[Texto] Can Vies: La razón de la fuerza en la Barcelona policial

Estos días, como se ha reflejado en este blog (aquí y aquí las noticias correspondientes), el barrio de Sants y por efecto dominó buena parte de la ciudad de Barcelona e incluso de otras localidades catalanas viven momentos de revuelta y solidaridad tras el desalojo el pasado lunes del Centro Social Okupado Can Vies, histórico referente del movimiento social antagonista en la urbe condal, con 17 años de trayectoria, lucha y cultura libre y rebelde a sus espaldas, lo que les ha permitido construir fuertes lazos con el barrio, creando un tejido vecinal que ha dado sus frutos en las movilizaciones de estos días, donde miles de personas de todas las edades y condiciones gritaron contra la especulación y la falta de espacios desde donde replantear lo existente y transformar las relaciones en clave anticapitalista y autogestionaria, mientras otrxs menos pacientes y más apasionadxs y sedientxs de devolver a los perros del sistema un poco de la rabia que siembran día a día, destrozaban sucursales bancarias, atacaban a la policía y a los periodistas de los mass-media, bloqueaban con barricadas el tránsito automatizado de mercancía y personas e incluso prendían fuego a la maquinaria de demolición aparcada en el terreno de la okupa. Una venganza digna que aun no se ha detenido, ya que continuaba hoy con nuevas movilizaciones, y seguia extendiéndose en lo que muchxs ya califican de «Efecto Can Vies», que desde redes sociales se presenta como el nuevo Gamonal, en referencia a otro ejemplo reciente de movilización vecinal masiva en este barrio burgalés donde la paralización definitiva de las obras de un boulevard que hizo salir a la calle a todo el barrio (una retirada a tiempo es mejor que una derrota, ¿no es asi, señor alcalde?) calmó el conflicto pero no las conciencias

Y es que el totalitarismo de sus metrópolis no sirve con quienes han habitado o conocido espacios libres de mercantilismo, llenos de vida y pasión, de sueños y esperanzas, donde ni el aburrimiento ni la monotonía del status-quo tienen cabida, aventurándose en nuevas maneras de hacer política pero, sobre todo, de relacionarse y desobedecer. Vuestras ciudades son tristes. Queréis lugares desprovistos de participación donde todo esté automatizado y preparado, para mantenernos alienadxs de nuestras necesidades y de aquellos recursos que necesitamos verdaderamente para satisfacerlas, entregadxs al trabajo hipnótico y absurdo para mantener girando unos engranajes que fabrican entre pantallas y vallas nuevos deseos de usar y tirar, experiencias sintéticas, «comodidades» electrodomésticas e inalcanzables ideales de vida que perseguir mientras poco a poco perdemos el aliento y la autoestima, para acabar fundidos en la turba sin rostro, multitudes difusas recorriendo cabizbajas calles rodeadas de escaparates, cámaras y publicidad, un decorado estéril de tranquilidad, seguridad y armonía que se rompe con la misma facilidad que los cristales de comercios y bancos cada vez que la programación del sistema falla y la masa deja de serlo para convertirse en personas libres que ponen en común sus esfuerzos y se organizan de forma autónoma para poner fin al espectáculo social y reventar las miserables condiciones de existencia que éste impone.

Ahora, lxs compañerxs de la revista antidesarrollista y libertaria Argelaga han publicado en su blog un texto acerca de Can Vies, su papel en una Barcelona convertida en marca turística, su desalojo y las respuestas que se dieron en la calle. Tras recibirlo en el correo electrónico, os lo dejo a continuación para su lectura, reflexión y debate. Para otros textos, información y noticias de la publicación, visitad el blog de Argelaga aquí.

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Can Vies: La razón de la fuerza en la Barcelona policial

Cuando la fuerza de la razón es sometida por la razón de la fuerza, no todo el mundo puede hablar de ley ni de derecho. En esta situación la ley es arbitraria y su aplicación no se desprende de un Estado de derecho, sino de un Estado de abuso donde la violencia monopolizada por el gobierno está al servicio de intereses privilegiados. En este caso la resistencia al abuso es legítima; es más, el derecho a resistir y defenderse es el único derecho de verdad. Por tanto, desde el punto de vista de la libertad, la dignidad y la razón, las verdaderas fuentes del derecho, la protesta contra el derribo del espacio okupado y autogestionado Can Vies, en el barrio de Sants, no puede estar más justificada. Su demolición no ha sido un pretexto para la violencia intolerable de minorías itinerantes que “se aprovechan del malestar”, tal como dicen las autoridades (y el sindicato de mossos de UGT): simplemente ha sido una muestra de la barbarie institucional, gratuita y salvaje, como suele ser.

La metrópolis llamada Barcelona no es un amplio asentamiento organizado por una comunidad de habitantes como cuando se fundó; tampoco es una ciudad industrial llena de trabajadores fabriles como era antes; el hacinamiento barcelonés es sólo un espacio abierto y pacífico de consumidores, donde todo movimiento humano debe ser regulado y controlado para garantizar su transparencia y su función. Quien manda en Barcelona no son los vecinos, sino una casta política y financiera, vertical y autoritaria, parásita y usurpadora, que hace de la gestión urbana su modo privilegiado de vida. Lo que cuenta para los dirigentes es la “marca Barcelona”, es decir, que el municipio dé una imagen aseada y tranquila, como la de un centro comercial o un parque temático, buena para los negocios, las compras, el ocio mercantilizado y el turismo. Resulta evidente que el espectáculo de una Barcelona consumible por horas necesita un espacio sin contradicciones ni ambigüedades, completamente sometido y al alcance del comprador.

El nuevo modelo urbano no puede permitir la existencia de espacios realmente públicos, sin mediaciones ni barreras, y menos aún de lugares gestionados horizontalmente: todo debe funcionar como un escenario jerarquizado y monitorizado, donde tecnologías, ordenanzas, mobiliario urbano y urbanismo están al servicio de los dirigentes expoliadores. El ejercicio de la autoridad en estas condiciones es fundamentalmente policial; en esta fase, la política se confunde con la represión: gestión, vigilancia y orden son la misma cosa, por lo que el gobierno ejerce sobre todo desde la conselleria de orden público. La política es entonces, no asunto de políticos, sino de las implacables fuerzas de seguridad. Todos los problemas políticos y sociales que este modelo aberrante de ciudad constantemente provoca nunca serán reconocidos como tales, ya que la población no tiene ningún derecho a quejarse del mejor de los mundos. La única respuesta del poder dominante secuestrador de la decisión popular es la violencia.

Está claro que en el tema de Can Vies, las autoridades municipales nunca tuvieron la intención de ofrecer alternativas que se saliesen del circuito burocrático oficial, y que todo encuentro se vertía a la manipulación y la mentira, porque al proponer un espacio tutelado inaceptable lo que querían realmente era suprimir este espacio libre. El dispositivo policial desproporcionado para hacer efectivo el desalojo lo demuestra. No contaban ni con la ayuda de otros colectivos ni con el apoyo vecinal del centro. Tampoco se esperarían la solidaridad de otros barrios, tal como sucedió en la madrugada. Por eso las fuerzas del orden injusto fueron inicialmente sorprendidas. ¿Donde estaba el cañón ultrasónico y por qué no se tiraron enseguida proyectiles viscoelásticos? Esto se preguntaba el representante del sindicato policial SMT-CCOO, pues hay que decir que la represión es un trabajo de mercenarios asalariados regulado por convenio y balas FOAM, y lo que interesa a los sindicatos es hacerlo a fondo y sin ningún riesgo. La respuesta todo el mundo la ha visto. Ocupación casi militar del barrio, violencia policial indiscriminada, detenidos y heridos…

Todo el esfuerzo mediático del alcalde Trias, el consejero de orden público Espadaler y el concejal del distrito Sants-Montjuïc Jordi Martí, ha sido dirigido, primero, a defender la acción violenta de la policía, “defensora del derecho de propiedad ” y “ejecutora de una sentencia firme del Tribunal Supremo”. De hecho, no se han explicado demasiado: “mal iríamos si la policía tuviera que justificarse” (Espadaler), “las fuerzas de seguridad tienen razón. Cuando los mossos actúan es por algo” (Trias). Segundo, el esfuerzo también se encaminaba a presentar las protestas como la obra de grupos violentos infiltrados, con la idea de dividir la protesta entre pacíficos y radicales “antisistema”, a fin de “encontrar fórmulas de consenso” con unos y de apalear y encarcelar a los demás. Es una vieja táctica política que sale a relucir cuando la fuerza no ha dado todo el resultado deseado. La demagogia dirigente da asco pero es la que es. ¡No culpamos a las autoridades de falta de sutileza, cuando la única falta que necesitan es la de escrúpulos!

Bueno pues, no estamos ante un hecho inusual aislado, dentro de un marco democrático perfecto, donde todos tienen cabida y posibilidades. En realidad la iniquidad de las autoridades y la brutalidad de las fuerzas policiales serán cada vez más habituales si la población no se resigna a hacer lo que le mandan. Porque ella nunca tiene razón, no es soberana, ya que no tiene fuerza, o mejor dicho, no tiene el monopolio de la fuerza que la ley de la dominación otorga a los gobernantes. El dominio total del Capital exige un tipo de espacio urbano gestionado como una empresa y apaciguado como una prisión. Dentro de este espacio no caben formas de hacer asamblearias, ni formas de vivir al margen de la economía de mercado. Allí, el marco no puede ser más autoritario, y la política no se distingue del control social. En un mundo orientado hacia el totalitarismo, la gestión política es represión.

Can Vies era una piedra en el zapato del poder en Barcelona. Parece que este no se la ha podido quitar con facilidad. La resistencia al derribo ha sido ejemplar en muchos aspectos, prueba que hay gente que no se adapta al comportamiento esclavo que le piden. Esto es motivo de alegría. Y como las piedras no deben faltar (hoy hay un montón de concentraciones), ¡confiamos en un futuro cercano tener muchos otros!

La lucha continúa. Visca Can Vies!

Revista Argelaga
Miércoles, 28 de mayo de 2014

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