Ayer se llevó a cabo una nueva manifestación en la ciudad alavesa de Vitoria, Euskal Herria, para recordar a los caídos en la matanza policial del 3 de marzo de 1976, cuando, meses después de la muerte del dictador Francisco Franco, en el marco de una gran huelga general contra las nuevas condiciones impuestas por la temprana democracia, un grupo de obreros ocupó una iglesia en el barrio obrero de Zaramaga para llevar a cabo una asamblea. Los maderos arrojaron gases lacrimógenos al interior y cuando los ocupantes salieron, fueron tiroteados. La trágica jornada se saldó con cinco muertos, y cientos de heridxs de bala.
39 años después, ayer, 3 de marzo de 2015, una nueva manifestación recorría las calles de Vitoria, después de una ofrenda floral en la plaza que lleva por nombre tan señalada fecha (Plaza 3 de marzo). La marcha concluyó en Virgen Blanca, donde se registraron los primeros incidentes cuando grupos de encapuchadxs vestidxs de negro lanzaron piedras y botellas contra los agentes de la policía autonómica vasca, cruzaron barricadas con contenedores en llamas y atacaron oficinas bancarias, prendiendo fuego al menos a un cajero automático de una sucursal de Kutxabank, en la calle Cuchillería, según informaron a este blog fuentes anónimas, y según ha reflejado también la prensa burguesa local.
Finalmente, los incidentes se saldaron con 5 maderos heridos leves y al menos dos detenidos, los cuales ya habrían sido puestos en libertad con cargos de desórdenes públicos y atentado a la autoridad, tras pasar a disposición judicial.
Una noche de rabia y memoria, para conmemorar a aquellos que dieron sus vidas soñando por un mundo mejor, más allá de las ilusiones democráticas que compraron el silencio de un pueblo estremecido tras una guerra civil y 40 años de fascismo.
Porque más allá de las mentiras tranquilizadoras y de la historia escrita por los vencedores, ninguna transición fue pacífica, ni ninguna democracia decidida en común. La transacción (que no transición) del poder tras la muerte de Franco y el atentado contra Carrero Blanco sólo supuso la readaptación de las estructuras del poder a un marco más permisivo, amplio y repleto de diferentes ilusiones que, entre los espejismos de la «participación» política y los fraudes de la representación, ofreció el perfecto escenario para implantar las nuevas políticas neoliberales y mantener la guerra contra el pueblo, esta vez bajo la supervisión de los mercados y los organismos financieros internacionales, y equipados con nuevas leyes que, si bien ya no fusilan, sí encierran, torturan, apalean y maltratan con total impunidad, mientras la masacre capitalista continúa.
A lxs caídxs de la lucha social no se les recuerda con emotivas ofrendas florales ni con tristes misas. Se les recuerda con la misma rabia y el mismo ímpetu con el que ellxs perdieron sus vidas en la calle.
Por lxs compañerxs muertxs, ¡ni olvido ni perdón!
¡Maderos asesinos!
¡Que se extienda la revuelta!