[Relato] ¿Con qué sueñan las ardillas?

Dejo a continuación el siguiente «relatillo», que escribí para el nº 4 del fanzine Besos y Bombas, que podéis encontrar para descarga haciendo click aquí:

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¿Con qué sueñan las ardillas?

Cuentan las ardillas que los humanos no saben medir su tiempo, ni ser felices. Desde algún lugar a las afueras de la urbe, observan la aglomeración de bloques y rascacielos donde habitan esos seres tan extraños, y exclaman:

– ¡Qué hartazgo! Toda la vida trabajando sin descanso. Incluso su tiempo libre depende del tiempo de trabajo. ¿Cuándo se detienen para disfrutar de lo trabajado, para compartir reflexiones, mirarse a los ojos, besarse, bailar, hablar?

Continúan su labor mientras piensan, y entonces, recuerdan, con ciertas lágrimas en sus ojos, las leyendas negras que un día les contaron con voz entrecortada las más mayores.

Los humanos no las ven, pero las ardillas trabajan duramente para reunir provisiones para el otoño y el invierno. No es fácil, pues el bosque ya no es lo que era y cada vez cuesta más cubrir el cupo de provisiones. Antes era sencillo encontrar en sus senderos toda clase de semillas y frutos, y las historias de los ancianos dicen que cada anochecer celebraban en sus madrigueras grandes festines donde degustaban suculentos manjares, bajo un cómodo manto de hojas secas y tierra blanda. Ricas nueces y avellanas, bellotas y moras cuidadosamente seleccionadas y almacenadas en su escondite, deleitaban a las roedoras.

Pero un día todo cambió…

En su siempre alarmado mundo, lxs humanxs avanzan a Alta Velocidad, consumiendo todo a su paso. No hay tregua ni lugar para la duda, la Tierra les pertenece y harán lo que sea por devorarla antes de permitir que otrxs la aprovechen. Poco a poco, fueron tragándose todo. Primero la montaña, luego el valle, luego los prados de más allá… Un día, llegaron al bosque.

Lxs humanxs rodearon la madriguera con sirenas y sonidos de motores, y desahuciaron a tantas criaturas que todxs tardaron mucho en atreverse a hablar de ello. El ruido atronador de las maquinarias ensordecía y confundía a las aves, mientras grandes perforadoras y sierras iniciaban el holocausto, sin preocuparse de a cuántxs animales o árboles milenarios pillasen de por medio.

En medio de la vorágine, mientras saltaba y corría por su vida, una ardilla traumatizada alcanzó a oír los gritos del capataz humano:

– ¡Es necesario alimentar la industria! Nuestra economía necesita urgentemente inyecciones de beneficio o la empresa se irá a pique y todos ustedes perderán su empleo.

Cuando lxs supervivientes lograron reagruparse, se curaron las heridas y decidieron salir en busca de una nueva vivienda. A duras penas pudieron reconstruir los escombros, y aun hoy, después de tantos años, todavía continúan tratando de recuperar lo que perdieron aquella noche.

Los mejores frutales fueron talados. La tierra se secó y perdió su embrujo. Dejó de haber comida, y los arbustos ya no crecían. Muchxs habitantes del bosque murieron. Aquellas bestias despiadadas con sus gigantes de acero inoxidable no dejaron nada, salvo vías de tren y un restaurante, que, como no podía ser de otra manera, es de comida rápida.

Recordad que todo ha de ser veloz en este mejor de los mundos posibles que lxs humanxs construyen, la prisa es rentable, es preciso optimizar recursos, no pueden distraerse de su imprescindible labor. Hay que intensificar la producción, maximizar los beneficios, empaquetar el vacío porque su bienestar y su alegría ya no dependen de una madriguera llena de alimentos, cobijo cálido y seguridad donde rodearse de cariño mientras sacian sus estómagos con risas y delicias en las noches heladas, sino de poder escoger entre cientos de cosas que no necesitan, pero por las cuales sacrifican sus vidas entre fábricas apestosas, oficinas estresantes o supermercados.

Mientras recuerdan con tristeza, piensan y contemplan tamaño absurdo, otra ardilla comenta con voz lacónica:

– Se hace tarde, ¿no deberíamos volver al trabajo?

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