A continuación sigue una traducción que he realizado de un texto recogido (en inglés) de Insurrection News y titulado «These were days of revolt…» (Estos fueron días de revuelta…) y que fue publicado por compañeres de Hamburgo para compartir sus impresiones y conclusiones tras las protestas que tuvieron lugar en la ciudad alemana hace unas semanas, para protestar contra la cumbre que el G-20, el organismo formado por las y los jefes de Estado de los 20 países más industrializados y criminales del planeta, realizó allí en los días 6, 7 y 8 de julio.
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Durante los días de la cumbre del G-20, miles de personas inundaron las calles de Hamburgo con su rabia por la violencia de la policía y el mundo que protegen. Ya durante la semana anterior, no había duda de la voluntad de la policía de confrontar cualquier señal de protesta o resistencia con tolerancia cero. Durante la manifestación del jueves por la noche, aclararon su posición una vez más, atacando la cabecra de la manifestación desde el primer minuto en que empezó. La policía obviamente abrazó con saña la posibilidad de lesiones incluso potencialmente letales, cuando empujaron y encapsularon al bloque central de la manifestación en una parte de Hafenstraße muy estrecha, como un cañón, bordeado en los lados por muros de ladrillo. Causaron el pánico, golpeando, pateando, rociando con spray de pimienta y disparando gas lacrimógeno y cañones de agua desde el frente y los laterales. Muchas personas trataron de huir por las paredes de los lados, mucha gente fue herida – pero se pudieron ver también momentos impresionantes de solidaridad, la gente ayudándose unes a otres por la pared, mientras que otres atacaron a la policía desde arriba y las primeras filas calmadas y valientes defendieron la manifestación de los ataques de policías, recibiendo una grave paliza grave.
La porra en la cara, la rodilla en tu cuello, la pimienta en el ojo están ahí para recordarte quién está al cargo en este mundo. Durante esos días, les representantes y líderes de los 20 países más ricos de este mundo se encontraron para discutir el mantenimiento de este orden de miseria. Decenas de miles de policías para proteger este espectáculo de aquelles que buscaban mostrar su rabia abierta, su odio y su resistencia hacia esas autoridades arrogantes.
En la noche del jueves, un montón de gente escogió recuperar una parte de la dignidad que nos está siendo robada sobre una base diaria, atacando a la policía en un montón de lugares diferentes en la ciudad. Se construyeron barricadas y con martillos, piedras y fuego la gente causó numerosas grietas en las fachadas de una sociedad en la cual sólo aquelles que funcionan, consumen y obedecen encuentran su lugar.
Las barricadas nocturnas aun no habían sido completamente extinguidas, mientras los primeros coches de lujo prendían fuego en la mañana del viernes. En diferentes lugares a lo largo de la ciudad, los grupos estaban reuniéndose para dejar claro que esos días iban de mucho más allá de un simple ataque a una reunión de jefes de Estado. Entre otros objetivos, agencias del Estado real, coches de lujo, el tribunal juvenil, bancos y las brillantes fachadas de las galerías comerciales fueron atacadas y también los primeros policías tuvieron que huir bajo un torrente de piedras y botellas. En un montón de áreas diferentes de la ciudad, los grupos bloquearon las calles con sentadas y manifestaciones, sin gente que buscaba diferentes medios interponiéndose en el camino de les demás.
El viernes, la rabia estalló con una fuerza disruptiva que desafortunadamente es muy rara en este contexto.
Conquistar la tranquilidad mortal de la vida civil, romper la normalidad e interrumpir el funcionamiento de la ciudad de les riques y el consumo y mostrar claramente que el Estado policial no puede impedirnos vivir es una experiencia realmente fortalecedora.
El viernes, una parte del espacio, que las autoridades habían tomado con la fuerza bruta con el fin de performar este espectáculo de poder, había sido recuperado durante unas horas.
Con barricadas ardientes y firmes ataques a la policía, la gente creó un espacio en el cual podrían finalmente decidir lo que querían hacer durante unas pocas horas, sin la fuerza de los Estados teniendo ningún control de influencia. Unas pocas tiendas y supermercados fueron saqueados, individues tomando lo que necesitaban o lo que querían, otres decidieron destruir símbolos de este mundo mortífero de consumo que mortifica todo sentido de una vida salvaje y libre y que fueron quemados en las calles. La diversidad de individues compartiendo las calles ese día, atacando a la policía, saqueando y construyendo barricadas fue impresionante, involucrando a un gran número de individues que probablemente no son parte de algún tipo de ambiente de protesta.
Cuando algunes autoproclamades portavoces de quién sea dicen que la revuelta estaba desarticulada, que fue irresponsable y apolítica, une tiene que estar de acuerdo.
A pesar del profundo asco por su oportunismo adulador, une tiene que decir que tiene razón: Arrebatar un espacio que no sea controlado por la policía es un acto inevitablemente violento y una disrupción clara de lo que nos está siendo impuesto día tras día. Sin duda no tiene nada que ver con ninguna agenda política o con el programa de cualquier movimiento u organización, sino con les individues, la reapropiación total de nuestras vidas.
Si esos momentos de disrupción crean una cierta incomodidad o incluso miedo de una situación, en la cual el orden al que estamos acostumbrades está sin duda desarticulado, esto no es de extrañar, estos sentimientos son una parte inherente e inevitable de la ruptura con esta realidad.
Además de reconocer esto, tenemos que preguntarnos a nosotres mismes, ¿qué o quiénes son aquelles de cuyo miedo estamos hablando?
Si se trata de una sociedad tan saciada y tan rica como la que está presente en esta ciudad del consumismo y del comercio, asustada por su propiedad y que encuentra el saqueo de bienes y el alboroto en los barrios comerciales los momentos más terribles de nuestros días, entonces esta sociedad necesita ser destruida. Este miedo es una señal clara de que estamos golpeando en el punto correcto.
Nuestra domesticación en este mundo de autoridad es muy extensa.
El policía en nuestra cabeza es muy persistente.
Sólo unes poques pueden imaginar lo que la ausencia de autoridades significa realmente, por este motivo tenemos que crear momentos en los cuales podamos experimentar su ausencia.
Que les individues tomen decisiones que a posteriori podrían parecer incorrectas o irresponsables no es ninguna sorpresa, ni en estas situaciones ni en ninguna otra situación en la vida. Tendremos que hablar sobre estas cosas, no hay duda, si queremos acercarnos más a una idea de libertad. Pero tiene que estar claro que no hay objetividad, especialmente no en la revuelta. La responsabilidad y la iniciativa individual de aquelles que quieren mantenerla son partes inherentes de la revuelta.
Es realmente fácil caer en el discurso impuesto de las autoridades y conservadores de este orden. Aquelles que estuvieron arriesgando viciosamente la vida de la gente en estos días eran los policías, no hay duda de eso.
Caer en esta propaganda y revuelo y dejarles controlar el momento fortalecedor y liberador de estos días sería un gran error.
Durante este fin de semana, la resistencia ha dejado el campo de la protesta orquestada políticamente y de nuevo está claro que en la revuelta se trata de elegir lados.
O estás con aquelles que buscan ver esta sociedad, este orden, este sistema en ruínas con la idea de una vida en libertad y dignidad, abrazando todos los errores y triunfos que son inherentes a la revuelta, o estás con aquelles que reconocen que se sienten más cómodes con un ambiente de protesta manso y calculado, que tiene lugar en el mismo marco del sistema totalitario, asustades de dar pasos que podrían realmente conducir hacia los fríos y vastos campos de la libertad.
Anarquistas por la revuelta social
Hamburgo, Verano 2017