Hace poco, en el Encuentro del Libro Anarquista de Madrid, realizado a comienzos de diciembre en el Centro Social Okupado 13-14 del barrio de Vallecas de esa ciudad, adquirí entre otros muchos materiales una copia del fanzine «Asaltar el cielo – Compilación de artículos de la revista Guerre au Paradis», editado por lxs compas de La Letra Armada (Madrid). El fanzine recopila varios textos extraídos de la revista anarquista francesa Guerre au Paradis (Guerra en el Paraíso), publicada en París en 2010 de manera aperiódica y anónima, y cuyo contenido pretendía ser un aporte para la reflexión y también un arma para la guerra social en curso y para la práctica insurreccional en el contexto actual. Para ver la revista (en francés) podéis ver el blog de la publicación haciendo click aquí.
A continuación, y tras ver que no está subido a Internet (o al menos yo no lo he encontrado), quisiera compartir uno de los textos incluídos en el fanzine, que fue extraído de Guerre au Paradis pero que se publicó originalmente en el número 4 de la publicación anarquista Willful Disobedience, editada presumiblemente por la persona que escribió y publicó varios textos firmados primero como Feral Faun y luego como Wolfi Landstreicher, y cuya identidad, bajo los pseudónimos que usaba, permanece oculta (y menos mal).
El texto que transcribo, titulado «Esperando el apocalipsis: La ideología del colapso y la evasión de la responsabilidad revolucionaria» pretende reflexionar sobre una actitud visible en determinados sectores del anarquismo primitivista y la ecología profunda, y que lleva a muchas personas a abandonar una práctica dirigida a potenciar y alimentar las luchas actuales contra la dominación, para, dando por sentado que la civilización industrial y sus sistemas se colapsarán en las próximas décadas, centrarse exclusivamente en una labor «conservacionista», de protección del medio natural restante, y no de ataque organizado y sensato a quienes lo amenazan.
Sin embargo, antes de nada, quiero aclarar que aunque publique el texto por considerarlo útil para el debate, personalmente no estoy de acuerdo con algunas de las ideas en él expresadas, como cuando dice que las personas que han planteado esta hipótesis del «apocalipsis industrial» tienden a caer en el reformismo o el diálogo con el Estado o con el Capital para conseguir «mitigar» el impacto sobre el territorio o para conseguir derechos de propiedad sobre la tierra, (algo que a mí no me parece en absoluto que sea así, ni tampoco algo tan común como para generalizar de ese modo), y yo, personalmente, orientaría la crítica en otro sentido, porque creo que es mucho más importante y necesario debatir sobre la postura de quienes, partiendo de la misma «fé» en un colapso inevitable de la que nos habla el texto, parecen limitar su acción a esperar por el colapso mientras atacan a ciegas con el ingenuo propósito de acelerar dicho colapso, sin valorar ni analizar las condiciones en las que nos encontramos, y que sin duda marcan, o deberían marcar, la articulación de cualquier práctica o proyectualidad revolucionaria o insurreccional. Dicho esto, y hechas las pertinentes aclaraciones, aquí dejo el texto para que cada cual pueda sacar sus propias conclusiones:
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Esperando el apocalipsis: La ideología del colapso y la evasión de la responsabilidad revolucionaria.
No cabe duda de que estamos viviendo tiempos aterradores, tiempos en los que es más fácil para lxs que pueden enterrar la cabeza en la arena y seguir como si todo estuviera bien. La degradación ambiental, la desintegración social, el empobrecimiento creciente en todos los ámbitos de la vida – toda la gama de consecuencias de un orden social monstruosamente desbalanceado – puede conducir fácilmente a lxs que piensan en ello a creer que hay un final de algún tipo en el horizonte. Así que no nos sorprende en absoluto que las perspectivas apocalípticas hayan surgido en muchos lados y que ya no se limiten sólo a lxs fanáticxs religiosxs. Una de las versiones de esta ideología apocalíptica es la que prevé el colapso de la civilización en las próximas décadas, provocado por el colapso ecológico, social y/o económico. Quiero abordar aquí esta forma particular de pensamiento apocalíptico ya que la encontramos con frecuencia en círculos anarquistas.
Lxs que mantienen una visión apocalíptica pueden esperar el final con esperanza o desesperación, y cualquiera de las dos sirve a la ideología del colapso. Algunxs de lxs anarcoprimitivistas que se adhieren a esta creencia ven este colapso como una gran oportunidad para reinventar formas primitivas de vida fuera de las instituciones de la civilización. A algunxs incluso parece que les gusta el sufrimiento y la muerte que ineludiblemente acompañarían tal proceso. Al parecer se olvidan de que todo este sufrimiento y muerte no reconocería distinciones entre gobernantes y gobernadxs, entre animales domésticxs y salvajes, entre civilizadxs y «primitivxs». Por otra parte, parecen ignorar el hecho de que aquellxs que han controlado el poder y los recursos hasta ahora, seguramente seguirán tratando de hacerlo cuando el mundo se derrumbe a su alrededor, y que probablemente recurran a las mismas técnicas de los señores de la guerra en Somalia o Afganistán, pero a una escala mucho mayor y con armas mucho más destructivas.
Algunxs ambientalistas radicales parecen tener una concepción algo más realista de lo que significaría este colapso. Reconociendo que el colapso de la civilización estaría ligado en gran medida a un colapso ecológico importante que supondría la devastación a gran escala de la estructura de la vida en la Tierra, la visión apocalíptica tiende a moverse hacia la desesperación, y por lo tanto, hacia las acciones desesperadas. El intento de preservar el tejido de la vida mientras la civilización caiga se convierte en el principal motivo de su actividad. Debe ser preservada a cualquier precio – incluso el de nuestros principios y nuestros sueños…
Pero el problema con el pensamiento apocalíptico es que es siempre un acto de fe. Asume la inevitabilidad del fin inminente y toma sus decisiones sobre la base de esta creencia. Al hacer una predicción sobre el futuro, las bases para la acción, lejos de construirse sobre la realidad actual que enfrentamos y los propios deseos sobre cómo queremos vivir, se fundamentan sobre una base ideológica. Por supuesto, esa base tiene una ventaja, que hace que sea mucho más fácil tomar decisiones sobre cómo ir sobre la propia lucha, porque esta limitación ideológica de posibilidades básicamente toma estas decisiones por nosotrxs. Esto merece un examen un poco más profundo.
Colocar nuestra fe en un futuro inevitable, ya sea positivo o negativo, hace que sea muy fácil acomodarnos al presente. Si la creencia de Marx en la inevitabilidad del comunismo le llevó a justificar el industrialismo y la explotación capitalista como pasos necesarios en el camino hacia este fin, la ideología del colapso inevitable termina justificando una práctica defensiva en respuesta a las devastaciones causadas por el orden dominante, por un lado, y una práctica escapista que ignora en gran medida la realidad que enfrentamos actualmente, en el otro.
La práctica defensiva que se desarrolla desde esta perspectiva nace del reconocimiento de que si la trayectoria de la civilización industrial no se controla, su colapso probablemente conducirá a tal devastación ambiental que la vida misma se vería amenazada. Así que el tipo de acción que se persigue es proteger los pocos lugares salvajes que quedan y a las personas no-civilizadas que existen actualmente y limitar los daños y perjuicios que pueden causar los sistemas tecnológico-industriales/post-industriales para disminuir la devastación del colapso. Tal lógica de defensa tiende a una práctica reformista que implica litigios, negociaciones con lxs amxs de este mundo, propuestas legislativas y la aceptación de la representación en los medios de comunicación con el fin de atraer a las masas. Esta tendencia se puede ver tanto en el movimiento ecologista radical como en los movimientos indigenistas. Por supuesto, el carácter defensivo de las luchas de los pueblos indígenas es bastante comprensible, teniendo en cuenta que como culturas realmente están enfrentando su aniquilación. No obstante, la tendencia de lucha defensiva a caer en el reformismo queda claramente manifiesta tanto aquí como en las luchas indígenas, por lo que a menudo caen en la demanda de derechos, el reconocimiento oficial, la propiedad (en la forma de derechos sobre la tierra) y similares. Y para lxs anarquistas que dicen querer una ruptura revolucionaria con el presente, el apoyo incondicional a estas luchas es en sí mismo un compromiso, un abrazo a lo que es la última versión de moda del tercermundismo.
La tendencia escapista ve en este colapso pronosticado la liberación de la civilización.
Desde que este colapso es supuestamente inevitable, no hay necesidad de tomar medidas específicas contra las instituciones de dominación y explotación que forman esta civilización; no hay necesidad de luchar por una ruptura con el mundo actual, por la insurrección y la revolución. En vez de eso, simplemente, se puede ir a la selva y entregarse al desarrollo de habilidades «primitivas» con el fin de prepararse para el colapso venidero y dejar que el resto cuide de sí mismo. Claro que apoyo a la gente que aprende cualquier tipo de habilidad que pueda mejorar su capacidad para la autodeterminación y el autodisfrute. El problema con este punto de vista no está en la elección de aprender esas habilidades sino en renunciar a una práctica destinada a la destrucción revolucionaria del orden social basada en una fe en su colapso inevitable.
Como ya he dicho: el apocalipsis es una cuestión de fe, no un hecho comprobado. El colapso de la civilización no es más que una predicción, una posibilidad entre muchas, no una certeza. A lo que nos enfrentamos ahora es un tren continuo de desastres que empobrecen y destruyen nuestras vidas y la tierra. Asumir la inevitabilidad del colapso es una salida fácil. Permite que unx no se enfrente a la realidad actual por no entrar en conflicto con la existencia que vivimos aquí y ahora. Si unx ve la civilización como el enemigo, como la fuente de todos nuestros problemas, al asumir su inevitable colapso en un futuro próximo, unx evita cualquier responsabilidad de atacar y tratar de crear una ruptura revolucionaria que acarree su destrucción mientras se abren nuevas posibilidades para la vida – una responsabilidad que requeriría perfeccionar la crítica hacia unx mismx para saber dónde, cuándo, por qué y cómo atacar con eficacia.
La creencia en un colapso inevitable no sólo legitima el reformismo defensivo y el escapismo de supervivencia, sino que los convierte en la práctica más lógica. Pero teniendo en cuenta que no supone una realidad presente, que es una mera predicción – que es decir nada, o al menos no es más que un pensamiento en la mente de algunas personas – entonces tenemos que preguntarnos si queremos basar nuestra práctica en esta nada. Si queremos apostar nuestra vida en esto.
Si reconocemos la historia como la actividad de las personas en el mundo, más que como el uso del pasado o el futuro para justificar el presente, entonces es evidente que cada ruptura con el presente, cada nuevo comienzo, transforma todos los tiempos. Por lo tanto, nuestra lucha es ahora y es una lucha contra el resente. De hecho, es un juego en el que ponemos nuestras vidas en la línea, poniéndonos en juego y es ésta la esencia de la responsabilidad revolucionaria – asumir la responsabilidad de nuestras vidas aquí y ahora en conflicto abierto con esta sociedad. En esta perspectiva, la posibilidad de un colapso económico, social o ecológico es parte del reto que enfrentamos, una parte contra la que jugamos. Pero ya que es nuestra vida, nuestro ser lo que nos jugamos, la manera que elijamos para enfrtentar la vida – nuestros deseos, nuestras pasiones, nuestros principios, nuestra ética personal, todo lo que hace que cada unx de nosotrxs sea únicx – no se puede dejar a un lado con el fin de «salvar al mundo de un colapso predicho. Y tampoco podemos escondernos de él. La apuesta es, precisamente, revertir este orden social que puede ser la partida para el colapso y vivir y luchar en nuestros propios términos. Hemos permitido que un valor «superior», una valoración moral de la humanidad, de la vida o de la Tierra, tengan prioridad sobre nuestras propias vidas, nuestra propia humanidad que reside, precisamente, en nuestra individualidad. Es precisamente este moralismo, basado en una ideología de la desesperación, lo que nos lleva a sacrificarnos, a sacrificar nuestros sueños y nuestros propios principios, lo que nos transforma de insurgentes y revolucionarixs a reformistas, votantes, peticionarixs, litigantes… patéticos mendigos.
Cuando hablo de la responsabilidad revolucionaria, estoy hablando precisamente de esta voluntad de situarse sobre la línea, de replantear nuestra propia vida sobre la posibilidad de una ruptura revolucionaria que creemos. Esta perspectiva está en oposición absoluta a cualquier forma de fe apocalíptica incuyendo la ideología del colapso. Significa que nuestra práctica de la revuelta comienza desde nuestro propio sueño del mundo que deseamos y nuestro propio entendimiento de cómo el mundo actual se encuentra en nuestro camino, una comprensión que hay que afinar a través del ataque hacia ese mundo. Porque si partimos de esta manera, a partir de nosotrxs mismxs y de nuestros deseos más revolucionarios, veremos la necesidad de extender nuestras manos para tomar todas las armas que realmente podamos hacer nuestras e ir al ataque de esta civilización basada en la dominación y la explotación. Porque no hay ninguna garantía de que este monstruo se derrumbará por sí solo. Porque incluso si finalmente lo hace, mientras tanto estaríamos viviendo en la mediocridad y la miseria. Porque sólo aprendiendo a construir nuestras propias vidas podremos desarrollar formas de vida absolutamente diferentes de lo que hemos experimentado hasta ahora (algo que sólo podemos aprender en la revuelta) y vamos a ser capaces de garantizar que el final de la civilización no dará lugar a horrores peores.
Este es el sentido de asumir la responsabilidad de nuestras propias vidas aquí y ahora, este es el significado de la responsabilidad revolucionaria.