Grecia – Así vivieron refugiados y voluntarios el inicio del desalojo del campo de Idomeni…

Recibo en el correo electrónico de la mano de un colaborador un enlace conteniendo la siguiente crónica y una propuesta para su difusión, a lo que accedo con gusto.

Rabia contra la Fortaleza Europa de las fronteras racistas.

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Así vivieron refugiados y voluntarios el inicio del desalojo del campo de Idomeni (Grecia)

El desalojo de Idomeni, el campo de refugiados más grande de Europa, ha comenzado. El lunes 23 de mayo por la tarde, policías griegos informaron a los refugiados de la inminente evacuación. 2.500 refugiados fueron trasladados en autobuses. 8.400 se quedaron. «La situación antes de la evacuación fue muy tensa porque la gente no sabía qué iba a suceder. Vieron como llegaban policías y el ejército y estaban muy nerviosos» relata Ibrahim, un voluntario inglés que lleva tres meses sirviendo comidas en el campo. Su organización, igual que el resto de ONG, fue conminada a abandonar el campo.

También los periodistas fueron obligados a irse. Algunos fotorreporteros pasaron la noche en las tiendas de campaña, junto a los refugiados. Conseguieron hacer algunos disparos antes de ser descubiertos y expulsados. Las imágenes de mayor calidad fueron registradas desde el lado macedonio de la frontera. Es decir, las agencias de noticias han tenido que salir de la Unión Europea para documentar lo que sucedía dentro.CjW55x0UoAAUvdk

Todos los accesos a Idomeni estaban bloqueados por la policía griega. En el cruce de una angosta carretera comarcal que llega a Idomeni por el lado opuesto a la vía principal, un malhumorado policía explicaba con desgana que no estaba permitido que los periodistas entraran al campo. Ante la insistencia de un reportero, otro policía lo zanjó con un «Go! Now! Go!» a gritos.

El coordinador del gobierno griego para los refugiados, Yorgos Kyritsis, afirmó que el traslado a centros oficiales se llevará a cabo en un plazo de diez días. «Ahora hay seis mil plazas disponibles en centros de acogida. Tendremos ocho mil dentro de pocos días» aseguró.

Visitamos el infame campo de refugiados de Idomeni, la vergüenza de Europa. Leer más aquí.

En Grecia hay cuarenta y ocho campos de refugiados. Seis de ellos son centros de detención para realizar deportaciones -los situados en las islas del Dodecaneso-. Dos — en Idomeni y El Pireo — son asentamientos espontáneos que el gobierno griego quiere evacuar lo antes posible. Las condiciones en ellos son realmente duras. Los refugiados viven en tiendas de campaña baratas que, en el mejor de los casos, gozan de la sombra o el cobijo de plásticos para la lluvia. El gobierno griego cree que el hecho de que los nuevos centros son de buena calidad — con cabañas en vez de tiendas de campaña — es un factor que motivará a los refugiados a aceptar su traslado.

Sin embargo, entre los refugiados no hay unanimidad al respecto. Hasim, un sirio que no se resignaba a marchar de Idomeni, desconfiaba de tales mejoras: «En Oriente Medio sabemos desde hace muchos años lo que pasa cuando mejoran las condiciones de los campos de refugiados. Significa que vamos a quedarnos en ellos mucho tiempo. Dicen que en algunos campos de Grecia están construyendo escuelas para los niños. Parece una buena idea pero significa que quieren tenernos allí durante años. Mira los palestinos… Les construyeron escuelas en los campos de refugiados y han nacido los nietos, que siguen yendo a esas mismas escuelas».

El gobierno griego informó de que los refugiados tan solo podrán obtener en los campamentos oficiales la prórroga del permiso de estancia de un mes que recibieron a su llegada a Grecia. A la mayoría de los refugiados este permiso les ha caducado, por lo que el Gobierno espera que esta decisión sirva como incentivo para abandonar sin resistencias Idomeni.

CjOULGJUgAEREBEEn la gasolinera más cercana a Idomeni había un millar de refugiados acampados. Era uno de los pequeños asentamientos cercanos al gran campo de Idomeni. Allí, un afgano que prefería no dar su nombre se dio por vencido. «Me voy de vuelta a mi país. Pensaba encontrar algo mejor en Europa pero he visto que aquí sólo hay fronteras» dijo.

A su lado, una familia iraní se preparaba para marchar a Atenas por la noche en tren. «No queremos que nos lleve la policía. Queremos ir a donde nosotros decidamos» dijo la madre. Su hijo, de diecisiete años, relató los intentos de cruzar la frontera. «La policía griega mal, pero la macedonia es mucho peor. Cruzamos por el bosque, nos detuvieron, nos pegaron. Pensaba que me habían roto la nariz, sangraba tanto que mi camiseta parecía roja. Abrieron la valla y nos devolvieron a Grecia. Esto fue hace cuatro días. No aguanto más»

En imágenes: el campamento griego de Idomeni, el purgatorio de 13.000 almas migrantes. Leer más aquí.CjO3pQkW0AAmovy

En el desvío de la autovía que conduce a Idomeni, junto a la policía que impedía el paso, se situó un grupo de activistas con pancartas: «Aquí no se respetan los derechos humanos», «Europa, ¿dónde estás?», «Si sufres aquí, a nadie le importa». Inmediatamente, fueron rodeados por un grupo de antidisturbios. Cuando pasaron los autobuses, refugiados y activistas se saludaron ante el nerviosismo de los policías, que acabaron empujando a la fotorreportera Tatiana Bolari. Bolari es una prestigiosa fotógrafa griega que hace dos años ganó un juicio contra un antidisturbios que le pegó en la Plaza Syntagma. Ayer tampoco se dejó intimidar. «No me digas lo que tengo que hacer como si fueras mi marido. Por algo ni tengo ni quiero marido» le espetó al mando policial que le decía que se apartara.

En Policastro, la localidad más cercana a Idomeni, no había cafetería que no estuviera repleta de voluntarios internacionales. Todos los que no podían estar en el campo. Todas las conversaciones giraban en torno a las noticias de la evacuación y a la posibilidad de entrar, o no, al campo. Muchos lo han intentado a través del bosque durante toda la jornada. Varios lo han conseguido. En la cafetería Zeno, en la calle principal, las activistas saludaban a periodistas estresados, desesperados porque la wifi no funcionaba.

En Tori Café, el bar de al lado, un grupo de hombres vecinos de Policastro jugaron a las cartas hasta que se hizo de noche. Gritaron, bebieron, apostaron, hicieron bromas homófobas. Uno de ellos, Yanis, trabaja desde hace meses para Médicos Sin Fronteras. Con cierta dificultad por la copas de más, proclamó que el campo de Idomeni debía ser desmantelado porque era insostenible pero «es una pena lo que está pasando esta pobre gente».

Enfrente, Vasilis negó rotundo. Es un mando militar destinado en la frontera. Mientras repartía otra mano, aseguró que «nadie puede entrar en un país que no le quiere. Europa no les quiere, ha cerrado la frontera. Que lo acepten. Que vuelvan a su país y peleen en la guerra para acabar con Assad, o que acepten que Assad ha ganado y se rindan. El mundo es así, las ideas no mueven las cosas». Última mano. Yanis ganó la partida. Vasilis se impuso en todo lo demás.

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