Pintada en memoria de Santiago y en solidaridad con el pueblo mapuche en la ciudad de A Coruña (Galiza)
A continuación, sigue un texto, recogido de A Irmandade da Costa y traducido a castellano para su difusión, en memoria del compañero Santiago Maldonado y donde también se reflexiona sobre las verdaderas consecuencias de luchar contra este mundo y sobre el peso de vivir en la derrota asumiendo las incoherencias y limitaciones que nos plantean las circunstancias y nuestras condiciones de existencia, el miedo, la pasividad, la dependencia de los mismos enemigos que pretendemos atacar…
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El pasado día 17 dieron la noticia de que había aparecido un cuerpo en el río, a 300 metros del Lof Cushamen, la comunidad de Resistencia Mapuche que el 1 de agosto fue invadida ilegal y brutalmente por la Gendarmería argentina como parte de un operativo de represión y amedrentamiento al pueblo mapuche, y en el que se había visto a Santiago por última vez.
Y por muy obvio que era todo, por mucho que rechace una ilusa esperanza, ahora me doy cuenta de que quedaba un poquito, de algo, pensando que podía estar vivo.
El cuerpo ya lo llevaron a Buenos Aires, fue reconocido por la familia y hecho el ADN. A partir de ahora varios organismos (Cuerpo de Médicos Forenses, y las facultades de ciencias exactas de la Universidad de Buenos Aires y La Plata) harán la autopsia, que no va a ser definitiva hasta dentro de dos semanas. El juez que lleva el caso, afirmó que el cuerpo no tiene golpes ni marcas de agresión. La autopsia puede mostrar cuánto tiempo llevaba el cuerpo sumergido en el agua. Si creemos, a pesar de todo, en lo que digan. Era el cuarto peritaje que se hacía en la zona. Ayer, domingo 22 fueron elecciones legislativas en el país. Les compañeres hablan de un estado de militarización, ya desde las primeras respuestas a partir del 1 de agosto, con una fuerte presencia policial en los barrios.
Pero yo no quería quedarme mucho aquí, reproduciendo detalles de lo que argumentan o discuten los medios de comunicación, las pericias, de la presencia de no sé cuántos especialistas, declaraciones de políticos o representantes del asqueroso Estado al que rechazo, y que Santiago «El Lechu», como anarquista, rechazaba.
¿Qué puede hacernos creer que el cuerpo no fue plantado allí, después de toda la sarta de mentiras y ocultaciones que ya se demostraron? ¿Qué puede amainar la rabia más que nuestra propia respuesta?
Quería mas hablar del odio y desahogar la tristeza.
¿Qué ocurre cuando desaparece une compañere?
¿Qué ocurre cuando sabemos que está muerto, que lo mataron?
Las ideas, sobre todo de una solidaridad que nos alienta, se afianzan; pero también me golpea una fuerte incredulidad y parálisis.
Intento pensar qué merece, qué de lo que podemos hacer ataca realmente a este Sistema, y sobre todo, cuánto de lo que hacemos forma parte del mismo. Si fuera consecuente, profunda y radicalmente con lo que siento, poco o nada de mi cotidianidad se sustenta. Tampoco es nada nuevo, estas preguntas, esta impotencia, esta sensación de inconsecuencia cotidiana.
Y no sé por qué recuerdo de repente a María Pinto Fernández, mujer de más de ochenta años que mora en Porto Alegre. Durante los primeros años de la dictadura militar que comenzó en 1964, editaba junto con su compañero, exiliado de la dictadura española, el periódico anarquista O Protesto. El periódico difundía ideas libertarias y alentaba a la revuelta, y fue intervenido y clausurado. María estaba allí con su hija. Su compañero, Manuel Fernández, ya se había exiliado de nuevo. Ella cuenta cómo fue torturada y cómo huyó después a Argentina, donde vivió muchos años trabajando como maestra. Quise conocerla por su historia de pasado libertario, porque pienso que es necesario buscar y aprender con personas que confrontaron al sistema en otros contextos, y habitan ahora el presente. Conversábamos sobre muchas cosas, más que nada de la vida en general, de nuestra cotidianidad y de las relaciones y conflictos entre las personas con las que nos relacionamos, y cómo las ideas libertarias se pueden extender a todo eso. También discutíamos bastante. La vez que más fuerte y más tiempo discutimos fue cuando María me dijo, de manera simple y espontánea, la libertad que sentía cuando iba a comprar en el supermercado, y poder escoger en medio que todas aquellas cosas. Me enervé tremendamente. No podía creer que hubiese dicho aquello, y tercas las dos discutimos durante un buen rato, sin querer entendernos, queriendo confrontarnos. Yo hablaba de la farsa del capitalismo, de la mentira manipuladora de un mundo de elecciones, de la industrialización, de las desigualdades… y ella recriminaba mi falta de realismo y comprensión, mi continua negatividad.
Soy vegana. Actualmente no planto nada de lo que como, sólo una pequeña maceta con una verdolaga, y una un poco más grande con una berza, en la ventana de un piso número 11. Recibí mi primera inyección de B12, por estar al mínimo. No quiero una vitamina sintetizada en laboratorios para sustentarme. La alimentación forma parte para mí, no de una exquisitez y deleite del cuerpo, sino de una voluntad de conciencia de que es una parte más del sistema de dominación bajo el que vivimos. Reciclo abundante de la basura, y compro siempre que lo necesito, en el supermercado, más que nada en el Gadis, propiedad del grupo Tojeiro, propietario también de la planta de Reganosa que jodió y continúa jodiendo toda la ría de Ferrol, y consecuentemente todo el medio marino. Y gusto, como María, de escoger entre lo que hay.
Pienso en el Lechu, en su rostro que ahora asocio más a todas las imágenes que se ven en las calles y por los medios, y no a la imagen que tengo de él en mi memoria, cuando lo conocí brevemente hace cuatro o cinco años, participando cómo tatuador del evento solidario para juntar dinero para personas presas, Arte y Sabotaje, en la ciudad argentina de Córdoba. Y sólo una vez más escuché de él, hasta este primero de agosto. Y ahora me parece que recuerdo más nítidamente detalles que no había recordado nunca mas. Pienso en les suyes y en sus compañeres mas próximes, que afrontan esta situación horrible. Algunas personas con las que aprendí ese odio necesario como conciencia de opresión y necesidad de autodefensa. Un odio que no genera más violencia, como suelen decir, sino que activa nuestra voluntad de combatirla y percibirla en todos los ámbitos de la vida, en todas las partes del mundo con estrategias diferentes, pero siempre dominado por el Capital y su siervo, el Estado y también la sociedad. E imperando una brutal colonización que nunca dejó de existir.
E imagino a la familia, quizás sin entender del todo el posicionamiento ideológico de Santiago (eso es sólo una idea mía..), y por qué decide solidarizarse de esa manera, exponiéndose al peligro de las consecuencias, pues esa comunidad y de todas las maneras todo el pueblo mapuche en resistencia, vive en constante amenaza y peligro por la impune y terrible represión de las fuerzas del Estado.
Dentro de todo este sentir incrédulo e impotente, valoro enormemente el apoyo y la solidaridad como formas imprescindibles de extender nuestras ideas, en la búsqueda de comparar y discurrir cómo habitar, rechazando este asco de Sistema. Porque, inevitablemente, no veremos un mundo de libertad, pero quizás sí algunos momentos de anarquía. Procuremos, entonces, darle vida.
Pintada en memoria de Santiago Maldonado en las calles de Buenos Aires, durante los desbordes vengativos del 21 de octubre.