NOTA: Hace tres días tuvo lugar un nuevo cabo de año desde la muerte de Alexis en Atenas. Durante toda la jornada cientos de jóvenes rebeldes tomaron las calles de Atenas para honrar la memoria del compañero tanto mediante movilizaciones como a través de ataques a la policía y a los centros de poder. Se produjo un gran número de detenciones, de las cuales algunas derivaron en arresto y mantienen una serie de cargos, los cuales, por ahora, desconozco. ¡Solidaridad con lxs que caen en las garras del poder!
Hace cinco años, Epaminondas Korkoneas, esbirro miembro de la fuerza especial de la policía griega, asesinaba de un balazo a sangre fría y sin motivo a Alexis Grigoropoulos, de 16 años, en una de las calles del barrio de Exarchia, en Atenas.
Un instante de brutalidad, en el que una bala, donde se concentra, condensa y materializa toda la violencia a la que esta sociedad y sus sistemas de dominación nos someten cada día, atraviesa el pecho de un chaval. Un momento de estupor, un choque entre las luces y las sombras de un mundo en derrumbe, y de repente, una explosión. Las miradas arden llenas de rabia y un grito de venganza se extiende por los demás barrios de Atenas, el centro, las periferias, y va más allá, encontrando un eco en Tesalónica, Patras, Heraklión y otras ciudades. Aquella noche la juventud salvaje de Exarchia hizo arder la fortaleza de la diosa Atenea. Al día siguiente, algunas de las calles más pijas y aparentemente invulnerables de Atenas amanecieron reducidas a cenizas y en el aire se respiraba aun el olor a gasolina y a gas lacrimógeno. Pero, a diferencia de otras veces, en aquella ocasión la juventud no se había olvidado de la noche anterior. Querían más. Empezaron las asambleas, las reuniones en la calle, las okupaciones de universidades, los proyectos surgiendo de forma espontánea y dando cuerpo a la insurrección. Empezaron las huelgas convocadas en solidaridad por sectores diversos, las protestas ante las comisarías para apoyar a lxs detenidxs, las iniciativas de personas dirigidas a autogestionar la vida, los disturbios continuaron y se multiplicaron y extendieron las acciones en la oscuridad, piedras y cócteles molotov contra sus bancos, contra sus empresas de trabajo temporal, contra sus almacenes de mercancía, contra sus comercios y sus multinacionales, contra sus cristaleras y el reflejo que proyectaban de una realidad que no es cierta, fragmentos de este espectáculo de rostros tristes y angustia que ya sólo los sádicos adictos al poder y a la opresión son capaces de soportar, aunque nadie, o muy pocas, nos atrevamos a decirlo. Internacionalmente, se amplió la lucha, surgieron asambleas de solidaridad y algunos valientes y potentes aunque terriblemente infructuosos intentos de extender la revuelta (¿quién no recuerda lo que, para bien y para mal, sucedió ante la comisaría de Montera en Madrid?). Algunxs sólo pudimos solidarizarnos en la distancia como podíamos, mientras con ojos llorosos, envidia y esperanza observábamos cada día la avalancha de noticias, comunicados y reflexiones que desde Grecia emitían y traducían lxs compañerxs que se habían echado el macuto y la mochila a la espalda y se habían ido para allí a vivirlo en primera persona.
Durante un mes, lxs niñxs perdidxs que antes habitaban las frías entrañas de los corazones alienantes del sistema, esas metrópolis de neón y ansiolíticos, desplegaron sus alas y volaron, derrumbando los cimientos del mundo que odiaban. Durante un mes, la rutina perdió su sentido y se hizo necesario soñar y crear, y todo parecía posible. Durante un mes, la normalidad fue destronada y la vida mágica ocupó su lugar para primero reventar su trono y luego dar rienda suelta a la utopía.
Con el tiempo, sin embargo, el fuego se quedó sin combustible y se apagó, y en su lugar quedó el mismo decorado miserable y horrible que ni los fuegos de Prometeo supieron quemar. No obstante, muchas de las personas, de lxs jóvenes y no tan jóvenes que tomaron parte en aquella revuelta, no han olvidado. No olvidan que la policía no está para proteger a la gente, sino para controlarla y evitar que se rebele contra las directrices de un sistema que depreda la vida y rentabiliza el sufrimiento, y para detener, torturar y asesinar a quienes osen desafiarlo. No olvidan que hay alternativas a las opciones que nos han puesto delante y que nos obligan a aceptar. No olvidan que tras los escaparates del espectáculo cotidiano se encuentra la realidad del conflicto, un conflicto que tiene que generalizarse y extenderse, llevarse a todos los ámbitos de la vida y negar los valores existentes para reemplazarlos por comunidades al margen desde donde sostener una verdadera infraestructura revolucionaria.
Hoy, a cinco años de aquellos hechos, el gobierno griego al cargo actualmente del ejecutivo de Samaras sigue matando. Mata con el paro, el desempleo y la pobreza (70% de jóvenes en estas condiciones). Mata con la desesperación, las drogas y los suicidios a cientos en el silencio de sus psiquiátricos urbanos. Mata con las palizas y el aislamiento que emplean para someter a lxs rebeldes. Mata con los desahucios, mata con el precio del transporte público (no olvidamos al chaval que murió tras ser empujado fuera de un autobús en marcha por un revisor que le pilló viajando sin billete; la noticia aquí) y de la comida, mata con la tristeza diaria, con la sanidad privada, con los salarios de miseria. Mata con sus políticas auspiciando al fascismo, mata con las redadas donde neonazis y maderos colaboran para perseguir inmigrantes en las ciudades, mata en sus comisarías (hace unas semanas moría otro migrante en una comisaría de la policía griega, la noticia aquí) y con sus CIE’s y sus campos de concentración modernos. Mata con sus políticas desarrollistas, con sus escuadrones imponiendo el ecocidio en Halkidiki y una vez más engrasando la industria con la sangre de lxs explotadxs.
Pero, a pesar de que el tiempo ha borrado parte de las huellas en el camino y ha dificultado el recorrido, el camino a la insurrección continúa. En las asambleas y colectivos, en las okupaciones, en las luchas dentro y fuera de las prisiones en solidaridad con lxs compañerxs presxs, en la resistencia antifascista en los barrios, en los enfrentamientos en las huelgas y en cada acto que materializa el conflicto real por encima de los cantos de sirena de los falsos críticos.
Hoy como entonces estos días son de Alexis.
El 6 de diciembre de 2008 es una imagen del futuro.
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