Carta abierta de la madre de un niño muerto en un centro de menores.

«Ilusiones rotas, destruidas por el egoísmo social
niños cambiando sus sonrisas por la presión institucional
cambio de sentimientos hacia el control
emociones robadas a la ilusión» Ekkaia, Ilusiones robadas a la inocencia.

Una vez más, una mirada se apaga prematuramente por no soportar la brutalidad del encierro. Aunque de espaldas al mundo, ésto es algo que, desgraciadamente, sucede con demasiada frecuencia, pero cuando la víctima es nada más ni nada menos que un niño, entonces la punzada que sentimos en el estómago es mayor, duele más y es más profunda. Una cuchillada que desgarra, llenando el estómago de rabia y rencor hacia esos asesinos de sueños, carceleros de saltos y carreras, de juegos y esperanzas, de ilusiones y vidas, guardines de la pedagogía genocida que entre palizas, aislamiento, relaciones anuladas y suministro a lo loco de psicofármacos, imponen sus centros de menores bajo la cortina de humo de la reinserción.

Lo que sigue a continuación es la carta abierta de una madre afligida, dolida, asustada y angustiada que vio morir a su hijo, de sólo 15 años, tras los fríos muros del centro de menores Albaidel, en Albacete y que, aun con más tristeza y estupefacción asistió a la indiferencia con la que esos medios de comunicación que a diario se llenan sus bocazas progresistas hablando de terroristas, de antisistema, de violentos delincuentes a los que hay que perseguir y denunciar, olvidaban la muerte de su hijo, silenciaban el asunto y ocultaban mientras, en ese lugar, la celda es limpiada para que no quede rastro de la amargura, dejando una habitación solitaria que espera engullir en sus despiadadas fauces a otro chaval.

Que estas reflexiones y la muerte de este crío nos sigan dando fuerzas para seguir adelante, para seguir soñando, para seguir luchando y gritando hasta que arda la última de sus cárceles y sus restos sean sólo cenizas disueltas en el aire de un mundo nuevo donde libertad y apoyo mutuo reemplacen a esta gigantesca celda de aislamiento donde todxs vivimos encerradxs.

Esto es por Emmanuel, pero también por Hamid, por Saray, por Ramón Barrios, por todas y todos lxs que perdieron sus vidas y sus sueños tras los muros de los reformatorios y centros de menores, daños colaterales de esta guerra de la economía contra la humanidad donde quien comete un error lo pagará como sea, ante una clase política que se lava la sangre de las manos y una sociedad estúpida e hipócrita que traga con la versión oficial que emite la tele para construir esa gran mentira universal llamada Opinión pública.

A todxs lxs que una vez más miraréis a otro lado como si esto no fuese con vosotrxs… ¿qué haríais si fuese vuestrx hijx?

¡El Ritalín no es un desayuno! ¡Centros de menores = Centros de exterminio!

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Carta aparecida en el diario La Comarca de Puertollano.

Le dirijo la presente desde la desesperación de una madre rota por el dolor y por la incertidumbre que nos generan, a mí y a toda mi familia, los hechos que a continuación le expongo.

Soy la madre de Emmanuel Gómez Patiño, quien con 15 años de edad, se encontraba internado desde el mes de agosto pasado en el Centro de Menores Albaidel, en Albacete, cumpliendo una medida de internamiento de seis meses impuesta por el Juzgado de Menores de Ciudad Real.

Encontrándose mi hijo en esas circunstancias, el pasado 11 de septiembre de 2013, recibimos una llamada telefónica de la Comisaría de Policía de Puertollano por la que se nos comunicaba que mi hijo había aparecido ahorcado en su habitación de dicho centro de menores, sin que nada pudiera hacerse por su vida. A mi hijo lo enterramos el pasado día 13 de septiembre.

Pues bien, han pasado ya más de dos meses y medio desde la muerte de mi hijo y todavía no sabemos la concreta razón de la misma. No sabemos si mi hijo se suicidó -eso es lo que nos dicen- o si alguien acabó con su vida, porque en el Juzgado de Instrucción nº 3 de Albacete en el que se sigue procedimiento judicial por la muerte de mi hijo, ni consta informe de la autopsia, ni consta acta de levantamiento de cadáver, ni consta un atestado policial, ni consta declaración de ningún responsable del centro, ni tan siquiera de los vigilantes de seguridad y técnico que, al parecer, descubrieron la situación.

Esta incertidumbre, el desconocer la verdadera causa de la muerte de mi hijo nos está destrozando a toda la familia. No damos crédito a lo que se nos dice de que mi hijo se suicidara, cuando una hora y media antes de su muerte estuve hablando por teléfono con él con absoluta normalidad.

La familia tenemos la sensación de que a nadie interesa esclarecer lo ocurrido con nuestro hijo, ninguna noticia del hecho apareció en ningún medio de comunicación (salvo una pequeña nota en un periódico digital de Ciudad Real) no alcanzando a comprender cómo un suceso como el descrito, ocurrido a un menor en un centro de menores dependiente de la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, no ha trascendido a ningún medio de comunicación de Albacete.

Y esa sensación de que a nadie interesa esclarecer lo ocurrido con nuestro hijo se acrecienta cuando nos enteramos de que en el año 2009 el Defensor del Pueblo de Castilla-La Mancha ya inició una investigación del centro Albaidel por haberse ejercido violencia sobre los menores, o cuando en el “Informe anual 2011 del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura” elaborado por el Defensor del Pueblo, no el de nuestra comunidad -ya desaparecido- sino la institución dirigida por Dª Soledad Becerril, se denunciaban múltiples deficiencias existentes en el Centro de Menores Albaidel.

Acudo en definitiva a usted y a su medio de comunicación porque no encuentro mejor vía para denunciar mi situación y la de mi familia, y porque no entendemos cómo las circunstancias de la trágica muerte de la niña de Santiago de Compostela pueden estar tan aclaradas, y en el caso de nuestro hijo no tengamos la más mínima noticia distinta de lo dicho, que apareció ahorcado en la habitación de la institución pública que estaba obligada a velar por su vida y por su integridad física.

Muchísimas gracias.

Esperanza Patiño.

Con psicofármacos no se educa

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