Francia – Quemando equipamientos y reflexionando sobre aquelles que los usan

El siguiente escrito lo recogimos y tradujimos desde Act For Freedom Now!. Contiene una reflexión sobre algunos ataques incendiarios llevados a cabo en Francia recientemente contra maquinaria e instalaciones de BTP Eurovia (asociada a Vinci) y de la cantera de Delmonico, en Francia. Para más fotos e información (en francés e inglés, respectivamente) sobre los ataques a los que se hace referencia, consultad Sans Attendre Demain y Act For Freedom Now!.

No compartimos la idea de que trabajadores y jefes compartan la misma responsabilidad en el funcionamiento del mundo capitalista, de sus industrias, de sus estructuras de movilidad, y de todas aquellas maquinarias, redes de explotación y desarrollo que mantienen en marcha este sistema. Creemos que en un escenario condicionado de antemano por una relación de desigualdad en la que una de las partes se encuentra continuamente sujeta a las decisiones de la otra, limitada, y de ese modo sus «únicas» opciones de supervivencia pasan por aceptar esas condiciones y los chantajes que implica, hablar de libre albedrío o de responsabilidades individuales es delicado y, además, hace el juego a la ideología liberal dominante, que nos culpabiliza por la miseria y el vacío de nuestras vidas, y nos dice que para evitar la contaminación de la que quiere hacernos responsables dejemos de usar bolsas de plástico, en lugar de cuestionar toda la megamáquina cuyo veneno y humo están enfermando el planeta y nuestros cuerpos (con la complicidad de les consumidores, sí). No obstante, también pensamos que aunque no podamos responsabilizar al mismo nivel a un empleado aleatorio de una empresa como Vinci por buscar un salario conduciendo un camión que transporta maquinaria para la explotación minera que al jefe que da las órdenes, compra o alquila las máquinas, prepara el proyecto y decide enriquecerse reduciendo a polvo montañas enteras y explotando al mismo tiempo a todes les humanes y no-humanes que pueda sin importarle nada salvo sus asquerosos beneficios, eso no exhime al primero de su parte de responsabilidad en la medida en que, ciertamente, día a día ¿elige? no rebelarse, y no tensionar su propia posición con respecto a la dominación que nos afecta a todes.

En ese sentido, este texto sí nos parece un aporte interesante para seguir planteando un debate que sabemos que es incómodo pero que nos parece importante: ¿Hasta qué punto son responsables les trabajadores de mantener el orden existente y qué postura tenemos frente a ello? (por cierto, también pensamos que estaría bien repasar el propio concepto de «trabajadores», pues pensamos que hay muchas categorías y no todas nos parecen dignas de respeto o merecedoras de consideración alguna).

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Aun recordamos haber presenciado las asambleas, las calles furiosas, los bloqueos, las plazas ocupadas. Recordamos bucear en los carteles, los panfletos y los periódicos. Estábamos abiertes en nuestras palabras y encuentros, ávides e impacientes de salir al encuentro con este mundo en el que nacimos y que nos hace morir un poco más cada día. Criadas en al moralidad de clase, nos acercamos a les trabajadores. ¿No eran elles, por definición, nuestres aliades? Nosotres soñábamos con Haymarket, mientras la mayoría de les demás soñaban con comprar poder y una buena jubilación. Nosotres queríamos quemarlo hasta los cimientos, elles querían trabajar mejor. Estábamos demasiado inquietos en el trabajo para no desilusionarnos por el contacto con les explotades. Este texto es un eco lejano del incendio nocturno del 14 y 16 de mayo de 2019. Estos fueron ataques contra el trabajo, por supuesto, pero también contra todes aquelles que contribuyen a perpetuarlo.

Saint-Etienne, 2 de la mañana…

Con pasos silenciosos, nos aproximamos al lugar de esta monstruosa obra pública. La puerta está abierta. Dudamos, tenemos miedo, pero el deseo de acción disipa nuestras aprensiones. Entramos entonces separades. Cada participante en el asalto sabe lo que tiene que hacer. Una sutil mezcla de anticipación e improvisación. Cada uno prepara su vehículo, sin hacer distinciones entre los de la empresa y los vehículos personales. Alguien da la señal. De repente, las luces sobre nosotres se unen con las de las llamas. Nos reagrupamos y nos apresuramos en la noche.

Lo que hemos destruido es parte de los medios de producción. La moralidad de clase nos dice que la clase trabajadora, y solo ella, puede sabotear estos medios dentro del marco de su equilibrio de poder con la clase explotadora. Con la excepción de unos pocos momentos ludditas, el sabotaje nunca ha alcanzado intenciones o intensidades verdaderamente destructivas. Esta misma moralidad insiste también en que la clase trabajadora debería reapropiarse del os medios de producción. No vamos a entrar en ejemplos históricos porque nos dan igual. Los aeropuertos, las prisiones y las autopistas de la gente, los odiamos a todos de todos modos. Los medios de producción que los hacen posibles solo deberían ser aniquilados. Y no vamos a esperar a que les explotades tengan una revelación para armar nuestra resolución al respecto. La lucha de clases es una estafa, ya que todas las clases se reproducen a través del trabajo. Beneficio y poder para unes, salarios para otres. Juntes, una comunidad indisoluble de interés. La gestión cooperativa. ¡Y quieres que marchemos el Primero de Mayo en medio de esta apestosa y arrastrada multitud! No, estamos llenes de rabia contra el trabajo, su daño aplasta nuestras vidas.

Es engañoso escribir sobre la responsabilidad, especialmente cuando es individual. Por nosotres mismes, inentamos navegar entre las orillas de las doctrinas del libre albedrío y el determinismo absoluto. Aquelles que, desafortunadamente, se estrellan a un lado o al otro, son buenos puntos de referencia para orientar nuestro barco. Nosotres reconocemos que, a un grado altamente variable, les individues son siempre responsables de sus acciones.

Más allá del rol que juega su actividad [2] para su clase, la “fuerza de trabajo” mantiene su subjetividad y su poder para actuar en todas las situaciones. Precisamente donde se encuentra su poder se encuentra también su responsabilidad. Aquelles que resuenan con estas premisas pueden comenzar a desviar la vista del Estado y del Capital para ver a las innumerables partes ordinarias responsables. Les que cierran las puertas. Quienes buscan cuerpos. Quienes asignan calificaciones. Quienes experimentan en el laboratorio. Quienes conducen por todo el país para vender refrescos. Quienes recetan medicamentos automáticamente, quienes duermen en su uniforme militar, quienes empujan su carrito de compras, quienes manejan una gran plataforma, van a un viaje de esquí, instalan cerraduras digitales. Quienes toman el metro, quienes se deslizan por la calle, se arrastran en la oficina, vuelven a casa desde la fábrica, vomitan cervezas, esclavizan a sus esposas, comen en restaurantes, siguen las tendencias de la moda, duermen como los muertos solo para luego tragarse tres cafés y comenzar de nuevo. Ocho horas diarias, 250 días al año, durante cuarenta años de vida.

Por un salario, estas partes ordinarias responsables agravan las condiciones de explotación de todes les que les rodean, asesinan lo que es bello hasta que la Tierra llora. Y aun así, este rebaño de trabajadores no destroza su lugar de trabajo o los medios de producción, así que continuaremos haciéndolo nosotres. Porque es necesario.

Dos días más tarde, nuevos vehículos de Vinci dormirán sobre el pavimento. En una semana, la cantera relanzará su maquinaria extractiva. Nuestros actos son tan inútiles como efímeras son sus consecuencias. Y a pesar de acciones similares, no habrá caos. Atacamos solo por nosotres mismes, para hacer y rehacer la experiencia íntima de nuestra negativa a este mundo. El significado y la consistencia de nuestras vidas emergen solo en estos pocos segundos.

Aves rapaces de Rajas

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