Recientemente, compañerxs compartían conmigo por e-mail un par de fotografías que habían encontrado, a su vez, en Twitter, y que se corresponden a ambas caras de uno de los panfletos que el ayuntamiento de Barcelona, actualmente manejado por el equipo socialdemócrata de Barcelona en Común con Ada Colau a la cabeza, está distribuyendo por la ciudad como parte de su campaña contra la venta ambulante ilegal.
A continuación, siguen las citadas fotografías del panfleto, y algunas reflexiones rápidas al respecto:
En primer lugar llama la atención que estos panfletos no estén en castellano ni tampoco en catalán (aunque compañerxs de Barcelona me han confirmado que sí existe al menos una versión en catalán) sino en inglés, una lengua que, por muy internacional que se haya vuelto su uso en este mundo globalizado y «cosmopolita» tan guay y moderno, no posee grado alguno de co-oficialidad dentro del territorio catalán ni por supuesto ibérico. Por supuesto, la razón es muy sencilla, y es que el mensaje va dirigido a un público muy específico, los turistas, y esto nos conduce a la primera reflexión:
Barcelona ciutat refugi… ¿Para quién?
Ada Colau, como ya sabemos, es muy dada a aprovechar el tirón mediático o viral de ciertas causas para, cuidando las apariencias y manteniéndose a raya lo justo como para que su paripé pueda ser creíble, fingir compromiso o convertir en un aval determinadas estéticas y poses «solidarias». Quien otrora participaba en las movilizaciones de la PAH contra los desahucios ahora envía a la Guardia Urbana a desalojar centros sociales okupados o a ejecutar desahucios de familias sin recursos. Su nuevo «ejemplo de integridad» llega cuando, con motivo de la mediatización de la denominada «crisis de los refugiados», quiso reforzar ligeramente su fachadita «social», «alternativa» e «izquierdista» forrando Barcelona de pancartas y carteles con el lema «Barcelona: Ciutat refugi» (en catalán «Barcelona: Ciudad refugio») presumiendo de la presunta hospitalidad que la ciudad condal ofrece a las familias de personas refugiadas recién llegadas del horror de Oriente Medio y que milagrosamente habían logrado cruzar la frontera sin ser abatidas a pelotazos, detenidas y torturadas o desgarradas por las vallas democráticas de la UE. Ada Colau no dudaba entonces en llenarse la boca criticando las políticas migratorias europeas, y la complicidad de los gobiernos y de las formaciones políticas más conservadoras con el maltrato a todas esas personas, un maltrato que, mientras tanto, la Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra continuaban practicando de manera sistemática sobre la población migrante de Barcelona, y como prueba de ello podemos mencionar la situación de Sidil (de la que podéis informaros más a fondo haciendo click aquí, por cierto), migrante que vivía desde hace 11 años en Barcelona y que se encuentra en prisión preventiva desde el 19 de mayo de este año, acusado de agredir a un agente de la Guardia Urbana al defenderse de la violencia y abuso policial que recayeron sobre él por su color de piel y por no ser blanco, al salir de una boca de Metro en la zona de la Barceloneta, o también podemos hablar de cómo el ayuntamiento de Barcelona optó por desalojar el Espacio del Inmigrante, un edificio okupado desde hacía 4 años en el barrio del Raval y que además de servir de hogar a más de 15 familias, acogía el trabajo de este colectivo, destruyendo una de las principales herramientas de las personas migrantes para auto-organizarse y plantear sus propias demandas y luchas. Dos ejemplos (y podría seguir) que ilustran a la perfección la dolorosa realidad que se esconde tras los eslóganes puramente comerciales y publicitarios de la Ciudad Refugio, una metrópolis a la europea que con muchos de sus barrios en pleno proceso de gentrificación y turistificada hasta la náusea, descarga sobre las personas migrantes, precarias, trans y demás identidades marginales toda su violencia, disimulada entre normativas, ordenanzas cívicas y campañas municipales, mientras abre todas sus puertas a aquellas personas que, movidas por un modelo de turismo destructivo y consumista, invaden la urbe, ajenos a toda la maquinaria represiva y de elitización que se ha puesto en marcha (sobre la población local y/o migrante, claro, y especialmente aquella con un perfil económico más precario) para «protegerles».
¿A quién sirve de refugio una ciudad donde las personas migrantes son víctimas a diario de los prejuicios y excesos de los cuerpos policiales y del personal del ayuntamiento, en forma de cacheos y registros selectivos a los que sólo son sometidas las personas no blancas, golpes, insultos y humillaciones, identificaciones, seguimientos, veto en servicios públicos como el Metro bajo pretextos ridículos incluso después de demostrar que no llevan ningún objeto peligroso o ilegal encima y que tienen la documentación en regla (y aquí no pretendo de ningún modo establecer alguna línea divisoria entre las personas con la documentación en regla y las ilegales; a la mierda su documentación, ninguna persona es ilegal), y en su forma más brutal, las redadas y detenciones y el encierro en Centros de Internamiento para Extranjeros, la deportación forzosa o «voluntaria» (fruto del chantaje) y el asesinato (el eufemismo habitual es: «muerte en extrañas circunstancias») de todas las personas que salen del CIE con los pies por delante sin que ningún medio de comunicación se pronuncie al respecto y sin que haya investigaciones sobre las causas de sus muertes? A turistas. A especuladores. A mafiosos. Ah, y por supuesto a Ada Colau y su séquito de politicuchxs socialdemócratas y «progres» hipócritas.
Ya cantaban hace más de 10 años lxs Elektroduendes aquello de «en la gran ciudad de Barcelona, de Carcelona…».
¡Mantengan la calma!
Los parches del ayuntamiento, de la «solución» al engaño.
En marzo de este año tuvo lugar en las Ramblas una concentración convocada por el Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona, donde se leyó un comunicado señalando al ayuntamiento de Barcelona en Común como mentirosos y como los autores de falsas promesas, refiriéndose en concreto a los denominados «planes ocupacionales» con los que presuntamente el ayuntamiento contemplaría ubicar laboralmente a los manteros para «sacarles de la calle» (en otras palabras, convertirles en trabajadorxs «legales», en «ciudadanxs de bien»). Un portavoz de la organización convocante leyó un comunicado en el que entre otras cosas se explicaba:
«Mienten con sus famosos planes ocupacionales. Son una farsa, son sólo 10 plazas (y supuestamente 40 más en el transcurso del año, que incluyen una cooperativa). Hasta el día de hoy no hay un solo mantero al que se le haya llamado para ser parte de esos planes. Los Servicios Sociales nos dicen que estos planes llegarán algún día, pero que no saben cuándo, y que ellos también se enteran por los medios de comunicación, que no tienen información nueva. Su gran propuesta sólo sirve para hacer creer que este gobierno está dando alternativas, sólo es pura propaganda que busca titulares de prensa. Les aseguramos que hasta el día de hoy no son reales, y el gobierno lo sabe.»
Mientras, las únicas «soluciones» que el gobierno local plantea en la práctica al «problema» de los manteros es la «vía rápida» de la represión, en forma de vigilancia, persecución, hostigamiento, redadas, identificaciones y detenciones. Ese y no otro es el auténtico rostro de las promesas realizadas por el ayuntamiento de Barcelona. En el mismo comunicado leído durante la protesta (y que por cierto, se puede encontrar íntegro aquí) también se dice lo siguiente:
«A día de hoy la represión ha sido la única política que ha sido capaz de desplegar el actual gobierno. La Guardia Urbana y policía secreta nos vigilan y acosan todos los días, sobre todo a los compañeros portavoces del Sindicato, buscando intimidar y desmovilizarnos. Además, ahora esta persecución será en colaboración con los Mossos d’Esquadra. También queremos informar que se está castigando la solidaridad de las personas y colectivos que nos apoyan en esta lucha, realizando identificaciones sin razón.»
Mientras la «Marca Barcelona» capitalista de los especuladores y los empresarios de la Cambra de Comerç (que ya han planteado sus propias exigencias a la fiscalía quejándose de la, en su opinión, «poca contundencia de Ada Colau frente a los manteros») estrecha su cerco en torno a todas aquellas personas cuyo perfil no coincide con el del turista adinerado o el yuppie neoliberal con ínfulas de ascenso económico o social, y mientras cualquier expresión ya no disidente sino meramente paralela a lo establecido es susceptible de entrar en el punto de mira de la represión, el ayuntamiento promete y vuelve a prometer, y la ciudad, más que a un refugio, se parece cada vez más a un enorme gueto.
¿El problema es la venta ambulante?
Es curioso que toda la campaña del ayuntamiento contra lxs vendedorxs ambulantes se centra en lo ilícito de la actividad. Los mensajes apuntan a la falta de una licencia municipal, a que venden falsificaciones etc. No obstante, me parece importante pararnos a pensar en lo que esto significa.
Centrando el calado del mensaje en que la venta ambulante es ilegal alejan en gran medida las posibles acusaciones de racismo (al menos para gran parte de la población la cual, sin ánimo de resultar clasista ni de caer en prejuicios vanguardistas, no destaca precisamente por su perspicacia en lo que respecta a las auténticas implicaciones de las maniobras y las artimañas represivas y de control social promovidas desde los aparatos del Estado), ya que el problema no son las personas migrantes, sino que lo que hacen «está mal» y «debe perseguirse». De este modo, lo que la mayoría entiende es que si una persona blanca, no migrante, llevase a cabo esa actividad, se tomarían las mismas medidas, sin distinciones. No obstante, basta con darse una vuelta por la calle para comprobar que eso no es así. De hecho, os invito a todxs a realizar una tarea simple de trabajo de campo con vuestros colectivos, dándoos una vuelta por los mercadillos o las zonas de «rastro callejero» en vuestro barrio, ciudad o pueblo, y comprobar (sin intervenir ni delataros) cómo la policía y los funcionarios del ayuntamiento actúan de manera diferente dependiendo de factores como el aspecto y, sobre todo, de rasgos como el color de la piel de la persona que se encuentra tras el mostrador. Es tan simple como contabilizar a cuántas personas blancas les piden el permiso y después hacer una comparación con el número de personas migrantes que han tenido que sufrir la humillación y la prepotencia de los maderos, tuviesen o no la licencia solicitada.
En definitiva…
Puedes continuar criticando a otros por su «exceso» represivo, Ada, y victimizarte cuanto quieras intentando parecer esa mártir que tú y los tuyos sabéis que no eres. Puedes seguir presumiendo de tener como referencia a Hannah Arendt (apuesto a que te escupiría en la cara si viese lo que estás haciendo) y de haber ganado premios por «defender los derechos sociales» mientras encabezas la represión, tortura, persecución racista y encarcelamiento de personas que lo único que están haciendo es intentar ganarse la vida.
Tu ciudad sólo refugia al sistema capitalista y la mentalidad xenófoba y clasista que éste crea y reproduce. Para todo lo demás, sólo hay vallas, muros, vigilancia y normas alienantes, y un montón de calles desprovistas de toda forma de vida vecinal autónoma, y llenas de escaparates repletos de deseos que pocas personas pueden comprar. Pero lo que ni tú ni los maderos que te sirven entendéis ni entenderéis es que las ciudades son incontrolables precisamente por eso, porque en cada rincón no previsto, en cada estómago que siente la miseria, en cada descuido policial, siempre habrá personas conspirando, luchando, organizándose y buscándose la vida más allá de tus reglas, y aquellxs con un concepto de la solidaridad lo suficientemente firme y honesto como para no dejar tiradxs a quienes se enfrentan a vuestra lógica y persiguen sus vidas.
¡Solidaridad con Sidil y con todxs lxs presxs por migrar o por buscarse la vida fuera de los estrechos marcos de una cínica permisividad concedida a golpe de chantaje!
¡Ni CIE’s, ni prisiones, ni muros, ni fronteras! ¡Abajo la fortaleza europea!
¡Libertad a todxs para irse, quedarse o moverse por donde quieran, cuando quieran, como quieran!