Hoy se cumplen 10 años desde la fecha en la que Epaminondas Korkoneas, uno de los maderos del Estado griego, asesinó a sangre fría a Alexandros Grigoropoulos, anarquista de 16 años, en el barrio de Exarchia, en Atenas, provocando que detonase la rabia contenida por buena parte de la sociedad griega, la cual venía acumulándose desde el inicio de la llamada «crisis económica» que en Grecia comenzó antes en lo que muches han denominado «el laboratorio helénico», un tubo de ensayo para las nuevas políticas neoliberales que luego se aplicarían aquí y en otras regiones de Europa.
Tras el asesinato, como todes sabemos, siguieron semanas de movilizaciones y protestas con un marcado carácter anticapitalista e insurreccional, las cuales, además, dejaron tras de sí un potente poso de experiencias de auto-organización y práctica insurreccional y comunitaria que dio lugar a nuevos grupos de acción y a nuevos proyectos, dando una continuidad en el tiempo al espíritu que se había creado durante el levantamiento. Sobre la revuelta de diciembre de 2008 se ha escrito y dicho mucho ya, y aunque a nuestro entender existe desde hace tiempo un cierto halo de misticismo e idealización que rodea todo lo que tenga que ver con los disturbios y las revueltas en Grecia y creemos que no es sano ni responsable ni estratégicamente acertado contribuír a la construcción de un mito que consideramos poco realista (ya que suele omitir la autocrítica para centrarse en un culto ciego a determinados símbolos y a elementos como los molotovs y la figura del encapuchado, pero sin pararse a analizar por qué tras un episodio de auto-organización y movilización social tan fuerte hoy en día el país se encuentra de nuevo sumido en la debacle neoliberal y con un partido abiertamente neonazi ganando posiciones a pasos agigantados), nos pareció interesante difundir el siguiente artículo que se han currado les compas de la publicación Todo Por Hacer, por considerarlo un completo resumen y análisis de lo que fueron aquellos hechos y de su eco a lo largo de los siguientes años.
Muerte al Estado y a sus mercenarios.
Maderos, Cobardes, Asesinos.
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“[…] Cuando llegaron a Patission y se encontraron en las afueras de la histórica puerta de la Politécnica, la que había sido atacada por los tanques en 1973, cortaron la avenida sin preguntarnos qué hacer y, a continuación, corearon el típico eslogan “Batsi, gourounya, dolofoni!” – “¡maderos, cerdos, asesinos!”. Al presenciar esta escena, me sentí extasiado. Comprendí en este momento que el avión de la insurrección había despegado. Era más grande que nosotros. No digo que nos hubiera superado, aunque muchos de sus participantes sí lo creen así. Quizás les había superado a ellos porque pensaban que jamás iba a pasar algo semejante. Lo que la insurrección consiguió es que se superaran las ideas pesimistas que pensaban que algo así jamás podía pasar” – Maderos, cerdos, asesinos. Crónica del Diciembre Griego (Editorial Klinamen, 2011)
Este mes se cumple el décimo aniversario de la Revuelta en Grecia de 2008, también conocida como el Diciembre Griego, un masivo conflicto social iniciado abiertamente el sábado 6 de diciembre de 2008 a raíz de la muerte, por el disparo de un policía, de un adolescente de 15 años llamado Alexandros (Alexis) Grigorópulos en las calles de Exárchia, un céntrico y degradado barrio de Atenas con una fortísima presencia de anarquistas.
El asesinato de Alexis fue la chispa que encendió la llama; sin embargo no se puede ignorar la preexistente situación de descontento social y la gravísima crisis económica que asolaba el país, todo ello sumado a la amplia percepción de corrupción gubernamental, que habían provocado movilizaciones previas.
La Revuelta de Grecia sorprendió al mundo entero por la radicalidad de los comunicados y por las ansias de que el movimiento deviniera revolucionario. Nadie discutía, en ese momento, que para acabar con la miseria cotidiana, la represión policial y la desigualdad social no bastaba con un cambio de gobierno ni una forma distinta de gestionar el sistema, sino que se tenía que abolir el Estado-Capital y forjar nuevas relaciones sociales. Miles de personas, primordialmente anarquistas, viajaron desde todas partes de Europa y del resto del planeta para unirse a las movilizaciones. Cientos de ciudades celebraron concentraciones, manifestaciones y ocupaciones de facultades en solidaridad con las compañeras griegas.
Fue un momento de práctica de la revuelta social sin mediadores y sin ilusiones de lograr cambios dentro del sistema existente, proponiendo la autoorganización contra cualquier tipo de organización jerárquica, proponiendo la contraviolencia frente a la violencia estatal y la solidaridad contra la individualización y las divisiones artificiales creadas por el poder.
Las imágenes de la Revuelta quedarán siempre grabadas en nuestra retina, debido a su espectacularidad: fuego, barricadas, miles de manifestantes encapuchadas peleando con la policía, detenciones, palizas, sangre…
Pero la Revuelta griega no sólo consistió en violencia y en enfrentamientos en las calles. También es una época de asambleas masivas, de ocupaciones de facultades y de edificios públicos, de organización barrial y comunitaria, de desarrollo de proyectos autogestionados. El pueblo griego percibía que el Estado le había fallado y decidió organizarse al margen del mismo durante algunas semanas. En otras palabras, Diciembre siembra una nueva tradición de autoorganización y dota un importante impulso social a organizarse desde abajo.
Estos procesos de autoorganización no tuvieron la violencia asesina de la Policía como único objetivo, sino que buscaba eliminar todas las expresiones de Autoridad: desde la forma en que vivimos, trabajamos, producimos o consumimos a cuestiones de salud, de medio ambiente, a todo.
En Grecia, durante algunas semanas, todos los aspectos de la Autoridad eran frentes de batalla para las miles de personas que se autoorganizaron y lucharon desde abajo, no siempre violentamente, pero siempre contra el Estado.
Trataremos de resumir a continuación los hechos de ese Diciembre, usando como texto rector el artículo “Apuntes de la Revuelta del 2008 en Grecia”, de Robi Cima Ron, publicado en la revista Ekintza Zuzena, con aportaciones de otras fuentes.
Antes de diciembre
“El de Grecia es un Estado muy corrupto, que ofrece muy pocas alternativas y que, hasta ahora, le ha costado integrar las luchas rupturistas. Los sindicatos son desastrosos, han conseguido las peores relaciones laborales de toda Europa. En ese contexto y con una tradición de lucha en las últimas cinco décadas, la acción de una minoría activa penetra en la conciencia social. Y cuando decimos “acción” no me refiero a prácticas callejeras, sino a al trabajo previo, a la producción constante de pensamiento. No salimos a la calle sin la palabra, sin una octavilla trabajada, línea por línea. Ser anarquista en Grecia es muy pesado (risas), llevamos una militancia a la antigua, con mucha constancia tanto en la acción directa como en la teoría: pegamos carteles, escribimos textos, estamos en asamblea hasta las dos de la mañana, discutiendo textos y sin fumar porros (risas)” – Anarquista griego en 2008
En los años previos a diciembre de 2008, la conflictividad social fue muy elevada. Episodios como los ocurridos en 2003 en Salónica, con motivo de la cumbre europea; los constantes disturbios en respuesta de procesos represivos; los ataques nocturnos a bancos o la famosa manifestación de mayo de 2007, con numerosos enfrentamientos y detenidos, son algunos ejemplos. Las olimpiadas del 2004 y su programa de seguridad, lejos de apaciguar los ánimos, los encendieron aún más. Desde entonces, atacar las cámaras y la centralita que las coordina es una práctica habitual. Más de la mitad de ellas fueron destrozadas, también maquinas de billetes de transporte, parquímetros, etcétera.
Días antes de diciembre, las movilizaciones más importantes eran la de los sin papeles y la de miles de presos en huelga de hambre, luchas que el movimiento subversivo tomó como propias y animó a solidarizarse internacionalmente, sucediéndose ataques a represores y ocupándose el ayuntamiento de Janiá.
El asesinato de Alexis y estallido de rabia
Sobre las 10 de la noche del sábado 6 de diciembre de 2008 dos policías que hacían una ronda por el barrio de Eksarchia, conocido por su ambiente activista y en el que la policía suele actuar de forma hostil, cuando tuvieron una discusión con un grupo de jóvenes. Uno de los policías disparó contra Alexandros, de 16 años, matándole.
Nikos Romanós, amigo de Alexis que le acompañaba esa noche, describió de esta manera su asesinato: “Alexandros estaba frente a mí y yo estaba detrás, a su derecha. Cuando los policías se pararon en Zoodochou Pigis y Tzavella tenían ya las manos, la izquierda o la derecha, no recuerdo, en sus pistolas, que estaban en la funda que cuelga del cinturón. Alguien detrás de mí lanzó una botella de plástico que, naturalmente, no les llegó a alcanzar. Me olvidé decirte que cuando vi a la poli empezaron a gritarnos a mí y a Alexandros, diciendo “me cago en la virgen, ven aquí y te enseñaré quien es más duro” y cosas así. Los chicos de detrás de nosotros les gritaban a los maderos “fuera” o “iros a tomar por el culo”…
Cuando lanzaron la botella de plástico, los policías, los dos si no me equivoco, sacaron las pistolas, apuntaron al frente, es decir, hacia donde estábamos Alexandros, yo y el otro, y se escucharon tres disparos. Se me había olvidado deciros que estoy seguro de que uno de los dos policías sujetaba el arma con las dos manos. Entonces vi –y estoy completamente seguro– que los policías no estaban disparando ni al aire ni al suelo. ¡Apuntaban hacia donde estábamos y dispararon!
Alexandros cayó, si no me equivoco, tras el primer o segundo disparo; seguro que antes del tercero… Después, no sé lo que pasó. La gente gritaba y alguien le levantó la camiseta a Alexandros. Pude ver que tenía un agujero en medio del pecho, un poco hacia el corazón, y que había sangre en la herida…
Los policías que dispararon, cuando vieron a Alexandros caer, salieron corriendo. No sé hacia qué dirección… Entonces llegó la ambulancia y subió a Alexandros, muerto. Lo digo porque no tenía pulso y le salía sangre de la boca“.
Korkoreas, el autor de los disparos, fue condenado en octubre de 2010 a cadena perpetua por el asesinato y a 15 meses adicionales por posesión de un arma ilegal. El policía que le acompañaba, Saraliotis, fue condenado a 10 años de prisión.
Unos años después, Nikos Romanós, el amigo de Alexis que presenció su muerte, fue detenido junto a otros tres compañeros, Dimitris Politis, Andreas-Dimitris Burtzukos y Giannis Mijailidis, tras atracar las oficinas del Banco Agrícola y la Oficina de Correos en la ciudad de Velvendós, en la provincia de Kozani. Todos fueron brutalmente torturados y Nikos fue condenado a quince años de prisión.
En plena efervescencia social, es normal que algunos jóvenes no teman manifestar su odio a la policía. Es menos común que un agente, sirviéndose de la prepotencia estatal, dispare a quemarropa. Pero, a veces, pasa. Y cuando pasa, a veces, como en Córdoba 1969, Soweto 1976 o Kabilia 2001, se desata la furia proletaria. Y ésta no apunta, únicamente, a los ejecutores directos del crimen, sino al sistema social que los crea y los necesita. En los muros argelinos aparecieron pintadas de «Poder asesino» y en Grecia la opinión de los compañeros fue que “Korkoneas no era un tipo de extrema derecha sino el resultado de una ofensiva generada por el poder en los últimos años, con el discurso de seguridad, de tolerancia cero y de control absoluto”.
Desde móviles e internet se tramó la respuesta por el asesinato del muchacho de quince años Alexis. El lunes por la mañana, en varias ciudades, los alumnos cierran los institutos, bloquean las calles y sitian o atacan las comisarías. Otros sectores más veteranos también salen a la calle y queman coches de policías y toda clase símbolos del capital. En un suburbio de la capital, unos seiscientos gitanos ocupan el cuartel policial, roban armas y hieren a dos agentes. Al día siguiente se ocupan las universidades y se propaga el destrozo de bancos y tiendas de lujo por todo el país.
«Destrozaron los lujosos anuncios, espejos de una vida encarcelada dentro de las cuatro paredes del trabajo -de la escuela o de la universidad-, donde nos chupan nuestra energía a cambio de migajas», explicaba un comunicado.
El grupo inicial era un conglomerado de diferentes grupos de tendencia anarquista y de izquierda anticapitalista que, según algunos participantes en la revuelta, los primeros días ya contaron con la participación de unas 20.000 personas en todo el país.
Se extienden las asambleas desde donde se coordinan acciones, se suceden los ataques contra las comisarías: las rodean, gritan a los policías, les tiran piedras y queman sus coches. Los insurrectos piden al resto de la población que esté a su lado, que grite su «ya basta» igual que ellos, que se hagan dueños de sus vidas. No faltó gente que les escuchara. Se generalizan las protestas. En diferentes barrios se organizan ocupaciones de edificios municipales y toda la universidad politécnica de Atenas se rodea con barricadas para enfrentarse a las fuerzas del orden.
La reacción se extendió rápidamente merced a las tensiones acumuladas en algunos sectores de una sociedad cuyos jóvenes padecen, según Eurostat, una tasa de desempleo del 22,9 %, una de las más alta de la Unión Europea, y que en muchos casos al lograr emplearse obtienen salarios insuficientes para sostener una familia, aunque hayan cursado durante años estudios superiores con excelentes notas.
El rector de la Universidad de Atenas, Jristos Kitas, presentó su dimisión al cargo en razón de las protestas, explicando lo siguiente: “Hace al menos dos años, dije a todo el que quisiera oírme que hay un divorcio absoluto entre la juventud y el sistema, pero nadie me hizo caso. Ahora todos reparan en los jóvenes. Su rabia ha tocado el corazón de la Universidad, y eso es lo grave, porque no sólo es un recinto donde se dan clases, sino un símbolo de la sociedad (…) Claro que tienen razón para expresar su malestar, toda la razón del mundo (…) Los programas políticos los han olvidado, y lo que yo pido ahora a los partidos es que se pongan de acuerdo de una vez para tomar medidas que permitan salvar la educación e impedir que se acumule más rabia. Quiero creer que aún estamos a tiempo“.
Si bien la mayoría de los protestantes eran estudiantes de instituto y universitarios, los disturbios y manifestaciones contaban con el apoyo de la mayoría de la población griega, hasta el punto de que muchos ciudadanos se enfrentaban con la policía cuando ésta iba a cargar contra manifestantes que les insultaban.
“Una de las cosas que más nos sorprendió es que prácticas que hasta entonces eran, casi exclusivamente, de los anarquistas, en seguida las incorporaron otros sectores, lo que demuestra la facilidad con la que se comunican y se expanden las cosas en momentos así. Y es que en aquellos días nos encontramos en las calles gente proveniente de todas partes: hinchas de futbol o personas de cualquier barrio bajaban a romper todo, inmigrantes saquearon y hasta escolares atacaron comisarías”, explicó un anarquista griego en una entrevista.
Al pedirle a uno de los protagonistas que describiera el momento más emocionante de la revuelta recuerda varios episodios: “Ver a la policía huir, arder o encerrarse en sus comisarías para salvarse son imágenes que uno nunca olvidará. Sin embargo, me emocioné mucho en las asambleas nocturnas de 800 personas, organizando las acciones de los días y noches siguientes, los suministros de comida y bebida, la preparación de los próximos asaltos a supermercados. El ritmo de producción y reparto de nuestro discurso fue algo muy bien organizado. Recuerdo que en los sótanos de la Facultad okupada de Económicas (ASSOEE), las fotocopiadoras no paraban en todo el día. Que toda la maquinaria universitaria estuviera en nuestro poder nos daba posibilidades enormes. A la vez se hacían reportajes radiofónicos en directo emitidos por la radio libre 98FM. También fue muy emocionante tener la megafonía de GSEE (sindicatos amarillos, cuya sede central también se ocupó) con megáfonos en la calle Patission. Nuestros comunicados se escuchaban en un radio kilométrico. Teniendo ocupada la sede de GSEE, la Universidad ASSOEE y la histórica Politécnica nos daba el control territorial del centro de Atenas“.
Estas prácticas, esta autogestión, esta coordinación horizontal y no de abajo-arriba, fue la gran ignorada por los medios de la Revuelta de Diciembre. Mientras fotoperiodistas salían a cubrir las imágenes de fuego y piedras, no se hizo lo propio con las asambleas y el trabajo invisible que permitió que todo aquéllo sucediera.
Comunicados revolucionarios
Sin duda lo que más llamó la atención de la revuelta fue la radicalidad de los comunicados. Desde las luchas de los años sesenta y setenta, en Francia, Italia o diferentes países de América, los sublevados no habían explicado con tanta claridad sus objetivos. Citamos un ejemplo:
«Somos parte de la revuelta de la vida contra la muerte cotidiana que nos imponen las relaciones sociales existentes -se leía en uno de los comunicados-. Erigimos una barricada inquebrantable contra la repugnante normalidad del ciclo de producción y distribución. En la situación actual, nada es más importante que consolidar esta barricada frente al enemigo de clase. Incluso aunque nos repleguemos ante la presión de la escoria (para-) estatal y la insuficiencia de la barricada, sabemos que ya nada volverá a ser igual en nuestras vidas».
Uno de los protagonistas aseguraba a Ekintza Zuzena que “la protesta, lo que tuvo, y por eso se puede llamar revuelta, es que no tuvo unas reivindicaciones, no había tal o cual reivindicación, íbamos a por todas, contra la vida de mierda, contra el hecho de sentirnos mercancías, había mucho discurso contra la mercancía, por eso saqueábamos supermercados y destrozábamos las tiendas tipos Zara, en este sentido fue un poco nihilista. Recuerdo la quema de una montaña de ipoids, tras el saqueo de una tienda de informática, ante la mirada perpleja de inmigrantes. Nuestra fuerza también se expresaba en el robo continuo de los materiales necesarios para las acciones. Una vez fuimos a una tienda de deportes y nos llevamos un montón de cuerdas y otros materiales, y como con alguna nos habíamos equivocado de tamaño volvimos y se las hicimos cambiar“.
En una octavilla se podía leer: «No nos esforzaríamos tanto en destruir lo material de este mundo, sus bancos, sus supermercados, sus comisarías, si no supiéramos que en al mismo tiempo socavamos su metafísica, sus ideales, sus ideas y su lógica».
Durante la revuelta los comunicados fueron importantes para dejar claro los motivos de la lucha y desmentir las informaciones de los medios de desinformación.
«Los políticos y periodistas se burlan de nuestro movimiento, tratando de imponer en él su propia carencia de racionalidad. Según ellos, nos rebelamos porque nuestro gobierno es corrupto, o porque nos gustaría tener acceso a más dinero, más empleo. Destrozamos los bancos porque reconocemos el dinero como causa central de nuestras penas, si rompemos los vidrios de los escaparates no es porque la vida sea cara sino porque la mercancía nos impide vivir a cualquier precio. Si atacamos a la escoria policial, no es sólo en venganza por nuestros compañeros muertos sino porque entre este mundo y el que deseamos, siempre van a constituir un obstáculo».
Quizá fue esa claridad -el decir que nuestro enemigo no es el gobierno de turno, ni siquiera todos los gobiernos y todos los partidos, sino el dinero, el capital, las actuales relaciones sociales de producción- lo que entusiasmó a los militantes revolucionarios del mundo entero que no dudaron en solidarizarse con la revuelta.
En ciudades como Moscú, Nueva York, Copenhague o Ciudad de México hubo manifestaciones de apoyo. En Montevideo se atacó, dos veces, la embajada griega. En otros lugares, se señalaron restaurantes y empresas de Grecia. También fue destacado en número de luchadores sociales de Italia, Madrid (donde se ocupó el rectorado de la Universidad Complutense y una manifestación recorrió el centro) y el resto del Estado español (en Barcelona y Asturias hubo varias movilizaciones), Francia, Alemania…- que se desplazaron hacia Atenas.
Por su parte, en Grecia, se era consciente que el futuro del movimiento no se jugaba solo allí, sino del grado de combatividad del resto del mundo, de ahí que los llamamientos a extender la revuelta por otros países fueron constantes.
Otro aspecto importante de los comunicados fue la ruptura con la sectorialización y parcialización que siempre hace el enemigo para aislar y canalizar la lucha. De ahí que se hablara de clase o de movimiento, y no de inmigrantes, jóvenes, encapuchados, marginales, anarquistas, estudiantes… como quería el poder. Llegándose incluso a debatir y escribir sobre realidades que la burguesía pretende ocultar.
«Creemos que el proletariado nunca ha sido una clase por su posición, sino que más bien al contrario, se constituye como clase para sí misma en el enfrentamiento contra el capital, primero en la práctica para tan sólo después adquirir conciencia de sus propios actos».
Los comunicados buscaban transformar los disturbios cotidianos en revuelta y la revuelta en insurrección, con la clara perspectiva de que las insurrecciones alimenten algún día un proceso revolucionario internacional.
Por supuesto, otras corrientes con ideas reformistas, pacifistas y legalistas también estuvieron presente durante esos inolvidables días de amor y rabia. Uno de los ocupantes de la central sindical griega, explica a continuación cómo las dos tendencias, la reformista y la revolucionaria, estuvieron presentes y, en muchas ocasiones, coexistieron en las asambleas y las movilizaciones: “Desde el comienzo era evidente que existían dos tendencias al interior de la ocupación: una obrerista, que quería utilizar la ocupación simbólicamente para criticar a la burocracia sindical y promover la idea de una base independiente de la influencia politicista; y la otra, proletaria, que quería atacar otra institución de la sociedad capitalista, criticar el sindicalismo y utilizar el local para crear otra comunidad de lucha en el contexto de la generalización de los disturbios”.
Llamas en el centro urbano y explotación en las fábricas
La mayor debilidad de la Revuelta fue que la mayoría de los trabajadores de la industria fueron meros espectadores. Estuvieron atentos a los que sucedía en Exarchia y otras zonas de conflictos, pero no abandonaron sus puestos de trabajo. De hecho, en Grecia, el movimiento autodenominado anarquista o anticapitalista, aunque haya crecido en los últimos años, sigue demasiado separado de los empleados de fábricas y grandes empresas.
“En este movimiento -apunta uno de los testimonios recogidos en Ekintza Zuzena– no hay demasiados obreros o hijos de obreros; hay precarios, pero para nada somos los más marginados. Mucha gente vive en una de las casas de su familia, por la gran cantidad de propiedad privada de viviendas que hay, tiene coche y moto. Vivir de fuentes familiares puede ser criticable pero esa normalidad nos acerca a la gente, porque hace que la figura del anarquista sea más cercana. Hay ventajas y limitaciones como la de tener comportamientos pequeñoburgueses: el machismo, por ejemplo. Un homosexual en Grecia provoca una sonrisa, porque la de guerrero -que pega carteles y tira cocteles molotovs- se une a la cultura dominante. Solo en los últimos años han salido grupos de homosexuales compañeros“.
Otro de los entrevistados afirma, sin embargo, que tras diciembre de 2008 se ha dado un paso importante para acabar con esa separación, pues además de agudizarse la precariedad entre los compañeros más cercanos y muchos jóvenes movilizados, surgieron: “Los llamados Comités de Base fueron creados por compañeros y no son reformistas. Actualmente los más fuertes son los de hostelería y mensajeros. El caso de Konstantina Kuneva ilustra esa aproximación entre militantes y resto de asalariados. Esta mujer, inmigrante de Bulgaria, trabajaba limpiando el metro, luchaba por derechos laborales y fue amenazada por eso. Días después de acudir a las asambleas de GSEE, ocupada por trabajadores, parados y estudiantes recibió un ataque de unos “desconocidos” que le tiraron ácido sulfúrico en la cara. Los comités de base dieron a conocer el asunto y, mediante la acción directa, la población pudo enterarse de la existencia de terrorismo empresarial. Una agrupación de izquierda la invitó a ser cabeza de lista pero ella se negó, ganándose la simpatía de la militancia más radical. De hecho, al principio de la revuelta, los partidos de la ultraizquierda generaban, gracias a su discurso incendiario, algo de apoyo pero luego comprobamos que como siempre rehuían de los enfrentamiento con la policía, esquivando el conflicto o eligiendo calles para manifestarse por donde no hubieran antidisturbios“.
En Barcelona, en una asamblea de información y balance sobre la revuelta griega, se concluía que los protagonistas de las movilizaciones solían ser proletarios muy jóvenes o militantes con años de experiencia y que faltaron vecinos de todas las edades en manifestaciones y enfrentamientos con la policía, como sí hubo en Oaxaca o Argentina tras el corralito. Un compañero ateniense que estaba en la sala dijo con resignación: “No pudimos llegar más lejos porque en Grecia el sector productivo escasea, son todos servicios, turismo, etcétera, por eso la burguesía estuvo bastante tranquila. Además, los obreros siguen demasiado encuadrados en los sindicatos, en el PC“. A lo que uno de la sala, le contestó: “pero hay una manera de paralizar el movimiento de mercancías sin parar, necesariamente, la producción, y eso son los cortes de ruta. ¿Porqué no se propuso en una de esas asambleas de 600 personas cortar las principales arterias de Atenas durante toda una jornada, así se paraliza todo, hasta la ida al trabajo de la gente. Como se hace en Argentina con los piquetes“.
“Nunca pensé que se venía una revolución porque la producción en todo momento se vio muy poco afectada -explica otro de los testimonios-. Como siempre la gente tenía miedo a perder lo que tiene, ¿pero ahora? Lo único que pensaba era que no quería que la lucha a ese nivel se acabase; un día más y otro más y así consecutivamente“.
La última gran manifestación de la Revuelta tuvo lugar el 20 de diciembre. Ese dçia hubo diversos enfrentamientos entre jóvenes y la policía antidisturbios en el barrio de Exarhia, donde fue asesinado Alexandros. Cerca de la facultad de derecho unos desconocidos atacaron el archivo de deudas de ciudadanos al estado. En el barrio de Kipselis fueron atacados un banco, una oficina de empleo y ardieron seis coches en el barrio de Filadelfia. Por otro lado, los policías que custodian el árbol de navidad situado enfrente del Parlamento atacaron con gases lacrimógenos a una veintena de personas que les arrojaban basura.
Desde entonces, las manifestaciones y movilizaciones populares en Grecia no han cesado, si bien no se tienden a encuadrar en el Diciembre griego.
Mucho ha cambiado el panorama griego desde entonces. Los movimientos sociales florecieron, la situación de la economía se agravó, la droga se convirtió en un grave problema de salud pública, miles de refugiadas han cruzado la frontera, Syriza ganó unas elecciones y los nazis de Amanecer Dorado han conseguido un gran apoyo. Grecia sigue encontrándose en una situación precaria, en la que muchas personas continúan apostando por la autogestión y el aprendizaje que obtuvieron de la Revuelta del 2008 (más allá de las barricadas) para generar redes de apoyo mutuo en temas de vivienda, sanidad, resistencia antifascista y consumo sostenible.
Más información
Probablemente el mejor libro que se ha publicado sobre el Diciembre Griego sea Revolt and Crisis in Greece. Between a present yet to pass and a future yet to come, editado por Occupied London y publicado por AK Press en 2011.
En la página Nodo50 existe una entrada titulada “Insurrección popular tras la muerte de Alexandros Grigoropoulos” con una recopilación cronológica de los hechos de Diciembre y un amplio archivo fotográfico, realizada por la desaparecida editorial Klinamen.
La misma editorial es la responsable de la traducción al castellano de los textos recopilados en Maderos, Cerdos, Asesinos. Crónica del Diciembre Griego, una recopilación de testimonios y comunicados imprescindibles para entender esos días de furia y la construcción de movimientos populares que vino después.