Tras la manifestación masiva del pasado día 21 de diciembre en la ciudad alemana, que derivó en fuertes disturbios y enfrentamientos con la policía después de que esta atacase la protesta con spray de pimienta, salvajes cargas y furgones equipados con cañones de agua a presión, la manipulación en los medios no ha parado de fabricar miedo.
Los maderos, a través de los medios, han hablado de ataques a comisarías por parte de grupos organizados de autónomos o anarquistas, aunque algunas fuentes envueltas dicen que esto no es cierto. Un abogado, de hecho, confirmó en un comunicado (que se puede leer en alemán aquí) que nunca tuvo lugar un segundo ataque a la policía. Además, si la poli tiene tan claro que esos ataques fueron reales, ¿por qué ponen tantas pegas a la hora de mostrar lo grabado por las cámaras de seguridad de sus jodidas comisarías?, ¿no será que no grabaron nada extraño, no será que todo fue como siempre (aunque eso sea lo más violento de todo)?
Sin embargo, y a pesar de la dificultad que la policía tiene para sostener sus burdas mentiras y sus montajes en prensa y televisión, no han tenido reparo en declarar varios barrios de la ciudad como «Zona de peligro» (en alemán lo llaman «Gefahrengebiet»). Esto les permite llenar los barrios de controles con total libertad para espiar a cualquiera simplemente declarando que les parece sospechosx pero sin necesidad de dar motivos, lo que implica una total vulneración de la intimidad y el espacio de cualquier persona y un experimento de sofisticación del control social.
El centro y motivo de toda esta intensificación represiva no es sólo la revuelta callejera que se inició el pasado sábado 21 cuando la policía cometió el error de cabrear más todavía a quienes ya protestaban enfurecidxs contra el desalojo de Rote Flora, sino también la cada vez más fuerte lucha contra la exclusión de las personas migrantes indocumentadas y refugiadas o la no menos potente lucha contra la gentrificación de las áreas del centro.
Una vez más, se demuestra cómo reaccionan los Estados ante el avance de las luchas. Cuando la gente contempla la realidad como es y por lo tanto dejan de ser útiles las mentiras de sus televisores y sus periódicos, entonces sólo queda quitarse la máscara y el disfraz democráticos y desplegar en las calles todo el equipamiento del Estado policial bajo cuya permanente vigilancia vivimos cada día de nuestras vidas, mientras lo maquillan todo y hablan de libertad.
Por otro lado, decir que en caso de que esos supuestos ataques a comisarías fuesen reales, desde aquí sólo podría sonreir y alegrarme.
Nuestra solidaridad contra sus fronteras. Okupémoslo todo. ¡Por la revuelta!
En la foto, un participante de la manifestación del 21 de diciembre, portando una bandera con el lema «Keine mensch ist illegal» (Ninguna persona es ilegal).