El siguiente texto, titulado «La dificultad de crear sobre las cenizas», ha sido extraído de otro texto más amplio, titulado «Adoptando términos que no nos pertenecen – Aportaciones para una superación de la Democracia», y que originalmente se publicó, a su vez, en el número 2 de la publicación anarquista Terra Cremada – Publicación contra la derrota, editada en Barcelona en abril de 2011, y que podéis leer y descargar (junto al resto de números) en catalán y castellano aquí, aunque en mi caso, dicho texto llegó a mis manos en la versión en galego editada en formato fanzine por lxs compas de la distribuidora anarquista Ácaros, de A Guarda (Galiza). El texto que aquí se presenta se corresponde con el último apartado del escrito mayor antes mencionado:
————————
La dificultad de crear sobre las cenizas, extraído de «Adoptando términos que no nos pertenecen – Aportaciones para una superación de la Democracia.»
«La única libertad que podemos saborear ahora se encuentra en la revuelta contra lo existente, en lo negativo que se pone manos a la obra, sin perder de vista que de lo que aquí se trata es de abrir la posibilidad de volver a hablar de lo positivo, de la construcción de algo nuevo. Como decían muchos viejos revolucionarios, la sociedad se fundará sobre las ruinas del viejo mundo.»
– «Autonomía… ¡No me jodas!», en el número 2 de la revista anarquista internacional A Corps Perdú, publicada en agosto de 2010
Sólo podremos crear sobre las cenizas. Queremos la autogestión derivada de la intervención directa en nuestros propios conflictos, sin mediadoras, sin burócratas, sin especialistas. Todo está por crear: la esclava no sabe qué puede ser, más allá de su esclavitud, hasta que niega su condición y se rebela; mientras sigamos pensando que nuestras luchas las hacemos como trabajadoras no podremos salirnos de la demanda de mejoras en nuestras condiciones miserables de explotación; mientras no neguemos la miseria en la alienación del control sobre nuestras vidas no haremos más que perpetuar la continuidad del espectáculo. Sólo negándonos a ser aquello que somos en esta sociedad y buscando afinidades que vuelvan nuestra lucha una lucha colectiva podremos intuir la superación de nuestra condición. Ahora mismo no sabemos qué quiere decir ser más y lo confundimos a veces con tener más. Este ideal se enmarca dentro de los parámetros de los límites de lo posible, y aquello que sabemos posible es, hoy por hoy, infame. Si a principios del siglo pasado fue posible un imaginario colectivo que empoderase a la gente a luchar por la anarquía fue porque la anarquía era vivida, de manera embrionaria, en la cotidianidad de las relaciones sociales que existían en los barrios, ya fuera en los ateneos, en el apoyo mutuo o en las luchas obreras contra la patronal. Hoy por hoy, este imaginario no sólo no es colectivo sino que muchas de nosotras no nos acabamos de creer aquello que estamos haciendo. Tal y como señalaba el texto Ai ferri corti: «la cuestión es empezar a tomárselo en serio».
Cualquier lucha que quiera superar el orden actual precisa de dos frentes, uno ofensivo y otro defensivo. Actualmente el discurso democrático ha conseguido calar tan adentro que no somos capaces de defender aquello que verdaderamente podría ser nuestro –por carencia de imaginarios que lo confronten– y es por eso que no somos capaces de creernos la superación de las relaciones capitalistas. Por eso queremos apostar por el conflicto, por la negación contundente de aquello que nos precede, conscientes de que tal como señaló alguien: «no lo habremos destruido todo hasta que hayamos destruido también los escombros». Es en este conflicto, como ya hemos señalado anteriormente, donde encontramos la vinculación auténtica con las demás y el germen de aquello que queremos defender.
Si no lo hacemos así, y normalmente no lo hacemos así, continuaremos reproduciendo en nuestras luchas aquello que pretendemos combatir. No sabremos salirnos de los imaginarios que esta sociedad nos brinda, porque a pesar de que busquemos libertad acabaremos creando más y más democracia. Esto lo podemos ver en los momentos de efervescencia en la lucha y el caso de la pasada huelga de septiembre* es un buen ejemplo. Cuando vemos a la Asamblea de Barcelona como potencial aglutinante y de lucha ¿no estamos viendo también el reflejo de lo que podría ser un espacio de gestión política de la ciudad? ¿No serían los comités de huelga su versión en el barrio? No queremos desmerecer el trabajo hecho de cara a la huelga, pero sí queremos poner en cuestión que éste sea el modelo de funcionamiento al que aspiramos. Descentralizar el Poder no es eliminarlo sino hacerlo más local. No tenemos claro cuál sería la forma de funcionar más cercana a aquello que defendemos pero no nos acaba de convencer la creación de mini-parlamentos para solucionar el problema de los parlamentos. ¿Cuánta gente de nuestro alrededor se está cuestionando esto? ¿Cuántas compañeras de lucha sueñan con asambleas generales multitudinarias? ¿Queremos libertad o queremos democracia?
No sabemos lo que está por venir, no lo queremos saber, no nos gusta la idea de perder la posibilidad de disfrutar del camino o de hipotecarlo en beneficio de una consecución final. Ya nos estamos organizando y nos gusta vivir entre nosotras… pero no tenemos bastante. Nos apasionan los momentos en que nos encontramos juntas en las calles, en las plazas, en el huerto o descubriendo otras maneras de querernos más allá de las heteronormativizadas, pero no tenemos bastante. No tenemos bastante porque nuestra vida consta, hoy por hoy, sólo de pinceladas inconexas o de momentos de euforia colectiva en los que podemos discernir entre la vida y la cotidianidad; nos da miedo volver cada día a la normalidad. Es por eso que nuestro futuro pasa inequívocamente por creernos el presente y empezar a vivir como queremos desde ahora, siendo cada vez más las que experimentemos nuevas formas de relacionarnos confrontando el orden establecido. No queremos diferenciar entre medios y fines porque, al fin y al cabo, los fines están hechos de medios. Satisfacer nuestras necesidades materiales y sociales sin que vengan mediadas por el dinero es lo que queremos conseguir y sabemos que, actualmente, estamos carentes de referentes. No queremos ninguna transición hacia ningún estadio, es la propia insurrección, el propio conflicto y la manera como lo afrontemos lo que nos dará la clave, no por una sociedad futura, sino por una sociedad vivida desde el presente con todos sus aspectos en comunión. No pensamos que sea necesario ni deseable establecer cómo será el modelo organizativo que tendremos en un futuro. Lo que sí vemos necesario es que sólo entendiendo que en la confrontación con nuestros malestares más allá de la esfera íntima es donde encontraremos –y encontramos– la necesidad de cuidar nuestra relación con las demás buscando la mejor manera de realizar la comunidad humana. En un momento donde los malestares son resueltos en la individualidad y de manera, mayoritariamente, terapéutica a nosotras también nos cuesta ver la posibilidad de una organización social donde lo primordial sea la conservación de aquello común, de la comunidad. Nos cuesta, y es por eso que queremos descubrir cuáles son los frenos en la construcción de imaginarios colectivos que superen el orden actual. Anticiparnos cuando todavía desconocemos, si no por completo sí que de manera muy embrionaria, como serán las nuevas relaciones que emergerán de la intervención directa y común de la resolución de nuestros propios conflictos nos lleva a menudo a definir, según aquello que ya conocemos, las nuevas formas que vamos descubriendo paso a paso en la lucha. La obsesión de saber qué somos y cómo nos organizamos nos ancla a realidades que nuestras dinámicas ya han empezado a superar. Quizás, al fin y al cabo, podremos superar los modelos organizativos que conocemos y no nos satisfacen cuando nos dejemos de preguntar cómo, ya organizándonos, nos estamos organizando. No se trata de descubrir cuál es la organización ideal, sino de avanzar en la organización de nuestras afinidades, encontrándonos, descubriéndonos, cuidándonos.
No aspiramos a llegar a ningún buen puerto, nuestro camino está bajo nuestros pies. De la sinceridad y la consecuencia con la que demos los pasos depende que los imposibles que hoy sólo soñamos acontezcan realidad, creando situaciones que nos empujen a encontrarnos, agujereando la cotidianidad unidimensional, haciendo de la excepción el germen de una vida que intuimos pero que todavía desconocemos.
—-
Nota: El texto se refiere a la huelga general que a nivel estatal tuvo lugar el 29 de septiembre de 2010, convocada por sindicatos burgueses y «de clase», y a mayores, seguida por toda clase de organizaciones, así como por grupos de afinidad autónomos que trataron de desbordar sus márgenes.