Recogemos de Act For Freedom Now! en inglés, traducimos a castellano y difundimos este comunicado anónimo, titulado Luchar contra el olvido y que surge a raíz de la muerte «accidental» de una mujer afgana llamada Feride y su hijo pequeño en un incendio que se declaró en uno de los contenedores donde el Estado griego hacina a las prisioneras del «campo de refugiades» (campo de concentración) de Moria, en la zona de Mitilini (isla de Lesbos) el pasado domingo 29 de septiembre. En el incendio, al menos 5 personas más resultaron heridas y otras afirmaron experimentar problemas respiratorios por la ingesta de humo. Tras la tragedia, estallaron enfrentamientos entre algunes de les «refus» y la madera, cuando les preses arrojaron piedras y otros objetos a los antidisturbios y éstos arrojaron gas lacrimógeno.
Aunque las autoridades afirman que el incendio fue «accidental», algunes de les prisioneres del centro de Moria dijeron que se tardó deliberadamente en dejar entrar a personal de bomberos para apagar el fuego, y en cualquier caso, esa mujer y el niño no habrían muerto si no existiesen unas políticas migratorias racistas y xenófobas, un marco de supremacía blanca y un colonialismo e imperialismo estructurales que obligan a esas personas a arriesgar sus vidas en una peligrosa incertidumbre con tal de escapar de las guerras de agresión y la miseria en sus países con las que Occidente sustenta nuestro modo de vida, para terminar amontonadas en contenedores como bolsas de basura, mientras los tecnócratas y sus funcionarios negocian sus vidas y les reducen a estadísticas y valores numéricos. Incluso si el incendio fue «accidental», no hay nada de accidental en que esa mujer y su niño estuviesen encerrades alli, ni en la existencia de fronteras y de un sistema genocida que las utiliza para continuar dividiendo a la humanidad.
Los responsables son el Estado griego, sus cuerpos policiales, sus burócratas y todas las ONG y demás mafias de la caridad que sacan tajada de la industria del confinamiento migratorio.
Por Feride y por todas las demás, ni olvido ni perdón.
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LUCHAR CONTRA EL OLVIDO
La muerte está de vuelta en sus lugares bien conocidos, era domingo por la tarde dentro del campo de Moria. No estábamos preparados así que no no lo hicimos, no pudimos recuperar a Feride de sus manos. La cara de la muerte, nos cegó a través de los cristales de los cascos de los soldados policiales. El olor de la muerte casi nos ahogó a través de los gases lacrimógenos. Alí descubrió la piedra, Narges descubrió el fuego. Como en una antigua tragedia, hemos sido más humanos que nunca. Ellos nunca admitirán en las noticias que nuestra decisión de atacar fue nuestro último esfuerzo por permanecer humanos. Una vez más, los periodistas hablarán sobre números, seguirán hablando de malentendidos. Para que la división nunca se detenga… gracias a los toscos modales profesionales de los soldados policiales, que irrumpen en las casas de los pobres en Atenas. Llegaron por la noche, tarde, atraídos por el intenso olor de lo humano. Estaban sedientos de nuestros fluidos vitales… nos estábamos secando pero en este lugar los extintores de incendios no son suficiente.
Hace mil años, no lejos de aquí, eran nuestras abuelas y abuelos quienes bajo el látigo construyeron los palacios de sus amos. Durante las noches, en los campos de detención donde los esclavos estaban atrapados, podías escuchar historias de terror entre los suspiros. Eslabones de las mismas cadenas, que los padres ataron a sus hijes. Una cadena de malentendidos, que llega hasta nuestros días. Todavía puedes oír los llantos de desesperación procedentes de los mismos muros de hormigón y ver los alambres trenzados manchados de sangre. Ese es el motivo por el que les turistas nunca visitan los guetos de las ciudades modernas. Ese es el motivo por el cual la mayor parte de la brutal violencia de los Estados está siempre dirigida hacia aquellos en jaulas, hacia quienes son castigados por su origen, hacia quienes son colocados en la base de la pirámide social. Nosotros estamos acostados aquí, mientras nuestras hermanas y hermanos allí, en los apartamentos, buscan algún terreno donde florecer. Buscan una casa para alquilar, pero su dinero se acaba y tienen hambre. Junto a ellas, extranjeras asustadas, parece que acaban de salir de la sala de torturas. “Libres” y arruinadas en nuestro infierno local. Ahí fuera, en el mundo de los más afortunados y “capaces”, nuestras necesidades son apostadas en la ruleta, día tras día; nuestras personalidades se rompen en pedazos por la maquinaria de terrorismo del Estado. En este mundo si ganas algo lo olvidas inmediatamente. Olvidas porque recuerdas la violencia. Violencia a la que puedes haber sobrevivido o de la que simplemente puedes haber sido testigo, aunque permanezcas en silencio. De los apartamentos de las monstruosas ciudades hasta Moria es un camino corto. Y a tu lado, todos los mercenarios del Estado para recordarte que debes estar agradecida de seguir respirando. Probablemente nunca conociste a Feride. Quizá nunca sepamos nada sobre ella, como nunca supimos nada de las otras muchas muertes “accidentales”. Pero estamos seguras de que fue obligada a hacer un balance entre la dignidad y la pobreza. Entre los sueños y las cadenas. Como cada persona presa es obligada a hacer sobre una base cotidiana. Porque lugares como Moria son la Zona Cero del capitalismo y los márgenes de vuestras sociedades europeas. Estamos aquí, preparados para convertirnos en parte de un mundo de pobreza, en los degradados bloques de apartamentos de vuestras metrópolis modernas. Preparados para romper nuestros cuerpos en los campos de trabajo de la agricultura industrial en los que ya están preparando nuestras celdas. Fuimos forjadas en la humillación de la fila para el pan, las filas para ir al lavabo, las inspecciones y la burocracia. Fuimos reguladas por los mercenarios, por los que llevan pistola y por los que llevan bolígrafos.
Cualquiera podría haber sido Feride, escribimos su nombre con todos los pobres diablos que mueren cotidianamente en el interior de los guetos y las prisiones que habéis creado. Todas estas muertes “accidentales” forjan nuestra rabia. Porque sabemos que tras ellos se esconden ciertas políticas que extienden el terreno contaminado de la explotación tanto a los vivos como a los muertos, dentro y fuera de los muros.
Ninguna de nosotras se está centrando en conocer la historia de Feride. No buscamos héroes ni heroínas, solo necesitamos un poco de calor. El fuego que la quemó viva nunca se apagó, a pesar de todas las afirmaciones hechas por la brigada de bomberos. La mantenemos viva para que pueda arrojar luz a todas estas muertes “accidentales”. Junto a ella, están todas aquellas que murieron por las bajas temperaturas o por la superpoblación, hace solo unas yardas de aquí. Los millares que se ahogaron justo antes de llegar a las costas mientras barcos de guerra negociaban con sus cuerpos.
Por todos estos crímenes, hay que culpar a unos criminales comunes. Detentan ciertos puestos de poder y sus identidades son conocidas. Entre ellos están los líderes políticos de los poderes imperialistas y sus representantes. Junto a ellos se encuentra el personal ejecutivo y administrativo que aplica sus políticas. Aquellos que aceptan poner su empleo por encima de la lucha por la dignidad, la supervivencia, el reconocimiento social y la justicia. Junto a Moria yacen Amigdaleza, Korydallos y Petrou Ralli. Ninguna condición humanamente admisible podrá existir jamás en esos lugares. Reducir el número de prisioneras en Moria no es suficiente. Nadie puede ser salvada con nuevos paquetes de rescate de las organizaciones humanitarias. En ninguna fabrica construida por el beneficio puede jamás existir lugar para lo humano. En cada excavación minera, en cada oficina de una corporación multinacional, no hay lugar para las humanas. Incluso si envolvemos Moria en llamas, nuestros problemas no se solucionarán. Al menos nadie llorará. No hay duda sobre eso.
Ellos siguen preguntando ¿cuántos son los muertos? Nosotras seguimos respondiendo: ¿a quiénes contáis? ¿Contáis a los muertos vivientes? Las celdas son las mismas para todos, lo único que difiere son solo nuestros límites. Ningun documento oficial nos hará jamás olvidar a nuestros hermanos y hermanas. Decir que no olvido significa que no dejo de resistir. Enfrentémonos como si ya no tuviésemos nada más que perder.
LUCHAR HASTA EL FINAL
contra todos los tipos de encarcelamiento.
Defendiendo nuestras vidas a través de la solidaridad
POR TODOS LOS MEDIOS