El pasado 22 de marzo tuvo lugar en Madrid la manifestación con motivo de la confluencia en la capital de las llamadas «Marchas de la dignidad», columnas de personas de las más diversas tendencias e ideologías (desde socialdemócratas reformistas hasta anarquistas, pasando por miembros de la izquierda independentista, comunistas, sindicalistas…) que partieron de los cuatro puntos cardinales para darse cita en una nueva jornada de protesta, más o menos marcada, según el bloque y el momento del que hablemos, del mismo ciudadanismo desorientado que trata de presentarse como vanguardia de una lucha que aun necesita madurar.
Yo no estuve, pero por lo que he podido leer en diferentes crónicas y por lo que me han podido comentar afinidades que sí estuvieron presentes, la marcha transcurrió sin incidentes durante toda la tarde, llenando el centro de Madrid con miles de personas. Todo iba bien hasta que, poco antes de culminar los actos finales, la policía cargó sin previo aviso contra varixs manifestantes que abandonaban la zona, provocando, de manera conjunta con antidisturbios y estupas infiltrados, una cacería indiscriminada. Sin embargo, esta vez la policía se encontró con algo inesperado, una respuesta a la que, por primera vez en mucho tiempo, vacilaron en hacer frente, una respuesta que les superó y les llevó a, desesperados, solicitar refuerzos mientras sus furgones eran asediados por hordas llenas de rabia y odio hacia la institución terrorista y asesina que protege un sistema tan criminal como éste, y los bancos y otros símbolos de la economía responsable de nuestras miserias cotidianas veían hechos añicos cristaleras y cajeros automáticos.
Los maderos, tras la manifestación, llegaron a hacer una asamblea donde exigen responsabilidades a sus altos mandos, al considerar que es culpa suya que no interviniesen los refuerzos para ayudar a los agentes que se quedaron solos ante la muchedumbre que les apedreaba y perseguía por todo el centro de esta ciudad sin corazón. También vemos, en vomitorios virtuales tales como Foropolicía o el perfil de Twitter de la policía nacional, cómo se victimizan, y alguno incluso amenaza con tirar de pistola si la situación se repitiese. En cualquier caso, por primera vez son ellos los que tienen miedo, son ellos los que titubean y los que se consuelan unos a otros en un patético ritual de endogamia. Parece que el miedo cambia de bando, la pregunta es… ¿Sabremos estar a la altura? Y sobre todo ¿Sabremos hacer que estas prácticas dejen de ser un mero espectáculo circunscritos a momentos y situaciones concretas, para expandirse y crecer adquiriendo una continuidad y siendo por fin un peligro real para el orden asfixiante de este sistema y su sociedad? Está por ver.
Todo mi apoyo a las personas detenidas y que han sufrido maltrato durante el periodo de detención en calabozos (algunas personas han dicho que las han obligado a estar durante horas de pie contra una pared, mientras que otras han dicho que las han tenido sin comida ni bebida y sin posibilidad de ir al cuarto de baño, además de humillarlas e insultarlas constantemente, amenazarlas e incluso propinarles varios golpes). También mi solidaridad con las personas heridas, especialmente con los dos chicos graves, uno de los cuales corre grave peligro de perder un testículo y el otro de perder un ojo, por sendos impactos de pelota de goma.
Respecto a los polis heridos, yo de vosotros estaría tranquilo. Dicen que tienen conmoción cerebral y algunos incluso hablan de derrame, pero en cualquier caso, para que esas lesiones sean posibles antes es necesario tener cerebro, y tratándose de antidisturbios, creo que es obvio que no tenéis de qué preocuparos.
En fin, os dejo un vídeo que me he encontrado y que muestra algunos de los mejores momentos de esa jornada. Especialmente dedicado a la memoria infecta de Adolfo Suárez. Porque la reforma del fascismo en democracia capitalista y su institucionalización, así como el exterminio sutil de los últimos resquicios de lucha armada anticapitalista y antifascista (sucesos de Vitoria, Bahía de Pasaia, torturas y asesinatos en las prisiones, represión salvaje a los movimientos autónomos que intentaron llevar adelante la huelga indefinida…) no habrían podido completarse. Hasta nunca, bastardo.
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