Recojo de Abordaxe y traduzco del galego el siguiente texto, acerca de la nueva «vuelta de tuerca» en la construcción de la imagen del «terrorismo anarquista», donde hasta unas pintadas en unos cajeros pueden considerarse «un acto terrorista» por parte de la Fiscalía General del Estado:
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En agosto del año pasado, dentro de una campaña a nivel estatal de solidaridad con las presas anarquistas, recibíamos y dábamos difusión en Abordaxe a un comunicado que reivindicaba una acción de sabotaje simple contra varios cajeros de oficinas del Banco Santander en la ciudad de Pontevedra en la que 4 cajeros fueron inutilizados pintando de negro la pantalla con sprays de pintura. Las autoras de la acción hablaban en el comunicado de que el motivo para escoger al Banco Santander era atacarlos por lucrarse con el dinero de los peculios en las prisiones (son la única entidad gestora de dicho dinero en las cárceles españolas).
Aunque no soy yo mucho de jerarquizar unos métodos sobre otros y aunque entiendo los ritmos y otras diferencias a tener en cuenta a la hora de valorar la implicación o la envergadura de una determinada acción o de las personas que la llevan a cabo, me parece evidente que la importancia de una acción como esta es bastante escasa más allá del significado simbólico dentro de una convocatoria concreta. De hecho, ni la propia prensa comercial local o a nivel gallego hicieron eco de este acto.
Sin embargo, quienes sí decidieron hacerse eco de la acción para la sorpresa de muchas fue la Fiscalía General del Estado, que en su Memoria Fiscal del año 2016 (que se puede consultar presionando aquí) correspondiente a los acontecimientos, cambios legislativos y otros eventos reseñables del año anterior, 2015, recoge esta acción en la página 303 tipificándola cómo «acción terrorista» (!!!).
Otras acciones a las que hace referencia son la supuesta localización de 3 presuntos «cócteles molotov» fabricados con latas de Coca Cola (???) encontrados en un colegio de Córdoba y que se describen textualmente como «latas de Coca Cola con algún tipo de sustancia y con mecha», los incidentes durante el transcurso de la manifestación en Barcelona el 13 de julio de 2015 en solidaridad con lxs compañerxs anarquistas detenidxs en las últimas operaciones, un ataque incendiario contra un cajero en Porceyo, Asturies, el 27 de septiembre de 2015, o dos ataques incendiarios contra establecimientos de la empresa Corte Inglés en Barcelona y Madrid (en concreto el ataque incendiario al cuadro eléctrico de un supermercado Opencor en el barrio de Les Corts en Barcelona reivindicado en solidaridad con lxs anarquistas acusadxs por los ataques al Corte Inglés en la huelga de 29 de marzo de 2012 en un comunicado difundido por la red, y otro ataque no reivindicado pero que en la Memoria Fiscal se describe como «una botella de plástico con 2 litros de un líquido de color claro y un bote, de los usados para llevar café de los establecimientos de comida rápida con una mecha de color blanco insertada, de las usadas para prender petardos» que habría sido encontrada, sin explotar, en la caja distribuidora del cableado eléctrico de un supermercado «Supercor Express» en la calle María Barrientos de Madrid el 14 de diciembre del 2015).
La verdad, no sé de qué me sorprendo. Que pintar un cajero, hacer una pintada o romper un cristal sea para la Fiscalía General del Estado comparable en cuanto a envergadura y definición a un ataque incendiario o explosivo no debería sorprendernos cuando hay personas que sufrieron acusaciones de terrorismo por publicar según que cosas en las redes sociales o por visitar a las compañeras presas y mantener contacto con ellas. Sin embargo a mí, personalmente, lo que me llama la atención es la sutileza con la que incorporan al cajón de sastre del «terrorismo anarquista» (tan en boga desde que comenzaron a emular en el Estado español estrategias de represión masiva ya vistas antes en Chile o Italia, y consistentes en la criminalización sistemática de entornos políticos antagonistas basándose en el fantasma de supuestas «organizaciones terroristas» paraguas) cualquier molestia, cualquier desafío. Antes decíamos «¡Todo es ETA!», ahora nos toca decir «¡Todo es terrorismo!».
Esto no se escribe, más allá de lo que pueda parecer, en un tono victimista. Los tiempos no son propicios, y lo que se nos acerca sin duda ninguna son nuevas fases en esta escalada represiva, que marcarán los términos en los que se desarrollarán los conflictos del mañana y las represalias para las luchadoras que en años venideros osen perturbar el oscuro orden de la dominación. Habrá que estar preparadas…
¡¡La única terrorista es la democracia capitalista!!