Recibo en el correo electrónico el siguiente comunicado informando de la detención de un compañero alemán en la ciudad venezolana de Mérida a principios del mes de julio. El compa permanecía fugado desde hacía aproximadamente 20 años, cuando fue acusado de participar en una acción del grupo armado K.O.M.I.T.E.E., que consistió en intentar volar los muros de una cárcel de deportación (lo que vendría siendo un C.I.E. en el Estado español, es decir, un centro penitenciario especial para encerrar y torturar a personas indocumentadas tras su arresto, mientras se prepara y organiza su expulsión).
Por ahora, hay que esperar para tener más datos sobre las circunstancias exactas de su detención,, y para conocer los planes que la «justicia» de Maduro reserva para el compañero, aunque se sabe que el Fiscal General del Estado alemán ha iniciado ya los trámites y papeleos para intentar lograr que el compa sea extraditado a Alemania. Sin embargo, vemos una vez más cómo el Estado venezolano, al que muchxs tienen como un ejemplo de libertad y justicia (ugh, esperad un momento, voy a vomitar al váter, vengo ahora…) actúa arrestando y encerrando a quienes durante toda su vida han luchado por la demolición de las maquinarias represivas, haciendo de la solidaridad internacionalista una práctica real y devolviendo a la izquierda autónoma su carácter revolucionario y ofensivo.
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A principios de Julio fue detenido en Mérida (Venezuela) nuestro compañero Bernhardt. Bernhardt se encontraba -al igual que otras dos compañeras- fugado desde hace aproximadamente 20 años, tras un intento fallido de volar con explosivos la cárcel de deportación de Berlin-Grünau, siendo acusado por la justicia alemana de haber participado directamente en la acción y ser miembro del grupo militante K.O.M.I.T.E.E.
Con esta acción el K.O.M.I.T.E.E pretendía combatir de forma activa el racismo estructural e institucionalizado en la política alemana: en el 1993 el Partido de lxs Trabajadorxs Kurdxs (PKK) fue prohibido por el Estado alemán, y desde entonces miles de exiliadxs que buscan refugio en la Alemania Federal tuvieron (y tienen) que contar con ser deportadxs al Estado torturador de Turquía y por lo tanto a la muerte. También en esa época el gobierno inició la deportación masiva de miles de refugiadxs de guerra procedentes de la antigua Yugoslavia, mientras que los pogromos racistas contra las casas de acogida de refugiadxs eran aún recientes, y no sólo los de Rostock y Hoyerswerda. La transformación de la antigua cárcel de mujeres de la RDA en un centro de deportación, que debía tener capacidad para albergar (y desgraciadamente la tuvo) para encerrar hasta 400 refugiados previamente a su deportación, supuso una ocasión propicia para llevar a cabo un ataque de este tipo. Si el sabotaje hubiese tenido éxito, habría sido algo más que una acción meramente simbólica, puesto que como mínimo la maquinaria de deportación del Estado federal de Berlin habría resultado significativamente mermada. Desgraciadamente, la acción acabó mal y tres personas tuvieron que desaparecer.
Un año atrás el K.O.M.I.T.E.E. había llevado a cabo un atentado contra instalaciones del ejército alemán en Bad Freienwalde (cerca de Berlín), incendiando el edificio. Esta acción debía ser un ataque contra el militarismo alemán y especialmente contra el apoyo masivo de Alemania a Turquía en su combate contra la lucha de liberación kurda.
Hasta el momento se sabe poco del trasfondo de la detención de Bernhardt. Los medios alemanes no habían informado del suceso hasta hace pocos días. Sin embargo, lo que está claro es que el Fiscal General del Estado alemán ha iniciado el procedimiento y se está esforzando en conseguir que las instituciones venezolanas lo extraditen a Alemania.
En el momento actual pensamos que la prioridad es evitar la extradición de Bernhardt y poner en marcha la solidaridad internacional. Pensamos también que su detención debería ser una ocasión para, aparte de reflexionar sobre cómo llevar a cabo una campaña de solidaridad, poder discutir perspectivas entorno a a un antirracismo militante. La situación de lxs refugiadxs en los países de la Unión Europea no ha dejado de empeorar desde mitades de los años ’90 y reina un amplio consenso sobre la conveniencia de aislar la Fortaleza Europa, mientras que la praxis antirracista -si es que se da localmente – cada vez tiene menos que ofrecer aparte del trabajo de apoyo individualizado y la «ayuda“ a lxs afectadxs, sin en cambio tener en el punto de mira las estructuras racistas institucionales.
Para evitar malentendidos: Vaya nuestro respeto a aquellxs que con su práctica intenten confrontar de alguna manera el racismo diario y apoyar activamente a lxs refugiadxs. Pese a todo, sigue siendo hora de volver a pensar formas de acción que representen una intervención concreta y efectiva contra la maquinaria de deportación europea.
¡Libertad para Bernardt! – Libertad para todos los prisioneros!
¡Viva la solidaridad internacional! ¡Guerra a la Fortaleza Europa!
Notas
1. Procedentes del callejón sin salida en el que se encontraba la izquierda radical y el movimiento autónomo en la Alemania Federal a mediados de los años 90, el grupo K.O.M.I.T.E.E insistía en llevar a cabo el intento de oponer una práctica militante a las relaciones sociales existentes. Vincularon esta práctica, entre otras, a la lucha de liberación kurda -poniendo sobre la mesa el rol de la RFA en dicho conflicto- o a la política racista de Alemania respecto a lxs refugiadxs, desarrollando tambien perspectivas sobre otros temas como el Rolleback sexista, el incremento de estructuras fascistas, etc. Despues de la acción fallida de Berlin-Grünau el grupo se disolvió. A continuación transcribimos un fragmento del comunicado de la acción de Berlin-Grünau, texto en el que hacen pública la decisión de disolverse:
«[…] Una praxis militante podría ser una de las palancas con las que romper la dinámica de «caminar en círculos» en el que se encuentra la izquierda, dinámica que consiste en la pérdida de credibilidad externa y en la asimilación y la falta de combatividad internas. Una crítica radical de la dominación, de la opresión y de la explotación, que junto a su correspondiente praxis no busca, encuentra y utiliza todos los medios de resistencia, necesariamente acaba por dejar de creer en sí misma. Fijémonos en nuestro ejemplo: Una izquierda que argumenta correctamente que edificar y hacer funcionar una cárcel de deportación es un crimen, pero que no considera seriamente todas las posibilidades de evitar su construcción, lleva ella misma a un nivel más profundo su falta de perspectiva y en su cabeza ya ha asimilado la derrota. Puede que nuestros métodos, de haber sido exitosos, no habrían sido los únicos, tal vez ni siquiera los mejores, pero siempre habrían sido preferibles a la queja sobre la falta de perspectivas de una política de izquierdas en una sociedad que se mueve hacia la derecha.”
2. El Ministro de Justicia ordenó en febrero de 1993 la ilegalización del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) y de todas las organizaciones de su entorno. Tras el golpe de Estado militar en 1980 en Turquía y desde el inicio en 1984 del levantamiento del PKK en la zona turca ocupada del Kurdistán se exiliaron a Alemania cientos de miles de kurdos y kurdas. Ya desde mediados de los años ’80 la justicia alemana venía procesando activistas kurdxs. A principios de los ’90 el movimiento kurdo es objeto de una masiva campaña de difamación impulsada desde partidos políticos y medios de comunicación. Difamación que finalmente culmina en la ilegalización. El Estado alemán es uno de los aliados militares más importantes de Turquía, tanto en lo que respecta al suminsitro de armas como de formación. De este modo, unidades del ejército alemán forman a militares turcos, tambien en tácticas de contrainsurgencia directamente sobre zona kurda.
3. A principios de los años 90, en el clima social immediatamente posterior a la anexión de la DDR a Alemania del Oeste, se dió un gran número de pogromos racistas, e incluso asesinatos en muchas ciudades alemanas. Los ataques de neonazis, de varios días de duración y ovacionados por la población alemana, perpetrados contra refugiadxs en Hoyerswerda (1991) y Rostock-Lichtenhagen (1992), donde lxs atacantes lanzaron artefactos incendiarios contra hogares de asilo mientras los maderos se limitaban a observar los hechos pasivamente, permanecen en la memoria de la izquierda como símbolos tristes del ambiente racista predominante en la nueva Alemania «reunificada». El Estado alemán reaccionó a los pogromos básicamente eliminando -en la práctica- el derecho fundamental de Asilo. Rostock y Lichtenhagen son al mismo tiempo los más importantes puntos de partida y de referencia del nuevo movimiento antifascista surgido en los años ’90.