El texto a continuación fue tomado de la publicación «A Falacia da sustentabilidade», un monográfico antidesarrollista en galego publicado hace ya varios años por el colectivo Renderen, y que contenía diferentes textos y escritos, de varixs autorxs, con la crítica al supuesto «desarrollo sostenible» como nexo temático común.
Titulado «Inmundicia», y firmado por «A Derradeira Cidade» (La Última Ciudad), tras releerlo de nuevo hace unos días, decidí traducirlo al castellano desde el original en galego y publicarlo, por considerarlo un manifiesto incendiario y a la vez interesante:
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Inmundicia, por A Derradeira Cidade
«La sociología, sobre todo en los Estados Unidos, comenzó a poner en cuestión las condiciones de existencia que implica el actual desarrollo; pero, por muchos datos empíricos que en ese sentido haya podido aportar, ignora absolutamente la verdad de su objetivo, pues no encuentra en él la crítica que le es inmanente. De modo que la tendencia de esta sociología, sinceramente reformista, no se apoya más que en la moral, la sensatez, y las miserables apelaciones a la mesura. Tal forma de crítica, al desconocer lo negativo que está en el corazón de su mundo, no hace más que insistir en la descripción de una especie de excrecencia negativa que parece inundar desagradablemente la superficie, como una proliferación irracional de parásitos. Esta buena voluntad indignada, que incluso en su condición de tal sólo llega a atacar las consecuencias externas del sistema, se considera crítica porque olvida el carácter esencialmente apologético de sus presupuestos y de sus métodos»
– La sociedad del espectáculo, Guy Debord
Para decirlo así, ya claramente, no queremos sostener nada ni queremos sustentar nada. No queremos cargar con el peso de la sinrrazón y de la destrucción del aire y de las almas. No queremos pintar de verde el cemento ni queremos seguir fotografiando naturalezas muertas. No queremos filmar la descomposición ni aplaudir a los disolventes. No queremos participar en esta farsa escalonada de acontecimientos no naturales, por mucho que se vendan comom naturales, y desde luego que no queremos agotar ya más nuestras gargantas y fuerzas gritando a favor del desarrollo sostenible o sustentable. Porque no queremos ningún «desarrollo», y porque sabemos que es una falacia y que es imposible sostener la megamontaña de basura que se nos cae encima desde hace ya muchos años. Queremos quemarla. Sí, quemarla, aunque en estos tiempos suene tan políticamente incorrecto. No queremos reciclar nada porque nada de nada o ren de ren vale para nada sino es para la destrucción espectacular del mundo natural y para desnaturalizar cada vez más de una manera rauda y vertiginosa el humano mundo.
Vemos día a día a miles de personas muriendo por las condiciones miserables y marginales por culpa de terremotos, ciclones y tsunamis. Y vemos que la mayoría de las veces que ocurren estos desastres, que tienen la raíz en el corazón de la bestia capitalista, en ese mismo corazón ante esos mismos desastres las bajas son mínimas. Vemos la desproporción de un mundo pequeño y de colores por encima de un mundo mayor que tiene que cargar con toda la economía negativa de la sinrrazón de ese mundo brillante de la superficie. Y vemos que para que el mundo brillante funcione se necesita quemar y quemar toneladas de mundo, y que el humo de esa combustión vomite su mierda en todo el mundo globalmente: en el mundo brillante aparente y en el inframundo mayor. Vemos que nos comemos el mundo, y el mundo nos come irremediablemente. Vemos que este ciclo voraz de destrucción fabrica una especie de cyborg-globo monstruoso que no descansa jamás porque no se le da la menor tregua. Y así continúa hasta la bestial diarrea que hace que nos ahoguemos en mierda y más mierda cada vez más imposible de depurar, cada vez más imposible de reciclar y cada vez más imposible de sostener o sustentar.
Estamos en contra del protocolo de Kyoto porque nos produce gases con sólo pensar en la mentira descomunal de que esta bestia vaya a reducir nada. La bestia sólo quiere aumentar y aumentar. Inflarse de bolsa con inyecciones de bancos mientras África agoniza de sida y hambre.
Estamos en contra de las energías renovables porque no queremos renovar nada sino destruir este mundo de destrucción.
Estamos en contra de las energías limpias porque son mentira y no limpian, contaminan de falacia y de burla, de engaño, miedo y chantaje.
Estamos en contra de que los petroleros tengan doble, triple o cuádruple casco porque no queremos petroleros, porque no queremos gasolina y no queremos automóviles que vomiten en el aire toda la mierda para que después se nos caiga encima irremediablemente. Además, no los queremos porque no queremos llegar en ellos al trabajo porque no queremos trabajar en fábricas, empresas etc. de todo tipo: piscifactorías con peces antibióticos, astilleros militares para las guerras por petróleo, andamios en construcciones destructivas, periódicos que manipulan y mienten y nos dicen que hay un nuevo espacio protegido en la Red Natura 2000 que poder admirar…
Y cómo no, estamos en contra de los sustitutivos del petróleo. Porque no queremos sustituir nada para que siga siendo el todo de siempre. No queremos biodiésel porque es inaudito que estén mejor alimentados los coches de lujo que lxs niñxs de Sudán.
No queremos contener las aguas, no queremos recoger el viento, queremos que fluyan por el mundo limpiando la basura creada por esta sociedad descompuesta y dispuesta a descomponer cada vez más los ríos, los mares, nuestras fortalezas y nuestras debilidades.
Deseamos la ruina de los rascacielos y el florecimiento de las selvas y que las vacas echen todo el metano que llevan dentro en el Ministerio de medio ambiente y que alguien prenda una cerilla en ese mismo instante.
Para decirlo así, claramente, no queremos sostener nada ni queremos sustentar nada, queremos que todo caiga por su propio peso y, si podemos, ayudando un poco al mismo tiempo…