4 de febrero, triste efeméride de impunidad policial.

Antes de nada, decir que no pretendo con ésto fetichizar la muerte de Patricia Heras, ni convertirla en una mártir. Quienes hayan leído y comprendido su poesía suicida, sabían que esta poetisa difunta flirteaba con la muerte desde antes del 4-F. Sus motivos sólo los conocía ella. Quizá fue la soledad que asola este mundo de personas que no conocen a quienes lxs rodean pese a que viven cada vez más amontonadas en psiquiátricos urbanos superpoblados. Quizá fue, simplemente, el instinto de una visión de la vida demasiado hedonista, o la búsqueda del único fragmento de libertad genuína que nos queda, decidir cuándo terminar con nuestros días. No tiene sentido, sin embargo, pararse a elucubrar sobre ésto. Como he dicho, sólo ella lo sabía, pero a Patricia ya no podemos preguntarle, y la única forma de conocer sus sueños y sus demonios es leer su blog, el cual podéis ver clickando a continuación en el título: Poeta Difunta.

Patricia Heras acudió a un hospital tras caerse de la bicicleta cuando volvía a casa tras una noche de fiesta aquella mañana del 4 de febrero. Del hospital al infierno. Fue detenida, acusada de participar en unos inexistentes disturbios donde se habló de unas piedras también inexistentes que habían causado la lesión que, en realidad, causó una maceta caída de un balcón a larga distancia de allí, en otro punto distinto de la ciudad, a un madero de la Guardia Urbana, dejándole en estado vegetativo, mientras llevaba a cabo con sus compañeros una redada contra una fiesta ilegal en una casa presuntamente okupada. Tiempo en la cárcel, tercer grado, un día no quiso regresar a dormir tras las rejas, dejó una nota y decidió dar los últimos pasos de su camino al vacío, suicidándose aquella tarde maldita del 26 de abril de 2006.

Otros, más fuertes para unos y más cobardes para otros, y esto tampoco tiene sentido reflexionarlo, permanecieron en prisión largo tiempo por crímenes que no sólo no habían sido cometidos por ellos, sino que nunca habían sucedido. Todo para esconder la impunidad policial y la inefectividad de sus cuerpos represores, las mentiras de altos mandos de la guardia urbana con la complicidad de los principales medios de comunicación y la arbitrariedad con la que se aplican los «castigos ejemplificantes», así como el racismo, pues son de destacar los insultos y malos tratos que algunos detenidos sufrieron por su origen sudamericano. Todo para esconder que nunca hubo ninguna pedrada que impactase contra la cabeza del policía, tal y como reconocieron los médicos forenses y el propio alcalde, por entonces Joan Clos, que habló sobre el informe policial inicial donde se especificaba claramente que fue una maceta caída de un balcón lo que lesionó al agente, un informe que luego desapareció «misteriosamente», para ser sustituído por otro falso donde se contaba la nueva versión oficial.

Hoy, la situación de los detenidos ha mejorado, y Rodri y otros pueden volver a estar con lxs suyxs. Un cine se ha okupado en Barcelona en memoria de este caso, y otros proyectos continúan avanzan con rabia y alegría. Sin embargo cada 4 de febrero regresa un recuerdo sangrante. Cada 4 de febrero odio, rabia, pero también memoria. Dejo, por tanto, el poema que Patricia Heras escribió antes de terminar con su dolor, un dolor que contribuyeron a hacer insoportable personas sin alma y sin corazón, que deciden los destinos de otros sentados en sus poltronas desde donde contemplan el mundo que están destruyendo con una economía enloquecida y unos tercos deseos de dominación.

Patri, tu poesía suicida sigue bailando la noche en las podridas calles de esta vida.
Maderos, bastardos, lo pagaréis caro

——————

“Absolución”

He ahorcado a mi inocencia.
Su orgullo adolecido aún voraz no impide que se mee encima,
su belleza efímera,
expira con los últimos latidos suplicantes.
Perdida entre flujos corporales viscosos y detritos.
La he visto patalear rabiosa e indefensa hasta morir,
parecía más humana que yo,
en su rostro desfigurado leo un pánico sumiso y crudo
que me arde entre las piernas…
Le he cortado el cuello a mi ilusión,
la colgué de un semáforo ciego
y vi cómo se desangraba incrédula,
borboteando nerviosa,
vi el dolor brillar muy cerca,
se fue apagando velado tras su mísero destino.
Abro la caja y está vacía.

Esta entrada ha sido publicada en Noticias, Noticias y comunicados, Textos y etiquetada como , , , , , . Guarda el enlace permanente.