La compañera Jill Phipps fue una activista antiespecista y vegana que fue asesinada el 1 de febrero de 1995, mientras participaba de una acción. La compañera siempre había participado en diferentes acciones contra las industrias de explotación animal, como por ejemplo sabotajes a la caza, acciones contra las peleterías y difusión de información, en algunas de las cuales incluso participó junto a su hijo pequeño, mientras éste estaba de vacaciones escolares. En aquella ocasión acudió, junto a muchxs otrxs activistas, al aeropuerto de Coventry, para tratar de detener el transporte de terneros vivos en avión desde Reino Unido hasta los campos de exterminio en Países Bajos, donde les esperaba una muerte segura.
Pese a que algunxs activistas prefirieron mantener una actitud de resistencia pasiva, otrxs asaltaron los vehículos que transportaban a lxs animales para intentar liberarlxs. Jill, por su parte, tomó la valiente determinación de tumbarse en el camino de uno de estos camiones, creyendo que el conductor se vería obligado a frenar para no arrollarla, pero aquel bastardo sádico, no contento con transportar en nefastas condiciones a lxs animales que conducía hacia su atroz final, no frenó, atropellando y matando a Jill, que tenía por entonces sólo 31 años.
En su memoria, las cerraduras de una carnicería que vende carne de ternera en Roma fueron selladas, según informa un breve comunicado subido en Contrainfo, y que podéis leer aquí.
Ni Jill Phipps, ni Barry Horne, ni otrxs activistas que dieron sus vidas por salvar las de lxs más animales (lxs más desfavorecidxs, aquellxs que no pueden defenderse del holocausto especista que lxs esclaviza y masacra por su especie) quedarán en el olvido. Como dijo Tolstoy, ¡Mientras existan mataderos habrá campos de batalla!