Recojo de Insurrection News y traduzco este texto de la compañera encarcelada en Alemania acusada de expropiar una sucursal de Pax Bank (banco del Vaticano) en Aachen, acerca de las implicaciones de ser mujer o persona racializada dentro de las cárceles alemanas.
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Abajo con el Patriarcado: Sobre los problemas sociales, racistas y patriarcales afrontados por las mujeres en prisión.
En general es bien sabido que la sociedad alemana está plagada de desigualdad. Las clases altas están seguras y cuidadas de ello, no tienen preocupaciones existenciales y, a pesar de todos los problemas más amplios del mundo, son capaces de ofrecer a sus niñes un futuro prometedor que no está disponible para las clases inferiores. Mientras una pequeña minoría de gente es capaz de enriquecerse, la mayoría es abandonada a existir en el mínimo indispensable, trabajando por una mierda de salario bajo y siendo empujades constantemente hacia el consumo sin sentido de modo que el sistema impulsado por las ganancias en el que vivimos pueda continuar funcionando. Mientras algunes toman el sol en sus extravagantemente caros yates en el Mediterráneo, o vuelan alrededor del globo en sus jets privados, muches no pueden permitirse ir de vacaciones una sola vez en sus vidas, o pagar su alquiler o su factura eléctrica, o comprarse un par de dientes nuevos. Mientras super-ricos salvan su abundante riqueza de los impuestos asegurándola en paraísos fiscales marítimos o empresas fantasma*, por las cuales nunca afrontan ningún proceso judicial serio, les pobres están cumpliendo meses o años en prisión por multas o delitos menores – por sumas de dinero que la gente rica gasta en cuestión de minutos sobre una base diaria.
El Estado y los medios promueven la idea de que todes les niñes nacen en un mundo de oportunidades iguales, pero todes les niñes saben que aquelles que son ricos y poderoses no acaban en prisión porque pueden permitirse un abogado bueno y caro. Aquelles que tienen un mal abogado o que, debido a razones sociales o racistas, son percibides como uno de los «sospechosos habituales», simplemente tuvieron mala suerte. Aquelles que no saben usar el lenguaje alemán o no pueden escribirlo o leerlo, prácticamente no tienen oportunidades de ser defendides y son constantemente dependientes de la ayuda de otres que, a menudo, no están disponibles. La sociedad no se preocupa de nada de ésto. Como es habitual es creada una imagen del enemigo alrededor de la idea del extranjero criminal, el terrorista árabe y del norte de África y les refugiades peligroses que deberían ser encerrades o deportades lo antes posible. A Alemania le gusta promoverse a sí misma como un país que está abierto al mundo y que acoge refugiades pero esto es sólo en casos en los que se integren con éxito en el sistema laboral para que puedan lucrarse a su costa, o cuando permiten ser etiquetades como víctimas. Cuando, sin embargo, vienen a Alemania como familias o en sus llamadas «pandillas» lógicamente esperando encontrar una mejor manera de sobrevivir en un país rico donde la gente tienen más que elles, entonces no sólo son encerrades o deportades sino también convertides en un ejemplo y usades para justificar políticas xenófobas. Para el Estado esto es todo acerca de la protección de los ricos y de sus bienes. Aquelles que rechacen esta noción de propiedad serán castigades con la mayor dureza. Las prisiones están llenas con les llamades rateros, estafadores, atracadores y ladrones, no con asesinos y violadores como a menudo se presenta. Y por supuesto la cuota de extranjeres es muy alta pero no porque la gente extranjera sea más criminal que les alemanes sino porque en general pertenecen a las clases bajas. En una tierra de inmigrantes como Alemania este siempre fue el caso y así es como va a seguir.
Hay otro punto que debe ser mencionado aquí que quizás sobrepasa las ya citadas desigualdades y opresiones estructurales: la violencia patriarcal. Y la que afecta a las mujeres en prisión más aun. Las mujeres representan un pequeño porcentaje de la población reclusa. En su conjunto y por esta razón sus necesidades son difícilmente consideradas. La salud, las opciones relacionadas con la medicina y la higiene disponibles para las mujeres en las prisiones o las instalaciones para mujeres son malísimas. Fundamentalmente hay más actividades, opciones deportivas y educativas o de entrenamiento para hombres que para mujeres. La mayoría de mujeres vienen directamente de situaciones de violencia doméstica o sexual, a menudo han sido obligadas a robar por sus maridos o padres o están encarceladas porque se han defendido contra sus maltratadores. Si las mjeres toman parte en una actividad criminal el Estado y la sociedad se escandalizan a un nivel sexual especialmente si las mujeres asumen roles que normalmente cumplen los hombres. Al margen de ésto, el Estado aun hoy mantiene su control y su poder de decisión sobre los cuerpos de las mujeres y, cuando es necesario, las mantiene como responsables penales si rechazan entregar sus cuerpos a la autoridad. Nada ha cambiado realmente desde la Edad Media, es simplemente el caso de que en lugar de mujeres siendo quemadas en el Estado ahora terminan en prisión. Mientras los hombres son visitados a menudo por sus esposas en prisión, a la inversa es mucho más raro. A menudo los maridos de las mujeres en prisión están también encarcelados, en fuga o no se preocupan por ellas. Además, casi todas las mujeres presas tienen hijes en el exterior y por tanto el problema de quién puede cuidar de elles. Así, las mujeres son obligadas a cuidar de sus familias y a mantenerlas unidas desde dentro de la prisión a pesar de ser enormemente difícil organizarse. En el mejor de los casos las mujeres siguen teniendo contacto con sus madres. Finalmente, en casi todas las culturas las mujeres presas son mal vistas y despreciadas, e incluso más si son sospechosas de haber sido violentas ya que cualquier acto de auto-empoderamiento rechaza el clásico rol de las mujeres. En este sentido se puede ver cómo las estructuras patriarcales del Estado y la ley trabajan junto con las dinámicas de poder familiar hacia la completa dominación y opresión de las mujeres.
Y a pesar de esta aplastante realidad pequeñas iniciativas de autodeterminación y auto-organización entre mujeres en prisión continúan existiendo. Es quizás el caso de que la empatía es más fuerte que entre hombres, en ciertas situaciones la gente a veces ayudará a otras y mostrará solidaridad con aquellas que son más débiles o menos privilegiadas o rebeldes. Cada ejemplo de tal comportamiento y gestos, incluso los más pequeños, es vital para cada individua en prisión pero también es una señal contra la opresión y las estructuras de la represión.
¡La lucha continúa – Hasta que todas las prisiones sean destruidas!
Por la liberación total de todas las estructuras de poder sociales, racistas y patriarcales.
¡Fuerza, rabia y rebelión para todes aquelles en lucha!
¡Libertad para todes!
Enero 2017