Texto – La empanada leninista

Ayer, muchxs experimentamos una extraña sensación entre la rabia y la risa al leer el texto que, bajo el título «El oportunismo anarquista», publicaron en la versión digital de su revista Tinta Roja los CJC (Colectivos de Jóvenes Comunistas), juventudes del PCPE (Partido Comunista de los Pringaos de España, perdón, de los Pueblos), partido que sigue los pasos de sus ídolos del KKE griego, sembrando cada vez más discrepancias incluso entre lxs propixs marxistas-leninistas que huyen en desbandada, y limitándose a una secta autorreferencial anclada a mitologías del pasado que huelen a museo.

Esta gente cargó contra el anarquismo en un texto lleno de falacias y datos manipulados, lo que me lleva a pensar que o bien ha sido escrito por alguien sin puñetera idea ni de historia ni de la teoría anarquista (lo cual no sería de extrañar entre estos rojos ortodoxos incapaces de leer nada que se escape del culto a Stalin y las redundantes palmaditas en el hombro a Lenin), o bien es malintencionado (o ambas, que es lo más probable). En cualquier caso, dicho texto (quien tenga interés en perder el tiempo leyéndolo puede hallarlo fácilmente introduciendo el título en su buscador preferido porque yo me niego a enlazar  en este espacio a la pataleta de unos cuantos burócratas resentidos) fue rápida y hábilmente respondido por otro escrito publicado en la web de lxs compañerxs de Regeneración Libertaria, y a pesar de que no comparto del todo algunos aspectos puntuales del mismo (mantengo mis diferencias y distancias con la tendencia anarquista del comunismo libertario), he decidido publicarlo.

Destaco el detalle de que en el texto de CJC, el autor, un tal Jorge Orts, explica que (y copio textualmente) «Desde el momento de la elaboración de la teoría anarquista por Bakunin, el anarquismo se convierte en un enemigo ideológico del marxismo-leninismo». Yo me pregunto, igual que la persona autora del texto de Regeneración Libertaria que os dejo a continuación, cómo es posible que Bakunin fuese enemigo del Marxismo-Leninismo si cuando Bakunin murió, Lenin tenía 6 años y el M-L, sencillamente, no existía. ¿Qué pasa, Bakunin era en realidad un reptiliano con poderes que le permitían viajar en el tiempo, y por eso era enemigo de una idea posterior a él? Ay, esas fechas, rojillos…

Y luego aun vendrá el típico «lumbrera» del partido a llamarnos sectarios y pequeñoburgueses por no querer unir fuerzas con esta peña. En fin, aquí va un fragmento de una letra de una banda de punk-rock madrileña, Accidente, muy oportuno para este caso:

«Hay quienes piensan que luchamos por el mismo fin
remando en el mismo barco, basta de fingir…»

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La empanada leninista.

Recientemente las juventudes asociadas al PCPE, los CJC, han publicado en la edición digital de su revista Tinta Roja un artículo, escrito por Jorge Orts, dedicado por entero a explicar su particular visión del anarquismo. Como buen oportunista, aprovecho mi oportunidad para escribir una respuesta.

Ya en la entradilla del artículo comienza a anunciarse el tono general. Nos dice el camarada que, desde que Bakunin lo formulara, el anarquismo se convierte en un enemigo ideológico del marxismo-leninismo. Esto es cuanto menos sorprendente, dado que para cuando Bakunin muere Lenin tenía seis años. El primer contacto de Lenin con el socialismo revolucionario le vendría, pocos años más tarde, por su hermano Aleksandr, precisamente de ideología anarquista. Resumiendo, que si tenemos en cuenta que Bakunin escribe la mayor parte de su obra en la década de 1860, se puede considerar un auténtico logro convertirse en un enemigo del marxismo-leninismo 40 años antes de la fundación del partido bolchevique.

Merece la pena detenerse en el tratamiento que hace el camarada de la historia a lo largo de todo el artículo. Parece ser que ahora el materialismo histórico consiste en ignorar los datos objetivos para que todo coincida con las directrices del partido. Dice que el anarquismo “toma fuerza a mediados del siglo XIX”. El anarquismo a mediados del siglo XIX no toma fuerza, sino que empieza a formularse de la pluma de Proudhon. Es a finales de este siglo y, sobre todo, a comienzos del siglo XX, cuando el anarquismo vinculado al movimiento obrero se hace fuerte. La huelga de la CNT en 1919 que logra las ocho horas en España; la semana trágica argentina que mantiene al gobierno una semana en jaque, también en 1919; el Biennio Rosso italiano entre 1919 y 1920; o la revolución anarcosindical de 1936 son todos eventos de comienzos del siglo XX.

Justo después el camarada nos relata que el anarquismo “cala especialmente en la pequeña burguesía y el campesinado con pequeños privilegios”, siendo propio de aquellos lugares donde el capitalismo no ha alcanzado un gran estado de desarrollo y donde, por tanto, existe una pequeña burguesía asustada ante el avance. Si examinamos las zonas donde el anarquismo cobra especial importancia nos encontramos con la industrial Cataluña, donde es hegemónico entre la clase trabajadora (la clásica de los panfletos leninistas, con mono azul y todo), en el Norte de Italia (también eminentemente industrial), o en Argentina, uno de los pocos lugares de Latinoamérica que por entonces poseía un desarrollo industrial. En otros lugares, como EEUU, sindicatos revolucionarios afines al anarquismo como la IWW (Industrial Workers of the World) también alcanzarían un notable nivel de desarrollo (¿Hace falta recordar que los mártires de Chicago, primer lugar en el que se lograron las 8 horas, eran todos anarquistas?). Es cierto que el anarquismo también llega a tener implantación en áreas rurales como Andalucía, sin embargo, aquí no encontramos un campesinado pequeñopropietario, sino auténticos trabajadores del campo, sin ninguna clase de privilegio y a menudo sin más propiedades que sus manos desnudas.

El marxismo-leninismo, más bien al contrario, tiene su principal foco de desarrollo en la Rusia zarista, país atrasado y sin industria donde el campesinado sí era, tras la manumisión de los siervos, pequeño propietario. En otros lugares las filas de los partidos adheridos a la Tercera Internacional a menudo se llenarían de intelectuales orgánicos, esto es, pequeña burguesía, pero por lo general no de obreros. La Profintern, intento del marxismo-leninismo de constituir una internacional sindical, fracasó estrepitosamente. Tan solo lograría extenderse el marxismo-leninismo, tras la Segunda Guerra mundial, a otros países igualmente atrasados y de base campesina como las repúblicas del este de Europa o lugares como China en el continente asiático.

El camarada llega incluso a confundir nombres, llamando “Internacional Socialista” a la Asociación Internacional de los Trabajadores. Bakunin entra en ella, frente a los que querían convertirla en un partido parlamentario, defendiendo la necesidad de una AIT sindical y federalista. La causa de la escisión en la AIT no es pues el debate ideológico entre Marx y Bakunin (esto sería, desde luego, una concepción idealista de un hecho histórico) sino las tensiones orgánicas entre las regionales del sur (Suiza, Italia o España), federalistas, y las del norte (Francia, Inglaterra), centralistas. Una concepción que tiene más que ver con las primitivas formas de organización obrera y sindical que se estaban desarrollando en esos países que con un debate de salón.

El anarquismo, dice el compañero, “coge el Estado como una entidad abstracta y lo culpa de todos los males” centrándose únicamente en la abolición del Estado y, además “carece de bases científicas en su análisis”. Quien afirma esto, evidentemente, no ha leído una sola página escrita por Kropotkin (reconocido ideólogo del anarquismo). Kropotkin, siendo un reconocido científico (geógrafo y naturalista) se apoya en un análisis científico para desarrollar sus tesis del Apoyo Mutuo. Lenin, por cierto, se entrevistaría con él para conseguir los derechos de reproducción de la obra para incorporarla al sistema educativo soviético. Otros científicos, como Elisée Reclus, participarían igualmente en la formación de las ideas anarquistas. Frente a ello, en la formación del marxismo-leninismo, encontramos muchos políticos profesionales, pero científicos más bien pocos. También Kropotkin realizará un complejo análisis del Estado, como ya antes lo había hecho Bakunin, definiéndolo como el instrumento de mantenimiento de los monopolios, de sometimiento de una clase sobre otra y defendiendo la necesidad de que la revolución acabe con el Estado y la propiedad privada de un mismo plumazo, pues la existencia de uno de los dos factores alimenta al otro.

El camarada no solamente no ha leído a Kropotkin sino que, aparentemente, tampoco ha leído a Marx. Dice que para éste el socialismo (asociado a la dictadura del proletariado) es una sociedad intermedia entre el capitalismo y la Comuna. Curioso, cuando Marx escribe “La guerra civil en Francia” en ningún momento argumenta que los franceses hayan necesitado de un Estado intermedio para levantar su Comuna. Engels, el segundo padre del marxismo, dirá:

Últimamente, las palabras ‘dictadura del proletariado’ han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí al dictadura del proletariado!”.

Vaya, parece ser que la Comuna y la dictadura proletaria son para Marx y Engels exactamente la misma cosa. El socialismo, el Estado intermedio del que habla Marx, no es una categoría política, sino económica, que se corresponde con un periodo en el que los medios de producción todavía no están lo suficientemente avanzados como para implantar el “a cada cual según su necesidad”, siendo necesario un reparto de acuerdo al valor-trabajo.

El último párrafo parece una colección de tópicos sacados de algún cuaderno de primero de bachillerato. Dice el compañero que el anarquismo lleva necesariamente a la abstención. El anarquismo, contrario al parlamentarismo burgués, recurre a la abstención activa como táctica política, no teniendo problemas en abandonarla cuando ha sido necesario (caso de 1936, cuando el voto anarquista da el triunfo al Frente Popular). Tampoco reniega el anarquismo de la organización política de la minoría consciente, al contrario, es algo que promueve desde sus orígenes. Este es el caso del Partito Socialista Anarchico Rivoluzionario de Errico Malatesta, la Alianza por la Democracia Socialista de Bakunin, o de las distintas federaciones anarquistas y anarco-comunistas existentes actualmente (Federación Anarquista Ibérica, Federación Anarquista Uruguaya, Alternative Libertaire…).

La idea de formar cooperativas hasta lograr la revolución, si bien es formulada por Proudhon, es desestimada por absurda por todo el anarquismo posterior. La acción histórica del anarquismo se ha basado, ante teorías socialistas descendientes del jacobinismo burgués como el marxismo-leninismo, en la transformación social de las fuerzas productivas (mediante la acción sindical) y en la transformación política de la sociedad (mediante la revolución violenta, expropiatoria y anti-estatal). Las ideas cooperativistas propias del socialismo utópico no aparecen en ninguno de los lugares en los que el anarquismo adquiere importancia. Es sin embargo la concepción burguesa del Estado socialista que posee el marxismo-leninismo el que ha provocado revoluciones que han acabado en agujeros sin salida, siéndoles imposible abolir el Estado tras reforzarlo y volviendo, al cabo de unas décadas, al capitalismo de libremercado (URSS, China, Vietnam…). Sirviendo, en este proceso, para reprimir procesos revolucionarios (Ucrania, Kronstadt, Cataluña…). El marxismo-leninismo, al menos el que defiende el camarada Jorge, no llama a la cordura, sino a repetir estos experimentos fracasados en un arranque de idealismo y fetichismo.

El anarquismo es la corriente del socialismo crítica con las concepciones estatistas, que pone el acento sobre la necesidad de llevar a cabo una revolución totalitaria que se desarrolle a todos los niveles en los que el capitalismo sufre contradicciones, teniendo en cuenta la necesidad material de eliminar no sólo a la burguesía sino a la estructura política de denominación que reproduce el orden burgués.

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Algunas notas del blog:

– No es del todo exacto que el hermano de Lenin, Aleksandr, fuese anarquista. Era miembro de Narodnaia Volya, organización que, entre otras cosas, mató al zar Alejandro II, y a la que muchxs han definido como nihilista, si bien por entonces las fronteras entre el anarquismo, el populismo, el marxismo y otras tendencias de la época eran muy difusas, dado lo temprano de las mismas. Al respecto de esta organización, de todas maneras, no conozco gran cosa, a excepción de lo leído en algún texto suelto y en el libro «Emisarios de la Nada: Una historia del nihilismo ruso».

– El texto dice que lxs anarquistas defendemos la abstención como táctica política, sabiendo abandonarla cuando ha sido necesario, y pone como ejemplo el voto anarquista al Frente Popular. No estoy del todo de acuerdo en que dicho voto fuese algo positivo para el anarquismo ni para la revolución, tal y como se demostró, y me parece una necesidad relativa. Además, concibo la abstención como una táctica pero no circunscrita a unas condiciones concretas, sino como esencia misma de la acción anarquista, como negativa a delegar en ningún órgano o institución superior, y a ceder a otrxs, sea por el motivo que fuere, nuestro poder de decisión.

– Al final del texto, dice:

«El anarquismo es la corriente del socialismo crítica con las concepciones estatistas, que pone el acento sobre la necesidad de llevar a cabo una revolución totalitaria que se desarrolle a todos los niveles en los que el capitalismo sufre contradicciones, teniendo en cuenta la necesidad material de eliminar no solo a la burguesía sino a la estructura política de denominación que reproduce el orden burgués.»

Disculpadme si lo he entendido mal, pero parece como si el/la compa autor/a del texto, dijese que el anarquismo acentúa la necesidad de llevar a cabo una revolución totalitaria, lo cual no puede ser dado que si atendemos a una definición básica de lo totalitario, leemos:

«Se conoce como totalitarias a las ideologías, los movimientos y los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones.»

Creo que he entendido mal, y lo que queríais definir como acentuador de la necesidad de una revolución de carácter totalitario es precisamente al M-L, pero como crítica constructiva, creo que el último párrafo del escrito da a entender lo contrario.

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