Como ya se informó en este blog, los compañeros Alfredo Cospito y Nicola Gai están siendo juzgados estos días acusados por el ataque realizado en Génova hace año y medio aproximadamente (7 de mayo de 2012) en el cual se disparó contra Roberto Adinolfi, administrador delegado de Ansaldo Nucleare, principal industria nuclear de Italia, hiriéndole en la pierna. Posteriormente, la acción fue reivindicada como Núcleo Olga-FAI/FRI (Federación Anarquista Informal / Frente Revolucionario Internacional).
Pese al silencio mantenido al respecto todo este tiempo, los compañeros cumplieron lo que dijeron cuando en una de sus cartas dijeron que la pronunciación sobre su inocencia o culpabilidad (en términos del poder) en los disparos contra Adinolfi la reservaban para el juicio. Rompieron así el silencio el pasado día 30 de octubre, primera jornada del juicio, atribuyéndose la responsabilidad del ataque, reconociéndose culpables y orgullosos y tratando de leer sendas declaraciones preparadas para la ocasión, siendo en varias ocasiones interrumpidos por la jueza que finalmente ordenó su expulsión de la sala entre gritos de «¡Fascista!» dirigidos a «su señoría» por parte de los compañeros y de las personas solidarias presentes en la sala.
Lo que sigue a continuación son las respectivas declaraciones que los compañeros no pudieron terminar de leer en el juicio pero que sí difundieron igualmente para su extensión y debate (tomadas de Contrainfo, aquí y aquí):
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Declaración de Alfredo Cospito.
Desde el vientre del Leviatán…
«…los sueños son para realizarlos aquí en el presente y no en un hipotético futuro, dado que el futuro siempre lo han vendido los curas de cualquier religión o ideología para poder robarnos impunemente. Queremos un presente que valga la pena vivir y no sacrificar simplemente a la espera mesiánica de un futuro paraíso terrenal. Por eso, quisimos hablar en concreto de una anarquía que realizar ahora, no mañana. El “todo y ya” es una apuesta, un partido que nos jugamos, donde lo que se pone en juego es nuestra vida, las vidas de todxs, nuestra muerte, la muerte de todxs…» – Pierleone Mario Porcu.
«La ciencia es el eterno holocausto de la vida fugaz, efímera, pero real, en el altar de las abstracciones eternas. Lo que predico es, pues, la revuelta de la vida contra el gobierno de la ciencia.» – Mijaíl Bakunin.
«Mientras se pavoneaba como un Dios en su propia fantasía, lo dominaba una imbecilidad infantil. La técnica erguíase suprema, y, una vez entronizada, encadenaba al intelecto que lo había elevado al poder.» – Edgar Allan Poe.
«El imperio fundado sobre la nada en el que el reino soberano está cayendo. No consigue soportar el peso de la verdad. Te recomiendo una fuerte dosis de vida. ¡Te recomiendo una fuerte dosis de vida! Al menos así podrás decir de que la has vivido.» -Congegno
«¡Bastardos… sé quién os manda!» – Roberto Adinolfi tras recibir los disparos.
Una hermosa mañana de mayo, actué y, durante esas pocas horas, disfruté al máximo de la vida. Por una vez, dejé atrás el miedo y las autojustificaciones y desafié lo desconocido. En una Europa llena de centrales nucleares, uno de los mayores responsables de la catástrofe nuclear cayó a mis pies. Quiero ser muy claro: el Núcleo Olga FAI/FRI somos solo Nicola y yo. Nadie más participó, colaboró ni diseñó la acción; nadie sabía de nuestro proyecto. No permitiré que mi actuar, para desviar la atención del verdadero objetivo de la acción, lo metan en un obsceno y absurdo saco mass-mediático y jurídico hecho de “subversión del orden democrático”, “asociación subversiva”, “banda armada”, “terrorismo”; frases vacías en boca de jueces y periodistas.
Soy anarquista anti-organización porque estoy en contra de toda forma de autoridad y constricción organizativa. Soy nihilista porque vivo mi anarquía hoy y no a la espera de una revolución que, aunque llegue, creará sólo una nueva autoridad, una nueva tecnología, una nueva civilización. Vivo mi anarquía con naturalidad, alegría, placer, sin ningún espíritu de martirio, oponiendo todo mi ser a este existente civilizado, para mí, insoportable. Soy antisocial porque estoy convencido de que la sociedad sólo existe bajo el signo de la división entre dominantes y dominadxs. No aspiro a ninguna alquimia socialista futura y “paradisíaca”, no pongo mi confianza en ninguna clase social; mi revuelta sin revolución es individual, existencial, total, absoluta, armada. En mí, no hay rastro alguno de superhombre, ningún desprecio por lxs oprimidxs, por el “pueblo”, convencido de que, como dice un dicho oriental: “no hay que despreciar a la serpiente porque no tiene cuernos, ¡un día se podría transformar en un dragón!”. De la misma forma, un esclavo puede transformarse en un rebelde, un solo hombre, una sola mujer, convertirse en un incendio devastador. Con todas mis fuerzas, desprecio a lxs poderosxs de la tierra, ya sean políticxs, científicxs, tecnócratas, jefxs, líderes de cualquier tendencia, burócratas, jefxs militares y religiosxs. El orden que quiero abatir es el de la civilización que, día a día, destruye todo por lo que vale la pena vivir. Estado, democracia, clases sociales, ideologías, religiones, policía, ejércitos, vuestro propio tribunal son sombras, quimeras, engranajes, todos reemplazables, de una mega máquina que todo lo abarca. Un día, la tecnología se deshará de nosotrxs transformándonos a todxs en autómatas perdidxs en un panorama de muerte y desolación. Ese 7 de mayo de 2012, por un momento, eché arena en el engranaje de esta mega-máquina, por un momento, viví plenamente marcando la diferencia. Ese día no era una vieja Tokaref mi mejor arma, sino el odio profundo, feroz que siento contra la sociedad tecno -industrial.
Firmé la acción como FAI/FRI porque estoy enamorado de esta lúcida “locura” convertida en poesía concreta, a veces brisa, a veces tormenta, que sopla caótica por medio mundo, sin inmutarse, improbable, contra toda ley, contra todo “buen sentido”, contra toda ideología, contra toda política, contra la ciencia y la civilización, contra toda autoridad, organización y jerarquía. Una visión concreta de la anarquía que no contempla teóricos, dirigentes, líderes, mandos, soldados, héroes/heroínas, mártires, organigramas, militantes y, mucho menos, espectadorxs. Durante años, he visto la evolución de esta nueva anarquía quedándome, de hecho, sólo como espectador. Durante demasiado tiempo, me he quedado mirando. La anarquía, si no se hace acción, rechaza la vida convirtiéndose en ideología, mierda o poco más, en el mejor de los casos, desahogo impotente para hombres y mujeres frustradxs.
Decididos a pasar a la acción después de la catástrofe nuclear de Fukushima. Frente a hechos tan grandes como frecuentes, nos sentimos inadecuados. El hombre primitivo se enfrentaba a los peligros, sabía cómo defenderse. El hombre moderno, civilizado, ante las construcciones-constricciones de la tecnología está indefenso. Como ovejas que buscan protección en el pastor que las matará, así, nosotrxs, civilizadxs nos confiamos a lxs sacerdotes/isas laicxs de la ciencia, lxs mismxs que lentamente nos cavan la tumba. A Adinolfi, lo hemos visto sonreír con sorna en las pantallas de televisión haciéndose pasar por víctima. Lo hemos vimos dar lecciones contra el “terrorismo” en escuelas. Pero yo me pregunto, ¿qué es terrorismo? Un disparo efectuado, un dolor intenso, una herida abierta o la amenaza incesante, contínua, de una muerte lenta que te devora por dentro. El terror contínuo, incesante, a que una de sus centrales nucleares nos vomite encima, de un momento a otro, muerte y desolación. Ansaldo Nucleare y Finmeccanica tienen enormes responsabilidades. Sus proyectos continúan sembrando muerte en todas partes, últimamente, se habla de posibles inversiones en la duplicación de la central de Krško en Eslovenia, a dos pasos de Italia, zona de gran riesgo sísmico. En Cernadova, Rumanía, desde el 2000 hasta hoy, varios han sido los incidentes provocados por la estupidez de Ansaldo durante la construcción de una de sus centrales. ¿Cuántas vidas rotas?, ¿cuánta sangre derramada? Tecnócratas de Ansaldo y de Finmeccanica de sonrisa fácil, de conciencia “limpia”, vuestro “progreso” apesta a carroña, la muerte que sembráis en el mundo clama venganza. Hay muchas formas de oponerse concretamente a la nuclear, bloqueos de trenes que transportan residuos, sabotajes a las torres de alta tensión que llevan la electricidad producida por el átomo… A mí me pasa por la cabeza golpear al mayor responsable de esta masacre en Italia: Roberto Adinolfi, administrador delegado de Ansaldo Nucleare. Tardé poco en averiguar dónde vivía, cinco vigilancias bastaron. No hace falta una estructura militar, una asociación subversiva o una banda armada para golpear, cualquiera armadx con una fuerte voluntad puede pensar lo impensable y actuar en consecuencia. Lo habría hecho todo solo, por desgracia, necesitaba ayuda para la moto, le pregunté a Nicola, apelé a su amistad, no se echó atrás. La pistola la compré en el mercado negro, trescientos euros. No sirven infraestructuras clandestinas o grandes capitales para armarse. Salimos en coche desde Turín la noche anterior. Todo fue sobre ruedas o casi, Nicola conducía, yo golpeé exactamente donde habíamos decidido golpear. Un golpe preciso, corrí hacia la moto y, luego, lo inesperado, el grito lleno de rabia de Adinolfi, la frase gritada que me inmovilizó haciéndome perder preciosos segundos: “¡Bastardos!… ¡sé quién os manda!” En ese preciso momento, tuve la seguridad absoluta de haber dado en el blanco, plenamente consciente del estercolero en el que había metido las manos; intereses millonarios, finanzas internacionales, la política y el poder, fango y estiércol. Esos segundos “robados” le permitieron a Adinolfi leer parte de la matrícula que, por inexperiencia, no habíamos cubierto. Gracias a esos números, llegaron a la moto y de la moto, a la cámara.
Obviamente, no bastará la condena de este tribunal para hacer de nosotros los malos terroristas y de Adinolfi y Finmeccanica los benefactores de la humanidad. Ha llegado el momento del gran rechazo, el rechazo hecho de la pluralidad de resistencias, cada una de las cuales es un caso especial; algunas son posibles, necesarias, improbables; otras son espontáneas, salvajes, solitarias, concertadas, incontenibles o violentas. La nuestra era solitaria y violenta. ¿Valió la pena el esfuerzo? ¡Sí! Aunque sólo fuera por la alegría que sentimos al saber de la sonrisa desafiante que Olga Ekonomidou, valiente hermana de la Conspiración de Células del Fuego, en una celda de aislamiento de una prisión griega, que tras la noticia de nuestra acción lanzó a la cara de sus carceleros. Soy feliz de ser quien soy, un hombre libre, aunque “momentáneamente” encadenado. No puedo lamentarme demasiado dado que la gran mayoría de la “gente” las cadenas las tienen firmemente plantadas en el cerebro. En mi vida siempre he tratado de hacer lo que consideraba justo y nunca lo que me convenía. Las medias tintas nunca me han convencido. He amado mucho. He odiado mucho. Precisamente por eso, no me rendiré a vuestros barrotes, uniformes, armas. Me tendréis siempre como un irreductible y fiero enemigo. No estoy solo. Lxs anarquistas nunca están solxs, solitarixs a veces, pero nunca solxs. Miles de proyectos en la cabeza, una esperanza en el corazón que continúa viviendo cada vez más fuerte y siempre más compartida; perspectiva concreta que ” arriesga” para cambiar la cara de la anarquía en el mundo. Derrumbes pequeños y grandes que un día desencadenarán en un cataclismo, se necesitará tiempo, no importa, por ahora disfruto del terremoto desencadenado en mí por todas estas ganas de alegrarme y luchar.
Termino con una cita de Martino (nombre usado por Marco Camenisch cuando estuvo fugitivo), guerrero que nunca se ha doblegado, por su profundo amor por la vida desde que lleva más de veinte años prisionero, recluido hoy en una aséptica cárcel suiza, hago mías estas palabras suyas:
«… el coraje de pensar las cosas hasta el fondo, transgredir la prohibición de la policía tecnológica de lo “imposible”, o lo “inconcebible”, pensar otra cosa y de otra manera actuando en consecuencia. Solo esto nos puede conducir fuera de la tibia mezcla tóxica de la modernidad a lugares donde nada ni nadie nos guiará al lugar sin seguridades, al lugar de la responsabilidad en primera persona para la no sumisión con todas sus consecuencias. La libertad es dura y peligrosa, y no hay vida sin la muerte. Por miedo a la vida, a menudo, nos resignamos, en esclavitud, a la aniquilación.»
Muerte a la civilización
Muerte a la sociedad tecnológica
Larga vida a las CCF
Larga vida a la FAI/FRI
¡Viva la internacional negra!
¡Viva la anarquía!
Alfredo Cospito
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Declaración de Nicola Gai
«Ninguno me puede juzgar. Tampoco tú. La verdad te hace daño, lo sé.»– C. Caselli
Pocas palabras para afirmar algunos sencillos datos de facto antes de que la “verdad” se establezca en el proceso judicial; por si no quedara claro, el término “verdad” lo he usado con un sentido irónico, de hecho, no reconozco ningún tribunal fuera de mi conciencia. Los únicos responsables de lo sucedido en Génova el 7 de mayo de 2012 somos Alfredo y yo. Nadie más, ni amigxs ni compas, estaba al corriente de lo que estábamos planeando y, por tanto, de lo que realizamos. Por mucho que excavéis en nuestras vidas y en nuestras relaciones para encontrar otrxs cómplices del “crimen”, no podréis demostrar lo contrario, obviamente, lo intentaréis, pero en tal caso se tratará de falsedades y del intento de incriminar a cualquier enemigx de lo existente. Entiendo que para quienes han dedicado su vida a servir a la autoridad no es fácil rendirse a la idea de que dos individuos, armados solo con su determinación, puedan intentar encasquillar los engranajes del sistema tecno-industrial, en vez de contribuir, disciplinadamente, a hacerlo girar, pero las cosas son simplemente así. Después de pasar años asistiendo a la sistemática destrucción de la naturaleza y de todos los aspectos que hacen que la vida valga la pena vivirla, obra del nunca demasiado alabado desarrollo tecnológico. Años transcurridos siguiendo con interés, pero siempre como espectador, las experiencias de lxs rebeldes que, aun en este mundo que parece pacificado, siguen levantando la cabeza para afirmar la posibilidad de una vida libre y salvaje.
Tras el desastre de Fukushima, cuando Alfredo me propuso que lo ayudara en la realización de la acción contra el ingeniero Adinolfi, acepté sin dudar. Por fin, podía manifestar mi rechazo al sistema tecno-industrial, sin tener que participar en protestas simbólicas que, en demasiadas ocasiones no son más que manifestaciones de impotencia. Nadie con un mínimo de sensatez puede ilusionarse con el éxito de un referéndum o con que las canalladas de un gurú de la economía verde puedan borrar, hasta solo, los aspectos intrínsecamente más nefastos del mundo en el que estamos obligadxs a vivir. Está ante las narices de quien quiera verlo que Finmeccanica, con su producción contínua y controlada de armas de destrucción masiva, simplemente lo hace fuera de las fronteras italianas, como si la radiación respetase esas infames barreras. En Rumanía (Cernavodă, desafortunada localidad, conocida principalmente por los incontables incidentes acaecidos en la central), Eslovaquia y Ucrania, solo por citar las inversiones más recientes y directas, Ansaldo Nucleare continúa sembrando muerte y contribuyendo a la destrucción de la naturaleza. Como debería resultar evidente, con otras 190 centrales nucleares sólo en Europa, el problema no es preguntarse si puede darse otro Chernobyl o no, sino cuando pasará. Y como si con esto no bastase, no debemos olvidar que estas monstruosidades no sólo matan cuando están en funcionamiento, sino más bien con sus residuos. Se transportan de un lado para otro de Europa sin que nadie sepa realmente qué hacer con ellos. Los de las centrales italianas, cerradas desde hace décadas, se han transportado a Francia para ponerlos en “seguridad”: extraen combustible para alimentar otros reactores y, también, algunos kilitos de plutonio que solo se puede usar para construir bombas (cabe recordar que cuando se habla de nuclear, no se diferencia entre uso civil y militar), después nos las devuelven peligrosas, más o menos, como antes. En este sentido, quizás, alguna cosa harán lxs americanxs con el uranio trasladado este verano a los EE.UU., en gran secreto, desde un depósito de residuos en Basilicata (provincia al sur de Italia).
Podría estar horas hablando de los daños y la destrucción causada por la nuclear, dar innumerables ejemplos, recordar lo que está pasando en Fukushima (donde, según alguno, ningún/a muertx era atribuible a la central…), pero no estoy aquí para dar justificaciones. La nuclear es quizás el elemento de este mundo civilizado donde la insensatez y la monstruosidad del sistema tecno-industrial la puede comprender cualquiera, pero tenemos que darnos cuenta de que, en el altar del desarrollo tecnológico, estamos sacrificando todos los espacios de nuestra libertad individual y de la posibilidad de vivir una vida realmente digna de vivir. Ahora depende de cada unx de nosotrxs decidir ser súbditxs obedientes o intentar vivir, aquí y ahora, el rechazo a lo existente. Yo he tomado mi decisión, con alegría y sin remordimientos.
Nosotros saldremos de aquí calificados de terroristas, lo gracioso es que podáis decirlo sin sentiros ridículxs: lo dice el código penal. Lo que es seguro es que las palabras ya no tienen ningún significado; si nosotros somos terroristas, ¿cómo definiríais a lxs que producen armas, sistemas de focalización de misiles, drones, caza-bombarderos, equipos para cazar a las personas que intentan cruzar una frontera, centrales nucleares, que trata a la vez con asesinxs de uniforme y famosxs dictadorxs, en pocas palabras, ¿cómo definiríais Finmeccanica? Claro que no es que vuestrxs jefxs brillen por su imaginación, tanto que, para disipar cualquier duda sobre las verdaderas funciones de esta empresa, recientemente han puesto de jefe al ex-policía Gianni De Gennaro: teniendo en cuenta su responsabilidad en las torturas de Bolzaneto y en la masacre de la escuela Díaz, como jefe de la policía, durante la cumbre del G-8 del 2001, lógicamente pensaron que era el hombre adecuado en el lugar adecuado.
Volviendo al motivo de mi declaración, me gustaría hacer algunas aclaraciones sobre la “brillante” operación que llevó a nuestra detención. Quién sabe cuántos apretones de manos y palmadas en la espalda se han dado los astutos sabuesos que consiguieron aprovecharse de nuestro único error fatal, dictado por la inexperiencia y la urgencia de hacer algo después del desastre de Fukushima, de hecho, no nos dimos cuenta de que había una cámara de video colocada por el desconfiado propietario de un bar para proteger sus bocadillos. Por desgracia para nosotros, no la vimos cuando estudiábamos el recorrido que, desde el punto donde dejamos la moto, llevaba a la parada de autobús que, después de un cambio, nos llevaría a las afueras de la ciudad en dirección a Arenzano, donde estaba aparcado mi coche, que habíamos utilizado para llegar y salir de Génova.
A decir verdad, lo de la cámara no fue el único error cometido, también perdimos preciosos momentos a la hora de alejarnos del lugar de la acción, el grito rabioso del aprendiz de brujo del átomo: “¡Bastardos, sé quién os manda!”, nos paralizó. Obviamente, no es cosa mía adelantar hipótesis sobre el significado de esa frase, el momento no favorecía razonamientos calmados y, mucho menos, acostumbro a construir castillos en el aire sobre las palabras pronunciadas por otra persona, pero personalmente he llegado a la conclusión de que habíamos hundido las manos en un montón de mierda. El resto de elementos que justificaron nuestra detención o están distorsionados o son, simplemente, falsos. La famosa grabación de la “pistola”, que dice que confirma que disparé es absolutamente incomprensible, ahora es inútil implicar a expertos para desmontarla, pero habiendo conducido la moto es imposible que pueda haber empuñado también la pistola y, sobre todo, me parece lógicamente absurdo que me haya puesto a contárselo justo a quien participó conmigo en la acción, es decir, a Alfredo.
Sobre la impresora, incautada en casa de mis padres, que la policía científica afirma que es la que se utilizó para imprimir el panfleto, hay poco que decir, ya que el ordenador y la impresora los compré yo y los destruimos después de usarlos (cabe destacar que, una vez que la revisión había confirmado nuestros arrestos, los propios científicos del RIS se dieron cuenta de que probablemente no era la misma). En cuanto al robo de la moto por el cual procedéis en contra de nosotros y de fantasiosxs desconocidxs, las cosas son menos complicadas que como intentáis reconstruirlas. Dimos vueltas por la ciudad tratando de resolver el problema, ya que no teníamos ninguna experiencia en tal práctica. La suerte, como se sabe, favorece a lxs valientes, de hecho, en la amena ciudad de Bolzaneto nos encontramos una moto con las llaves olvidadas puestas en el contacto, las tomamos y decidimos volver unos días más tarde con un casco. La moto seguía todavía aparcada en el mismo sitio, me bastó sentarme en el sillín, encenderla y llevarla por la parte del cementerio de Staglieno donde permaneció hasta quince días antes de la acción, cuando la llevé cerca de la casa del ingeniero Adinolfi. Me disculpo con el dueño por haber sacado los cascos y otros objetos que había debajo del sillín y por haber tirado el baúl trasero, por desgracia, eran incómodos y definitivamente no era muy buena idea intentar devolverlos. Otro elemento que los investigadores han abordado y, me temo que intentarán utilizar como buenos inquisidores en el futuro, es una interceptación realizada en el CSL de Nápoles, en el que algunxs compañerxs comentaron el folleto que habían recibido, en estreno mundial, vía e -mail. No tengo ni idea de qué hablaron, no voy a explicar que el diálogo es difícil de entender, por decir poco, y ni siquiera es el caso de pararme sobre la evidente similitud entre “Valentino ” y “Volantino (panfleto)”, pero sí sé por cierto que el comunicado se envió sólo por correo ordinario (enviamos las cartas durante el cambio de autobús en el camino de vuelta, en un buzón postal, en el paseo marítimo, cerca de la terminal de ferris), por lo tanto, es sencillamente imposible que lo hayan recibido a través del correo electrónico.
Tengo claro que usaréis nuestro caso para dar ejemplo, que la vendetta será draconiana, que haréis todo lo posible por aislarnos (basta mencionar que desde hace más de un año, nuestra correspondencia está sometida a censura), pero quiero daros una mala noticia: se trata de esfuerzos inútiles. Hace, al menos, 150 años que jueces/zas, hasta más feroces que vosotrxs, intentan borrar la idea de la posibilidad de una vida libre de autoridad, pero con pobres resultados. Puedo aseguraros, tranquilamente, que vuestras acciones represivas, por muy de amplio espectro o indiscriminadas que sean, no podrán desarticular ni erradicar nada. Si os creéis que llegaréis, gracias a nosotros, a otrxs anarquistas que han decidido experimentar la posibilidad caótica, espontánea e informal de la FAI (Federación Anarquista Informal), os habéis equivocado mucho y sólo conseguiréis dar palos de ciego; ni yo ni Alfredo conocemos a nadie que haya tomado esta decisión. Estáis a la caza de un fantasma que no podéis encerrar en las angostas casillas de vuestros códigos. Eso es porque se manifiesta en el instante en que las tensiones destructivas de aquellxs que lo animan se unen para actuar, en el momento en que mujeres y hombres libres deciden experimentar concretamente la anarquía. Ahora que la experiencia de la Célula Olga está conclusa, solo puedo aseguraros que he encontrado nuevas razones para alimentar mi odio y motivos para desear la destrucción de lo existente, hecho de autoridad, explotación y destrucción de la naturaleza.
Amor y complicidad para lxs hermanxs que, con sus acciones, en cualquier parte del mundo, hacer realidad el sueño loco de la FAI/FRI.
Amor y complicidad para lxs compas que, anónimamente o no, siguen atacando en nombre de la posibilidad de una vida libre de autoridad.
Amor y libertad para todxs lxs presxs anarquistas.
Viva la internacional negra de lxs refractarixs del orden mortal de la civilización.
¡Viva la anarquía!
Nicola Gai – Ferrara, septiembre de 2013