Lxs compañerxs de la editorial y distribuidora Ex-Nihilo enviaron como de costumbre sus nuevas ediciones para su difusión, a lo que accedo con gusto:
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Una conversación entre Cristo y Bonnot
«Cristo y Bonnot nos lleva a un replanteo en las formas de encarar la lucha social. Un viejo debate, hoy por hoy un tanto viciado, reducido a la cuestión de violencia sí o violencia no. Nos interesa retomar ese debate pero en un plano más profundo y más práctico. En este texto se nos presenta algo más que un diálogo. Nos encontramos con dos posturas enfrentadas buscando coincidencias, más que diferencias.
La intención del texto en cuestión no es el intento de conciliación de dichas posiciones, ni una “fusión de ideas”, sino más bien es una representación de la continua búsqueda de la libertad, que en sus polos más negativos, lleva a un aislamiento de las luchas por una cuestión a veces vanguardista, o de forma contraria deriva en el reformismo, en la conciliación con el poder, y en ambos casos en la perpetuación de la miseria que nos rodea. Cristo y Bonnot, un Cristo, propiamente dicho, que promulga el amor y la resistencia pasiva y, Bonnot, un bandido partidario de la ilegalidad y del ataque a la burguesía, esa que le ha robado su dignidad».
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La inutilidad de la policía y reflexiones para un mundo sin jaulas
«Desde el nacimiento del Estado-ciudad en Occidente, la “politeia” ha sido un mecanismo encargado del “ordenamiento jurídico” de la vida social, además de contribuir en las guerras de conquista por el territorio y las reservas de esclavos. Desprendiéndose de estos grandes ejércitos en todos las civilizaciones del mundo, la policía a través de sus diversas transformaciones no ha sido formada por la voluntad de los pueblos, sino por la subordinación directa de un grupo hacia otro que posee el poder político y la dictadura de la economía, justamente para defender su propiedad privada. Así, nacería la perpetuación de la propiedad privada, dividiendo a la humanidad en dos clases: la que posee las riquezas y la que las produce. Pocas veces algún pensador o escritor ha vivido en carne propia la detención, la extorsión, la intimidación o el asesinato del otro y de uno-mismo a manos de un policía. Es por esto, que se ha preferido a través de varias generaciones, hacer crítica de las estructuras del poder político y no de la política aplicada en las calles a través del castigo en los toletes, armas o puños de la policía moderna. […] La pregunta fundamental, la que todos los libros eluden siempre, dejándola al margen o tendiendo a confundir de modo más o menos eficaz, esta pregunta fundamental es: si la cárcel significa punición, castigo, pena, evidentemente, hace referencia a la transgresión de una determinada regla (de hecho, la punición interviene en el momento en que la regla se transgrede, se viola). Ahora, la transgresión de la regla remite a su vez al concepto mismo de regla, es decir, a quién decide –y cómo– las reglas de una sociedad. Esta es la cuestión que los distintos operadores del sector, los expertos, no afrontan nunca. Esta es la cuestión que contiene todas las demás y que, si se desarrolla hasta el final, amenaza con derrumbar todo el edificio social y, con él, sus prisiones. ¿Quién decide, y cómo, las reglas de esta sociedad?».
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El suicidio y su significante política; suicidio como linea de fuga
«Cuando hablo del suicida no hablo del loco, pueden existir suicidas locos y no, pero la evidencia empírica muestra que no hay co-relación verídica entre el suicidio y la locura, ni siquiera en la estadística o en la literatura al respecto, cuestión que la discursiva mediática y psiquiátrica de forma intencionada ha preferido ignorar, esto porque establecen como verdad pública la falacia de que el loco se encuentra en peligro de sí mismo, y posiblemente se encuentre en una situación de peligrosidad pero no producto de su delirio – como dice la institución psiquiátrica – sino de las condiciones políticas y médicas de las que fue secuestrado, está en peligro de sus ataduras pero no de su locura. Condiciones de contexto, situaciones y estado de las cosas que nos pone a todos en un devenir suicida, locos y supuestos cuerdos.
El suicidio debe ser analizado no como un hecho general u objetivo sino como un conjunto de cuestiones fenomenológicas, desde entenderlo como producto de la sociedad a un suicidio como línea de fuga con significante de desorden y ruptura al sistema social. […] Debo advertir al lector que no pretendo analizar el suicidio y su significante política asociada desde la ambigüedad característica y cómoda del falso critico, tampoco desde la romantización de la vida, ni siquiera haciendo apología al suicidio como manifestación casi poética, sino a partir de una politización discursiva afín a la antipsiquiatría como corriente de resistencia a los soportes de la normalización psiquiátrica y sus aparatos de verificación asociados. También aclarar que no se quieren presentar o teorizar posibles causales que lleven a las personas a suicidarse, sí bien creo que todas ellas son producciones estimuladas por experiencias filosóficas, económicas y políticas –aún siendo por emociones individuales, responden a contextos políticos–, no quiero hacer una interpretación estadística o hipotética del porqué del suicida a abrazar la muerte –dejo esa tarea al lector–, sino construir análisis crítico, y presentar al suicida como un sujeto singular de resistencia a las normas establecidas».
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