja”, a nuestro “amor verdadero”, el cofre sagrado que esconde en su misterioso interior la felicidad vitalicia que proporciona, presuntamente, el amor romántico. Las violentas y asesinas normas sociales validadas en las instituciones heteropatriarcales y en las torres de marfil donde los técnicos construyeron a lo largo de la historia la hipócrita moralidad que codifica los sentimientos para insertarlos en una determinada ingeniería social basada en la propiedad, supieron desposeer a cada individux de su esencia, de su identidad, de sus herramientas para performar y significar a su propio Deseo, y de su autoestima, generando seres dependientes, fundidos en una turba que sigue, de modo más o menos consciente o automático, los caminos de lo socialmente leído como “Normal”.

Han creado un ideal de Romanticismo y lo han promovido a través de toda clase de formatos culturales, tanto en los folclores, como en la religión, el cine, la literatura, la música, el arte… de buena parte del planeta (no sólo de Occidente). La teoría es muy bonita. Te enamoras de la persona adecuada, una persona que te llena más que ninguna otra, y a la que habrás de cuidar, respetar y hacer feliz hasta que la muerte os separe. Qué bonito… y qué jodidamente falso.

En primer lugar, ¿relaciones de amor?, ¿Cómo es posible que una relación de amor se establezca en unos parámetros que conducen siempre, más tarde o más temprano, a la desconfianza entre las dos partes, el miedo a que nos esté engañando, las inseguridades y dudas, los celos y, a largo plazo, a la ruptura o bien a la progresiva intromisión en el espacio vital de la otra persona queriendo formar parte de sus entornos más íntimos, suprimiendo su autonomía al pretender controlar, vigilar o incluso decidir (en los casos más agresivos) a las compañías, lugares, hábitos… que frecuenta?, ¿Hablamos de amor o de convertir a la otra persona en una parte necesaria de nosotrxs destinada a hacernos “felices” a toda costa y a permanecer a nuestro lado de manera vitalicia, una prótesis para nuestros vacíos existenciales a la que respetar y querer siempre que no abandone la zona de seguridad marcada para que la relación, tan “imprescindible y vital”, no peligre?

Por otro lado, y alejándonos de este primer aspecto negativo descrito, podemos pasar al segundo motivo por el cual consideramos, hablando en plata, que el amor romántico es una mierda. El amor romántico como impulsor de la violencia de género en sus diversas formas.

Es cierto que el amor romántico y sus violencias (paradójico que una noción de amor derive en violencias sistemáticas y estructurales) afectan tanto al sujeto masculino como a la sujeto femenina, roles habitualmente desempeñados por un bio-hombre y una bio-mujer, es decir, por una persona socializada como hombre y una persona socializada como mujer, respectivamente, a excepción de las relaciones no heterosexuales donde, igualmente, suele darse la misma problemática al estar también basadas en el romanticismo y en la misma clasificación jerarquizante y excluyente de las personas. Sin embargo, la sujeto femenina, por estar expuesta a la violencia cotidiana del Patriarcado y sus estructuras e imaginario social, sufre por partida doble. Si abandona la pareja, en caso de que esta sea la tradicional, es decir, con un individuo percibido como Hombre y que cumple con los roles sociales estipulados para los varones, entonces será en muchos casos hostigada, perseguida por la culpa (apareciendo pensamientos del tipo de “¿Será culpa mía?, a lo mejor no he sabido hacerle feliz, ese es mi deber y a lo mejor no lo he cumplido como se esperaba de mí y por eso no ha funcionado, soy una mierda, es mi culpa…”) y también por el propio hombre, por la pareja, en una dependencia similar a la de las drogas, en una actitud cada vez más invasiva amparada en pretextos como por ejemplo “es que no puedo vivir sin ti…”, “es que te necesito, vuelve por favor…”, “es que sin ti no soy nada, mi vida ya no tiene sentido…”y demás, que aunque patéticos, suelen dar origen a situaciones de agresión no física (mayormente acoso) o incluso física.

Además, otra razón para rechazar este modelo y explorar otras posibilidades es el papel de eje pivotal que desarrolla el amor romántico en la configuración y construcción de otro ideal de vida que esconde tras su bonita y emotiva fachada las pautas estandarizantes, los mecanismos de reproducción de los valores y moral de esta sociedad enferma y el yugo etarista y sexista: Hablo de la Familia, y quizá sea necesario detenerse aquí a explicar a qué me refiero exactamente. Ni todas las familias son iguales, ni todas son biológicas. Hay quien considera su familia a las compañeras y compañeros con lxs que actúa y lucha, y con lxs que ha desarrollado unos vínculos de confianza y afecto que trascienden lo meramente político. Hay quien, siguiendo el mismo esquema, considera su familia a sus colegas de verdad, a las personas con las que ha compartido cosas, con quienes se ha sentido comprendidx etcétera. Sin embargo, no es mi intención entrar en una definición de cada concepto de Familia sino referirme al concepto general, es decir, uno de los objetivos que, presuntamente, normalmente, una persona debe tener en la vida.

Amor romántico lleva a relación monógama, perenne y eterna. En esa relación una vez completado el ciclo de emparejamiento patrocinado por la moral cristiana, la publicidad y la cultura de masas, surge una nueva necesidad, auspiciada de manera subliminal por el Patriarcado y el Estado: la reproducción y la maternidad, tener niñxs. Ya está, esxs niñxs crecerán, tendrán también niñxs, y voilá, la Familia, con sus limitaciones y su arquitectura carcelaria, acompañada de toda una batería de leyes orientadas a rentabilizar a cada unx de lxs individuxs que la componen y a asegurarse de que en los valores familiares se reproduce la ideología dominante. Aquí entramos en otro punto importante, cómo la Familia y las estructuras relacionales generadas a partir del Amor Romántico tienden a actuar bloqueando los gestos de rebelión.

Quiero aclarar también, llegadxs a este punto, que también sé que no todas las familias siguen los mismos estándares y que lo que voy a describir a continuación no tiene por qué ser una situación común en todos los entornos familiares, del mismo modo que no todas las personas que tienen hijxs están influenciadas por la cultura patriarcal y la idealización reproductiva, etcétera. Cuando hago estos análisis hago referencia a lo que se observa en la mayoría de familias que componen esta sociedad esquizoide y deshumanizada. No obstante, sé que no es el caso de todas (afortunadamente) y si las obvio es por ahorrar tiempo y no hacer el escrito interminable.

Cuando tienes una pareja sin la cual crees que tu vida pierde parte de su sentido y demás chorradas victimistas de la Bella Durmiente, la sola idea de que pueda pasarle algo te estremece el cuerpo. Por eso, tienden a desarrollarse, dentro del ámbito del control paternalista extremo sobre la vida de la otra persona antes descrito, conductas que intentan disuadir a esa otra parte del Todo artificial que se ha creado, de que se involucre en todas aquellas luchas y situaciones que puedan ponerla en peligro. Muchxs definen esto como algo instintivo, no obstante, a mí me parece el fruto podrido resultante de una dependencia emocional. Proteger a la gente que se aprecia es algo lógico y racional, no obstante, en el momento en que la protección mutua se convierte en sobreprotección unilateral, en agobio, en control, se da una relación autoritaria similar a la de un madero o la de un padre que es capaz de encerrarte en la habitación con tal de que no hagas absolutamente nada que pueda traerte problemas o hacer que te hagas daño. Esto acostumbra a ser excusado con el amor, el cariño, pero a la hora de querer a alguien y demostrarlo… ¿no deberíamos respetar los deseos de esa persona de implicarse, por ejemplo, en una acción ilegal o mani en la calle, sin que nuestras preocupaciones nos sirviesen como excusa cuando nos inmiscuímos y tratamos de convencerla?, ¿querer a una persona es respetar su espacio y confiar en ella o es cerrarle el paso pensando única y exclusivamente en nosotras mismas? El amor romántico dificulta el dotarnos de instrumentos propios con los que gestionar nuestro dolor y nuestros bajones emocionales y deposita todas las soluciones a estos problemas en una sola persona, la cual, por supuesto, no siempre estará ahí para salvarnos. Por lo tanto, la Familia normativa y el Amor Romántico no sólo llevan al bloqueo y al control, sino también a, una vez más, la dependencia emocional y las carencias afectivas.

Las relaciones monógamas y perennes que fomenta este ideal están condenadas a deteriorarse, a verse erosionadas por diversos conflictos inevitables a lo largo del tiempo, los cuales, por mucho esfuerzo que se ponga de ambas partes, no se pueden esquivar. Esto no quiere decir que todas las relaciones de este tipo se vayan a la mierda, siendo realistas sabemos perfectamente que eso no es así, muchas sobreviven, aprenden a dinamizarse, a diversificar o simplemente tienen la gran suerte de que su pasión no se apaga, pero también sabemos que no estamos diseñadas para vivir de esta manera y a los hechos nos remitimos. Carezco de estadísticas más o menos exactas al respecto, no obstante, creo que no exagero si digo que la mayoría de parejas llegan a un punto muerto en el cual no son capaces de recuperar la pasión pero tampoco de separarse, y sus amores de porcelana se van resquebrajando dejando entrever a través de sus grietas un marco de agresividad creciente que repercute en todas las demás esferas de sus vidas. Surgen aquí las frustraciones, los agobios y todas las incertidumbres que originan las conductas que terminan de destruir la convivencia y transforman el cariño en una celda más de esta sociedad-cárcel del 4º grado.

Criticando al Amor romántico puede parecer que apostamos por una sociedad sin cariño, sin sentimientos que, si queréis, podemos llamar de amor hacia otras personas (el amor no es malo de por sí, sino que es el amor romántico el que, en mi opinión, trae consigo todas estas miserias). No es así. Yo, al menos, no estoy en contra de las relaciones con una sola persona, del mismo modo que no lo estoy en cuanto a las relaciones múltiples. No obstante, creo que esas relaciones deben abandonar las expectativas sugeridas y sugestionadas y basarse en unos términos abiertos, realmente libres y cómodos para todxs, y no en mediocres modelos hegemonizados por la televisión y la Iglesia que sólo nos conducen a la tristeza, una tristeza que paliar con psicofármacos y consumismo, una tristeza rentable, dolorosamente rentable, en un mundo frío donde los sentimientos también son mercancía. Pretendemos destruir una cultura que nos aliena, que nos vuelve insuficientes, que nos amputa la autonomía plena sobre nuestras vidas y sus experiencias y que incorpora nuestras relaciones sentimentales a un engranaje que nos mutila física y psicológicamente, que especula con ilusiones, que comercia con vacío y nos atormenta con los espejismos de una vida ideal pero inexistente que se desvanece sobre el desierto de lo real entre personas que observan con espanto sin saber reaccionar y optan por seguir su camino a ciegas en lugar de mirar al abismo de frente y buscar realmente las ganas de vivir más allá de sus promesas de mierda, recuperando la confianza en unx mismx y las esperanzas. Proponemos que el Deseo sea libre y que de un sentido de Comunidad originaria emerjan las relaciones libres de autoridad que permitan destruir la Sociedad y sus valores para dar lugar al infinito placer, al juego y a una vida que de verdad merezca la pena ser vivida. Proponemos romper con todas las jaulas, y que ni siquiera nuestra postura sea tomada como dogma.

Discútelo todo. Cuestiónalo todo. Destrúyelo todo.

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