En este blog se habían publicado ya algunas reflexiones propias y ajenas (como las de un colectivo anarquista sudafricano, por ejemplo) sobre la figura de Nelson Mandela, su papel en la lucha contra el apartheid y la exclusión racista en Sudáfrica y cómo cambiaron las cosas gracias a su lucha, la cual, como todo, tiene puntos que, desde mi punto de vista, son muy criticables (especialmente en su etapa final, cuando asumió la presidencia de Sudáfrica y junto a su familia comenzó a invertir en negocios que poco tenían que ver con la libertad y la dignidad para su pueblo), así como también acerca del aprovechamiento que las élites del sistema, o al menos aquellas que gustan más de ponerse el disfraz «progre», han hecho de la memoria e historia de Mandela. Sin embargo, negar la importancia que tuvo su lucha (centrándonos en la parte de la misma que es menos comentada, casualmente, por los medios burgueses, es decir, la relativa a su actividad armada y guerrillera contra el colonialismo británico) es algo en lo que no caeré por ser una falacia de campeonato.
Continuando con ésto, y a pesar de que ya han pasado unas semanas, he querido traducir este texto que recibí en su versión en portugués de la mano de lxs compas de ANA (Agência de Noticias Anarquistas) y que contiene algunas reflexiones de Mumia Abu Jamal acerca de la figura de Mandela. A pesar de ciertas connotaciones nacionalistas y de otros aspectos del texto que no comparto y que incluso me desagradan un poco, considero importante difundirlo, del mismo modo que en su momento han sido difundidos materiales de otras luchas como por ejemplo la del pueblo mapuche, con la que también me solidarizo totalmente pese a las diferencias que mantengo con ellxs y a que también tienen como centro la liberación nacional de su pueblo con respecto a la discriminación racial y el expolio de sus tierras y dignidad por parte de los Estados chileno y argentino.
Hoy el racismo se camufla, se institucionaliza y se viste de democrático con leyes de extranjería, control migratorio y tratados de circulación para las personas. Sin embargo, lo que ha pasado y sigue pasando a menor escala en Sudáfrica no tiene una motivación diferente a lo que sucede en los barrios de las ciudades del Estado español donde cientos de inmigrantes hacen frente al racismo policial y a la violencia neonazi. Sólo cambia la intensidad del problema, pero el racismo ha sido, es y será mientras exista, un componente esencial del sistema capitalista en el que vivimos, y la desaparición de uno no es posible sin la destrucción del otro.
¡Mumia a la calle!
——————
Mandela purificado.
Nació en Rolihlahla en julio de 1918, en una nación donde no era realmente ciudadano, en un país llamado Unión de África del Sur que formaba parte del imperio británico.
El mundo llegaría a conocerlo como Nelson, el nombre que le puso un profesor de la escuela primaria. Nelson Mandela.
Finalmente, después de vivir 95 años, Mandela regresó junto a sus antepasadxs. Entre el nacimiento y la muerte, abrió un camino a una vida asombrosa de amor y revolución, de lucha y resistencia, de prisión y aislamiento, de libertad y… tránsito.
Con su muerte, los medios de comunicación estadounidenses lo pintaron como un tipo de líder africano de los derechos civiles, tal vez un Martin Luther King Quinto, con la aureola y el pelo blanco.
Un presidente emitió una declaración lamentando su “condena ilícita”.
De hecho, es peligrosamente engañoso hacer de Mandela un King o un Malcolm. No era ni uno ni otro.
Era simplemente él mismo: un abogado africano que utilizó cada herramienta a su disposición, legal cuando fue posible, ilegal cuando fue necesario, para resistir a un sistema que aplastaba las vidas africanas como si fuesen cáscaras de nuez. Era un revolucionario, un guerrillero armado y un comandante de un ejército guerrillero, Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación) del Congreso Nacional Africano (ANC).
Después de 1948 el gobierno de África del Sur se volvió un instrumento de terror y tortura que sólo un pueblo paranoico como los boérs sudafricanos podían montar.
Sobre el estandarte del Partido Nacional, el gobierno erigió la odiosa barrera del apartheid (estar aparte, en afrikaner), la cual llevó a la supremacía blanca y a la subordinación negra a niveles verdaderamente dolorosos y deshumanizados.
África del sur se convirtió en la encarnación del racismo blanco legalizado y de una descarada opresión brutal, planeada principalmente para obtener y explotar el trabajo de los negros al precio más bajo. A cada oportunidad, este sistema sembró humillación, dolor y violencia en la vida de lxs africanxs. Corrompió cada faceta de la vida africana – economía, educación, salud, empleo y familia – para beneficio de lxs blancxs.
El Dr. Nelson Mandela fue encarcelado después de ser encontrado culpable de sabotajes como parte de sus actividades guerrilleras, y recibió una sentencia de cadena perpetua.
El creciente movimiento contra el apartheid y la subsecuente campaña de desinversión que obligó a las instituciones occidentales a retirar su capital invertido en el régimen apartheid persuadió a los sectores líderes del poder blanco sudafricano a sentarse en la mesa negociaciones y a transformar su política.
Lo hicieron con una importante condición: Entregaron la máquina política del país al Congreso Nacional Africano (ANC), sí. Pero liberaron la economía del control político.
Kwane Nkruma, primer presidente de la Gana post-colonial dijo una vez que «La independencia política sin independencia económica es sólo una ilusión». La certeza del adagio de Nkrumah se demostró cuando se ganó la independencia sudafricana: A los negros se les abrió la puerta a cargos electivos, pero se les cerró la puerta a la inmensa riqueza del país al colocarla en manos privadas.
El Dr. Nelson Mandela fue contratado para consolidar esta situación, y hoy en día Sudáfrica es una de las naciones más desiguales económicamente sobre la faz de la tierra, sólo rebasada, tal vez, por los Estados Unidos.
Dicho esto, lo que hizo Mandela fue dirigir una nación conocida como un paria internacional y transformarla en una de las naciones más respetadas del mundo. Cerró la puerta de la historia a un país que, por lo que parece, buscaba tomar el testigo de los nazis en el racismo y el odio.
El hijo de una familia real de una tribu africana, en tierra ocupada por el imperio británico, en una nación donde la «raza» y el color de la piel de unx le daba el derecho al privilegio o a la opresión, abrió la puerta a una nueva nación cuando salió de la prisión política para llegar a la presidencia.
Esta es la mteria de una obra de gran dramatismo, de sueños hechos realidad, de pérdidas épicas, de dolorosa solidaridad, de hacer lo correcto en el momento correcto.
Mi cuñado y diplomático estadounidense me dijo una vez que Sudáfrica es el país más bello que había visto jamás, pero que sus prácticas y políticas racistas lo habían convertido en uno de los más feos.
El Dr. Nelson Rolihlahla Mandela y el enorme movimiento intenacional anti-apartheid, ayudaron a devolverle esa belleza.
Mandela inspiró a millones de personas, dentro y fuera de África del Sur. Inspiró a millones de personas blancas y europeas con lo que se llamó «reconciliación», pero lo que esto signfiicaba para ellos era que el gobierno les permitió quedarse con sus tierras y lucros ilícitos.
Lxs africanxs recibieron orgullo y dominio político; lxs blancxs recibieron riquezas, tierras y privilegios económicos.
Una vez más, lxs negrxs pagaron el precio de la «paz social» y de un acuerdo político.
Tal vez se eliminó el apartheid, pero el privilegio no.
Para millones de sudafricanxs, el largo camino a la libertad aun no ha terminado.
Desde la nación encarcelada, soy Mumia Abu-Jamal.
Domingo, 8 de diciembre de 2013.