[Cuento] «La historia de un niño» por Gabriel Pombo da Silva

3454453212_8f17bb950c_bRecojo del blog Vi* De-Liras el siguiente relato corto del compañero Gabriel Pombo da Silva:

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Yo conozco la historia de un niño que nació en un país donde había una dictadura fascista. Era un niño de una familia muy pobre que se pasaba el día rodeado de animales, que siempre estaba sucio porque le gustaba subirse a los árboles, meterse en cuevas (él creía que podía encontrar tesoros de viejos reyes o piratas) y jugar a ser un indio salvaje. Una vez incluso se cayó de lo alto de un tejado porque el muy tonto perseguía una mariposa llena de colores y mientras la quería coger se olvidó de donde estaba y… tuvo que ser atendido en un hospital porque se había roto la boca al caerse del tejado. En el colegio los profesores le pegaban porque hablaba una lengua «indígena» y eso no le gustaba al dictador.

Así que el niño siempre que podía se escapaba y se internaba en el bosque, y allí se maravillaba con todo. Pero un día los papás del niño decidieron que tenían que ir a otro país… un país donde los hombres y las mujeres y lxs niñxs eran más blancxs . Un país donde (eso decían sus papás) podrían ser más libres y donde podrían ganar dinero y salir de la pobreza y comprar una casa grande y ser felices.

Los papás le decían al niño: » En ese país hay una cosa que se llama nieve y es blanca y fría y cae del cielo por tu cumpleaños». El niño no entendía por qué tenía que dejar su bosque, el sol, la lluvia, el mar, los ríos, su tierra… No entendía qué era la pobreza, quizá porque él nunca necesitó de las cosas materiales y no le importaba ir con ropita remendada. Y no entendía qué era la libertad porque él ya era libre.

Al principio, ese niño se alegraba de marcharse de su tierra porque  quería conocer «la nievfe que cae del cielo por tu cumpleaños» como le había dicho su mamá, y también porque nunca había visto «hombres y mujeres y niñxs blancxs, blanquísimxs y con el pelo rubio como el oro»… y, claro: porque ya no tendría que ir al colegio donde le pegaban por hablar su lengua indígena…

Y así el niño se fue con sus papás a la tierra de lxs blancxs del pelo rubio como el oro y donde por su cumpleaños caía nieve del cielo…

Y era verdad… la nieve caía del cielo por su cumpleaños y las personas eran muy blancas y muchas tenían el pelo rubio como el oro y rojo como los tomates, naranja como las zanahorias y marrón como las castañas… y hablaban una lengua más difícil que la del dictador. Era un idioma seco y tajante, militar. Y la gente era tan fría y triste como la nieve. Después de un tiempo, el niño de color de las hojas de otoño quería volver a su tierra… No le gustaba esa tierra donde no entendía a lxs otrxs niñxs y donde no le miraban con cariño en los ojos y donde no había sonrisas en los rostros. Pero se quedó y aprendió el idioma de lxs nativxs del pelo de colores y piel blanca sin sonrisas en los labios. El niño se hizo un niño grande y escuchó la historia de su propia tierra por la boca de lxs exiliadxs políticxs… Y supo así que su tierra no era la tierra del dictador pero que el dictador ganó la guerra, sofocó la Revolución y llenó de sangre y miseria toda su tierra… y por eso nosotrxs estábamos condenadxs a errar como lxs indígenas: de un pueblo a otro…

El niño escuchaba muy triste las historias de lágrimas y sangre y  opresión de lxs exiliadxs. Y supo que lxs exiliadxs ya no creían en sí mismxs, y bebían agua de fuego para olvidar y cantar canciones de la República, del Frente Popular y de la Revolución.

Un día el niño habló con uno de los viejos luchadores – derrotado por el agua de fuego – y muy serio le dijo:

– Don Antonio, yo voy a luchar por la Revolución, y nunca voy a olvidar las canciones de la Revolución y voy a hacer de mi vida un ejemplo de orgullo y voy a vengar la Memoria de nuestrxs muertxs y torturadxs y vencidxs. Lo juro, Don Antonio.

Y Don Antonio comenzó a llorar de emoción y el niño no entendía por qué lloraba así el hombre viejo que cantaba canciones revolucionarias. Y el niño se fue solo cantando con el puño cerrado en su lengua indígena una vieja canción revolucionaria:

«Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver
y aunque nos espere el dolor y la muerte
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la Libertad,
hay que defenderla con fe y valor,
alza la bandera revolucionaria
por el triunfo de la Emancipación.
A las barricadas. A las barricadas
por el triunfo de la Emancipación».

Y así el niño-grande se fue a su Tierra a luchar por la Revolución. Y después de muchas batallas el niño-grande fue apresado y encerrado. Fue acusado de ser un delincuente y un antisocial. Y el niño-grande se hizo niño-hombre y sobrevivió veinte años de torturas y sin Sol, Aire, Árboles ni Animales. Un día consiguió escapar y siguió luchando y hablando de la Vida, el Amor, la Revolución y los Sueños. Y otra vez encerrado ese niño-hombre sigue sonriendo; y sus ojos son dos negras aceitunas con un sol como pupila. Y todos los hombres (blancos) le tienen miedo porque no llora ni tiembla, ni quiera nada de ellos. Él solo quiere que su sonrisa sea contagiosa y que su corazón dé fuerza a todxs esxs otrxs niñxs que se han olvidado de que reír recompone las cosas y de que hay un Mundo Nuevo en lxs que miran con AMOR la Rosa de los Vientos.

Y Colorín Colorado este cuento, todavía no se ha terminado.
Venceremos.

Gabriel Pombo da Silva

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