Recojo de la web del periódico anarquista madrileño Todo Por Hacer el siguiente artículo sobre la lucha por la vivienda y contra la gentrificación que se está extendiendo en diferentes ciudades de EEUU donde el encarecimiento de los alquileres unido a unas leyes y medidas que protegen a lxs propietarixs mientras dejan totalmente a merced de la arbitrariedad y desamparadxs a lxs arrendatarixs, ha causado ya varios millones de desalojos. El artículo a continuación nos habla de las luchas que desde el apoyo mutuo, la solidaridad activa y la cooperación desde colectivos y asociaciones autónomas entre inquilinxs se están llevando a cabo para detener la continua subida de los precios de los alquileres y acabar con la indiscriminada e inhumana política de desahucio que se está poniendo en práctica por parte de las administraciones y de lxs propietarixs y empresarixs de un sector inmobiliario en colapso que paga sus platos rotos como siempre volviendo todavía más miserables e invivibles las vidas de quienes menos tienen.
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Crecen los movimientos de inquilinos/as en Estados Unidos
La verdad es que este no era el tema que teníamos en mente cuando empezamos a buscar información para escribir. Nuestra idea inicial era hacer un repaso al último año de luchas del conocido como Fight For 15, esa iniciativa que, surgiendo de las reivindicaciones de los/as trabajadores/as de varias empresas de comida rápida, lleva tiempo extendiéndose por todo el país. Una lucha ofensiva, en la que no se siguen los pasos de los recortes, en la que no se intenta retener lo que ya tenemos, sino que trata de aumentar los exiguos salarios de una parte importante de la clase trabajadora norteamericana, la que vive de curro precario en curro precario (¿nos suena?). Sin embargo, no es mucho lo que hemos encontrado sobre el tema, al menos, no mucho que sea actual y/o supere los 140 caracteres. Pero en el camino nos hemos topado con otra lucha que está ganando terreno en muchas ciudades de EEUU, la de la vivienda. Más específicamente, la de los/as arrendatarios/as de alquileres.
Empezamos con la crisis, como tantas veces
No debemos olvidar que la tan cacareada crisis económica que llevamos arrastrando ya varios años (desde el recordado 2008) tuvo su chispa en las hipotecas basura americanas. Aquel año se produjeron en EEUU un total de 2,9 millones de lanzamientos, lo que podría compararse al desplazamiento poblacional de una zona de guerra. Si bien es cierto que en estos años se ha ido desacelerando esta sangría, no lo es menos que la inestabilidad en materia de vivienda se ha desplazado hacia el campo del alquiler. Como lo han hecho miles de familias empobrecidas.
A esta situación tenemos que añadir otra consecuencia palpable de la crisis, a la vez que los salarios reales y la seguridad en el terreno laboral han caído en picado para el conjunto de la clase trabajadora, no así lo han hecho los beneficios de las grandes empresas y de una importante parte de la clase pudiente. Y esta dinámica, cómo no, también se refleja a nivel urbanístico, con numerosos centros urbanos estadounidenses siendo objeto de importantes procesos de gentrificación. En este sentido, el desplazamiento del trabajo (bien remunerado) de muchas empresas tecnológicas y creativas a los núcleos de Brooklyn, San Francisco, Los Ángeles o Portland, va acompañado de una modificación de los barrios populares de dichas ciudades. Los centros se aburguesan, y los/as propietarios/as de viviendas pujan fuerte, de modo que los alquileres de muchos barrios obreros se están disparando, incrementándose en tres o cuatro veces su renta anterior. Todo esto va más allá, y al final se trata de generar una nueva imagen de estas ciudades, una nueva marca. Y ahí sobran muchos/as. Los/as primeros/as en caer siempre son los/as más débiles, y ahí podemos encontrar a personas dependientes, mujeres maltratadas, parados/ as…, algunos/as de los/as cuales están pasando a engrosar los datos de personas sin hogar.
Pero no todo son subidas de renta, sino que tenemos que tener en cuenta la legislación de cada Estado en esta materia. Por un lado, el control o supervisión del precio de los alquileres por parte de las instituciones es ilegal en gran parte de EEUU, y a ello debemos sumar la existencia de lo que se denomina desalojos sin-causa, procedimiento por el cual el/la propietario/a de la vivienda puede desalojar al/la arrendatario/a sin ofrecer una razón verificable. El/la inquilino/a puede recurrir, pero es él/ella quien debe demostrar ante un tribunal que no existen estas razones justificables (y pagarlo, por supuesto).
Del mismo modo, y como consecuencia de las luchas de muchos de los movimientos por una vivienda justa anteriores, las instituciones han ido generando una serie de medidas de ayuda en esta materia, ya sea en forma de complejos de viviendas públicas, zonificación inclusiva, vales del Sector 8 para la financiación parcial de casas en el parque privado o creación de viviendas de transición para aquellas personas que se quedan en la calle como consecuencia de las dinámicas del mercado. Pero aun cuando muchos de estos servicios son accesibles, no se deja de topar con las irregularidades cotidianas en las que incurren bastantes propietarios/as (fianzas ilegales, discriminación en las opciones de alquiler, falta de manteniendo de las viviendas…). A fin de cuentas, la legalidad poco importa para quienes no tienen medios económicos para financiar denuncias o recursos.
La vía de la lucha colectiva
En esta situación, son los/as propietarios/as quienes tienen la sartén por el mango, de modo que no queda otra que generar herramientas de lucha colectiva útiles para volver a tomar la iniciativa. Es por esta vía por la que una parte de los movimientos por una vivienda justa se han ido desplazando, desde el comienzo de la crisis, de la lucha contra los lanzamientos hipotecarios a la organización de los/ as inquilinos/as. La detención de desalojos en curso, el intento de estabilización de los precios de los alquileres y el fin de los desalojos sin-causa son los tres ejes principales que han puesto sobre el tapete estas nuevas organizaciones de inquilinos/ as para mejorar sus condiciones inmediatas de vida. Se están organizando asambleas, piquetes, marchas, negociaciones con propietarios/as concretos/as… Son luchas y reivindicaciones con largo recorrido, que a su vez se entienden como medio por el cual avanzar hacia parámetros asemejables a los usados por el movimiento obrero en sus conflictos laborales, la negociación colectiva y la huelga de alquileres. Métodos, estos últimos, que ya han formado parte de la lucha en materia de vivienda desde la Gran Depresión. Pero para poder acercarnos algo más a estos movimientos de inquilinos/as, vamos a tratar un caso particular, el de Portland, la ciudad más populosa del Estado de Oregón.
El ejemplo de Portland
“Esta demolición de nuestros barrios, nuestra ciudad, nuestras comunidades, nuestra gente e incluso nuestras propias vidas es atroz. Y esta es la razón, la más íntima, de que hoy estemos demandando una congelación de los alquileres y no más desalojos sin-causa”.
La situación de Portland no es muy distinta a la de otras muchas áreas urbanas norteamericanas. Desde 2011, esta ciudad sufre un importante proceso de gentrificación. Las comunidades liberales de ingresos medios-altos están regresando en masa al centro urbano (procedentes de los antiguos y elitistas suburbios de las afueras de la ciudad), generando un desplazamiento de la clase trabajadora y las comunidades marginadas que ocupaban este espacio. El toque distintivo de este caso concreto, es la utilización que se está haciendo de una determinada imagen de Portland como una comunidad artística y progresista que se fue creando ante unas condiciones laborales sólidas de la clase trabajadora que permitieron que productores culturales y musicales pudieran crecer. Esta misma imagen está sirviendo como puntal (y acelerador) sobre la que descansa esta intensa remodelación urbanística, que al mismo tiempo está también expulsando a muchos/as de estos/ as trabajadores/as culturales.
Ante esta perspectiva, van creciendo las resistencias, y es aquí donde creemos importante destacar el nacimiento en 2011 de la Red de Solidaridad de Portland, a imagen y semejanza de la Red de Solidaridad de Seattle (de la que ya hablamos en estos dos artículos, aquí y aquí). Desde la acción directa y la participación colectiva en las luchas concretas, esta red ha ido consiguiendo victorias, tanto en conflictos de inquilinos/as, como en materia laboral. Para ello se han apoyado en una organización comunitaria simple y en campañas en escalada: partiendo de una simple visita al/la empresario/a o propietario/a con unas reivindicaciones concretas, se va subiendo la presión a través de reparto de panfletos, pegadas de carteles, charlas con vecinos/as, trabajadores/as o clientes/as, o piquetes, hasta llegar a la solución al conflicto.
Mientras tanto, el problema de la vivienda ha ido creciendo, y a pesar de algunas “medidas de emergencia” tomadas por el alcalde de Portland, la situación llegó a graves extremos el verano pasado, renombrado por varios medios de comunicación alternativos de la ciudad como “el verano de los desalojos”. Esas fechas coincidieron también con uno de los picos del movimiento Fight For 15. Sus reclamaciones a nivel salarial, con lo que representaban como lucha ofensiva de clase, encajaban a la perfección con la resistencia contra las subidas de alquileres o los desalojos de inquilinos/as. Igualmente, desde esa primavera se estaba gestando lo que más tarde se conocería como PTU (que responde a las siglas en inglés de Inquilinos de Portland Unidos), en base a una serie de asambleas en las que participaron numerosos arrendatarios, miembros de la Red de Solidaridad de Portland, sindicalistas o activistas de partidos de izquierda, con la intención de conocerse e ir generando un colectivo de lucha en defensa de los intereses de los/as inquilinos/as. En verano lanzaron, junto con otras organizaciones, la campaña “SOS inquilino”, marcada por numerosas marchas de protesta, una ocupación de las oficinas del gobernador y el apoyo a los intentos de desalojos; lo que llevó al alcalde al ciudad a redactar un proyecto de ley para la protección del/la inquilino/a, que, como sucedería con la ley que marcaba los 15 dólares la hora como salario mínimo, sufrió un importante debilitamiento por la acción del lobby de propietarios.
A pesar de ello, la acción del PTU, la Red de Solidaridad u otros colectivos sigue adelante, poniendo, como ya dijimos antes, la congelación de alquileres y la supresión de los desalojos sin-causa como reivindicaciones a corto plazo. Este conflicto representa una batalla por la posesión de las ciudades y por el futuro de los barrios populares. No debe quedar duda.
Toda esta información la hemos extraído de la web inglesa libcom.org. Buscando en su sección blog, más específicamente en el blog Eviction Free Zone, podéis encontrar varias noticias y artículos de diferentes revistas y colectivos políticos norteamericanos. Los que más nos han gustado son: “Are Solidarity Networks the future of housing justice?” e “Inside the growing tenants movement that is fighting mass displacement”.